Entrevista al papa Francisco de la revista holandesa Straatnieuws
En una nueva entrevista, el Papa Francisco ha
respondido a las preguntas de un sintecho (una persona sin hogar) para la
revista holandesa Straatnieuws.
Su
nombre es Marc, tiene 51 años y vende la revista en la ciudad holandesa de
Utrecht. Con él estuvieron Frank Dries –editor de la revista– y los periodistas
Stijn Pantanos y Jan-Willen Astucia.
Fue
realizada el pasado 27 de octubre en la Casa Santa Marta, donde vive el
Pontífice. En ella Francisco habla de las supuestas riquezas de la Iglesia y
relata algunos recuerdos de su infancia y de su elección como Pontífice, pero
dedica la mayor parte de la entrevista a los pobres. Asegura que “la Iglesia
debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la
pobreza” y dice que “si un creyente habla de la pobreza o de los sintecho y
lleva una vida de faraón… esto no se puede hacer”. Además advierte de que
“existe siempre el peligro de la corrupción” y revela que “querría un mundo sin
pobres”. “Debemos luchar por esto” aunque es difícil porque “el pecado está
siempre dentro de nosotros”.
A
continuación, el texto completo de la entrevista:
Papa
Francisco: Desde cuando tenía un año hasta el momento en que entré al seminario
he vivido en la misma calle. Era un barrio simple de Buenos Aires, todas las
casas bajas. Había una plaza pequeña, donde nosotros jugábamos a fútbol. Me
acuerdo que escapaba de casa e iba a jugar al fútbol con los niños después de
la escuela. Entonces mi papá trabajaba en una fábrica que estaba a cien metros.
Era el contable. Y los abuelos vivían a cincuenta metros. Todo a pocos pasos el
uno del otro. Me acuerdo también de los nombres de la gente. De sacerdote fui a
dar los sacramentos, el último consuelo a muchos que me llamaban e iba porque
les quería mucho. Estos son mis recuerdos espontáneos.
¿Usted
jugaba también al fútbol?
Papa
Francisco: Sí
¿Era
bueno?
Papa
Francisco: No. En Buenos Aires a aquellos que jugaban al fútbol como yo les
llamaban ‘pata dura’. Que quiere decir tener dos piernas izquierdas. Pero
jugaba, fui el portero muchas veces.
¿Cómo
nació su compromiso personal por los pobres?
Papa
Francisco: Sí, me vienen muchos recuerdos a la mente. Me sorprendió mucho una
señora que venía a casa tres veces a la semana para ayudar a mi madre. Por
ejemplo, ayudaba a lavar la ropa. Ella tenía dos hijos. Eran italianos,
sicilianos, y vivieron la guerra, eran muy pobres, pero muy buenos. Y de esa
mujer he mantenido siempre el recuerdo. Su pobreza me sorprendía. Nosotros no
éramos ricos, llegábamos a final de mes con normalidad, pero no nos sobraba. No
teníamos un carro, no nos íbamos de vacaciones y esas cosas. Pero a ella le
faltaban muchas cosas necesarias. Nosotros teníamos bastante y mi mamá le daba
las cosas. Después ella regreso a Italia y después volvió a Argentina. Yo la
encontré cuando era Arzobispo de Buenos Aires, tenía 90 años. La acompañé hasta
la muerte a los 93 años. Un día ella me dio una medalla del Sagrado Corazón de
Jesús que llevo todavía cada día conmigo. Esta medalla –que es también un
recuerdo- me hace mucho bien. ¿Quiere verla? (el Papa enseña la medalla).
Así
pienso en ella todos los días y cuánto ha sufrido por la pobreza. Y pienso en
todos los otros que han sufrido. La llevo y la rezo…
¿Cuál
es el mensaje de la Iglesia para los sintecho? ¿Qué significa la solidaridad
cristiana en concreto para ellos?
Papa
Francisco: Me vienen dos cosas a la cabeza. Jesús ha venido al mundo sin un
techo y se ha hecho pobre. Entonces la Iglesia quiere abrazar a todos y decir
que es un derecho tener un techo. En los movimientos populares se trabaja con
tres ‘t’ españolas: trabajo, techo y tierra. La Iglesia predica que toda
persona tiene el derecho a estas tres ‘t’.
Usted
pide a menudo atención para los pobres y los refugiados. ¿No teme que de este
modo se pueda generar una forma de agotamiento en los medios de comunicación y
en la sociedad general?
Papa
Francisco: A todos nos viene la tentación –cuando se trata de un tema que no es
bonito, porque es feo hablar– de decir: ‘Bueno, terminemos: esto ‘quema’
demasiado’. Yo siento que existe el agotamiento, pero no le tengo miedo. Debo
continuar hablando de la verdad y de cómo son las cosas.
¿Es
su deber?
Papa
Francisco: Sí, es mi deber. Lo siento dentro de mí. No es un mandamiento, pero
como personas todos tenemos que hacerlo.
¿No
teme que su defensa de la solidaridad y de la ayuda por los sintecho y otros
pobres pueda ser utilizada políticamente? ¿Cómo debe hablar la Iglesia para ser
influente y al mismo tiempo permanecer fuera de los planteamientos políticos?
Papa
Francisco: Hay caminos que llevan a equívocos en este punto. Querría subrayar
dos tentaciones. La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el
testimonio: el testimonio de la pobreza. Si un creyente habla de la pobreza o
de los sintecho y lleva una vida de faraón… esto no se puede hacer. Esta es la
primera tentación. La otra tentación es firmar acuerdos con los gobiernos. Se
pueden hacer acuerdos, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes.
Por ejemplo: nosotros gestionamos este ‘palacio’ (la Casa Santa Marta), pero
las cuentas están todas controladas, para evitar la corrupción. Porque existe
siempre la corrupción en la vida pública. Sea política o religiosa. Yo recuerdo
que una vez con mucho dolor he visto –cuando Argentina bajo el régimen de los
militares entró en guerra con Gran Bretaña por las Islas Malvinas– que la gente
daba cosas, y he visto cómo muchas personas, también católicos, que eran
encargados de distribuirlas, se las llevaban a casa. Existe siempre el peligro
de la corrupción. Una vez hice una pregunta a un ministro de Argentina, un
hombre honesto. Uno que dejó el encargo porque no podía estar de acuerdo con
algunas cosas un poco oscuras. Le hice una pregunta: Cuándo ustedes envían
ayuda, sea comida, sea ropa, sea dinero, a los pobres o a los indigentes: de
aquello que envían, ¿cuánto llega allí, sea en dinero o en gastos? Me dijo: ‘el
35 por ciento’. Esto significa que el 65 por ciento se pierde. Es la
corrupción: una parte para mí, otra parte para mí.
¿Usted
cree que hasta ahora en su pontificado ha podido obtener un cambio de
pensamiento, por ejemplo en la política?
Papa
Francisco: No sabría qué decir. No lo sé. Sé que alguno ha dicho que yo soy
comunista. Pero es una categoría un poco anticuada. Quizás hoy se usan otras
palabras para decir esto...
Marxista,
socialista…
Papa
Francisco: Han dicho todo esto.
Los
sintecho tienen problemas económicos, pero cultivan la propia libertad. El Papa
no tiene ninguna necesidad material, pero es considerado por algunos como un
prisionero en el Vaticano. ¿No siente nunca el deseo de meterse en la piel de
un sintecho?
Papa
Francisco: Me acuerdo del libro de Mark Twain ‘El Príncipe y el pobre’. Cuando
uno puede comer todos los días, tiene ropa, tiene una cama para dormir, tiene
un escritorio para trabajar y no le falta nada. Tiene también amigos. Pero este
príncipe de Mark Twain vive en una jaula de oro.
¿Se
siente libre aquí en el Vaticano?
Papa
Francisco: Dos días después de ser elegido Papa fui, como se dice de manera
oficial, a tomar posesión del apartamento papal en el Palacio Apostólico. No es
un apartamento lujoso. Pero es largo, es grande… Después de haber visto este
apartamento me pareció un embudo del revés, es decir, grande pero con una
puerta pequeña. Esto significa estar asilado. Yo pensé: ‘no puedo vivir aquí
simplemente por motivos mentales. Me haría mal’. Al inicio parecía una cosa
extraña, pero pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien porque me
siento libre. Almuerzo en el comedor donde comen todos. Y cuando llego antes
como con los empleados. Encuentro gente, la saludo y esto hace que la jaula de
oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle.
Santo
Padre, Marc quiere invitarle a ir a comer una pizza con nosotros. ¿Qué piensa?
Papa
Francisco: Me gustaría, pero no lograremos hacerlo. Porque en el momento en que
salga de aquí vendrá la gente a mí. Cuando fui a cambiar los cristales de mis
gafas a la ciudad eran las siete de la tarde. No hay mucha gente en la calle.
Me han llevado al óptico y he salido del carro y allí había una mujer que me ha
visto y ha gritado: ‘¡Aquí está el Papa!’ Y después yo estaba dentro y fuera
toda la gente…
¿Le
falta el contacto con la gente?
Papa
Francisco: No me falta porque la gente viene aquí. Cada miércoles voy a la
Plaza para la Audiencia General, alguna vez voy a alguna parroquia: estoy en
contacto con la gente. Por ejemplo ayer (26 de octubre) han venido más de
50.000 gitanos al Aula Pablo VI.
Se
ve que usted disfruta de este recorrido por la Plaza durante la Audiencia
General…
Papa
Francisco: Es verdad. Sí, es verdad.
Su
homónimo San Francisco eligió la pobreza radical y vendió también su
evangeliario. En cuanto Papa y Obispo de Roma, ¿se siente alguna vez bajo
presión por vender los tesoros de la Iglesia?
Papa
Francisco: Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino
que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que La
Piedad de Miguel Ángel sea subastada no se podría hacer porque no es propiedad
de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para
todos los tesoros de la Iglesia. Pero hemos comenzado a vender los regalos y
otras cosas que me dan. Y los beneficios de las ventas van a Mons. Krajewski,
que es mi limosnero. Y después está la lotería. Estaban los carros que han sido
todos vendidos o dados a través de una lotería y lo recaudado se ha usado para
los pobres. Hay cosas que se pueden vender y estas se venden.
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