Si
crees en la igualdad, tú eres feminista/Gloria Lomana es periodista, analista política y premio Fedepe 2016 (Federación de Mujeres Directivas y Ejecutivas).
El País, Viernes,
25/Nov/2016
Conmemoramos
hoy el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
porque, desgraciadamente, al menos una vez al año debemos dar este aldabonazo
contra lo que sigue siendo una auténtica pandemia global. Naciones Unidas
considera que el 70% de las mujeres sufren violencia en su vida. Ejercida de
muchas maneras: física (con un insoportable corolario de muertes que no cesa),
psíquica (con no menos insoportables vejaciones hasta la destrucción de la
mujer), social (imponiendo falaces estereotipos), laboral (impactando en los
salarios y las oportunidades), educativa (ahogando la futura igualdad real).
Todo lo que discrimina es violento, porque desconfigura el proyecto vital de
una persona. Y la violencia de género puede ser tan sutil…
Cuando
una niña tiene carácter es mandona; cuando el niño tiene carácter apunta relato
de futuro. Cuando un hombre destaca, es triunfo; cuando una mujer es
competente, se la presupone agresividad y ambición. Tanto tiempo atribuyendo a
los hombres mayor capacidad de liderazgo y a las mujeres más sensibilidad, que
no es de extrañar que las mujeres interioricen los mensajes negativos que
reciben durante años. Y que la vida, luego, les evidencia. Por eso, tampoco es
de extrañar que muchas mujeres abandonen en mitad de la carrera…
La
actriz Emma Watson, flamante embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres,
alertó hace dos años sobre los nocivos estereotipos con los que convivimos
cotidianamente. Sin percatarnos. En su legendario discurso en Naciones Unidas
dijo: “A los 14 años la prensa comenzó a sexualizarme… a los 18, mis amigos
varones no expresaban sus sentimientos”. Emma presentaba la campaña mundial
HeForShe, que ha delineado la visión del feminismo de nuestros días: el género
no han de ser dos conjuntos opuestos. Ella lo expresó así: “Si apoyas la
igualdad puedes ser uno de esos feministas involuntarios”. Hombre o mujer. De
inmediato, Emma comenzó a recibir amenazas crueles. La violencia volvía a estar
ahí.
Tras
la liberación que nos legaron las hoy madres y abuelas, con su lucha en los
sesenta, los hombres y mujeres de nuestros días sabemos que para erradicar la
violencia machista primero debemos cambiar las mentes. De todos. Porque la
equidad supera al género, alcanza los derechos humanos. Y se impone abandonar
la idea de que la mujer es un hecho diferencial, cuando representa la mitad de
la población. Sherill Sandberg, la exitosa directora de operaciones de
Facebook, afirma en su revelador libro Lean in (Vayamos adelante) que “si las
mujeres tuvieran el 50% de los puestos de mayor responsabilidad, sería
prácticamente imposible sentir antipatía hacia tantas personas”. Cierto.
Necesitamos un liderazgo femenino contundente.
Aupado
en tacones si es nuestro gusto. Sin tener que aparentar masculinidad para
demostrar liderazgo. Sin tener que acudir al trabajo con el bebé bajo el brazo
para reivindicar derechos. Sin pretender sostener al niño con una mano y al
trabajo con la otra. Los hombres no lo hacen. Las mujeres debemos renunciar a
ser perfectas y aprender a compartir también las renuncias.
Solo
desde esa visión liberadora e igualitaria acabaremos entre todos con la
violencia machista. En nuestra cultura occidental. Fuera de nuestro círculo, la
lucha ha de ser espeluznantemente más primaria: que las niñas no sean
secuestradas, violadas, embarazadas y obligadas a matrimonios forzosos. ¿Quién
se acuerda de las 200 niñas nigerianas secuestradas como esclavas sexuales?
Michelle
Obama las recordó cuando llegó a España para explicar su campaña Lets girls
learn y la espolearon porque venía de visitar África. Cierto que en España no
estamos igual. Pero en España nos hemos tapado los oídos ante latrocinios muy
cercanos, y no abrimos los ojos ante la educación que nos falta en las escuelas
para acometer la decisiva tarea de educar por la igualdad a niñas y niños.
Ante
la Embajada de Nigeria se habría manifestado, quizás sola, Soledad Cazorla,
primera fiscal contra la Violencia sobre la Mujer, que ejerció hasta que la
enfermedad se la llevó a la tumba. Sin ver en España su sueño cumplido: “Esto
tan terrible de la maté porque era mía se va a acabar de una vez”. Pues no se
ha acabado, Soledad. Nigeria es el infierno, sí, pero aquí las mujeres
asesinadas siguen siendo un escarnio social. Y las mujeres maltratadas siguen
temiendo denunciar al agresor.
Contra
el maltrato machista, pintemos todos y todas, en los próximos días, “el mundo
de naranja”, como nos invita a hacer Naciones Unidas. Para un futuro más
brillante, sin violencia. El naranja era para el rey del color, Kandinsky,
símbolo de alegría y triunfo. Buen presagio.
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