Notas
para año nuevo/ José Antich
La
Vanguardia | 1 de enero de 2015
El
palacio del Luxemburgo, donde conviven en buena armonía el primer museo francés
abierto al público en 1750 y el Senado con sus 348 honorables miembros, goza de
un reconocido prestigio por su talento en la selección de las muestras que
exhibe. De hecho, es el único museo francés consagrado a la pintura que
regularmente combina el arte con la política, sin que se pueda deducir de ello
que los franceses consideren la política un género artístico más. En todo caso,
a los ciudadanos galos la política les produce los mismos sinsabores que a la
mayoría de países del sur de Europa, atrapados entre la crisis, la corrupción y
la ausencia de respuestas ante el avance de movimientos populistas de uno u
otro signo ideológico. Como sus vecinos mediterráneos, observan con
preocupación la convocatoria en Grecia de elecciones al Parlamento este mes de
enero, comparten la inquietud ante la posibilidad de que la izquierdista Syriza
se alce con la victoria, que su líder Alexis Tsipras se convierta en nuevo
primer ministro y que acabe provocando un nuevo tsunami en la zona euro.
Atenas, como antesala de la tragedia que amenaza reabrir en 2015 los viejos
fantasmas de los peores momentos de estos últimos años en la eurozona, yace
comatosa. Berlín ha estrangulado a Europa, y París, como Lisboa, Madrid y Roma,
aún con heridas más que visibles de la gran recesión, se ven obligadas a
dirigir nuevamente la mirada hacia el puerto de El Pireo.
No
es extraño que Mariano Rajoy quiera alargar al máximo el calendario electoral.
El presidente español intenta poner a prueba la elasticidad de los argumentos
jurídicos con el objetivo de desplazar las elecciones previstas para finales de
2015 hasta un tiempo de descuento, previsiblemente al 24 de enero del año
siguiente, y completar así el periodo más largo de la democracia sin elecciones
a Cortes: cuatro años, dos meses y cuatro días. La portada de Le Monde del día
de Navidad situaba excepcionalmente a España como gran tema de apertura y lo
hacía de una manera inquietante: “Grecia, España: pánico en Europa por el auge
de la izquierda radical”. Allí, Tsipras y en Madrid, Pablo Iglesias. Podemos
como gran recolector de votos de ciudadanos irritados y, a juicio de algunos,
medicina infalible para todos los males españoles. Incluso, como remedio para
bajar unos puntos la mayoría soberanista en Catalunya, quién sabe si los
decisivos para decantar el proceso independentista…
La
primera visita de Iglesias a Catalunya ha sido en este aspecto muy clarificadora.
Grandes dosis de ambigüedad en el discurso, críticas prácticamente de manual a
Artur Mas y al gobierno catalán y una inopinada bofetada a David Fernández, el
rostro más visible de la CUP. Primeros aplausos para Iglesias del establishment
político y mediático de Madrid y alguna tímida sonrisa del poder financiero. Ya
hay quien piensa que tras el paso de Syriza por el Gobierno griego y el
previsible fracaso de sus políticas económicas, un Iglesias algo más moderado
tendría un efecto cauterizador en el tema territorial. Los gurús demoscópicos
apuestan claramente por ello y por hacer buena la frase de José Calvo Sotelo en
1931: “Antes una España roja que una España rota”. Ver las televisiones
privadas españolas estas fechas es todo un ejercicio de realismo. En los
programas de debate de más audiencia nunca falta un portavoz de Podemos y en
menor medida de Ciudadanos/UPyD. Los representantes de la casta ni existen y
cuando se les invita son polemistas desacreditados o tertulianos
inconsistentes. Ochenta y tres años después, la frase pronunciada en San
Sebastián por el pontevedrés de Tui se presta al rescate de su atribulado
paisano, el inquilino de la Moncloa.
A
veces un imprevisto, un golpe de suerte o una inesperada carambola puede
cambiar el rumbo de la historia. Paul DurandRuel, el más grande marchante
francés que apoyó con visión innovadora y convencimiento a los impresionistas,
estuvo a punto de caer en la bancarrota porque ninguno de sus hoy reconocidos
artistas conseguía despuntar. Los cuadros de Pissarro, Sisley, Manet, Renoir y
Monet no se vendían en Europa y el tiempo iba pasando. La suerte le sonrió en
1886 en Nueva York, casi veinte años después de que adquiriera los primeros
cuadros y cuando sus recursos económicos prácticamente eran inexistentes. Una
muestra de 80 cuadros reunidos bajo el título de “Paul Durand-Ruel, la apuesta
por el impresionismo” se puede ver hasta febrero en el Museo de Luxemburgo, en
la primera exposición importante dedicada al célebre marchante francés y que
viajará este año también a Londres y Filadelfia.
Un
cuadro de Édouard Manet que lleva por título Le combat du Kearsarge et de
l’Alabama llama poderosamente la atención porque rompe la armonía de la
exposición. El óleo reproduce la batalla entre una balandra de la Unión de los
Estados del Norte, el USS Kearsarge, y una corbeta de la Confederación Sureña,
el CSS Alabama, frente a las costas de Cherburgo, en la Baja Normandía. Era el
19 de junio de 1864, cuando faltaba menos de un año para el final de la guerra
de secesión, y desde la playa se podía seguir perfectamente el desenlace. El
Alabama, construido en los astilleros de Liverpool, se hundió en poco más de
una hora de combate después de que el Gobierno del general Lincoln ordenara al
Kearsarge que saliera a su encuentro y un proyectil causara una explosión en la
sala de calderas. Minutos antes el Alabama había realizado un disparo que debía
ser definitivo. Pero la bomba con cien kilos de explosivos sorprendentemente no
estalló. Manet, marinero frustrado que fracasó dos veces en el examen de
admisión de la escuela naval, no siguió en directo el combate pero lo leyó
ampliamente en el cercano balneario turístico de Boulogne-surMer donde estaba
de vacaciones. Su participación como artillero en la guerra franco-prusiana le
imbuyó del realismo que refleja el cuadro y también le desanimó contra el
conformismo. ¿Por qué no explotaría la bomba en el Kearsarge? A veces la
pintura narra una historia. La hace mejor y realza el valor de un momento
clave. ¿Como será el cuadro político del nuevo año en Catalunya? El calendario
electoral catalán sitúa aún marzo como primera opción pero solo si hay un
acuerdo muy amplio entre Convergència y Esquerra. Pero aún faltan muchas piezas
del puzle por encajar. El último acto del 9-N precisa de un acuerdo que no han
sabido encontrar aún Mas y Junqueras aunque están obligados a cerrarlo como muy
tarde en los días posteriores a la festividad de Reyes. Quizás, al final, no
obligatoriamente sobre una lista única independentista pero sí visualizándose
que la lista del president Mas es la que tiene más perímetro al concurrir entre
otros los rostros más visibles de la ANC y de Òmnium. A cambio, Junqueras
deberá asumir de manera nítida el carácter plebiscitario de los comicios y
acordar públicamente una hoja de ruta si alcanzan mayoría absoluta en las urnas
que incluya un compromiso de gobierno de coalición y descarte otras hipotéticas
fórmulas alternativas. La tozudez de Mas frente al inmovilismo de Junqueras. ¿O
es al revés? Cuando se le preguntaba a Édouard Manet cómo resolvía el desenlace
de sus cuadros solía decir: “Si sale, sale. Si no sale, hay que volver a
empezar. Todo lo demás son fantasías”. Bienvenidos al 2015. Un nuevo año y
también un año nuevo.
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