REPORTAJE: PSICOLOGÍA
Cuidado con los chantajes emocionales
CRISTINA LLAGOSTERA
Cuidado con los chantajes emocionales
CRISTINA LLAGOSTERA
El País Semanal, 24/05/2009
Si su pareja le chantajea por cualquier asunto o entabla una batalla campal para hacerse con el control de la relación, cuidado, pueden estarle manipulando emocionalmente.
La pareja es la sociedad más pequeña que existe y en ella invertimos gran parte de nuestro capital afectivo. Normalmente, esta unión se realiza con la idea de construir algo en común que beneficiará a ambas personas. Pero, como ocurre en toda sociedad, uno de los peligros que acechan a la pareja son las luchas de poder. Cuando éstas se producen, se olvida que existe un proyecto compartido, y uno o ambos miembros intentan imponer sus reglas y sus objetivos personales.
La manipulación emocional es una de las prácticas más utilizadas en el campo de batalla de la pareja. De forma inconsciente o voluntaria se exige a la otra persona que actúe según los propios deseos o necesidades, utilizando vilmente los sentimientos como arma. El silencio, las amenazas directas o veladas, los celos, o incluso una actitud victimista, son algunas de las estrategias más comunes.
El chantaje emocional suele estar tan infiltrado en nuestras relaciones, que no resulta fácil reconocer cuándo somos víctimas de él o cuándo lo ejercemos. Si la manipulación es constante e insidiosa puede corroer la base de la relación.
¿Por qué manipulamos?
“Para hacer la paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno sólo” (Samuel Butler)
Se acostumbra a asociar la manipulación con personas egoístas, retorcidas, malvadas, maquiavélicas… Esto resulta tranquilizador en sí mismo, dado que aporta una explicación simple y definida de este aspecto oscuro de las relaciones, al tiempo que nos aleja de él. Pero en la práctica, todos, en un momento dado, podemos utilizar algún tipo de chantaje emocional.
La manipulación está presente cuando se intenta controlar lo que dice o hace otra persona, cuando se exige sin dar opción a elegir, o cuando se menoscaba la autoestima ajena de manera más o menos capciosa. Implica, en suma, la utilización de otra persona para un beneficio propio. Sin embargo, existen importantes diferencias de grado.
Así como algunos chantajes son transparentes y casi inofensivos, otros resultan más retorcidos y pueden terminar siendo destructivos. Ciertos individuos llegan a tiranizar a la persona con la que conviven utilizando el desdén, la humillación o la crítica. La manipulación llevada al extremo supone un maltrato psicológico, una agresión que no deja marca ni heridas, pero que no por eso resulta menos dañina.
A menudo se cae en el error de considerar este tipo de agresiones como un problema menor, algo menos grave que la pura expresión de violencia. Sin embargo, el maltrato moral suele ser la antesala y un ingrediente indispensable de lo que se conoce como maltrato físico.
Juegos de dominación
“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano” (Voltaire)
La manipulación se utiliza para ganar poder en una relación. Con diferentes tácticas se intenta tocar los puntos débiles del otro. Para que resulte efectivo, el chantaje emocional debe producir una mezcla de temor, obligación y culpa, a fin de que la pareja acabe sucumbiendo a las propias expectativas. Para ello se suelen emplear estrategias como:
• El castigo. Se amenaza, de manera más o menos directa o implícita, con que si no se realiza lo que uno desea tendrá consecuencias negativas.
• El autocastigo. En este caso, la amenaza consiste en dañarse uno mismo para hacer sentir culpable al otro. Como, por ejemplo, diciendo: “Si tú no me quieres, la vida no tiene sentido para mí”.
• El silencio. Supone una manera de mostrar el enfado. El otro, a menudo siente que sólo cediendo logrará mejorar el clima de la relación.
• El victimismo. Implica una exigencia disfrazada de sentimientos de lástima y culpa. Como, por ejemplo: “Si no vienes a verme, estaré solo todo el día”.
• La culpa. Se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y así corrija su actitud o su comportamiento.
Las promesas. Se ofrecen promesas maravillosas que, por ser poco realistas, rara vez se acaban cumpliendo: “Si me das otra oportunidad, te prometo que cambiaré y seremos de nuevo felices”.
• Dar para recibir. Se ofrecen ayudas o favores como un modo de atar a la otra persona y favorecer su sumisión.
Un fenómeno relacional
“La persona que domina, explota y lastima es tan dependiente como la persona sumisa. Ninguna de las dos puede vivir sin la otra”. (Erich Fromm)
A menudo, los chantajes se producen en las dos direcciones. Es decir, cada persona intenta controlar a la otra con diferentes estrategias de manipulación. Se trata de una lucha por el poder que puede dar lugar a escaladas de agresiones cada vez más intensas y despiadadas. El peligro es que si se escucha únicamente a una de las partes, se puede incurrir fácilmente en una visión parcial del conflicto, pues cada persona interpreta y sufre la conducta del otro como una ruin manipulación, pero es incapaz de reconocer sus propios instrumentos de chantaje emocional.
Otras veces, la manipulación es unilateral: uno de los miembros de la pareja somete al otro desde una posición de superioridad. En tales circunstancias, el riesgo reside en que aumente paulatinamente la diferencia y el desequilibrio en la relación. Quien ostenta el poder puede sentirse cada vez más superior y con mayor control sobre la situación, mientras que la otra persona queda relegada a una posición más débil y de mayor supeditación.
Detectar la manipulación
“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros” (Hermann Hesse)
Se exprese mediante palabras, actitudes o gestos, el mensaje manipulador suele ser vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Por ello, una buena fórmula para detectarlo consiste en estar atento a las propias sensaciones y sentimientos ante los mensajes que se reciben.
En general, la manipulación provoca un sentimiento de estar ante una situación que no tiene fácil salida. Acceder a la demanda, a menudo implica renunciar a lo que uno desea o incluso necesita hacer, mientras que si se responde con una negativa pueden aparecer perturbadores sentimientos de culpa, o bien un temor a ser rechazado o a que la otra persona reaccione de manera airada o con actitud despectiva.
Es muy importante diferenciar entre una petición y una exigencia. Pedir implica otorgar la libertad al otro para elegir entre satisfacer o no la solicitud, teniendo en cuenta su opinión. En cambio, al exigir no se proporciona tal alternativa y se ignoran los sentimientos y las necesidades de la otra persona.
Aprender a realizar esta distinción entre pedir y exigir ayudará a reconocer cuándo se es objeto de una manipulación o cuándo uno mismo la utiliza como vía indirecta para conseguir aquello que desea.
Salir del juego
“La persona más poderosa es aquella que es dueña de sí misma” (Séneca)
Los juegos de dominación más intrincados implican un mensaje doble o ambivalente. Es decir, lo que se expresa no concuerda con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responden a intereses personales. Por ejemplo, una persona le dice a la otra: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo, y, total, siempre me las arreglo solo”.
Un buen modo de desmontar las trampas manipuladoras es hacer explícito el juego. Resulta útil poner en palabras todo aquello que se está expresando de manera indirecta, o a través de mensajes vagos, confusos y contradictorios. Así, en el ejemplo anterior se puede contestar: “Me siento dividido. Por una parte, me dices que no hace falta que te ayude, pero, por otra, siento que si no lo hago puedes enfadarte”.
Tanto en la vida de pareja como en general en todo tipo de relaciones es crucial una comunicación clara y honesta que permita aclarar las situaciones ambiguas. El juego de manipulación deja de tener poder sobre uno mismo cuando se reconoce como tal. Y aludir a los propios sentimientos o sensaciones resulta mucho más eficaz que emplear un tono acusador, que suele generar más barreras y reacciones defensivas en vez de mayor comprensión.
Preservar la relación
“El amor no es sólo un sentimiento. Es también un arte” (Balzac)
Platón definía la política como el arte de vivir en sociedad. La pareja es una comunidad de dos personas en la que puede darse tanto una lucha encarnizada por el poder como una pugna soterrada de control y subyugación. Pero también es posible construir una relación con una política democrática y solidaria, basada en el respeto y la comprensión mutuos.
Ambos miembros de la pareja pueden decidir deponer sus armas manipuladoras y ayudarse mutuamente a reconocer con lucidez y humor cuándo ponen en marcha este tipo de artimañas. En todo caso, cada persona decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación que aporte riqueza a ambos.
Para superar las crisis
Películas:
‘¿Quién teme a Virginia Wolf?’, de Mike Nichols. Un matrimonio enzarzado en una lucha de poder, donde cada uno conoce perfectamente los puntos débiles del otro.
‘Maridos y mujeres’, de Woody Allen. Una pareja entra en crisis al conocer que sus mejores amigos se separan.
‘Te doy mis ojos’, de Icíar Bollaín. Un ejemplo de manipulación llevada al extremo del maltrato físico y psicológico.
Si su pareja le chantajea por cualquier asunto o entabla una batalla campal para hacerse con el control de la relación, cuidado, pueden estarle manipulando emocionalmente.
La pareja es la sociedad más pequeña que existe y en ella invertimos gran parte de nuestro capital afectivo. Normalmente, esta unión se realiza con la idea de construir algo en común que beneficiará a ambas personas. Pero, como ocurre en toda sociedad, uno de los peligros que acechan a la pareja son las luchas de poder. Cuando éstas se producen, se olvida que existe un proyecto compartido, y uno o ambos miembros intentan imponer sus reglas y sus objetivos personales.
La manipulación emocional es una de las prácticas más utilizadas en el campo de batalla de la pareja. De forma inconsciente o voluntaria se exige a la otra persona que actúe según los propios deseos o necesidades, utilizando vilmente los sentimientos como arma. El silencio, las amenazas directas o veladas, los celos, o incluso una actitud victimista, son algunas de las estrategias más comunes.
El chantaje emocional suele estar tan infiltrado en nuestras relaciones, que no resulta fácil reconocer cuándo somos víctimas de él o cuándo lo ejercemos. Si la manipulación es constante e insidiosa puede corroer la base de la relación.
¿Por qué manipulamos?
“Para hacer la paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno sólo” (Samuel Butler)
Se acostumbra a asociar la manipulación con personas egoístas, retorcidas, malvadas, maquiavélicas… Esto resulta tranquilizador en sí mismo, dado que aporta una explicación simple y definida de este aspecto oscuro de las relaciones, al tiempo que nos aleja de él. Pero en la práctica, todos, en un momento dado, podemos utilizar algún tipo de chantaje emocional.
La manipulación está presente cuando se intenta controlar lo que dice o hace otra persona, cuando se exige sin dar opción a elegir, o cuando se menoscaba la autoestima ajena de manera más o menos capciosa. Implica, en suma, la utilización de otra persona para un beneficio propio. Sin embargo, existen importantes diferencias de grado.
Así como algunos chantajes son transparentes y casi inofensivos, otros resultan más retorcidos y pueden terminar siendo destructivos. Ciertos individuos llegan a tiranizar a la persona con la que conviven utilizando el desdén, la humillación o la crítica. La manipulación llevada al extremo supone un maltrato psicológico, una agresión que no deja marca ni heridas, pero que no por eso resulta menos dañina.
A menudo se cae en el error de considerar este tipo de agresiones como un problema menor, algo menos grave que la pura expresión de violencia. Sin embargo, el maltrato moral suele ser la antesala y un ingrediente indispensable de lo que se conoce como maltrato físico.
Juegos de dominación
“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano” (Voltaire)
La manipulación se utiliza para ganar poder en una relación. Con diferentes tácticas se intenta tocar los puntos débiles del otro. Para que resulte efectivo, el chantaje emocional debe producir una mezcla de temor, obligación y culpa, a fin de que la pareja acabe sucumbiendo a las propias expectativas. Para ello se suelen emplear estrategias como:
• El castigo. Se amenaza, de manera más o menos directa o implícita, con que si no se realiza lo que uno desea tendrá consecuencias negativas.
• El autocastigo. En este caso, la amenaza consiste en dañarse uno mismo para hacer sentir culpable al otro. Como, por ejemplo, diciendo: “Si tú no me quieres, la vida no tiene sentido para mí”.
• El silencio. Supone una manera de mostrar el enfado. El otro, a menudo siente que sólo cediendo logrará mejorar el clima de la relación.
• El victimismo. Implica una exigencia disfrazada de sentimientos de lástima y culpa. Como, por ejemplo: “Si no vienes a verme, estaré solo todo el día”.
• La culpa. Se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y así corrija su actitud o su comportamiento.
Las promesas. Se ofrecen promesas maravillosas que, por ser poco realistas, rara vez se acaban cumpliendo: “Si me das otra oportunidad, te prometo que cambiaré y seremos de nuevo felices”.
• Dar para recibir. Se ofrecen ayudas o favores como un modo de atar a la otra persona y favorecer su sumisión.
Un fenómeno relacional
“La persona que domina, explota y lastima es tan dependiente como la persona sumisa. Ninguna de las dos puede vivir sin la otra”. (Erich Fromm)
A menudo, los chantajes se producen en las dos direcciones. Es decir, cada persona intenta controlar a la otra con diferentes estrategias de manipulación. Se trata de una lucha por el poder que puede dar lugar a escaladas de agresiones cada vez más intensas y despiadadas. El peligro es que si se escucha únicamente a una de las partes, se puede incurrir fácilmente en una visión parcial del conflicto, pues cada persona interpreta y sufre la conducta del otro como una ruin manipulación, pero es incapaz de reconocer sus propios instrumentos de chantaje emocional.
Otras veces, la manipulación es unilateral: uno de los miembros de la pareja somete al otro desde una posición de superioridad. En tales circunstancias, el riesgo reside en que aumente paulatinamente la diferencia y el desequilibrio en la relación. Quien ostenta el poder puede sentirse cada vez más superior y con mayor control sobre la situación, mientras que la otra persona queda relegada a una posición más débil y de mayor supeditación.
Detectar la manipulación
“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros” (Hermann Hesse)
Se exprese mediante palabras, actitudes o gestos, el mensaje manipulador suele ser vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Por ello, una buena fórmula para detectarlo consiste en estar atento a las propias sensaciones y sentimientos ante los mensajes que se reciben.
En general, la manipulación provoca un sentimiento de estar ante una situación que no tiene fácil salida. Acceder a la demanda, a menudo implica renunciar a lo que uno desea o incluso necesita hacer, mientras que si se responde con una negativa pueden aparecer perturbadores sentimientos de culpa, o bien un temor a ser rechazado o a que la otra persona reaccione de manera airada o con actitud despectiva.
Es muy importante diferenciar entre una petición y una exigencia. Pedir implica otorgar la libertad al otro para elegir entre satisfacer o no la solicitud, teniendo en cuenta su opinión. En cambio, al exigir no se proporciona tal alternativa y se ignoran los sentimientos y las necesidades de la otra persona.
Aprender a realizar esta distinción entre pedir y exigir ayudará a reconocer cuándo se es objeto de una manipulación o cuándo uno mismo la utiliza como vía indirecta para conseguir aquello que desea.
Salir del juego
“La persona más poderosa es aquella que es dueña de sí misma” (Séneca)
Los juegos de dominación más intrincados implican un mensaje doble o ambivalente. Es decir, lo que se expresa no concuerda con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responden a intereses personales. Por ejemplo, una persona le dice a la otra: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo, y, total, siempre me las arreglo solo”.
Un buen modo de desmontar las trampas manipuladoras es hacer explícito el juego. Resulta útil poner en palabras todo aquello que se está expresando de manera indirecta, o a través de mensajes vagos, confusos y contradictorios. Así, en el ejemplo anterior se puede contestar: “Me siento dividido. Por una parte, me dices que no hace falta que te ayude, pero, por otra, siento que si no lo hago puedes enfadarte”.
Tanto en la vida de pareja como en general en todo tipo de relaciones es crucial una comunicación clara y honesta que permita aclarar las situaciones ambiguas. El juego de manipulación deja de tener poder sobre uno mismo cuando se reconoce como tal. Y aludir a los propios sentimientos o sensaciones resulta mucho más eficaz que emplear un tono acusador, que suele generar más barreras y reacciones defensivas en vez de mayor comprensión.
Preservar la relación
“El amor no es sólo un sentimiento. Es también un arte” (Balzac)
Platón definía la política como el arte de vivir en sociedad. La pareja es una comunidad de dos personas en la que puede darse tanto una lucha encarnizada por el poder como una pugna soterrada de control y subyugación. Pero también es posible construir una relación con una política democrática y solidaria, basada en el respeto y la comprensión mutuos.
Ambos miembros de la pareja pueden decidir deponer sus armas manipuladoras y ayudarse mutuamente a reconocer con lucidez y humor cuándo ponen en marcha este tipo de artimañas. En todo caso, cada persona decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación que aporte riqueza a ambos.
Para superar las crisis
Películas:
‘¿Quién teme a Virginia Wolf?’, de Mike Nichols. Un matrimonio enzarzado en una lucha de poder, donde cada uno conoce perfectamente los puntos débiles del otro.
‘Maridos y mujeres’, de Woody Allen. Una pareja entra en crisis al conocer que sus mejores amigos se separan.
‘Te doy mis ojos’, de Icíar Bollaín. Un ejemplo de manipulación llevada al extremo del maltrato físico y psicológico.
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