Investigación interna de la PGR
Ayotzinapa: Omisión del Ejército tuvo “consecuencias fatales”/ GLORIA LETICIA DÍAZ
Revista
Proceso
# 2091, 27 de noviembre de 2016...
Una
auditoría interna de la PGR –un documento de mil 150 hojas, cuya copia obtuvo
Proceso– confirma y documenta que la indagatoria que llevó a la “verdad
histórica” en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa
está llena de omisiones, deficiencias e irregularidades, y en ella se encubrió
a autoridades civiles, ministerios públicos, miembros de la Policía Federal y
del 27 Batallón de Infantería, cuya “conducta omisa tuvo consecuencias
fatales”. En definitiva, “no existe un plan” y, por lo tanto, “no se ha llevado
a cabo una investigación seria, imparcial y efectiva” para dar con el paradero
de los jóvenes.
Una
auditoría interna de la Procuraduría General de la República (PGR) a los más de
200 tomos del expediente abierto por la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa en 2014 pone en evidencia que, debido al cúmulo de irregularidades,
omisiones y deficiencias, “no existe claridad en las líneas de investigación
que deberán implementarse para poder dar con el paradero de los estudiantes
desaparecidos”, y, peor aún, es claro que “no se continuó con algún esfuerzo
por parte de la autoridad responsable” para alcanzar el principal objetivo:
conocer el destino final de los jóvenes.
Esas
observaciones forman parte de las 17 conclusiones de la Evaluación Técnico
Jurídica practicada a la AP/PGR/SDHPDSC/OI/001/2015, realizada por la
Visitaduría General de la dependencia, bajo la supervisión de César Alejandro
Chávez, quien dejó su cargo antes de dar a conocer el resultado de las
investigaciones abiertas al exdirector de la Agencia de Investigación Criminal
(AIC), Tomás Zerón de Lucio, por haber realizado diligencias de modo irregular
o ilegal (Proceso 2090).
Este
semanario tuvo acceso a la supervisión de la indagatoria sobre el caso
Ayotzinapa, firmada por Raúl Barraza Franco, Jorge Teoyotl Quezada, Pablo
Rodríguez Mejí, José de la Luz Gallegos Figueroa y Arturo Hernández Balderas,
agentes del Ministerio Público de la Federación adscritos a la Visitaduría. Su
análisis fue realizado del 20 de mayo al 2 de septiembre de 2016.
Buena
parte de las observaciones coinciden con las formuladas por el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como la necesidad de llamar a
cuentas a miembros del 27 Batallón de Infantería de Iguala, e incluso con
algunas presentadas por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH),
como la de presentar cargos penales contra policías federales por no haber
intervenido para proteger a los jóvenes.
Los
visitadores de la PGR también comparten con el GIEI y con la CNDH la
perspectiva de que los hechos configuran el delito de desaparición forzada y no
el de secuestro, que es por el que están siendo procesadas más de cien
personas, 95 de las cuales probablemente fueron sometidas a tortura.
Sin
embargo, el informe interno excluye de su análisis la factibilidad científica
de que los 43 estudiantes fueran incinerados en el basurero de Cocula la noche
del 26 al 27 de septiembre.
La
Visitaduría General de la PGR se refiere a la fragilidad de la “verdad
histórica” en su reporte sobre las irregularidades cometidas por Zerón de Lucio
y cinco funcionarios de la dependencia que realizaron diligencias el 28 de
octubre de 2014 sin integrarlas al expediente, tal como lo señaló este
semanario en su edición 2090.
Un
desastre
En
mil 150 fojas, los visitadores resumen las observaciones a los primeros 214
tomos de la indagatoria por el caso Ayotzinapa: identifican 17 deficiencias
fundamentales, nueve irregularidades graves que tendrán que ser sometidas a
consideración de autoridades para ser sancionadas; y formulan 10
recomendaciones generales y 26 instrucciones a la Oficina de Investigación
Especial, a cargo de Alfredo Higuera Bernal.
Entre
las conclusiones a las que llegan los funcionarios de la PGR es que “se debió
ejercer una supervisión más estrecha” sobre las actuaciones de los agentes del
Ministerio Público de la Federación, “lo cual no se observa ya que hasta el
momento en que se lleva a cabo la presente visita de evaluación no existe
claridad en las líneas de investigación que deberán implementarse para poder
dar con el paradero de los estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural
‘Raúl Isidro Burgos’ de Ayotzinapa”.
Es
más, se señala en otro punto de las conclusiones, “no se ha llevado a cabo una
investigación seria, imparcial y efectiva por todos los medios legales
disponibles orientada hacia una finalidad específica, esto es, la determinación
de la verdad, en la que se hayan efectuado las acciones necesarias con el
objeto de determinar la suerte o destino de los 43 estudiantes desaparecidos”.
Los
revisores del expediente alertan de que “no se continuó con algún esfuerzo por
parte de la autoridad responsable, para poder determinar el paradero de los
estudiantes de Ayotzinapa”.
Los
visitadores advierten que “se ha privilegiado el acreditar la intervención del
grupo de Guerreros Unidos y con ello la delincuencia organizada en los hechos
(…) y en ejercer acción penal en el mayor número de personas, dejando en un
segundo término el deber del Estado mexicano de realizar una búsqueda
sistemática y rigurosa tendiente a encontrar a los estudiantes desaparecidos,
deber que persiste hasta que no se encuentren, aparezcan sus restos o, en todo
caso, se conozca con certeza cuál fue su destino”.
En
se sentido, dentro del paquete de instrucciones al responsable de la Oficina de
Investigación, los visitadores de la PGR ordenan la apertura de indagatorias a
servidores públicos municipales de Iguala y Cocula, de la Secretaría de
Seguridad Pública estatal, de la delegación de la PGR en Iguala, de la Policía
Federal y del 27 Batallón de Infantería por “encubrimiento”, ante las
“conductas omisas” en que presuntamente incurrieron.
Indican
actuaciones específicas contra el capitán José Martínez Crespo, quien encabezó
patrullajes en Iguala la noche fatídica, y quien debe ser sometido a una
investigación “sobre las imputaciones que se le han hecho en relación a sus
posibles vínculos con la delincuencia organizada, y cuyo resultado sea remitido
a la SEIDO (Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia
Organizada)”, toda vez que el nombre del militar apareció en una manta el 30 de
octubre de 2014.
De
la misma manera, se giran instrucciones precisas para encausar a dos policías
federales, identificados como Víctor Manuel Colmenares Campos y Emmanuel de la
Cruz Pérez Arizpe, quienes a pesar de haber recibido información de parte del
Centro de Control y Comando (el C4) de los ataques a los estudiantes, en su
parte informativo refirieron haberse entrevistado con el entonces secretario de
Seguridad Pública de Iguala, Felipe Flores Velázquez, hoy tras las rejas, quien
supuestamente les dijo que “los disturbios no habían llegado a mayores y que
los estudiantes se habían retirado del lugar y que los policías municipales se
habían incorporado a su trabajo habitual”.
Más
aún, Colmenares Campos fue identificado por la CNDH como el policía que se
acercó a agentes municipales de Iguala mientras éstos subían a los estudiantes
a las patrullas, y les preguntó: “¿Qué pasa con los chavos?”, a lo que uno de
los municipales respondió que los normalistas serían llevados a Huitzuco, “allá
que el patrón decida qué va a hacer con ellos”. Colmenares supuestamente respondió: “Ah, ok, ok. Está bien”, de
acuerdo con el testimonio obtenido por el organismo nacional.
Las
manchas institucionales
No
sólo eso, los revisores consideran que la investigación debe ampliarse a “demás
personal de estructura de la Policía Federal” en Iguala, cuyo jefe de estación,
Luis Antonio Dorantes Macías, “ordenó la elaboración de tarjetas informativas
para hacerlo del conocimiento de su superior, el inspector general”, cargo
ejercido entonces por Omar Hamid García Harfusch, sucesor de Zerón de Lucio en
la Agencia de Investigación Criminal (AIC).
El
nombre de García Harfusch y su teléfono aparecen apuntados en una libreta
decomisada al presunto líder de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias
(detenido en octubre de 2014), de acuerdo con una resolución judicial a favor
del inculpado, emitida en septiembre pasado (Proceso 2089).
Otros
funcionarios que, de acuerdo con las instrucciones de los visitadores, tendrían
que rendir cuentas por sus sospechosas omisiones son el agente del Ministerio
Público de la delegación de la PGR en Iguala, César Iván Pilares Viloria, y los
agentes federales ministeriales Romeo Ortiz Valenciana y José Manuel Dirzo
Correa, por su “nula actuación”. Ellos estaban obligados a atraer el caso desde
las primeras horas, ante la utilización de armas de uso exclusivo del Ejército.
Pilares
se limitó a enviar exhortos a diferentes “instituciones de seguridad,
hospitales públicos y privados, Semefos, asilos, refugios, internados o
cualquier lugar de atención a personas desaparecidas”, para preguntar sobre el
paradero de los jóvenes, y una vez que la SEIDO tomó el caso remitió “las
actuaciones referentes a hallazgos de fosas clandestinas”, asuntos en los que
se limitó a tomar nota sin realizar investigaciones.
En
el caso del personal castrense, los visitadores de la PGR consideran que “la
conducta omisa desplegada por el personal militar del 27 Batallón de Infantería
tuvo consecuencias fatales en los estudiantes de Ayotzinapa e integrantes del
equipo de futbol Los Avispones de Chilpancingo.
“De
haber actuado y auxiliado oportunamente a los estudiantes y demás civiles, no
hubiesen resultado lesionados ni muertos de esa manera, incluso por no dar
auxilio y atención inmediata cuando les fue solicitada directamente en las
instalaciones de la Clínica Cristina y en el Batallón Militar.”
Para
los investigadores de la PGR, “la probable responsabilidad de la actuación de
los elementos del Batallón de Infantería debe ser sujeta a investigación, si
cumplieron con sus respectivos protocolos de actuación, especialmente con la
obligación de proteger a los ciudadanos, y si infringieron algún dispositivo
previsto en la legislación penal”.
La
brutalidad documentada
En
materia de tortura, el análisis identificó 95 denuncias que ameritaron la
intervención de peritos conocedores del Protocolo de Estambul (que versa sobre
tortura).
En
tanto, la Unidad Especializada en Investigación de Delitos en Materia de
Secuestro, que tuvo a plenitud el caso hasta noviembre de 2015, inició procesos
contra 11 marinos y ocho policías federales por tortura en agravio de 15
detenidos, entre ellos el exalcalde de Iguala José Luis Abarca y su esposa,
María de los Ángeles Pineda Villa, así como los seis detenidos en los que se
sustenta la “verdad histórica”.
En
junio de 2015, dicha Unidad dio vista a la Visitaduría de la PGR por presuntos
actos de tortura en los que tendrían responsabilidad 39 agentes federales
ministeriales en agravio de 32 detenidos.
Los
visitadores de la PGR advierten omisiones similares en los casos de la policía
estatal, entonces a cargo del Leonardo Octavio Vázquez, cuyo nombre también
aparece en la libreta de Sidronio Casarrubias. Ante el ataque a los
estudiantes, por indicaciones del exsubsecretario Juan José Gatica Martínez se
“ordenó que con el poco personal existente se reforzaran las instalaciones del
Cuartel y el Cereso (de Tuxpan), ya que podría ser un distractor”, en vez de
proteger a estudiantes.
En
cuanto a las primeras actuaciones de los agentes del Ministerio Público del
fuero común, se halló que impactaron negativamente en el caso.
“Esa
ligereza con que fueron practicadas las diligencias y falta de exhaustividad
incide en la pérdida de huellas o indicios, o más bien en su alteración o
manipulación adecuada”, consideran los responsables de la auditoría a la
investigación de Ayotzinapa.
Entre
las deficiencias de origen, que no fueron corregidas ni siquiera después de que
la indagatoria fue atraída por la Federación, mencionan la toma de
declaraciones de testigos, víctimas e inculpados. Una consecuencia de esto es
que a la fecha no se ha determinado de manera exacta cuántos estudiantes
salieron de Chilpancingo la tarde del 26 de septiembre a tomar autobuses.
En
su análisis sobre las fallas de la procuraduría estatal, los investigadores
puntualizan que “de ninguna manera significa que la deficiencia en la toma de
declaraciones por parte del personal de la Procuraduría General de Justicia de
Guerrero sea el factor determinante para que a la fecha el expediente objeto de
estudio se encuentre en un aparente callejón sin salida, (…) pues dicha
situación pudo haber sido corregida una vez resuelto el primer momento, no
obstante ello, ninguna de las autoridades que han intervenido en la
investigación de los hechos como lo son en su momento la delegación estatal de
la PGR, ni la Unidad Especializada en Investigación de Delitos en Materia de
Secuestro (UEIDMS) o la actual Subprocuraduría General de Derechos Humanos,
Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad tomaron en cuenta ninguna de
esas situaciones”.
Los
investigadores adscritos a la Visitaduría General cuestionan la tendencia a
engrosar averiguaciones previas y actas circunstanciadas vinculadas con los
grupos delincuenciales en Iguala que, consideran, no tienen relación directa
con la desaparición de los jóvenes.
Un
expediente que fue adjuntado al de la desaparición es el del secuestro de María
Leonor Villa Ortuño, suegra del exalcalde de Iguala José Luis Abarca Velázquez,
ocurrido en 2013 y atraído por la PGR a través de la UEIDMS, asunto que para los
investigadores de la Visitaduría era innecesario agregar. Lo único que ocurrió
es que los servidores públicos de dicha unidad “dejaron de prestar el auxilio
al que por ley se encontraban obligados, dejando de actuar congruente,
oportunamente, contribuyendo a que quede impune una conducta delictiva”.
Otro
asunto criticado es el de los hallazgos de fosas con cuerpos que en un
principio se pensaba que correspondían a los normalistas: 30 de esos cuerpos
sin identificar están a “disposición” de la Subprocuraduría de Derechos
Humanos, de la que depende la Oficina de Investigación. Esos restos les
llegaron como parte de las indagatorias que tenía en un principio la UEIDMS, y
están literalmente en el limbo jurídico.
Así
como esos cuerpos, hay “cinco bolsas conteniendo restos óseos”, muestras de
tierra, casquillos e indicios recolectados en el basurero de Cocula (además de
siete vehículos), de los que no se indica dónde fueron asegurados.
En
mayo de 2016, el agente del Ministerio Público Víctor Cruz Martínez, adscrito a
la Subprocuraduría de Derechos Humanos solicitó a la agente del Ministerio
Público adscrita a la UEIDMS Lourdes López Lucho Iturbe que se determinara la
situación jurídica, pero hasta mayo de este año “no habían sido objeto de
entrega ni física ni formalmente”.
Los
revisores también emiten observaciones demoledoras sobre la ausencia de líneas
de investigación, a pesar de la gran cantidad de declaraciones.
Es
evidente, dicen, que “no existe un plan de investigación, un estudio previo de
las posibles líneas a dónde llevar a cabo la conducción de la indagatoria”.
Tomar tantas declaraciones “fue con el fin únicamente (…) de engrosar el
expediente”.
Todo
ello a pesar de las evidencias de que los 43 estudiantes “fueron privados de su
libertad por elementos pertenecientes a las policías municipales de Iguala de
la Independencia y Cocula, quienes los entregaron al grupo delictivo denominado
Guerreros Unidos, y al no haber proporcionado los perpetradores del ilícito
información cierta que permitiera dar con éstos, se desprende la posible
comisión del delito de desaparición forzada”, delito que no está considerado en
las consignaciones.
Tomando
en cuenta los tratados y convenios internacionales de los que México es parte,
los visitadores reprueban los hechos.
“Al
estar involucrados servidores públicos de los distintos niveles de gobierno,
esto es, municipal, estatal y federal, se evidencia la descomposición que
permea en los cuerpos de seguridad pública del país, que en el mayor de los
casos trae como consecuencia la impunidad de los ilícitos cometidos por los
infractores de las leyes, lo cual resulta inadmisible por el Estado mexicano.
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