La
caída de El Chapo en tres escenas
El
narcotraficante comenzó hace seis meses una de las fugas más alocadas de la
historia, a la que acabó sumándose Hollywood
JAN
MARTÍNEZ AHRENS / JUAN DIEGO QUESADA
El País, México 15 ENE 2016
La
historia de El Chapo ha vuelto a su principio. Al penal de máxima seguridad de
El Altiplano. Ahí ha sido ingresado con medidas de seguridad redobladas el
preso más volátil de México. El hombre que el pasado 11 julio se metió por un
túnel de 1.500 metros acoplado al piso de su ducha y dio inicio a una de las
más alocadas fugas de la historia. Durante seis meses, Joaquín Guzmán Loera,
líder del cártel de Sinaloa, hizo de su huida un corrido.
Cena
en la clandestinidad
Esperaba
con el rostro estirado y una camisa azul de 128 dólares. Nada más verlos, se
adelantó para recibirlos. Dentro de la furgoneta iban los actores Kate del
Castillo y Sean Penn, agotados tras 14 horas de viaje. Desde el primer momento,
quedó claro quién era el centro de atención. El Chapo le abrió la puerta a
ella, le habló primero a ella, la abrazó a ella. Y cuando le tocó el turno a Penn,
el narco ni se dio cuenta de que no dominaba el español. Le importaba poco. Un
mes antes ni siquiera sabía quién era. El propio Penn escribiría después que,
en aquel grupo, él era sólo una “curiosidad".
La
cena fue relajada. La reina de los culebrones, conocida por su papel de la
sensual y mortífera Teresa Mendoza en La reina del Sur, se sentó a la derecha
de El Chapo. Hubo tacos, enchilada, pollo y carne asada. Por primera vez, el
hombre más buscado de América había abierto las puertas de su refugio en la
Sierra Madre. Y con su decisión había sentenciado su destino. Los movimientos
de la actriz llevaban meses siendo seguidos por los servicios de inteligencia.
Amor
de narco
El
amor es para El Chapo un sendero que no deja de bifurcarse. A lo largo de su
vida ha tenido cuatro esposas e incontables amantes. Una de sus pasiones más
intensas fue la rubia y espigada Zulema Hernández. La conoció en la cárcel de
Puente Grande, donde permaneció ocho años encarcelado hasta su fuga en 2001. La
presidiaria, con un murciélago en la espalda y un unicornio en la pierna
derecha, arrancó a El Chapo arrebatadas cartas de amor. “Zulema te adoro, y
pensar que dos personas que no se conocían podían encontrarse en un lugar como
este”, le escribió. Aquella pasión se extinguió con la distancia. Ya separados,
el 17 de diciembre de 2008, Zulema fue hallada en el maletero de un coche. La
habían asfixiado con una bolsa de plástico. En glúteos y senos llevaba marcada
la última letra del alfabeto. El símbolo de Los Zetas, los enemigos de El
Chapo.
Doña
Rosario cruza todas las mañanas en coche el semáforo donde confluyen una
gasolinera y un restaurante Pollo Feliz. Por la alcantarilla de esa esquina emergió
el Chapo mientras huía de los marinos que lo habían arrinconado en Los Mochis
siguiéndole la pista. La señora podría haberlo ocultado con mantas en el
maletero. Ella misma cree que las autoridades no hubieran sospechado de una
abuelita de gesto amable a los mandos de una vieja carraca. Pero “la
virgencita” no le dio la oportunidad de salvarlo. Pasó por allí, para desgracia
de ambos, a una hora distinta a la que el Chapo asomó la cabeza por la
alcantarilla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario