José Refugio
Haro. Periodista de toda la vida/ José Alfredo Beltrán
"En el
periodismo cada vez que agarras lana, dádivas, regalos, baja un nivel tu
dignidad, tu independencia, tu reputación, tu libertad." Cuco Haro.
Publicado en El Noroeste, 29-06-20
Considerándose
como tal desde los 8 años cuando vendía periódicos, 'Cuco' hoy ve concluida su
carrera profesional en los diarios, de la cual dedicó sus últimos 15 años a
Noroeste
Cuco'
Haro compartió en Noroeste 15 años de su carrera profesional.
A
Cuco, quien mucho nos dio... "En el periodismo cada vez que agarras lana,
dádivas, regalos, baja un nivel tu dignidad, tu independencia, tu reputación,
tu libertad". Así piensa Refugio Haro Haro. "Cuco", para los
cuates. "Periodista" desde los 8 años, cuando de niño salía corriendo
a vender periódicos por las calles de Los Mochis, para luego desayunar e irse a
la escuela. "No conocía lo que era la noticia, pero fueron mis pininos en
el periodismo", dice quien hoy se jubila, pero de la asistencia diaria y
obligatoria a las salas de Redacción, como las de Noroeste, donde ha dejado sus
últimos 15 años de vida.
--¿Cómo
resumiría estos 15 años?
--En
primer lugar, es el final de mi carrera profesional activa, fija en un
periódico. Fue la época en donde conocí a muy buenos amigos del medio, en la
que estuve en un periódico sui géneris en Sinaloa y en México, donde se puede
trabajar, mantener una postura política, ideológica, sin envenenar las notas.
Jugar siempre es bonito donde es permitido. Y nosotros jugamos mucho.
La
vocación Los padres de Haro llegaron de Zacatecas a Sinaloa, en busca de
mejores oportunidades a fines de los años 30, del siglo pasado. Venían a
sembrar la tierra. Nació en 1944, en San Vicente, Ahome, junto al río, en una
familia de 12 hijos, en la que nueve sobrevivieron. La "formación
rústica" de su padre no fue impedimento para mandarlos a la escuela. Pero
éste murió cuando él tenía 14 años, obligándolos a todos a trabajar, para
cooperar con el gasto familiar y dejar los estudios.
En
su niñez y adolescencia, Haro fue "multiusos". Cargó bultos, se metió
al boxeo a los 16, aunque el ring no era lo suyo. La hizo de ayudante de
albañil, radiotécnico, tornero, hasta que en 1962, a la edad de 18, tuvo su
primer "trabajo serio", en una refaccionaria de Los Mochis. Toda su
etapa estudiantil, posterior a la primaria, la hizo por las noches. Y
a
era un adulto joven cuando se inscribió en una academia comercial, donde 2 años
después terminó la carrera de contador privado. Se metió a la secundaria
nocturna, y a los 23 años se fue al Distrito Federal a estudiar la prepa y
concretar un sueño: estudiar periodismo. "Cuando todos terminaban la
carrera profesional, yo apenas iba a estudiar la preparatoria. La carrera la
termino a los 30, casi a los 31 años".
Fue en la secundaria
donde el maestro de Civismo detectó su vocación por las letras. Éste les pidió
una autobiografía como tarea. La de Haro destacó, e incluso, el
profesor hizo de ésta una apología, ante los demás compañeros de clase.
"Conté la neta, como era chamacón, no me cuidé de nadie. Conté mi vida,
mis sinsabores, y el maestro se conmovió", relata. Y es que desde niño,
Haro descubrió en los libros su vocación y destino. Iba a las bibliotecas
públicas, leía en las bancas de la plazuela las aventuras de Julio Verne y
otros autores. Un maestro de la primaria,
Braulio Pizarro, sería años después fuente de inspiración, y de su propia
superación. "Ya de grande, de viejo se preparó", señala. "No me
conformé con la vida que me dieron mis padres. Algo a mí me acució, me empujó,
yo sentía complejo, porque al pobre se le humilla mucho. Tengo fotos de la
primaria, donde estoy descalzo y con las 'patas' de fuera. Tenía un suéter todo
raído, puras piltrafitas, tiritas".
La
primera portada
En
1967, Haro inició sus estudios de Periodismo en la UNAM, al tiempo que
trabajaba para poder sostenerse en distintos puestos de dependencias del
Gobierno federal. Al concluir su carrera, combinó el servicio público con
responsabilidades en periódicos del Distrito Federal, por las noches, seleccionando
los cables de las notas nacionales, coordinando o redactando editoriales, como
ocurrió en el desaparecido Rotativo. También dio clases en el
Colegio de Ciencias y Humanidades en la UNAM. En 1975, en su ruta dentro de la
burocracia, el priista Heriberto Galindo
se le cruzó en el camino. Éste le consiguió trabajo en Noroeste, al conectarlo con su amigo Silvino Silva. "Venía con muchas ínfulas. 'Seguramente me la
van a dar de subdirector', me dije, para nada", recuerda, al soltar la
carcajada. En su primera jornada, supo por la noche que se había llevado la
nota de ocho columnas, del día siguiente. "Sí me sentí emocionado, pero no
demasiado. Porque yo ya había visto mi nombre en letra en molde. Escribía
artículos como estudiante y en el último año de la carrera habían seleccionado
los mejores reportajes, para publicarlos en Excélsior, que era el número uno.
Eso sí me impactó. "Ya acá (en Noroeste) fue 'ranazo', porque la nota era
sobre los precios de la Cuaresma, y ya le iban a dar (la portada)".
"Yo nunca he sido buen reportero", asegura Haro, "me incliné más
por la corrección, soy celoso con la gramática, pero en cuanto a reportero,
brincarme una barda para buscar la noticia, no se me da. Toqué la flauta como
el burro, pero se reconoce que no tengo la vena para eso. Para las columnas
sí". Haro sólo estuvo mes y medio en Noroeste. No se "adaptó" a
las tracateras y balaceras que a diario estremecían los días y noches de
Culiacán.
Regresó
a Los Mochis, para colaborar en un noticiario de radio y revista, hasta que de
nueva cuenta el destino lo mandó al Distrito Federal, donde le ofrecieron un
mejor cargo público, con un sueldo nunca antes igualado en otra etapa de su
vida. Algo en común tuvieron la mayoría de los cargos de Haro, en el servicio
público. "Siempre", dice, "me ponían en lugares donde había que
redactar. Hice manuales, prontuarios de leyes, análisis políticos...". A
mí no me llenaba regresar los lunes a ver la misma película, monótona; por eso
me metí a trabajar de noche a los periódicos. Las entrañas del oficio.
En
1981 volvió a presentársele una nueva oportunidad, para regresar a Sinaloa. En
México, alguien lo conectó con el empresario mochiteco Guillermo Elizondo, quien a su vez le abrió las puertas de El Debate, tras leer y recomendar su trabajo.
En ese diario se inició como seleccionador de cables en marzo de 1981, pero ahí
estuvo muy poco tiempo, porque casi de inmediato lo ascendieron a jefe de
Redacción. En esta etapa fue el primer presidente de la Asociación de
Periodistas Aarón Flores Heredia, de la cual terminaría decepcionado, al
transformarse después en "club".
En
El Debate trabajó hasta fines de 1986 cuando Ernesto Álvarez Nolasco, un político priista con fama de honesto, lo
invitó a ser su jefe de prensa; y en una posición similar, después, Ignacio Rodrigo Castro, pero ésta no la
terminó. En estas posiciones, como jefe de prensa, Haro conoció las presiones
de algunos periodistas, para conseguir "favores" a base de
"golpes", aunque muchas veces a manera de insinuaciones. "Aunque
yo me la llevaba bien, les decía que no había llegado ahí para dar. 'Quieren
pedir algo, pídanle al Presidente, a mí no me dan dinero para dar, de mi bolsa,
de mi sueldo no les voy a dar", les decía.
Muchos
periodistas, lamenta, ven normal que el político les ofrezca comidas, cenas o
regalos, a nombre de la libertad de expresión, cuando son actos que demuestran
lo contrario. "El político no es que sea buena gente, que dé porque tiene
ganas de dar, lo da porque quiere sacar algo o porque tiene miedo que le saquen
algo. "Deberían acabarse todas las formas de dádivas del Gobierno. Es un
robo porque es dinero del erario público".
Los años de
Haro
Haro
dirigía un programa radiofónico en el Grupo Oír en Los Mochis cuando en agosto
de 1992 lo invitó Jesús Cantú, Director
de Noroeste
Culiacán, para dirigir la edición del diario en esa ciudad. "Jesús Cantú
llegó de Monterrey", recuerda, "y junto con Manuel Clouthier (hijo) le dio a Noroeste el brinco, el gran salto
modernista que hoy tiene". El 15 de agosto de 1992, 17 años después de su
primer contacto con el diario, Haro se hizo cargo de Noroeste Los Mochis, hasta que el "error de diciembre" de
Salinas y Zedillo de 1995, la peor crisis económica del México reciente, obligó
a cerrarlo. Haro se trasladó a Culiacán,
a la salida de Cantú, para dirigir Noroeste Culiacán desde 1995 hasta 2002,
año en que volvió a dirigir las plazas de Noroeste en Los Mochis, Guasave y
Évora.
En
Culiacán, vive la consolidación y expansión de Noroeste y su
"despintamiento de azul", por consigna de Clouthier, añade. El
momento más difícil, expone, después de la crisis de 1995, fue la difusión en
1996 de las listas de periodistas que recibían apoyos del Gobierno, filtradas
en el periodo del Alcalde Sadol Osorio.
"Fue un momento crítico, porque yo no había visto nunca que denunciaran a
tantos periodistas en masa, que salieran en masa, como gente que aceptaba
ayudas del Gobierno. Y teníamos los recibos, que mandamos certificar con un
notario, para que no dijeran que eran inventados". Las listas, añade,
causaron un cataclismo. Reporteros incluidos lloraron. Viejos amigos suyos le
retiraron la palabra. "Yo pienso que es muy doloroso perder un amigo, pero
si es una nota de gran trascendencia, te lo vas a reprochar toda la vida",
advierte.
Los
maravillosos momentos en Noroeste, resume Haro, están relacionados con las
publicaciones donde se busca la justicia. "Cuando se denunciaron
monopolios, como el de la leche, cuando se denuncia a un abusivo, a un matón, a
un gobernante corrupto que daña a la sociedad, y que sin embargo en la mayoría
de las otras publicaciones aparece como santo o benefactor de la gente. Cuando
lo haces tú, te da un poquito de luz, donde hay oscuridad dañina",
subraya.
--¿Lo
amenazaron de muerte alguna vez, en Noroeste?
--Veladamente, pero ya en Los Mochis, un
político que todavía está aquí (en Culiacán) me habló para amenazarme. Me dijo
que estaba yo atacando, agrediendo a sus hijos, porque las empresas de él eran
de sus hijos, no eran de él, según él, y que yo tenía hijos también, tenía
familia. "Yo te puedo hacer daño", me dijo por teléfono.
Jesús Aguilar
Padilla, entonces presidente del Congreso, y el ex Gobernador Juan Millán
intervinieron en el asunto, señala. Dignidad, mercancía escasa A
pesar de todo, dice Haro, el periodista nunca debe dejar de denunciar. "Si
deja de denunciar se convierte en víctima. Lo más peligroso es tener una
información grave y no publicarla. Cuando
la publicas, se acabó el peligro. "Si no lo hace, se convierte en
cómplice de alguna manera, porque haces lo que ellos quieren, y también porque
te haces vulnerable. Ya no tienes arma", agrega. Principios éticos,
dignidad y preparación son, para Haro, los elementos fundamentales que hacen a
un buen periodista, con compromiso social. "Primeramente tener principios
éticos, que te duela que te digan que eres ladrón, cuando no te duele, si no
tienes dignidad, no pasa nada. "La dignidad es lo más importante del
periodismo, y creo que es una mercancía muy escasa en el medio. Y prepararse,
para ser capaz, porque no se puede estar transmitiendo ignorancia",
concluye.
A
sus 63 años, Haro está por comenzar una nueva etapa de su vida, junto a su
esposa Luz Otilia, con quien tiene cuatro hijos, todos profesionistas o a punto
de serlo. Rodrigo, Roldán, Bonita y
Romina.
--¿Va
a seguir escribiendo?
-Son
los planes. Mi idea es descansar un tiempecito, vivir un poquito la experiencia
de ser libre, para ser lo que yo quiera, flojear un poco, y después si mi
cuerpo me lo permite, escribir cositas.
Perfil
Licenciado
en Periodismo y Ciencias de la Información por la UNAM. Desde 1992 ocupó cargos
directivos en Noroeste. Editor General de Noroeste Culiacán de 1995 a 2002. De
2002 a 2007 dirigió las sucursales Los Mochis, Évora y Guasave.
"En el periodismo cada vez que agarras lana,
dádivas, regalos, baja un nivel tu dignidad, tu independencia, tu reputación,
tu libertad." "
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