2 ene 2015

Ranulfo Vivaldi

RANULFO VIVALDI…/Roberto López Moreno

Padre Vivaldi,
con qué palabras dirigirme a ti
y decirte fuego
y decirte padre;
gracias por los lampos del tañido
padre Vivaldi.
Poseíste la tierra y nacimos muchos
…y más todavía.
Pero soy yo el que ahora quiere hablarte.
Te llamaste Ranulfo a orillas del río de Huixtla,
y te llamaste colibrí y quetzal,
iguana y guacamaya

y sol cayendo a todo peso
(peso y caracol al aire)
sobre mi alma renegrida.
Mamá Rita debió haberse estremecido
en lo más hondo de su orgasmo
mientras tú, con el nombre de Ranulfo López
me escribías con sonidos en la tierra.
¿Desde qué punto mágico la sensualidad de los sonidos,
su organizada danza?, ¿su inteligente?
¿Desde qué rincón de tu cerebro? ¿De cuál?
Padre, dame el entero ritmo
-Sé que sólo tú. Sí…-
como remedio contra la muerte.
Tú eres el que sabe de esas cosas.
Yo estuve en Tlatelolco, padre;
en la ciudad de México
que en 1985 se hizo añicos;
estuve a punto de perecer en la montaña
persiguiendo las huellas de un tal
comandante a zancos.
Quizás en estos lances estabas a mi lado
y fue la oreja la que me salvó múltiples veces.
Oigo y eco a las puertas de San Marco.
Escucho y eyaculo en litoral mariano
desde la espiral de que provengo.
Antonio López. Ranulfo Vivaldi:
“Señor,
aquel caballero triste
que a cambio de amarguras
un ánfora le diste
repleta de esperanzas,
de amor y de ternuras…”
Padre Vivaldi,
gracias por el sonido
y por esa algarabía que nos has donado
y que presiento que viene de lo eterno.

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