27 nov 2017

Francisco y la frágil democracia de Myanmar

Francisco y la frágil democracia de Myanmar
El Papa llega a Rangún, primera etapa del viaje que lo llevará también a Bangladesh. 
La visita difícil comienza en el país en donde los musulmanes Rohinyá fueron obligados a abandonar sus tierras. Bergoglio quiere animar a las religiones a construir la paz en el respeto de los derechos y de las identidades de cada uno
REUTERS

Francisco en Myanmar
Vatican Insider, Pubblicato il 27/11/2017
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO A RANGÚN
 El Papa llega a Rangún, en Myanmar, y por tercera vez, desde que comenzó su Pontificado, visita los países del Lejano Oriente, signo de una atención particular dedicada al gran continente asiático. Después de Corea del Sur (2014), Sri Lanka y Filipinas (2015), el Papa argentino llega a la ex Birmania, país con una democracia frágil y de muchas contradicciones, marcado por el caso de los Rohinyá, la minoría étnico-religiosa musulmana del estado birmano de Rakhine, discriminados y perseguidos desde hace décadas: más de medio millón de ellos se han visto obligados a abandonar sus casas para encontrar refugio en Bangladesh. Y precisamente Bangladesh será (a partir del próximo 30 de noviembre) la segunda etapa del viaje papal. Si el viaje a Myanmar será el primero de un Pontífice en la historia, hay que recordar que a Bangladesh ya fueron Pablo VI (en 1970, cuando todavía no existía el estado independiente y Daka se encontraba todavía en el Paquistán oriental) y Juan Pablo II (en 1986). 
El viaje de Francisco inicialmente no habría debido incluir la ex Birmania, sino la India y Bangladesh. Pero la invitación formal por parte del gobierno hindú fue constantemente postergada y, cuando en el Vaticano comprendieron que nunca habría llegado a tiempo, se pensó en Myanmar.  
«Love & Peace» y «Harmony and Peace» son los lemas de las dos etapas del viaje. Francisco llega para encontrar y para animar al pequeño rebaño de los católicos en ambos países, y para lanzar un mensaje de paz y de diálogo en realidades en las que las divisiones y los conflictos étnico-religiosos todavía son una herida abierta y que sangra. Y en donde la pobreza, la explotación y la marginación están a la orden del día. 
La atención internacional desde hace algún tiempo se preocupa por la suerte de los Rohinyá, considerados en Myanmar los eternos “otros”, una “amenaza” para la seguridad nacional. En octubre de 1982, el dictador birmano Ne Win, que gobernó el país con métodos autoritarios durante 26 años, presentó la nueva ley sobre la ciudadanía, declarando que los “kalar” (expresión para indicar a personas con rasgos semejantes a las poblaciones de la India) y los chinos no eran de fiar y, por lo tanto, por motivos de seguridad nacional, no se merecían el estatus ni los derechos de ciudadanos. La aplicación de estas directivas dejó claro que en realidad Ne Win no pretendía reprimir a las personas de origen hindú, sino a los Rohinyá, definidos «musulmanes bengaleses ilegales», que pretenden separar de Myanmar el estado de Rakhine, para instituir un Estado Islámico. «La elite nacionalista y los intelectuales han reiterado muy a menudo la acusación de apostar por aumentar el porcentaje musulmán de la población mediante una acción deliberada de matrimonios mixtos con mujeres no musulmanas, planteando de esta manera una amenaza contra la identidad budista de la sociedad de Rakhine y de Myanmar», escribe Kyaw Zeyar Win en el último número de “Rise”, revista de relaciones internacionales y políticas económicas internacionales del Sudeste asiático. El fin de la dictadura y la llegada al gobierno de Aung San Suu Kyi no han tenido repercusiones significativas en el destino de los Rohinyá.  
  La Iglesia católica birmana le ha pedido en varias ocasiones, y públicamente, al Papa que no nombre directamente a la minoría Rohinyá, para no hacer que aumente la ya de por sí alta tensión. El gobierno de Myanmar, pocos días antes de la llegada de Francisco, firmó un memorándum de acuerdo con el gobierno de Bangladesh para que vuelvan al estado de Rakhine cientos de miles de prófugos que huyeron después de la represalias del ejército, tras los ataques terroristas de agosto. Cuando explotó la crisis más reciente, durante un Ángelus, el Pontífice nombró por su nombre a los Rohinyá, por quienes lanzó un fuerte llamado. 
  En el esperado discurso que pronunciará el martes 28 de noviembre en la capital Nay Pyi Taw, Francisco – salvo sopresas de última hora siempre posibles – elevará su voz a favor de las minorías étnico religiosas, aunque evitando llamarlas por su nombre e insistiendo en el compromiso por la paz, el diálogo, los derechos humanos. 
  Lo que también preocupa en el país son, efectivamente, los problemas de otras minorías, como los 400.000 desplazados internos que pertenecen a las etnias Kachin, Karen, Chin y Shan. Aunque los circuitos de los medios de comunicación internacionales no se dijen demasiado en ellos, también sufren discriminaciones y vivien en situaciones de tensión con el ejército. Los 120.000 desplazados Kachin son principalmente cristianos y se encuentran en campos para prófugos desde hace más de 6 años. 
  El viaje a Myanmar y Bangladesh será importante desde el punto de vista del diálogo interreligioso: en Rangún, el 29 de noviembre, Francisco se reunirá con el consejo supremo “Shanga” de los monjes budistas, y el primero de diciembre, en Daka, participará en un encuentro interreligioso y ecuménico por la paz en el arzobispado de la ciudad. 
El simple uso o no del término rohingya se ha convertido en un elemento de enorme simbolismo durante este desplazamiento del papa;: varios líderes católicos locales han pedido públicamente que no lo utilice precisamente para evitar cualquier reacción violenta de sectores como Ma Ba Tha, que ya ha protagonizado serios altercados en los años precedentes.
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