Misiva del Arzobispo de México para el Papa Francisco
Carta dirigida al Papa Francisco que
el Cardenal Norberto Rivera Carrera leída el domingo 7 de febrero al concluir la Misa en la
Catedral.
“Querido,
Papa Francisco:
Cuando
supimos que vendrías, ¡por fin!, a nuestra patria, nos llenamos de alegría y
todos nos pusimos a trabajar.
Nuestro
gobierno tiene una muy larga tradición liberal, e insiste mucho en la
separación de Iglesia y Estado, y de algún modo tiene razón porque somos ya una
nación pluralista en lo que toca a las religiones; pero ese liberalismo se
suaviza y se convierte en cálida cortesía y hospitalidad cuando nos visita el
Papa, y se convierte en abierta deferencia cuando se trata de nuestra
guadalupana, que sigue siendo el punto de unión para todos los mexicanos.
Nuestro
gobierno, en nombre del pueblo mexicano, te recibirá como a un Jefe de Estado y
te dará el trato oficial debido, pero Tú sabrás descubrir detrás de las
formalidades, del protocolo, la admiración y el cariño que despierta el Papa.
Nosotros,
el pueblo, te recibiremos como al sucesor de Pedro, como al Obispo de Roma que
los cardenales fueron a buscar hasta el fin del mundo, tu tierra, hermanada a
nuestra tierra por la fe, el idioma y la sangre. Te sentimos muy cercano, muy
nuestro.
Te
recibimos como al siervo de los siervos de Dios, comprendiendo que este viaje
que nos causa tanta alegría, para ti es un compromiso dictado por tu ministerio
petrino y que tú realizas a pesar de tu edad y de tu estado de salud, tan solo
porque nos amas y te interesamos. Gracias, muchas gracias.
Te
recibimos como al pastor supremo de la Iglesia que quiere oler a oveja y que en
esta tierra nuestra se impregnará del olor a México, del que habla un poeta:
México. Creo en ti como en el vértice de un juramento. Tú hueles a tragedia
tierra mía, y sin embargo, ríes demasiado, acaso porque sabes que la risa es la
envoltura de un dolor callado.
Te
recibimos como al Pontífice máximo, al constructor de puentes que unen al
hombre con el cielo. Al hombre con el hombre, y al hombre consigo mismo.
Eres
el bienaventurado fabricante de la paz que derriba muchos muros y voluntades.
Eres el instrumento de Dios para la paz y la comunión entre nosotros los
cristianos y entre los hombres de buena voluntad.
Te
recibimos como al hijo de migrantes que llega a un país de migrantes, a una
madre patria que llora la ausencia de sus hijos que se han ido de casa a buscar
el pan que en ella no han podido encontrar.
Bienvenido
seas, mensajero de la misericordia que nos invitas a acogernos a la
misericordia del Padre siempre dispuesto a perdonar a pesar de nuestro
cansancio de pedir perdón; que nos alientas a ser misericordiosos como nuestro
Padre, nada menos, en esta tierra nuestra sedienta de misericordia.
Bienvenido
peregrino de la fe que te unes ahora a este pueblo que camina hacia el Tepeyac.
Eres uno de nosotros, hermanado por tu amor a nuestra Morenita, nuestra Madre
que nos hermana y nos ha forjado nuestra patria. Visitarás su casa. Esa casita
que ella pidió allí junto al cerro del Tepeyac, para allí escuchar y remediar
nuestras penas y dolores. Su casita es nuestra casita, y cada corazón de los
habitantes de esta tierra es ahora una casita en la que ella vive como vive ya
en tu propio corazón.
Pero
también te recibimos como al hermano que no se avergüenza en definirse como un
pecador, a pesar del título protocolario de Su Santidad. Eres como nosotros, un
hijo del Padre, necesitado del perdón, del consuelo y del aliento divino.
Esta
es tu casa te decimos los mexicanos con una frase dictada por nuestra herencia
indígena e hispana, y que no por ser un signo de nuestra caballerosidad, deja
de ser muy cierta y sincera. Los mexicanos amamos al Papa por ser nuestro
Pastor y trataremos de manifestarte ese amor de mil maneras. Todos queremos
verte, aunque sea de lejos. Todos quisiéramos estrechar tu mano y si pudiéramos
darte un abrazo de amigos.
Cuando
escuches nuestros cantos y nuestros gritos descubre en ellos nuestro amor
sincero y descubre detrás de ese amor que te manifestamos, el amor a Cristo a
quien amamos y proclamamos como a nuestro Rey, por quien nuestros antepasados
supieron derramar su sangre. Somos una tierra regada por la sangre de nuestros
mártires.
Gracias
Papa Francisco por tu visita a esta Iglesia mexicana, a este pueblo y a esta
tierra de Dios y de María santísima como decían nuestros abuelos. Gracias por
tu visita y que no sea la última”.
Fuente: SIAME
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