El que esté libre de errores, que tire la primera piedra/ correo de mi amigo el Dr. José Barragan...( me autorizó a difundirlo para generar debate).
Es una enseñanza ejemplar y universal en materia de convivencia social; entre buenos y malos ciudadanos; entre dignos e indignos ciudadanos, entre quienes dominan las altas o altísimas matemáticas y entre quienes apenas sabemos sumar con el apoyo de los dedos de la mano y, si no nos alcanzan, con el apoyo de los dedos de los pies.
En Derecho existe, desde siempre, el principio que autoriza a las partes litigantes, lo mismo que a los jueces, corregir los errores matemáticos en cualquier estado de los juicios, aceptándose necesariamente los efectos de la corrección. Y nadie pone en duda, ni la certeza material de las operaciones matemáticas, ni el principio expresado en latín y en todas las lenguas del mundo, humanum est falli.
Jesús de Nazaret lo expresó inmejorablemente bien en materia sagrada: el que esté sin pecado, que tire la primera piedra. (Juan 8:1-7). La cita para que el titular responsable de la Auditoria Superior de la Federación comparezca ante el pleno de la Cámara de Diputados, o ante alguna de sus comisiones, tiene mucho de linchamiento farisaico, promovido desde el sitial del poder. (Palacio Nacional).
(La Comisión de Vigilancia y Cuenta Pública –la que “vigila al vigilante”– citó para el lunes al auditor y a sus colaboradores para abundar en los informes de resultado que presentó la ASF).
La aprobación o no de la Cuenta Pública 2019 por los diputados se llevará a cabo hasta el mes de octubre próximo, comentó Dulce María Sauri, presidenta de la Mesa Directiva en San Lázaro.
Quienes acusan y piden castigo por esta clase de errores materiales, dan derecho a que a ellos mismos se les señalen iguales o mayores errores y no precisamente de carácter matemático: el que esté sin pencado, que tire la pimera piedra.
Yo, por ejemplo, que apenas sé sumar con ayuda de los dedos de las manos y de los pies, puedo asegurarle al lector que detrás del error contable y matemático, según la expresión del Secretario de Hacienda, es visible, jurídicamente hablando, la existencia de un quebranto multimillonario a la Tesorería de la Federación nada más por la simple cancelación de 692 contratos relacionados con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en palabras de Javier Jiménez Espriú, entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes.
Por tanto, corregido el error de sumas y restas, queda la denuncia llana y simple, válida jurídicamente, del quebranto infringido a la Tesorería de la Federación por actos no suficientemente fundamentados ni motivados, en términos de mera constitucionalidad, o de mera legalidad.
Y este quebranto es independiente de la posible afectación de partidas, previa y formalmente etiquetadas para otra clase de gastos, distintos al pago de los mencionados contratos cancelados; tal vez etiquetadas para guarderias; tal vez etiquetadas para la compra de medicamentos para combatir el cáncer de niños hospitalizados; tal vez etiquetadas para muchas otras urgencias.
Tampoco nadie debe rasgarse las vestiduros, siguiendo el ejemplo de los fariseos del tiempo de Jesús de Nazaret, llamándose a dignidad, cuando mayor gravedad que el error matemático, es la indigna justificación del delito de violación cometido por un candidato demasiado conocido por el pueblo de México, una violación reconocida y no investigada por la complicidad del ministerio público, quien sabe perfectamente que esta clase de delitos, que no se pudieron denunciar ni en tiempo ni en forma, jamás prescriben.
Y hay muchos más errores en la silla presidencial como son los errores relacionados con el manejo de la pandemia del coronavirus, mediante la reasunción de la plenitud del poder de soberanía, para su ejercicio tiránico, en palabras del debate de que fue objeto lo dispuesto en el artículo 29 constitucional, mediante la emisión de decretos y de acuerdos fuera de lo establecido precisamente en dicho artículo 29, no sólo restringiendo y suspendiendo el ejercicio de derechos legítimos, sino quebrantando masivamente esos mismos derechos, causando inmensos daños a las personas, a los bienes de las personas, insisto, imponiendo unas medidas, que quienes las firmaron no han querido cumplir.
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