Excélsior, 27 de enero de 2020
Víctimas y medicinas: el cerco del Presidente
• Cuando muchos de los que ahora juran y exigen fidelidad a Andrés Manuel López Obrador ni siquiera eran partidarios suyos, un hombre llamado Javier Sicilia luchaba por encontrar a los asesinos de su propio hijo.
De la agresión y el desprecio verbal, como tarde o temprano era inevitable que sucediera, se pasó a la agresión física.
Ayer, al arribar al Zócalo, la Caravana por la Paz que encabezan Javier Sicilia e integrantes de la familia LeBarón, fueron agredidos por integrantes de Morena que “casualmente” estaban en el lugar juntando firmas para “hacer juicio político a los expresidentes”.
Golpeteos, insultos y gritos de “Traidores” y “Vendidos de Peña Nieto”, fueron dirigidos a más de mil 200 hombres y mujeres con los que se puede estar o no de acuerdo, pero que hicieron mucho más, directa o indirectamente, por la llegada de López Obrador al gobierno federal que cualquiera de los acarreados junta firmas que los agredieron.
Cuando muchos de los que ahora juran y exigen fidelidad a López Obrador ni siquiera eran partidarios suyos, un hombre llamado Javier Sicilia luchaba por encontrar a los asesinos de su propio hijo, los denunciaba, realizaba distintas marchas a la Ciudad de México, encabezando a centenares de víctimas de la violencia.
Javier Sicilia establecía compromisos y reclamaba derechos ante los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Ambos podrán ser aborrecidos hoy por los agresores de Morena, pero lo cierto es que nunca se negaron a recibir a las víctimas, a escucharlas, mucho menos calificaron su movimiento como un show.
Prácticamente ninguno de los principales funcionarios del gobierno federal, comenzando por el propio Presidente, ha sido una víctima real de la violencia, ninguno de ellos ha perdido un hijo, una pareja, una familia como consecuencia de la violencia criminal: no tienen derecho a despreciar, a no escuchar, a no recibir, estén o no de acuerdo con ellas, a las víctimas de la violencia.
Me resulta inconcebible que el Presidente no los reciba al mismo tiempo que habla de otorgar a los criminales “abrazos, no balazos”. O que, como hizo la semana pasada, asegure que algunos políticos corruptos hicieron más daño al país que El Chapo Guzmán.
¿Qué le informan?¿Qué le dicen al Presidente?¿Cómo le pueden mentir tanto?¿Por qué no puede él mismo romper el cerco informativo al que está sujeto?
No se trata sólo de las víctimas ni de calificar a la Caravana por la Paz de un show mediático.
El Presidente acusó y descalificó esta misma semana a los médicos y directores de los principales institutos de salud del país del desabasto de medicinas y, en particular, al doctor Jaime Nieto Zermeño, director del Hospital Infantil Federico Díaz. Una acusación insólita, injusta, alarmante.
Los propios padres de los niños que sufren cáncer y que no tienen medicinas suficientes para ese tratamiento han sido los primeros en reivindicar al doctor Nieto, quien es, en muchos casos, quién los atiende desde años atrás.
Sus colegas lo recibieron en el anfiteatro del hospital con gritos de apoyo, destacando su honestidad personal y profesional. ¿De dónde sacó el Presidente una acusación tan injusta contra un profesional de la salud conocido por su capacidad y honestidad?
Lo sacó de uno de sus colaboradores más intransigentes y menos eficientes: la secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, tanto que se apresura a encontrar culpables, entre sus adversarios reales o supuestos, como de exonerar a los suyos.
La misma funcionaria que acusó del desabasto a los médicos que se rompen el alma día con día en un hospital lleno de carencias es la que, por ejemplo, exoneró a su colega de gabinete Manuel Bartlett, ante la denuncia irrefutable de decenas de bienes, terrenos, casas, negocios, y empresas.
O la que deja pasar los manejos de personajes como Carlos Lomelí, el gran beneficiario de las compras directas de medicamentos durante esta administración, al tiempo que era superdelegado en Jalisco.
Por cierto, la señora Sandoval nada tiene que decir ante el hecho de que el 75 por ciento de los contratos otorgados por el gobierno el año pasado haya sido por asignación directa.
No hay medicinas suficientes, ése es un hecho, tan lo es que el propio mandatario, apenas este fin de semana, anunció que establecería un plan de emergencia para atender a los niños con cáncer y ordenó comprar medicamente para ese tratamiento en el extranjero.
¿Si no había emergencia y había medicamentos, para qué el plan y la compra urgente de medicinas?
Insisto: el presidente Andrés Manuel López Obrador está mal informado, muchos de sus colaboradores le mienten o le escamotean la realidad.
Su actitud ante la Caravana por la Paz y ante el desabasto de medicamentos lo demuestra.
Y él mismo no está haciendo el esfuerzo que se requiere para romper ese muro construido para ocultar ineficiencias y corrupción
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