Por qué el virus de la rabia aún mata/Melvin Sanicas, a public health physician and vaccinologist, is Regional Medical Expert at Sanofi Pasteur – Asia, Japan, and the Pacific.
Traducción de Rocío L. Barrientos.
Project Syndicate, 24 de octubre de 2016..
Un virus que infecta el cerebro, hace que le den ganas de morder las cosas, y es casi siempre fatal después de la aparición de los síntomas probablemente suena como algo salido de una película de zombis. Sin embargo, este ha sido el modus operandi de la rabia, también llamada hidrofobia, por lo menos desde el año 2300 antes de Cristo, cuando se la describió en el Código Eshuma de Babilonia. La etimología de la palabra en sánscrito – rabhas, que significa “cometer violencia” – se remonta aún más: a 3.000 años antes de Cristo.
En teoría, hoy en día ningún ser humano debería morir a causa de la rabia, y, sin embargo, según un estudio del año 2015, el virus mata a 59.000 personas al año. Eso significa 160 personas cada día, y la cantidad real podría ser mucho mayor si pudiésemos contar los casos no reportados o no tratados. La mayoría de estas muertes se producen en Asia y África; y, la India por sí sola da cuenta de un tercio de la mortalidad total a nivel mundial a causa de la rabia.
Ese total no es tan alto en comparación con la cantidad de muertos por tuberculosis, VIH/SIDA y malaria; pero, a diferencia de dichas enfermedades, todos los mamíferos parecen ser susceptibles a la rabia. Los perros, los anfitriones predominantes del virus en la mayoría de las regiones, pueden infectarse a través de un animal salvaje con rabia, y luego infectar a los humanos. Los perros que muestran síntomas pueden morder a un humano, pero también pueden transmitir el virus simplemente al lamer, si su saliva entra en contacto con un rasguño, piel dañada o una mucosa.
El virus de la rabia secuestra al sistema nervioso y en realidad manipula los procesos neuronales para hacer que su anfitrión se mueva más rápido. Los seres humanos infectados con el tiempo van a tener alucinaciones, se tornarán agresivos, e incluso llegarán a tener temor al agua en las etapas avanzadas de la enfermedad.
Una vez que aparecen estos síntomas, la rabia no tiene cura conocida, y la muerte es casi segura. Afortunadamente, a diferencia de la mayoría de las enfermedades prevenibles por vacunación, la rabia permite la inoculación posterior a la exposición, ya que el momento de la infección es generalmente conocido por la víctima – especialmente si fueron mordidos – y el período de incubación de la enfermedad es relativamente largo, que van desde días hasta años, pero con un promedio de tres a ocho semanas. Tanto si la vacuna se administra antes o después de la exposición, la vacuna es la misma, pero el calendario de vacunación y la dosificación difieren en los dos escenarios.
El científico francés Louis Pasteur formuló la primera vacuna contra la rabia en el año 1885, mediante la inyección del virus en conejos, luego esperó que el virus los matara, y posteriormente secó los tejidos nerviosos infectados para debilitar el virus hasta el punto de que podría administrarse de forma segura. Luego probó con éxito en un niño de nueve años de edad que había sido mordido por un perro rabioso. En el mundo actual, Pasteur sería directamente enviado a la cárcel por practicar como médico sin tener licencia para ello y por no seguir las normas adecuadas de práctica clínica; pero, todos podemos sentirnos agradecidos por su descubrimiento.
Hoy en día, las vacunas antirrábicas se cultivan en un laboratorio utilizando cultivos celulares. El virus luego se lo procesa para inactivarlo, se purifica y se administra mediante una inyección en el brazo. La Organización Mundial de la Salud recomienda la vacunación pre-exposición para cualquier persona cuya ocupación o residencia implica riesgo continuo, frecuente o un mayor riesgo de entrar en contacto con la rabia. Esto se aplica a todas las personas en el mundo en países con rabia endémica; lamentablemente, no todas las personas en estos países son vacunadas.
La vacuna contra la rabia está en la Lista de Medicamentos Esenciales de la OMS, y tiene un precio promedio al por mayor de $11 dólares estadounidense por dosis en el mundo en desarrollo, y hasta un precio de $250 por dosis en Estados Unidos. Obviamente, debido a que la alternativa a la vacunación posterior a la exposición es la muerte, la relación costo-efectividad del tratamiento es extremadamente buena, desde cualquier ángulo que se la mire.
La viruela, que se cree que surgió incluso antes que la rabia, hoy en día está erradicada, y a la fecha se tienen programas en curso para poner fin a la polio, la dracunculiasis, también conocida como enfermedad de la lombriz de Guinea, y otras enfermedades infecciosas. Por lo tanto, ¿por qué la rabia sigue siendo prevalente?
Una razón es que el virus se transmite casi siempre a través de los animales, en lugar de por otros humanos. Para hacer frente a esto, debemos invertir en vacunas para mascotas, en la reducción de las poblaciones de animales salvajes y vagabundos, y la aplicación de estrictos regímenes de cuarentena a los animales que cruzan fronteras entre países.
En los países desarrollados, la prevención de la rabia requiere en gran medida del control e inmunización de las poblaciones de fauna silvestre, lo que ha demostrado su eficacia en Suiza y Alemania. En los países latinoamericanos, donde la rabia del murciélago es una amenaza, se han utilizado vacunas para bovinos, así como anticoagulantes, para matar a los murciélagos que se alimentan de la sangre del ganado que recibió tratamiento.
En última instancia, las regiones más pobres del mundo aún llevan la mayor parte de la carga de la rabia. Los perros no son ampliamente vacunados, como lo son en los países desarrollados; e incluso cuando lo son, sus poblaciones se multiplican más rápidamente. Dentro de un período de un año a partir de una campaña de vacunación a gran escala, una nueva población de perros no vacunados estará vagando por las calles y aumentando las posibilidades de un brote.
Entretanto, los sistemas de atención de salud de los países en desarrollo ya están luchando contra la tuberculosis, el VIH/SIDA y la malaria; y los materiales de profilaxis post-exposición son limitados. Salvo que se tenga un progreso real en estos retos, uno de los virus más conocidos y antiguos del mundo continuará afectando a los seres humanos y animales por igual.
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