El 7 de octubre empieza a desgastar a Netanyahu/ Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.
El Español, Sábado, 23/Dic/2023
Han pasado casi tres meses desde el 7 de octubre y, en algunos aspectos, la realidad israelí no ha cambiado demasiado. El país vive en estado de guerra, pero la contestación en las calles al primer ministro no ha cesado. Quien se presentó frente a los israelíes como Mister Security (el señor de la seguridad), ahora es visto como el primer ministro que no pudo evitar el mayor ataque terrorista de la historia de Israel.
De nada sirvieron las advertencias que le hicieron los servicios de seguridad. Ni la información que le transmitió la Inteligencia egipcia una semana antes del atentado. Ni los ensayos que llevó a cabo Hamás en las playas de la Franja de Gaza.
Netanyahu parecía más pendiente de reformar la justicia para adecuarla a sus propios intereses que de la seguridad de los israelíes. Tampoco ayudó la coalición de Gobierno que le permitió volver al Ejecutivo israelí, sobre todo los sionistas religiosos que se esforzaron en incrementar la tensión en lugares como Huwara. Algo similar ocurrió en Irán, con un régimen que, si bien es capaz de causar inestabilidad allí donde está presente, ha sido usado por Netanyahu como chivo expiatorio para tapar las deficiencias de su propio Gobierno.
Todos estos hechos propiciaron una cadena de errores que se tradujeron en unos fallos de seguridad cuyas consecuencias culminaron en el 7 de octubre.
Si nos centramos en la situación actual, también tenemos que ser críticos con la gestión del Gobierno de Netanyahu. Después de dos meses de guerra, las fuerzas israelíes tan solo han sido capaces de liberar a un rehén. Además, todavía no conocemos el número de bajas que ha tenido el Ejército israelí en estos dos meses de operación, pero en todo caso son demasiadas. Netanyahu ha tratado de ocultar los errores buscando enemigos donde no los hay, creando crisis diplomáticas con Estados aliados, desoyendo los consejos de los Estados amigos y agrandando la fractura política con la oposición.
De hecho, los rehenes liberados lo han hecho por la negociación y no por la acción de los soldados israelíes, lo que ha generado críticas en la sociedad israelí. En esta línea se han publicado algunas cartas de soldados que cuestionan el sentido de esta operación, ya que a medida que pasa el tiempo se reduce la posibilidad de que los rehenes sigan con vida. Las familias de los rehenes no comparten la política del Ejecutivo israelí, y buena parte de la oposición tampoco. Por ello, en Israel se oyen voces que piden un cambio de estrategia, adoptando medidas que devuelvan a los rehenes a sus casas.
Hasta ahora, Hamás ha llevado a Israel donde quería llevarle: a una guerra de la que va a sacar pocas cosas buenas. Por su parte, Hamás no ha hecho más que incrementar su popularidad entre los jóvenes palestinos que viven en Cisjordania. Internacionalmente, las críticas son continuas. Los avances que Israel alcanzó con años de diálogo con los países árabes, especialmente con los del golfo Pérsico, han acabado en la basura. Por otro lado, la mejoría que Israel había cosechado en términos de imagen y reputación internacional gracias a una brillante política de diplomacia pública ha sido consumida en el plazo de dos meses.
A estas alturas cabe plantearse qué va a ocurrir con la Franja de Gaza cuando cesen las operaciones militares. Dejando a un lado la destrucción de las infraestructuras, a medio plazo resulta inviable una ocupación efectiva por parte de soldados israelíes. Si bien es cierto que algún miembro del gobierno ha planteado la posibilidad de restaurar a la Autoridad Nacional Palestina como garante del gobierno de la franja, el primer ministro Netanyahu ha dejado muy claro que esta opción no es su preferida.
De hecho, aunque no lo ha precisado Netanyahu, parece más próximo a un estatus similar al que había antes del disengagement de 2005. Sin embargo, la ocupación efectiva de este territorio por parte del Estado de Israel supondría un desgaste inasumible en términos humanos, económicos y de reputación internacional para una sociedad democrática como la israelí.
Hoy por hoy, el más interesado en extender las operaciones militares es Netanyahu, ya que es la sociedad israelí y no su primer ministro quien sufre en sus propias carnes las consecuencias de la guerra. Si bien es cierto que Israel y su economía están acostumbradas a estas situaciones excepcionales, a medio plazo, Israel puede sufrir graves consecuencias económicas, sobre todo en lo que inversión extranjera se refiere.
Un país en guerra es mucho menos atractivo para las grandes compañías. Y Netanyahu ha advertido que la guerra será larga, un deseo que sin duda está motivado por su voluntad de retrasar una posible comisión de investigación que acabe definitivamente con su carrera política.
Escrito esto, y a pesar de que todos estos hechos han estado presentes en la situación actual, no debemos olvidar algo. El único responsable de la muerte de 1.600 personas y del secuestro de 240 fue Hamás.
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