14 mar 2017

The Metropolitan Correctional Center

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El Chapo tiene alucinaciones en prisión: oye música en una radio apagada
Según sus abogados, el narcotraficante ha perdido la noción del día y la noche. Tenía un reloj pero se lo quitaron y no le dejan ver televisión
AMANDA MARS
El País, Nueva York 14 MAR 2017

Joaquín El Chapo Guzmán a su llegada a Nueva York. AP
Hace tiempo que El Chapo perdió la noción del tiempo, del día y de la noche, recluido 23 horas diarias en una celda sin ventanas en la que tirita de frío y está empezando a perder la cabeza. Se queja de que oye música, pese a que la radio está apagada. Los abogados que defienden a Joaquín Guzmán Loera en Estados Unidos describen como una pesadilla el día a día del considerado mayor narcotraficante del mundo. Los letrados advierten de que su estado ha empeorado en las últimas semanas y reclaman que se suavicen sus condiciones de reclusión.
Desde que fue extraditado por México, el 19 de enero, El Chapo está recluido en el Metropolitan Correctional Center (MCC), en Nueva York, en un recinto de máxima seguridad famoso por sus condiciones extremas.

 En una moción presentada esta semana, su defensa relata que la climatización de su celda funciona mal y que a menudo le falta ropa de abrigo y pasa frío. La luz eléctrica siempre está encendida, incluso cuando es de noche, de modo que le cuesta distinguir en qué momento del día está. “Compró un pequeño reloj -dentro de un economato que hay en el centro-, pero se lo quitaron de la celda sin explicación. Sin ventana ni acceso a la luz natural, el reloj era su única manera de distinguir el día de la noche”, explica el documento.
El Chapo debería poder ver una hora de televisión diaria de lunes a viernes, pero el televisor al que tiene acceso está siempre apagado porque, según los responsables de su vigilancia, “están buscando programas adecuados, como documentales de National Geographic”. Además, su tiempo catódico coincide con la única hora de ejercicio a la que tiene derecho, en una sala sin ventanas al exterior.
Hasta ahora, las únicas visitas que recibido Guzmán Loera son de sus abogados, que además no pueden trasladarle ningún tipo de mensaje de su mujer, Emma Coronel. El capo no puede hablar con ningún interno y ningún guardia tiene permitido establecer conversación con él. En Estados Unidos tiene que responder por 17 delitos, que podrían implicar una condena a cadena perpetua. Los fiscales consideran además que es responsable de miles de muertes, secuestros y torturas en todo el mundo, sobre todo en México, además de dueño del mayor imperio de la droga, formado a lo largo de cuatro décadas.
Las dos fugas que protagonizó en México –la última, en 2015, fue una humillación nacional– han llevado a la justicia americana a extremar las precauciones. Sus abogados consideran sin embargo que el trato a Guzmán viola la primera, la quinta y la sexta enmienda de la Constitución. El recinto de máxima seguridad del MCC, la llamada Unidad 10, ha sido denunciada también por Amnistía Internacional.
Pese a que sus abogados alertan que la situación es insostenible, El Chapo empezó a sufrir achaques físicos y psíquicos ya en México, aunque su aislamiento era menor del que sufre ahora y podía recibir las visitas de su esposa. Sus condiciones actuales, según explican los abogados, se han deteriorado gravemente.
Guzmán pidió ver a un sacerdote y recibió la visita de dos que habían sido previamente autorizados, pero el encuentro con el primer religioso no duró más que unos pocos minutos porque este no hablaba español, mientras que el segundo usó a un guardia como traductor.
En la moción, la defensa también teme los efectos de toda la expectación mediática que genera la historia del narcotraficante y los libros y películas que se están produciendo sobre su vida (como la nueva serie de Netflix o un filme de Ridley Scott), ya que, a su juicio, predispone a considerarle culpable. Los abogados critican que su cliente no pueda hablar con la prensa y su ofrecer su versión de los hechos cuando se difunde un relato que da por hecha la culpabilidad. El Chapo ha caído en la trampa de su propia leyenda.
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La jaula americana de El Chapo
Considerado el mayor traficante de drogas del mundo, Joaquín Guzmán pasa los días sin noticias del exterior, recluido en un correccional famoso por su dureza
AMANDA MARS
Nueva York 13 MAR 2017 - 15:46 CST
El cuarto donde El Chapo hace ejercicio durante una hora cada día tiene un televisor, pero está siempre apagado. Los responsables de su custodia tienen que controlar que los contenidos sean aceptables para el tipo de preso que es y no los acaban de encontrar. Pasa 23 horas diarias en una celda menuda, con una cama, una silla, una mesa, un retrete y un lavabo. El único instante en el que alcanza a ver luz natural, según fuentes conocedoras del caso, es cuando lo trasladan de un cuarto a otro porque el pasillo que atraviesa tiene una pequeña ventana al exterior. Luego vuelve a la cama, a la mesa y a la silla. La luz eléctrica casi nunca se apaga. Los guardias no pueden entablar conversación con él.
Ese es, desde hace mes y medio, el día a día de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, El Chapo, El Rápido, El Señor, El Jefe, El Nana, El Apa, El Viejo, El Papa y mil alias más. El hombre que hace 40 años, cuando era un adolescente que cultivaba marihuana, comenzó una carrera de sangre y plomo que le convirtió, según los fiscales americanos, en el mayor traficante de drogas del mundo, con miles de muertes, torturas y secuestros a sus espaldas.
Después de sus dos sonadas fugas de prisión, México, escarmentado, lo extraditó el 19 de enero a Estados Unidos para responder de 17 cargos penales que le pueden costar la cadena perpetua. Fue a parar al Metropolitan Correctional Center de Nueva York, un mastodonte de paredes marrones y ventanas con rejas que abrió en los años 70 al sur de Manhattan, junto al puente de Brooklyn, que cada día toman miles de turistas y corredores, un granero de selfies y souvenirs.
Allí estuvo el estafador Bernie Madoff; el líder de los Gambino, John Gotti, o el cerebro del atentado a las Torres Gemelas de 1993, Ramzi Ahmed Yousef. Ahora alberga a la primera persona a la que, después de Al Capone, la ciudad de Chicago declaró enemigo público número uno: El Chapo. Tiene cerca 800 hombres y mujeres reclusos, pero los más peligrosos se encuentran en la Security Housing Unit (SHU), en la décima planta. Se dice que no hay una docena de personas allí, aunque el centro no facilita estos datos. Amnistía Internacional denunció el recinto en 2014. “La falta de acceso a la luz natural y al aire fresco son una clara infracción de los estándares internacionales de trato humano”, sostiene su informe. Un hombre que podía comparar dijo hace un tiempo a The New York Times que le parecía “peor que Guantánamo” y ahora se habla de “el Guantánamo de Nueva York”.
Un testigo hablará en el juicio de una casa supuestamente destinada a carnicerías  (las paredes estaban cubiertas de plástico y había un desagüe en el suelo para tragar la sangre), según la Fiscalía, y varios narcos colombianos testificarán
El tiempo se detuvo para El Chapo el día que lo subieron a un avión rumbo a Manhattan. Mientras espera juicio, no puede recibir visitas ni hacer llamadas. Tampoco saber nada del exterior ni enviar ningún tipo de mensaje verbal o escrito para asegurar que nadie le pase nada con qué sobornar a un guardia, nada cifrado con qué comunicarse con el cártel, nada con qué hacer daño, nada con qué matarse. Solo puede ver a sus abogados a través de un cristal.
No sabe de su esposa, Emma Coronel, que tampoco puede averiguar nada personal de él; ni que después de su extradición se ha desatado una guerra intestina en el cártel de Sinaloa y cada uno busca su sitio allí, balas mediante; no sabe que Kate del Castillo estrena serie.
Sí tiene acceso a todo lo relacionado con su caso y que consta en los documentos judiciales: que un policía de Juárez contará los sobornos para liberar a los miembros del cártel que detenía; que otro testigo hablará de una casa supuestamente destinada a carnicerías durante la guerra de Vicente Carrillo (las paredes estaban cubiertas de plástico y había un desagüe en el suelo para tragar la sangre); que se encontraron los AK-47 o que habrá un desfile de líderes de cárteles colombianos para testificar.
Con abogados de oficio
A El Chapo le defiende una asociación de abogados federales de Brooklyn, con Michelle Gelernt y Michael Schneider al frente, cuya labor es representar a personas sin recursos, pese a que Guzmán Loera es inmensamente rico. No puede hablar con su familia para la búsqueda de defensa privada ni tratar de dinero, y a los letrados actuales no les permiten compartir información con aquellos ligados a la familia. Estados Unidos tiene juristas especializados en narcos, pero es un caso difícil de ganar y también de cobrar, debido a las previsibles restricciones a las finanzas de El Chapo.
Los abogados se turnan para visitarle casi cada día, incluso los fines de semana. No hay tantos avances en el caso que comentar, pero así abandona la celda más allá de esa hora de ejercicio prevista y pueden controlar su estado, que no se vuelva loco. Ninguna petición para suavizar sus condiciones ha fructificado. A primeros de febrero salió para una audiencia ante el juez. La próxima está prevista para el 5 de mayo y habrá nuevo fiscal porque el que tenía hasta ahora, Robert L. Capers, ha cesado dentro de la renovación impuesta por el nuevo Gobierno de Trump.

A Guzmán Loera lo encontraron y detuvieron por última vez en enero de 2016, víctima de su ego, porque quiso producir una película sobre su vida y armó ruido. Ahora, además de un filme de Ridley Scott, varias productoras de Hollywood se han interesado por los derechos de un libro. Porque El Chapo da para una novela, pero el final no se ha escrito como a él le gustaría, ni siquiera le hace protagonista. Se titula Cazar al Chapo: dentro de la fascinante historia del hombre de la ley que capturó al narco más buscado del mundo.

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