El sistema
cambió, mas no para bien/JENARO VILLAMIL
Publicado
en la revista revista Proceso # 1916, 21 de julio de 2013
A
punto de cumplir 80 años, Porfirio Muñoz Ledo habla con Proceso de sus inicios
en la política y cómo llegó a ocupar puestos de primer nivel en el gobierno.
Cede a la nostalgia y evoca el pasado cuando un núcleo de políticos, él
incluido, creyó que era viable la democratización del sistema y cuya vocación
de ruptura con las viejas estructuras partidistas generó un fracaso y una
paradoja, pues al final se propició justamente lo que se pretendía evitar: el
triunfo del neoliberalismo que ha devastado al país.
“Nuestra
generación en alguna medida fracasó en sus propósitos fundamentales. Dejamos la
historia a medias. El momento de la formación de la Corriente Democrática y del
Frente Democrático Nacional fue una prueba de que se pueden organizar
movimientos desde la sociedad. La campaña del 88 es única en la historia del
país”, sentencia Porfirio Muñoz Ledo.
Añade:
“Desgraciadamente logramos lo contrario de lo que proponíamos: El fondo de
nuestra lucha era evitar la instauración del sistema neoliberal y fue
precisamente lo que ocurrió”, argumenta a casi 25 años de la gran ruptura en el
PRI que él protagonizó junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez,
Rodolfo González Guevara y otro núcleo de dirigentes.
Profesor
de teoría del Estado y sistema político, impulsor en 1952 de la revista Medio
Siglo de la Facultad de Derecho de la UNAM –que aglutinó a una generación de
escritores, políticos y artistas que van de Carlos Fuentes a Carlos Monsiváis,
ambos fallecidos–, diplomático, diputado federal, senador, dirigente de dos
partidos antagónicos (PRI y PRD), exsecretario de Trabajo y de Educación
Pública, quien pudo ser presidente de la República en 1976 y también secretario
general de las Naciones Unidas en 1981, hace un balance de su trayectoria, “sin
amarguras pero realista”, y advierte que la transición a la democracia en México
“se descarriló”.
–¿No
es muy duro decir que su generación fracasó?
–Tuvo
éxitos individuales, personales, en obras completas, literarias, en acciones
políticas. Logró que el sistema político cambiara, pero eso no quiere decir que
cambió para mejor.
–¿Ni
siquiera mejoró en el terreno democratizador?
–Se
quedó a medias todo. Se quedó a medias la democratización del país, se quedó en
el tintero la reforma del Estado y nadie puede decir que la situación del país
sea mejor hoy que entonces –advierte, remontándose a sus inicios en la
política, en la última parte del sexenio de Adolfo López Mateos, “la época en
que el país tuvo una gran confianza en sí mismo”, enfatiza.
–¿Cree
que la democratización puede surgir al margen de los partidos?
–Lo
que viene no es la partidocracia. Yo temería mucho, por las condiciones de
inseguridad y de violencia que hay en el país, que hubiera movilizaciones de
otra naturaleza. México debe preservar la paz civil en la medida en que pueda
todavía. Es difícil ver el futuro con optimismo, pero hay que confiar en algo.
ntrevistado
en su casa de Bosques de las Lomas en Chapultepec, sin los ajetreos de una
trayectoria incansable, en vísperas de cumplir 80 años el próximo 23 de julio,
Muñoz Ledo no ha perdido la agudeza, la memoria casi fotográfica que lo
caracteriza, aunque él ya no se ve como un protagonista que busque una
candidatura o algún cargo en el servicio público.
–¿Cómo
se ve usted en el futuro inmediato?
–Me
veo bien. El peso de los años cuenta. Reflexiono mucho sobre lo que ha pasado.
Tengo que pensar a qué voy a dedicar los años que vienen: cuidar mi salud,
concebir nuevas tareas. Dicen por ahí que mi última función es la reforma del
Distrito Federal, pero obviamente tengo pensado seguir trabajando en lo que
creo.
–¿Formaría
algún grupo de reflexión o movilización ciudadana?
–Tendría
que pensar en alguna especie de fundación. Pero la tarea que tengo pendiente
(la reforma política del Distrito Federal) es abrumadora.
–¿Cuál
es su posición frente a quienes consideran la transición a la democracia en
México como algo culminado?
–La
transición mexicana se descarriló porque hubo una traición a los principios
democráticos que la inspiraron y porque no se pudo cambiar de modelo. Es falso
que la transición culmine con la alternancia de 2000.
El
azar
Durante
más de dos horas Muñoz Ledo reconstruye pasajes de su trayectoria política, en
especial los inicios de un joven que a los 28 años comenzó en el servicio
público como subdirector de Educación Superior e Investigación Científica de la
SEP, a instancias de Jaime Torres Bodet, a quien conoció en París como
embajador de México.
“Habíamos
platicado sobre los nuevos métodos de la educación superior en Europa. A él le
pareció que era una buena posición para formarme. Y en eso no se equivocó. Yo
estuve ahí tres o cuatro años. Cuando cambió el gobierno y entró Gustavo Díaz
Ordaz, el secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores, me
invitó a ser consejero cultural de México en Francia. Así que volví a Francia”,
rememora.
Un
“azar de la vida” lo trajo de vuelta a México. El entonces embajador de México
en Francia, Ignacio Morones Prieto, exsubsecretario de Salud y precandidato a
la Presidencia, volvió al país tras la crisis del movimiento médico de 1964,
para asumir la titularidad del IMSS. Llamó a Muñoz Ledo como su secretario
particular, pero el cargo ya estaba ocupado y lo designó secretario técnico del
consejo del Instituto, puesto equivalente al de un subsecretario federal.
Muñoz
Ledo recuerda con afecto a quien considera “un gran médico de la política”. A
Morones Prieto “le gustaba ver los temas políticos como funciones orgánicas y
sistémicas. Creía en los procesos políticos. Le dio un gran prestigio médico al
IMSS: Entonces había recursos”, evoca.
Otro
azar lo puso en contacto con el entonces secretario de Gobernación, Luis
Echeverría, quien sería candidato a la Presidencia en 1970 para suceder a
Gustavo Díaz Ordaz en plena crisis posterior a la matanza estudiantil de 1968.
Muñoz
Ledo escribía con pseudónimo en la Revista de América, dirigida por un viejo
priista, Gregorio Ortega. Publicó un artículo sobre la legislación en radio y
televisión y la democratización de este sistema, con algunas sugerencias de
derecho comparado. A Echeverría le interesó el artículo y mandó averiguar quién
lo había escrito.
Llamó
a Muñoz Ledo y le pidió que escribiera algo más amplio sobre la teoría
democratizadora de los medios de información. Entonces dio a la luz un texto
titulado Patria de escaparate.
“Era
un análisis muy similar a lo que ahora está ocurriendo en Brasil. Ahí era
posterior a las Olimpiadas del 68. Ponderaba el movimiento del 68, alertaba
sobre la necesidad de una renovación en las instituciones y de una reforma
política”, destaca Muñoz Ledo.
Ya
como candidato presidencial, Echeverría le solicitó fichas para sus discursos y
textos de campaña. La idea fundamental que Muñoz Ledo le propuso fue “la
apertura democrática del país”. Tenía apenas 35 años.
Como
presidente Echeverría tuvo a Muñoz Ledo dos años en la Secretaría de la
Presidencia, a las órdenes de Hugo Cervantes del Río, quien recelaba del joven
e impulsivo profesor de derecho de la UNAM. Muñoz Ledo creó una dirección
denominada Informe Presidencial. Hacían las fichas para el documento que se
entregaba al Congreso de la Unión.
Desde
entonces, subraya Muñoz Ledo, tenía la idea de que el informe presidencial
fuera un texto breve, que se presentara el 1 de septiembre ante la Cámara de
Diputados y que el primer mandatario regresara dos semanas después a debatir
con el Congreso. “Al aparato político no le gustó la idea”.
Tras
permanecer dos años en la Secretaría de la Presidencia, luego del viaje de
Echeverría a Chile, gobernado por Salvador Allende, donde ambos comenzaron a
hablar del movimiento del Tercer Mundo, y ante la ola de huelgas que buscaban
romper el control corporativo de la CTM, el presidente nombró a Muñoz Ledo
secretario del Trabajo.
“Ahí
tuve oportunidad de conocer la parte oscura de la luna del sistema político,
pero realicé una actividad muy intensa. Logramos impulsar el sindicalismo
independiente y mejorar los salarios”, rememora. Para él, los cuatro años en la
Secretaría del Trabajo fueron los más importantes de su legado en la
administración pública federal.
“Hicimos
una secretaría con poder propio. Autónoma. Ya no dependía de la Secretaría de
Hacienda ni de la Secretaría de Gobernación. Reformé la Comisión de Salarios
Mínimos, creamos la Comisión de Protección al Salario, la Procuraduría de
Defensa del Trabajo, los salarios mínimos se elevaron de 1973 a 1976”, resume.
–¿Por
eso surgió su nombre como precandidato presidencial?
–Sí,
se me mencionó, pero Echeverría no quiso dar ese paso.
–¿Por
qué?
–Porque
yo no formé parte de las complicidades de sangre ni de las complicidades de
dinero. Para ser candidato presidencial necesitas alguna de estas dos cosas.
También, quizá, yo no estaba suficientemente maduro como político. La sucesión
presidencial es un sistema de sigilo.
–Usted
trató mucho a Fidel Velázquez entonces. ¿Qué le aprendió?
–Le
aprendí su maña. Él pedía una cosa para lograr otra. Un día me dijo:
“Licenciado, usted nunca va a realizar lo que quiere porque piensa demasiado
lejos”.
Reforma
del Estado
Echeverría
le pidió a Muñoz Ledo que asumiera la dirigencia nacional del PRI. Un dato que
retrata las reglas no escritas de entonces: Muñoz Ledo recuerda que él ni
siquiera estaba afiliado al PRI; tampoco José López Portillo, el candidato
presidencial.
“Lo
más curioso es que yo no era miembro del PRI. López Portillo me confirmó
después que él tampoco estaba afiliado formalmente al PRI. Yo no hice carrera
de militancia dentro del PRI. Luego sí, desde la dirigencia nacional”, señala.
López
Portillo fue candidato único. No tuvo contendiente. Muñoz Ledo se encargó de
impulsar un debate interno en el PRI, a través del Instituto de Estudios
Políticos, Económicos y Sociales, sobre los problemas del país. Hasta
Echeverría se molestó porque fueron invitados los críticos al gobierno
saliente.
–¿Existía
ya una idea del poder transexenal de Echeverría?
–No
de manera descarada. Se movía tras bambalinas. Yo tuve bastante independencia
para impulsar la reforma interna del partido. Había críticas en la prensa por
las acciones que impulsábamos.
Yo
no fui un reformador de última hora. La idea de una transformación interna del
partido la traía desde mucho tiempo atrás”, acota.
l
“primer boceto sobre la reforma del Estado” lo realizó Muñoz Ledo cuando tomó
posesión López Portillo. Incluía la parlamentarización, un nuevo sistema de
partidos, una reforma electoral cabal. El presidente no lo nombró Secretario de
Gobernación. Y él pidió encabezar la Secretaría de Educación Pública.
En
la SEP, Muñoz Ledo apenas duró un año: del 1 de diciembre de 1976 al 9 de
diciembre de 1977. Hubo “mucha grilla” para evitar que se quedara. Elaboró el
Plan Nacional de Educación “el mejor documento que elaboré como funcionario
público”, considera.
Una
maledicencia en las altas esferas surgió en su contra. López Portillo dijo
alguna vez ante sus discursos: “Pienso mucho en el flechador del cielo cuando
lo escucho”. Y los malquerientes de Muñoz Ledo comenzaron a llamarlo en la
prensa “el flechador del cielo”.
“Lo
que más lamento de mi trayectoria es no haberme quedado más tiempo en la SEP”,
admite.
–¿Lo
vinculaban con el poder transexenal de Echeverría?
–El
pretexto para grillarme era el echeverrismo. En mi caso, un viejo dirigente
priista me dijo: “De algunos de nosotros quieren la jaulita, pero de usted,
licenciado, quieren el pajarito”.
Durante
dos años Muñoz Ledo se dedicó a viajar y a dar clases. En un encuentro en
Washington le pidió al canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa que lo
nombrara representante en la ONU. La posición de México ante el Consejo de
Seguridad ya estaba pedida. Muñoz Ledo logró incorporarse porque hubo
subsecuentes empates entre Cuba y Colombia.
“El
Consejo de Seguridad de la ONU fue fascinante, al punto que se me mencionó como
posible secretario general de la ONU en 1981”, rememora.
–¿Le
hubiera gustado?
–Me
hubiera encantado. Hubiera cambiado mi vida y mi historia. A lo mejor regresaba
a fundar la Corriente Democrática de otra manera. Pero no hubo apoyo del
gobierno ni de la cancillería.
–¿Qué
sucedió, si usted tenía el apoyo de varios países?
–La
candidatura al Consejo de Seguridad de la ONU fue simultánea a la candidatura
de Miguel de la Madrid a la Presidencia de la República. Cometí el error de
decirle a Miguel: “Tú vas a estar en la Presidencia y yo en la ONU”. Creo que
fue parte del problema. En Los Pinos surgió entonces la frase: “No puede haber
un Papa mexicano”.
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