7 de octubre, 2023/ Esther Bendahan Cohen es escritora.
ABC; 7 de octubre, 2023;
Desde el 7 de octubre, último día de 'sucot, simja tora', he querido escribir y, como cuando el habla se queda en algún lugar entre pecho y garganta, no conseguía coordinar pensamiento y mano, idea y orden sin llorar. En ese estado de bloqueo aterrador viajé a Tenerife donde daba una charla sobre la mujer en la Biblia y en el libro de Esther con Adolfo Roitman (curador de los Manuscritos del Mar Muerto, Museo de Israel, Jerusalén). Ambos paseando por esa isla que ardió este verano, que se quejaba de un calor sofocante, no dejábamos de intentar hablar con nuestros familiares y amigos en Israel para saber cómo estaban. «Yo soy un palestino de hace dos mil años», recordé que decía el poeta francés y judío Herbert Pagani, como si necesitara repetirlo y repetirlo para que en silencio alguien pudiera leer nuestro dolor.
En el libro bíblico de Esther (464 a.C y 435 a.C), el Rey persa se deja convencer por un ministro cruel de aniquilar a los judíos (la descripción de motivos es descrito con un antisemitismo de una actualidad aterradora), y cómo no, de promulgar el sometimiento de las mujeres. Tras la intervención de la esposa del rey, la reina Esther, aunque no se anula el decreto, que mantiene su vigencia, se permite al pueblo judío defenderse. Hoy voces conmovidas por el sufrimiento ocasionado por Hamás por su progromo atroz, su odio contra bebes, mujeres, ancianos, hombres y mujeres, «conceden» a Israel el derecho a defenderse. Ese reconocimiento alegra en un primer momento, claro, pero luego asombra que se pusiera en cuestión.
Quienes defendemos el derecho de Israel a existir, quienes creemos en la idea de los dos Estados, que Gaza (territorio palestino desde el 2005) y Cisjordania eran la oportunidad real para los palestinos de declarar un Estado porque en realidad ya gobiernan el territorio, pedimos distinguir entre las acciones de guerra, siempre duras y lamentables, del crimen sin razón, motivado por el odio además de oscuros intereses. También distinguir entre los derechos del pueblo palestino de la acción del c rimen organizado y terrorista de Hamás, porque no distinguirlo también por parte de los palestinos es un error. Lamentablemente, «quienes confunden la causa palestina y la justificación del terrorismo cometen una grave falta moral, política y estratégica» (Emmanuel Macron).
Pero desgraciadamente durante «la fiesta por la paz» vimos los ojos de la imposibilidad del diálogo. Si el plan es la aniquilación del otro, si no hay propuestas, mientras, se amenace a todos los judíos, mientras nuestras sinagogas, colegios estén en alerta, será muy difícil. Especialmente si Europa, entre otros, no encuentra salidas dignas para un nuevo comienzo.
A mi amiga musulmana que me escribió pidiendo que dejemos de decir mentiras sobre lo que sucedió el 7 de octubre, le respondí que fue Hamás quien comunicó la atrocidad lanzando para la historia la piedra con la que se le juzgará en el futuro. Pero cuando le pregunté si ella tenía miedo cuando iba a su mezquita o llevaba a sus hijos al colegio bloqueó mi número después de varios años de relación. Ella, que como yo defendía el derecho de las mujeres a llevar velo en Occidente y a no llevarlo dónde fuera.
Lo cierto es que parte de mi familia en Israel estuvo promoviendo las huelgas (yo misma estaba orgullosamente de acuerdo) en contra de los planes del Gobierno israelí y mis familiares que apoyaban la reforma (respeto su derecho a disentir), juntos, sufren ahora bajo las bombas. Quizá faltó quien les recordara –como hizo mi primo Ran Hanevo, cofundador del movimiento Tikva contra la reforma– que es posible la convivencia porque viven en un Estado que les permite manifestarse, que ha construido universidades, donde jóvenes han bailado alegres bajo banderas feministas y Lgtbi. Yo también pido un 'free Israel', libre de odio. Aunque David Grossman teme que el dolor vivido vaya a impedir en el futuro dar respuestas adecuadas, yo creo que ayudaría si se deja de pensar de forma sesgada, partidista: izquierda/derecha (Israel no es un paquete de reformas económicas…). Como le recuerda a la izquierda Aaron Barnea, sindicalista israelí que se siente abandonado por quienes deberían ser sus aliados, el mismo que ha actuado a favor de los palestinos como muchos en Israel, quizá se pueda avanzar cuando la aniquilación no sea la única propuesta. «Ni los extremistas palestinos ni el extremismo nacionalista israelí están interesados», (Mario Sznajder), Pero ¿y los demás? Cuando veo los mapas en las manifestaciones propalestinas me pregunto: ¿al hablar de ocupación se refieren a lo mismo la izquierda israelí que la izquierda europea y Hamás? Me temo que no. Así que, como Amos Oz, tengo la esperanza de que un día alguien, quien menos creamos, pueda hacer que se produzca el milagro.
Mientras, pediría a los gobiernos una acción conjunta en el nombre de los judíos franceses, argentinos, españoles, estadounidenses, israelíes asesinados el 7 de octubre de 2023. Porque querida amiga musulmana ahora lo primero es liberar a los secuestrados, a los niños y ancianos. Consuela escuchar a Loui Haj y a Lucy Aharish, periodistas árabes israelíes capaces de distinguir. Esa es, por parte de los distintos gobiernos, la respuesta justa, proporcionada y adecuada. Además de pedir lo mismo a Israel, como deseamos todos los que aún tenemos lágrimas ante tanta atrocidad y vemos en el rostro del otro al hermano.
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