Irrupción en NY
Crónica: Un encuentro frustrado. AMLO no pudo terminar su discurso tras ser interrumpido por detractores durante un acto en la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en Manhattan
Nota de Luis Madrigal/Reforma, 14 de marzo de 2017..
NUEVA YORK.- Al inicio todo era agüita de horchata, "El Mariachi Loco" en las bocinas, Héctor Vasconcelos posando para las fotos.
Era el sótano de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en la calle 14 de Manhattan; 300 personas esperaban a Andrés Manuel López Obrador, el líder de Morena.
El tabasqueño vino a la ciudad con dos propósitos: dar un mensaje de solidaridad con los migrantes y entregar en la ONU una denuncia contra el Gobierno de Donald Trump por violación a los derechos humanos.
Para lo primero todo pintaba despejado. Faltaba media hora para que llegara López Obrador y ya se habían ensayado las porras, ya se habían cedido las sillas a las mujeres y los niños.
"Vengo a informarme", decía Julián Sánchez, de 39 años, poblano que desde hace 14 años vive en Brooklyn. Había encontrado el evento por Facebook. Ayer se enteró que va a poder votar en 2018 aunque no tenga papeles.
Enseguida llegó López Obrador al auditorio, y las arengas se escucharon mucho mejor que en los ensayos. El morenista firmó libros, estrechó las manos de algunos simpatizantes y posó involuntariamente para las selfies.
"¡Vamos por esas ratas del PRI!", le gritó un paisano emocionado.
Pero ayer López Obrador no tenía planeado improvisar.
En un discurso preparado, el tabasqueño habló de Nueva York como una ciudad de libertades, más importante que Londres en términos financieros, más grande que París cuando se trata de arte. Habló de la historia de los colonos holandeses en Manhattan, del antisemitismo, de los Flores Magón, de José Martí en su exilio neoyorquino.
Habló de las remesas, de la importancia de los migrantes para la economía estadounidense. "Es un absurdo querer cerrar este gran país a los extranjeros", dijo.
"No obstante, la campaña de odio contra mexicanos y extranjeros está calando", advirtió el tabasqueño. "Es una canallada que se refieran a los mexicanos como Hitler a los judíos", lanzó el morenista.
De pronto, una mujer levantó una pancarta entre el público.
El mensaje era que no se podía confiar en López Obrador porque hace 14 años había contratado a Rudolph Giuliani, el ex Alcalde de Nueva York y asesor de Donald Trump, como consultor en temas de seguridad para la Ciudad de México.
La cartulina desató un cuchicheo que se transformó en gritos: unos querían que la mujer de la cartulina la guardara, otros, que se subiera con ella a la tarima.
López Obrador tuvo que interrumpirse.
"Miren, estamos hablando de la libertad. Todos podemos manifestarnos", dijo el morenista. "Que pase. Súbete. Aquí junto a mí", le dijo a la mujer de la cartulina.
"Ahora ya, ¿me permiten terminar de leer?", dijo un López Obrador más serio.
Faltaba que subiera otro manifestante a la tarima. Este traía una impresión de la foto de José Luis Abarca, el ex Alcalde de Iguala, en abrazo con López Obrador, y empezó a increpar al tabasqueño.
El público respondió con más gritos ante la nueva interrupción. "¡Obrador no tiene la culpa de esos asesinatos!", "¡Cóbrenle a Peña!" y el clásico "¡Fuera, fuera!".
"Si siguen gritando hacen el juego a quienes vienen a provocar. ¡Silencio!", les pidió López Obrador.
Nadie hizo caso. Siguieron los gritos. Se subieron más personas al templete. Hubo empujones. Se rompió una lámpara. López Obrador trataba de seguir con un discurso que no llevaba ni 20 minutos, pero ya era imposible continuar.
"¿Les parece si aquí lo dejamos?", preguntó entonces López Obrador de manera retórica. Después gritó tres veces viva México y dejó el micrófono. El himno nacional sonaba en las bocinas mientras el tabasqueño se abría paso entre la muchedumbre para salir del auditorio.
Las sillas caían al suelo, los gritos seguían, "¡Fuera Peña!" se alternaba con el himno de Morena en las bocinas, el hombre con la foto de Abarca seguía en el escenario. Dijo que se llamaba Francisco Flores, que le parecía una burla que López Obrador viniera a hablar de los migrantes cuando el ex Presidente Barack Obama había deportado a millones sin que pasara nada.
Julian Sánchez, el poblano, dijo que otros mexicanos en Brooklyn ubicaban a Flores, que era un reventador pagado.
Otra fuente, un periodista mexicano radicado en Nueva York, confirmó que había visto varias veces al personaje en otros actos políticos, que tenía esa reputación "de porro".
Una tercera persona, quien se identificó como "un independiente", dijo que conocía a Flores y que no era, en absoluto, un reventador. Quizá al organizar un evento en una iglesia todo se vuelve una cuestión de fe.
Si ayer se le nubló el evento a López Obrador, hoy tendrá difícil entregar su denuncia contra el Gobierno de Trump ante Naciones Unidas: Nueva York espera una tormenta de nieve mayúscula, que ya obligó a cancelar las clases en las escuelas públicas, dejar en tierra de más de mil 200 vuelos y el cierre de las oficinas centrales de las Naciones Unidas.
Los viajes no siempre salen como uno los planea.
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