Héctor Abad Faciolince/Élmer Mendoza
El Universal, 17 de febrero de 2011
“La literatura analiza las variantes de la vida”, asevera Héctor Abad Faciolince en Traiciones de la memoria, un volumen de tres partes publicado por Alfaguara en 2010, donde la primera es la autobiografía de un autor desmemoriado, o más bien, con una memoria tan vivaz e independiente que es dueña y manipuladora de ciertos eventos vivenciales que no develará fácilmente como ocurrieron, y las otras, pues eso, son variantes de la vida.
Héctor Abad Faciolince, nacido en Medellín, Colombia, en 1958, es un escritor de gran fineza, creador de un discurso intimista que devela emociones personales que conectan estratégicamente con la vida de los otros. Tal vez no todos hayan leído y apreciado a Borges, pero la gran mayoría tiene un progenitor que es, fue, o ha sido importante en su vida. En el primer relato conmueve el padre acribillado y un misterioso poema encontrado en su bolsillo. Serán necesarias 186 páginas aderezadas con dibujos, fotos y notas complementarias para tener certeza del autor del poema, creación que por cierto, atesora su propia historia.
El libro compromete a las pocas páginas. El eje de la desmemoria, “la verdad y el recuerdo están siempre salpicados de olvidos o de deformaciones”, es tan real y poderoso que pronto provoca el reconocimiento del lector atento. Nada de lo que allí se cuenta es posible ignorar. También es una historia llena de mujeres queridas que juegan roles necesarios y que sin ellas este periplo no tendría sentido. En las fotos se pueden ver testimonios escritos que en manos de un narrador de recuerdos alterados son de lo más interesante; lo mismo la insalubre crítica del poeta Harold Alvarado Tenorio, que cumple como contrapunto. De pronto su obstinación es inexplicable. O el dibujo de Guillermo Roux, donde Borges es de roca volcánica.
Auxiliado por Bea Pina, una espía que vive en el frío, Héctor Abad hila pistas, hechos, viajes, personas e imaginación hasta llegar a París, donde el novelista Santiago Gamboa le facilita un encuentro clave en el café Les Deux Magots, que cerrará el ciclo sobre la historia del poema cuyo primer verso es: “Ya somos el olvido que seremos”, que se halla sólidamente ligado a la historia del autor. Como suele ocurrir, la realidad da la mano a la ficción y el resultado es una joya: un discurso suave, profundo y vivaz que sirve para concluir que, “La verdad suele ser confusa, es la mentira la que tiene siempre los contornos demasiado nítidos.”
Traiciones de la memoria es un libro de recuerdos emanados de la desmemoria. El segundo texto: “Un camino equivocado”, nos revela un Héctor joven, de maestro en Italia, en un exilio al que no quiso ajustarse, sin ser malagradecido. Encuentro el mismo tono amistoso, sereno y la franqueza de un narrador al que la vida ha educado sin miramientos. Su biografía es su territorio narrativo. Quizá la parte de su existencia más festiva y olvidable, aunque no menos dramática y no confunde, como desliza en alguna página: “nombre con renombre”.
Es una obra llena de frases memorables como señales de humor y reflexión: “Que uno haya perdido su felicidad no quiere decir que uno sea infeliz”, “En la fantasía literaria no hay una sustitución de A por B, sino un traslado, un experimento mental por el que, provisionalmente, nos convertimos en otro que no es de carne y hueso sino de palabras e imaginación.” Toda ficción genera razones de vida y pensamiento y no meras ecuaciones verbales como se puede ver aquí.
Para Héctor la escritura es sumamente trascendente, “¿qué queda de la vida cuando uno no la recuerda ni la escribe? Nada”, y no se trata sólo de la presencia viva del padre muerto, o de la poesía de Borges como tema, sino de algo que es destino y que en la tercera parte de Traiciones de la memoria, en un texto que nombra “Ex futuros”, desarrolla igualmente desde un punto de vista que es imposible no compartir: eso que estuvimos a punto de ser y por cualquier nimio accidente, no fuimos. Ser escritor es crear una vida donde los ex futuros están presentes, Héctor Abad lo describe bien: “Escribir es despersonalizarse, dejar de ser lo que somos y pasar a ser lo que podríamos ser, lo que casi fuimos, o lo que podríamos haber sido.” Y más adelante remata: “Para un escritor es mucho más deseable ser otros que ser el mismo.” Claro, las razones para ejercer un oficio tan desbellecedor nacen de la posibilidad de ser los otros.
Después de compartir la prosa mágica de Héctor Abad Faciolince, no será extraño aceptar la necesidad de un recuento personal de todos esos detalles que la memoria escatima y deforma, pues como es sabido, la traición es una de las marcas que pocas veces se borra.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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