Columna Bitácora del director/Pascal Beltrán del Río
Elecciones: un matón en campaña
La enfermedad de nuestro régimen es la ambición lucrativa de hacer carrera en un medio donde debiera predominar la vocación de servicio.
Para Ivonne, por sus agallas y valor cívico.
Cada vez se comprueba más que la reglamentación del uso de los medios electrónicos en las campañas electorales —impulsada en 2007 por el Legislativo— tenía más la intención de frenar las ambiciones de algunos gobernantes con grandes recursos y, simultáneamente, cerrar la puerta del selecto club de aspirantes a la Presidencia en 2012, entre los que están algunos miembros del Congreso de la Unión.
No se crea usted el cuento del fortalecimiento del sistema democrático de partidos o que se haya buscado meter en cintura a los llamados poderes fácticos que, llegada la hora, jalarán de todos modos con el candidato presidencial de su conveniencia, porque los cambios aprobados son como un gruyer que sólo sirve de botana.
Las reformas electorales de 2007 no han frenado las campañas negativas. Tan no lo han hecho, que son las únicas que llaman la atención. Las otras actividades de promoción, las de propuestas, prácticamente no existen y las que hay están basadas en ideas descabelladas o que repiten los clichés del México anclado en su historia poca gloriosa.
Por el avezado reportero y columnista Francisco Garfias nos enteramos ayer que el PRI responderá ojo por ojo a los “ataques” del PAN —o “campaña de contraste”, como prefieren llamarle los blanquiazules— y que para ello han contratado a un estratega publicitario que identificarán sólo con el seudónimo de Anton Chigurh, el sicario psicópata protagonizado por Javier Bardem en la película No Country for Old Men (Sin lugar para los débiles), de los hermanos Coen.
De acuerdo con las fuentes consultadas por Pancho, el señor Chigurh hará aparecer a su equivalente del PAN, el consultor español Antonio Solá, como un perro faldero. “Lo van a soñar los panistas, será su pesadilla”, advierten los del PRI.
Vaya altura de debate: las campañas se pelean con matones.
Había un tiempo en que las ideas importaban, aunque la maquinaria priista se encargara de resolver los comicios en su favor. Ahora tenemos el derecho al voto, pero no hay por quién votar porque no sabemos lo que piensan estos candidatos, si es que piensan algo.
De ellos sólo conocemos la basura que exhiben los contrarios o sus apellidos de abolengo o sus fotos posadas y arregladas con Photoshop o, el colmo, la pose de bailarina exótica con que se promueve en un cartel una candidata del centro del país.
Antes uno sabía qué posturas defendían el PAN y la izquierda, y cuál era la posición de moda en el PRI. Ahora, salvo las excepciones que en todos lados existen, da un poco lo mismo votar por cualquiera… o por ninguno.
Ni siquiera importan sus antecedentes como legisladores, cuando los tienen. Como no hay reelección, la memoria de lo que hicieron los reincidentes, en su paso por cámaras locales o federales, es casi nula. A menos, claro, que hayan participado en algún escándalo mediático reciente, con lo que volvemos a lo mismo.
Tampoco concuerdo con quienes abordan las reformas electorales —que ahora se ponen a prueba a nivel nacional— como un simple asunto de libertad de expresión. Estoy de acuerdo con ellos en que los legisladores no deben volverse censores, pero la enfermedad que padece nuestra democracia no son las campañas negativas (o “sucias” como les llaman algunos), sino una más grave.
Sin ánimo de señalar democracias perfectas —que no las hay, por el carácter imperfecto de la democracia— cabe recordar la estrepitosa derrota que sufrió el Partido Conservador canadiense en 1993, luego de que puso al aire, durante sólo 24 horas, un spot de campaña en el que se mofaba de una deformidad facial del entonces candidato a primer ministro Jean Chrétien.
Los conservadores no sólo perdieron el gobierno. El electorado los castigó al dejarles sólo dos bancas en el Parlamento. La derrota fue tan dura que el partido tuvo que ser refundado antes de regresar al poder, 12 años después. El autor del spot, John Tory, nunca pudo rehacer su carrera.
Es decir, hay sociedades que sin necesidad de censura rechazan las campañas negativas (o por lo menos existe ese riesgo para quien las usa), porque el debate político está regido por otros conceptos.
Por eso, el abuso de las campañas negativas que ahora vemos en México es un simple síntoma de algo peor. Y no es verdad que un intercambio más libre de “contrastes” nos daría, por sí mismo, una mejor democracia.
La enfermedad de nuestro régimen es la ambición lucrativa de hacer carrera en un medio donde debiera predominar la vocación de servicio y las ideas y las propuestas tendrían que ser las armas para acceder al poder (lo cual, por cierto, es un objetivo legítimo en la política).
La enfermedad es la convicción de la gran mayoría de esos candidatos de que la carrera política sirve, ante todo, al interés personal.
Si no, que me digan cuál es el tema de interés público que domina en esta campaña. Ya nos dijeron todos los partidos que no es la reforma fiscal, porque ninguno de ellos quiere arriesgar votos al proponer una medida impopular como recaudar más, algo que nos urge. Tampoco es la seguridad, un asunto en que todos los partidos, por la actuación de los gobernantes surgidos de sus filas, tienen un déficit. ¿Entonces?
Hubiera sido diferente que los legisladores aprobaran cambios que forzaran a los partidos a contrastar ideas, en lugar de ese conjunto de reformas que no han servido para evitar que los ataques se conviertan en el centro de la campaña para renovar la Cámara de Diputados.
Por quién votar es una pregunta difícil de contestar para quien sufraga por ideas antes que por partidos y candidatos. Y las ideas, no cabe duda, no están de moda.
Elecciones: un matón en campaña
La enfermedad de nuestro régimen es la ambición lucrativa de hacer carrera en un medio donde debiera predominar la vocación de servicio.
Para Ivonne, por sus agallas y valor cívico.
Cada vez se comprueba más que la reglamentación del uso de los medios electrónicos en las campañas electorales —impulsada en 2007 por el Legislativo— tenía más la intención de frenar las ambiciones de algunos gobernantes con grandes recursos y, simultáneamente, cerrar la puerta del selecto club de aspirantes a la Presidencia en 2012, entre los que están algunos miembros del Congreso de la Unión.
No se crea usted el cuento del fortalecimiento del sistema democrático de partidos o que se haya buscado meter en cintura a los llamados poderes fácticos que, llegada la hora, jalarán de todos modos con el candidato presidencial de su conveniencia, porque los cambios aprobados son como un gruyer que sólo sirve de botana.
Las reformas electorales de 2007 no han frenado las campañas negativas. Tan no lo han hecho, que son las únicas que llaman la atención. Las otras actividades de promoción, las de propuestas, prácticamente no existen y las que hay están basadas en ideas descabelladas o que repiten los clichés del México anclado en su historia poca gloriosa.
Por el avezado reportero y columnista Francisco Garfias nos enteramos ayer que el PRI responderá ojo por ojo a los “ataques” del PAN —o “campaña de contraste”, como prefieren llamarle los blanquiazules— y que para ello han contratado a un estratega publicitario que identificarán sólo con el seudónimo de Anton Chigurh, el sicario psicópata protagonizado por Javier Bardem en la película No Country for Old Men (Sin lugar para los débiles), de los hermanos Coen.
De acuerdo con las fuentes consultadas por Pancho, el señor Chigurh hará aparecer a su equivalente del PAN, el consultor español Antonio Solá, como un perro faldero. “Lo van a soñar los panistas, será su pesadilla”, advierten los del PRI.
Vaya altura de debate: las campañas se pelean con matones.
Había un tiempo en que las ideas importaban, aunque la maquinaria priista se encargara de resolver los comicios en su favor. Ahora tenemos el derecho al voto, pero no hay por quién votar porque no sabemos lo que piensan estos candidatos, si es que piensan algo.
De ellos sólo conocemos la basura que exhiben los contrarios o sus apellidos de abolengo o sus fotos posadas y arregladas con Photoshop o, el colmo, la pose de bailarina exótica con que se promueve en un cartel una candidata del centro del país.
Antes uno sabía qué posturas defendían el PAN y la izquierda, y cuál era la posición de moda en el PRI. Ahora, salvo las excepciones que en todos lados existen, da un poco lo mismo votar por cualquiera… o por ninguno.
Ni siquiera importan sus antecedentes como legisladores, cuando los tienen. Como no hay reelección, la memoria de lo que hicieron los reincidentes, en su paso por cámaras locales o federales, es casi nula. A menos, claro, que hayan participado en algún escándalo mediático reciente, con lo que volvemos a lo mismo.
Tampoco concuerdo con quienes abordan las reformas electorales —que ahora se ponen a prueba a nivel nacional— como un simple asunto de libertad de expresión. Estoy de acuerdo con ellos en que los legisladores no deben volverse censores, pero la enfermedad que padece nuestra democracia no son las campañas negativas (o “sucias” como les llaman algunos), sino una más grave.
Sin ánimo de señalar democracias perfectas —que no las hay, por el carácter imperfecto de la democracia— cabe recordar la estrepitosa derrota que sufrió el Partido Conservador canadiense en 1993, luego de que puso al aire, durante sólo 24 horas, un spot de campaña en el que se mofaba de una deformidad facial del entonces candidato a primer ministro Jean Chrétien.
Los conservadores no sólo perdieron el gobierno. El electorado los castigó al dejarles sólo dos bancas en el Parlamento. La derrota fue tan dura que el partido tuvo que ser refundado antes de regresar al poder, 12 años después. El autor del spot, John Tory, nunca pudo rehacer su carrera.
Es decir, hay sociedades que sin necesidad de censura rechazan las campañas negativas (o por lo menos existe ese riesgo para quien las usa), porque el debate político está regido por otros conceptos.
Por eso, el abuso de las campañas negativas que ahora vemos en México es un simple síntoma de algo peor. Y no es verdad que un intercambio más libre de “contrastes” nos daría, por sí mismo, una mejor democracia.
La enfermedad de nuestro régimen es la ambición lucrativa de hacer carrera en un medio donde debiera predominar la vocación de servicio y las ideas y las propuestas tendrían que ser las armas para acceder al poder (lo cual, por cierto, es un objetivo legítimo en la política).
La enfermedad es la convicción de la gran mayoría de esos candidatos de que la carrera política sirve, ante todo, al interés personal.
Si no, que me digan cuál es el tema de interés público que domina en esta campaña. Ya nos dijeron todos los partidos que no es la reforma fiscal, porque ninguno de ellos quiere arriesgar votos al proponer una medida impopular como recaudar más, algo que nos urge. Tampoco es la seguridad, un asunto en que todos los partidos, por la actuación de los gobernantes surgidos de sus filas, tienen un déficit. ¿Entonces?
Hubiera sido diferente que los legisladores aprobaran cambios que forzaran a los partidos a contrastar ideas, en lugar de ese conjunto de reformas que no han servido para evitar que los ataques se conviertan en el centro de la campaña para renovar la Cámara de Diputados.
Por quién votar es una pregunta difícil de contestar para quien sufraga por ideas antes que por partidos y candidatos. Y las ideas, no cabe duda, no están de moda.
***
23-May-2009
Columna Arsenal/Francisco Garfias
Insubordinación en el PRI
La pasividad mostrada hasta ahora por el Revolucionario se transformará en una estrategia de ojo por ojo.
Atrás quedará la estrategia de Beatriz Paredes de no responder a las “provocaciones” de Germán Martínez. En el otrora partidazo nos adelantan que, al margen de la dirigente nacional del PRI —y aun contra sus recomendaciones—, los duros de ese partido iniciarán este lunes una agresiva “contracampaña” en la que utilizarán todos los instrumentos legales a su alcance para exhibir las carencias y la incompetencia del “PAN-gobierno”.
El contenido de la contracampaña nada tiene que ver con los criticados spots del tricolor, que hemos visto en los medios electrónicos. Éstos nos muestran a los candidatos con un mensaje más propio de la madre Teresa —“Si nos golpean y descalifican, respondemos con propuestas”—, que de hombres y mujeres en campaña electoral.
La pasividad mostrada hasta ahora por el PRI se transformará en una estrategia de ojo por ojo. No le dejarán pasar “ni una más” al jefe panista, quien fue el protagonista estrella de la campaña por internet, que asociaba al partidazo con los narcos, Germancito.com logró acortar la desventaja del PAN en la intención de voto, según todas las encuestas.
Los halcones del PRI van con todo. Ya contrataron un consultor, al que bautizaron con el misterioso “nombre de guerra” de Antón Chigurh. Nos aseguran que este estratega va a hacer que el famoso consultor español del PAN, Antonio Solá, aparezca como un “perrito inofensivo”.
La decisión, que traduce el hartazgo interno con la estrategia peace and love de Beatriz, se tomó en un cónclave nocturno, al que asistieron notables del PRI, según un documento que nos envió una fuente identificada. “Ciertas decisiones son necesarias”, exponen los halcones en su texto.
Añaden: “Hay que responder de manera contundente a la campaña negra del PAN, la cual ha estado inspirada y dirigida por el consultor español Antonio Solá, a quien el gobierno panista se ha apresurado a darle la nacionalidad.
“Este hombre instrumentó la campaña contra López Obrador acerca de que ‘era un peligro para México’; el no responderle adecuadamente es una de las causas de la derrota de Andrés Manuel. No vamos a cometer el mismo error, de hecho, la decisión, ya pública, es responder con contundencia la guerra sucia del PAN que se encamina no sólo contra Fidel Herrera, Enrique Peña o Manlio Fabio Beltrones, sino contra el PRI, al cual quieren exterminar.”
La primera decisión que tomaron fue buscar al estratega adecuado. Ya lo tienen. Es el misterioso Antón Chigurh. Ya se entrevistaron con él. Así lo describen: “Es demoledor, lo que vimos ahí para enfrentar la guerra sucia del PAN es una contraestrategia implacable. Va a hacer ver a Solá como un perrito inofensivo”, presumen.
La radicalización no la respalda todo el PRI. La gente de Beatriz pide mesura. “Nosotros somos la contra, por lo de contracampaña. Lo único que queremos es darle su merecido al PAN. Jugaron con fuego: ellos son los que, con eso, trajeron a Chigurh. Nosotros sólo lo contratamos. Lo van a soñar los panistas, va ser su pesadilla”, advierte.
23-May-2009
Columna Arsenal/Francisco Garfias
Insubordinación en el PRI
La pasividad mostrada hasta ahora por el Revolucionario se transformará en una estrategia de ojo por ojo.
Atrás quedará la estrategia de Beatriz Paredes de no responder a las “provocaciones” de Germán Martínez. En el otrora partidazo nos adelantan que, al margen de la dirigente nacional del PRI —y aun contra sus recomendaciones—, los duros de ese partido iniciarán este lunes una agresiva “contracampaña” en la que utilizarán todos los instrumentos legales a su alcance para exhibir las carencias y la incompetencia del “PAN-gobierno”.
El contenido de la contracampaña nada tiene que ver con los criticados spots del tricolor, que hemos visto en los medios electrónicos. Éstos nos muestran a los candidatos con un mensaje más propio de la madre Teresa —“Si nos golpean y descalifican, respondemos con propuestas”—, que de hombres y mujeres en campaña electoral.
La pasividad mostrada hasta ahora por el PRI se transformará en una estrategia de ojo por ojo. No le dejarán pasar “ni una más” al jefe panista, quien fue el protagonista estrella de la campaña por internet, que asociaba al partidazo con los narcos, Germancito.com logró acortar la desventaja del PAN en la intención de voto, según todas las encuestas.
Los halcones del PRI van con todo. Ya contrataron un consultor, al que bautizaron con el misterioso “nombre de guerra” de Antón Chigurh. Nos aseguran que este estratega va a hacer que el famoso consultor español del PAN, Antonio Solá, aparezca como un “perrito inofensivo”.
La decisión, que traduce el hartazgo interno con la estrategia peace and love de Beatriz, se tomó en un cónclave nocturno, al que asistieron notables del PRI, según un documento que nos envió una fuente identificada. “Ciertas decisiones son necesarias”, exponen los halcones en su texto.
Añaden: “Hay que responder de manera contundente a la campaña negra del PAN, la cual ha estado inspirada y dirigida por el consultor español Antonio Solá, a quien el gobierno panista se ha apresurado a darle la nacionalidad.
“Este hombre instrumentó la campaña contra López Obrador acerca de que ‘era un peligro para México’; el no responderle adecuadamente es una de las causas de la derrota de Andrés Manuel. No vamos a cometer el mismo error, de hecho, la decisión, ya pública, es responder con contundencia la guerra sucia del PAN que se encamina no sólo contra Fidel Herrera, Enrique Peña o Manlio Fabio Beltrones, sino contra el PRI, al cual quieren exterminar.”
La primera decisión que tomaron fue buscar al estratega adecuado. Ya lo tienen. Es el misterioso Antón Chigurh. Ya se entrevistaron con él. Así lo describen: “Es demoledor, lo que vimos ahí para enfrentar la guerra sucia del PAN es una contraestrategia implacable. Va a hacer ver a Solá como un perrito inofensivo”, presumen.
La radicalización no la respalda todo el PRI. La gente de Beatriz pide mesura. “Nosotros somos la contra, por lo de contracampaña. Lo único que queremos es darle su merecido al PAN. Jugaron con fuego: ellos son los que, con eso, trajeron a Chigurh. Nosotros sólo lo contratamos. Lo van a soñar los panistas, va ser su pesadilla”, advierte.
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