12 nov 2017

Marichuy.... ¡Que viva la dignidad rebelde!/

PROCESO # 2142, 12 de noviembre de 2017
¡Que viva la dignidad rebelde!/LUISA REYES RETANA
Trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
Se hacía difícil ver. En Oventic la bruma es una nube que se sienta en el piso entre la gente. Aquél día la nube se levantó un momento y pude apreciar la magnitud humana de la reunión. Cientos, miles de hombres, mujeres y niños entre tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, mames y zoques habían recorrido largas distancias para ver a su nueva vocera. La mayoría de los asistentes tenían las caras ocultas bajo pasamontañas y paliacates, con el mismo doble propósito de siempre: ser vistos y manifestar su identidad rebelde.

La cita fue el 19 de octubre pasado, en Oventic, Chiapas. Los asistentes bajaban en silencio la colina hacia la explanada del caracol zapatista de Oventic (antes Aguascalientes de Oventic). El llamado era para dar a conocer al Concejo Indígena de Gobierno y a su vocera, María de Jesús Patricio Martínez. Éste es el nombre de la indígena nahua que recientemente logró el registro ante el Instituto Nacional Electoral como aspirante independiente a la candidatura presidencial para la elección de 2018.

A los lados del camino, en muros y letreros, se podían leer algunas de las consignas de las comunidades organizadas: “Está usted en territorio zapatista. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”, “mujeres por la dignidad”, “digna rabia”, “democracia, libertad, justicia”. Los murales nos mostraban imágenes congruentes. El campo y la tierra como escenarios de la vida; la gente común como sus defensoras; mujeres y hombres indígenas rebeldes.

Marichuy, como la llaman cariñosamente, se acercó al micrófono en el templete y con voz serena saludó a los pueblos de México y el mundo. Como vocera del Congreso Nacional Indígena, sus palabras eran transmisoras de un mensaje desprovisto de protagonismo. Habló de la defensa de la vida de los pueblos originarios en tanto protectores de la tierra, que a su vez resguarda “nuestro pasado y futuro”. Dijo que es la hora de las mujeres para organizarse para la protección de sus derechos y para derrocar el sistema patriarcal. “Somos explotadas y violentadas en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en todos los espacios de la sociedad; el actual sistema nos somete a la más cruda explotación”.
Explicó que, del mismo modo en que sufren violencia personal, sufren el robo y la destrucción que se comete contra la tierra, porque el sistema capitalista y patriarcal se basa en el despojo de la tierra y la dominación de las mujeres. Dijo también que las mujeres son quienes sienten el más profundo dolor por los asesinatos, desapariciones y encarcelamientos cometidos arbitrariamente en nuestro país y que ese dolor tiene su contrapeso en rabia, y que esa rabia debe, a su vez, transformarse en organización. “Hay que desmontar el poder de arriba construyendo con determinación y sin miedo el poder de abajo”.
Para que la decisión de ejercer la dignidad influya en el proceso electoral, dijo la vocera, es necesario que firmemos a lo largo y ancho del país en apoyo al Concejo Indígena de Gobierno, que por conducto de su portavoz, “será también el epicentro de la sanación de todos los dolores, resistencias y rebeldías que con nuestras luchas se hacen esperanzas”.
Después nombró algunos de los obstáculos que ha opuesto el INE para su registro, para finalmente decir que no se darán por vencidos. “Vamos a hacer nuestra propia agenda, nuestro propio programa de izquierda y anticapitalista, aprovechando el momento que la historia nos pone para ser, juntos, la gran estructura nacional que derribe los muros que nos oprimen, dividen y debilitan. Esto es lo que somos, lo que fuimos y seremos”.
Hablaron otras luchadoras sociales, entre ellas, Hilda Hernández, madre de César Manuel González, uno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa en 2014, para expresar, entre otras cosas, que los padres de Ayotzinapa no dejarán la lucha contra la desaparición forzada, en buena medida gracias a que los pueblos del CNI les han enseñado a caminar luchando.
Guadalupe Vázquez Luna, quien ahora representa a los pueblos tzotziles ante el Concejo Indígena de Gobierno y que sobrevivió a la matanza de Acteal a los 10 años de edad (es la primera mujer en sostener el mando en Acteal), habló de la necesidad continua de denunciar la política económica que permite y fomenta las atrocidades que el gobierno comete contra los de abajo.
La comandanta Hortencia del EZLN cerró los discursos con elocuencia rebelde hablando de los sufrimientos y las luchas equivalentes de otros grupos originarios y segregados alrededor del mundo: “Es la hora de los pueblos originarios, es la hora de las mujeres, es la hora de los marginados, de los despreciados, de los olvidados, y es la hora de todos los pobres y explotados de México, de América y del mundo, es la hora de cambiar este sistema social capitalista, criminal y asesino, es la hora de unirnos todos los pobres del campo y de la ciudad, es la hora de organizarnos y luchar por la verdadera democracia, libertad y justicia para todos (…) porque nosotras, nosotros, no queremos cambiar de amo, de patrón (…). Lo que queremos es libertad, nuestra libertad. La libertad”.
Hizo énfasis en que los objetivos de la candidatura no son otros que visibilizar y fortalecer las demandas de los de abajo: “Nuestra vocera no va a engañar, (…) no va a prometer cosas, no va a llevar regalos, no va a repartir limosnas de dinero ni en especie para que votemos por ella (…) el único interés de los concejales y nuestra vocera es despertar y escuchar el dolor y sufrimiento de los pueblos, llamar a todos a unirse, a organizarse y a luchar según sus modos, sus formas y geografías, pero con el mismo objetivo (…)”.
Todo llamaba la atención –la convicción generalizada de mandar obedeciendo, la rebeldía pacifista, la armonía entre los mensajes, la preeminencia de los argumentos, el contraste con la vida política del país–, pero especialmente la ausencia de voces masculinas. Ni un rumor, ni un suspiro. No escuchamos sus voces, aunque no por eso quedaron segregadas. Su presencia se hacía sentir en los milicianos zapatistas que resguardaban el templete. Los hombres estaban presentes y sus voces sonaban a través del mensaje de Marichuy y de las otras ponentes. Los hombres apoyan a las mujeres en su lucha y ellas los respaldan en sus demandas. Su comunidad, en el sentido amplio del término, alcanza para todos, porque saben que “cuando una mujer avanza, no hay hombre que retroceda”.
La irrupción de la figura de Marichuy en la vida política del país ha convocado a la gente a pensar, otra vez, en los derechos de los oprimidos, pero ahora desde un derecho, hasta este momento, ajeno al tema indígena contemporáneo: el derecho político a ser votado en elecciones federales. No se trata –por lo menos en este momento– de un compromiso con una propuesta política concreta, sino de la protección de un derecho fundamental.
Si su campaña logra lo que las caravanas zapatistas de 2001 y 2014 se propusieron –visibilizar las demandas de salud, trabajo, justicia, educación, etcétera, de distintos grupos vulnerables del país y luchar juntos por su solución–, la propuesta del Concejo y su vocera habrá triunfado. La democracia, por su parte, habrá sido capaz de legitimar sus demandas y garantizar su representación.
*La autora ganó, en junio pasado, la tercera edición de novela Mauricio Achar / Literatura Random House

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