La defensa de Samuel Ruiz García por Antonio Roqueñí.
Era octubre de 1993..
Parte
de una entrevista con el Dr. Antonio Roqueñí, realizada el 22 de abril de 1997
por Carlos Martínez Assad, Sara Setfovich y Fred Álvarez
Nos
dijo Roqueñí de don Samuel:
“A
don Samuel (Ruiz) se lo traía mareado, la verdad es que se lo traía
verdaderamente de un ala. ¡Lo mandaba llamar, lo regañaba!.. Incluso
había pactado con Manuel Bartlett ue lo sacaría de la diócesis, nada más de que
le diera tiempo, y Manuel ciertamente tenía una gran espina clavada con don
Samuel porque estaba el problema de los refugiados guatemaltecos.
Pero no
podían encontrarle la cuadratura al círculo de cómo hacer a un lado a don
Samuel, ¿por qué? porque pues reconocían los políticos de ese momento que don
Samuel era un líder, y no podían hacerlo a un lado así tan fácilmente.
Entonces
(Girolamo) Prigione les pidió tiempo, les pidió tiempo, les pidió tiempo, y en
el momento en que llega el nuevo gobierno, ya de (Carlos) Salinas de Gortari y
empieza la relación formal dijo ahora sí es la mía. Entonces pactan con
Patrocinio (González Garrido) el cómo sacar a Samuel, y empieza el
hostigamiento verdadero, apoyado por Prigione.
Lo
que Prigione pretendía -me parece a mí- es hacerle ver a la Santa Sede que
Samuel Ruiz era un problema nacional y que por lo tanto había que removerlo.
Pero
con esta ambigüedad del gobierno no acababa de ser don Samuel, menos cuando
estalla lo de Chiapas, no acababa de ser don Samuel tan incómodo para el
gobierno, porque el gobierno veía que como líder él podía ser un factor de
unidad. Inmediatamente pide la mediación y se la dan.
Nombran
a (Manuel) Camacho como representante y éste se alía con don Samuel, entonces se
vuelve una figura indispensable.
En
ese momento Prigione es cuando desesperadamente manda ya su comunicado a la
Santa Sede que hay que remover a don Samuel por estos y estos y estos otros
motivos, y entonces la Congregación de obispos, presidida por el cardenal
Bernardín Gantin, le manda a don Samuel una nota ciega, sin fecha ni firma en
donde se le señalan algunos errores muy duros y que por lo tanto debería de
pensar en estos errores, casi como invitándolo a que él pidiera su renuncia.
Don Samuel al recibir esta carta obviamente se queda muy intranquilo, porque él
es muy ortodoxo y muy unido con el papa, y no sabe qué hacer.
Entonces
va con su amigo el Cardenal (Ernesto) Corripio, y le dice: “-Señor Cardenal me
mandan de la Santa Sede esto, y dice ¿cómo le hago? El asumir esto significa
que yo me salga del panorama y siento una enorme responsabilidad, no puedo
hacerlo, no me leo yo aquí como para hacerme a un lado. Sin embargo,- me dicen
que tengo defensa- señala.
-¿Quién
le dice eso?-, le pregunta Corripio.
-Pues
(Antonio) Roqueñí, Soto, Guerrero y una serie de gentes más-, responde don
Samuel.
Y
ahí el cardenal Corripio da la orden:
¡qué lo ayuden!.
Entonces
–dice Roqueñí- me llama el Cardenal Corripio y me dice: “échale una mano a don
Samuel, asesóralo canónicamente”.
Yo
vi aquello y dije: don Samuel esto está muy fácil. ¡Pero hay que pelear con la
Santa Sede!
Entonces
preparamos entre un equipo de personas muy amplio, donde había canonistas, teólogos,
pastoralistas, había gente muy destacada, amigos de don Samuel, y nos
abocamos a estudiar la posible defensa.
Y
lo primero que hicimos fue hablar con Gantin y le dijimos precísenos señor
Cardenal; he recibido esta nota de manos
del señor Prigione, precísenos los puntos que dice usted que enuncia,
precísenoslos y díganos qué quiere, dígame qué quiere de mí. (dijo don Samuel).
Entonces
ya el cardenal Gantin le manda una carta de plano abierta, sugiriéndole que
debe pedir la renuncia.
Y el otro (don Samuel) le pide largas, le dice que no
es el momento porque la guerra de Chiapas, porque tal, porque está convocando
un sínodo, porque esto, y que en este momento sería más perjudicial que
saliera, pero que él está unido con la Santa Sede, y le da una de cal y una de
arena, y ese raqueteo de cartas, idas y venidas nos duró un año.
Nosotros
teníamos previsto que si llegaba la carta en donde de plano se le removía, en
ese mismo momento metíamos -ya no por la vía administrativa-, sino por la vía
judicial un recurso a través de la Signatura Apostólica, el máximo tribunal del
Papa, un recurso en contra de esta disposición. Y entonces empezaba la vía
judicial y por lo menos teníamos otros 3 años.
Ya
no fue necesario, porque la Santa Sede se dio cuenta de que mejor le metía a un
coadjutor.
¡Prigione
perdió la partida!
En
el momento en que la Santa Sede le mete a un coadjutor, y cayó en don Raúl
Vera, en el que todos pensábamos que podía ser, dijimos, pues ya ganamos, ya la
Santa Sede ya no actuó, se desistió y no hubo juicio.
¡Le
ganamos la partida a Prigione!, dijo Roqueñi.
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