Le pregunto lo mismo y dice que sus informantes no son de esa agencia....!
“Tengo años siguiendo sus pasos…”/Marcela Turati
Publicado
en la revista revista Proceso # 1916, 21 de julio de 2013
El periodista Alfredo Corchado estaba en el Distrito Federal. Atendía una cita con representantes de una editorial. De pronto sintió en su pantalón la vibración de su celular, y aun cuando lo apagaba, el zumbido persistía. La insistencia al otro lado de la línea le preocupó. Pensó que era una mala noticia. Se disculpó y salió del restaurante. Vio la pantalla y quedó mudo.
“40 captured”. El mensaje era contundente.
Se despidió de los editores. Abordó un taxi, hizo un par de llamadas y cuando confirmó la veracidad del mensaje llamó a The Dallas Morning News, el diario para el que trabaja como corresponsal en México desde hace casi dos décadas, y comenzó a dictar: “Miguel Ángel Treviño Morales, o El 40, líder del brutal cártel paramilitar Los Zetas fue capturado, confirmaron autoridades de ambos lados de la frontera”.
A las 17:21 horas del lunes 15 el portal del diario dio la primicia sobre el capo capturado a las tres de la madrugada de ese día por efectivos de la Marina de México, quienes lo interceptaron en una brecha de Tamaulipas. Cuando llegó a su oficina llamó a la Secretaría de Gobernación para solicitar una confirmación; sus interlocutores parecían desconocer la noticia. Pidió a una de sus fuentes una prueba. Recibió la foto de Treviño con golpes y vivo, y comenzó a difundirla.
Tres horas después el gobierno de México confirmó la información que ya estaba en todos los noticiarios y portales electrónicos del país.
A través de redes sociales muchos periodistas y corresponsales estadunidenses reprodujeron la exclusiva, dando crédito al corresponsal mexicano-estadunidense que ganó la nota; principalmente aquellos que conocían el trasfondo de la relación entre el periodista y el asesino, que desde 2007 han estado pisándose la sombra. Se convirtieron en pesadilla el uno del otro desde que a Corchado lo alertaron: el narcotraficante buscaba matarlo, así que por instinto de sobrevivencia el reportero se allegó de informantes que le permitieran adelantarse a sus movimientos.
El encabezado del diario español El País sintetizó la ironía: “Un periodista amenazado por Los Zetas dio la primicia sobre la captura del Z-40”.
La obsesión entre ambos personajes quedó plasmada en el libro Midnight in Mexico (The Penguin Press, New York, 2013), por el que justamente la semana pasada Corchado había viajado al Distrito Federal para cerrar el trato con Random House, que lanzará la versión en español de su libro y festejar con varios colegas el lanzamiento.
La historia comienza en 2007, cuando a Corchado se le notificó la amenaza del Z-40, y se convierte en un viaje en espiral donde el reportero nacido en Durango, hijo de jornaleros migrantes y criado en California y Texas, describe su trayectoria como reportero buscando la esperanza en el México que lo expulsó con su familia. Al sumergirse en sus profundidades se topa con la corrupción y la criminalidad e intenta denunciarlas como si se tratara de un asunto personal.
En ese viaje a través de un país que desciende hacia la oscuridad (como anuncia el subtítulo) observa la diáspora de paisanos –de la que forma parte–, ve el desmantelamiento causado por el Tratado de Libre Comercio, se contagia de la alegría de la llamada transición democrática, observa el regreso del PRI y se da cuenta de la irrupción en la escena del poder de los cárteles de la droga.
Entonces comienzan las amenazas. La primera, por ser el primer periodista en escribir sobre un grupo desconocido llamado La Línea. Con el tiempo se sabría que estaba integrado por policías juarenses al servicio del Cártel de Juárez. Las siguientes, por husmear en territorio zeta, reportar sobre sus campos de entrenamiento, sus propiedades en Texas, su crecimiento y transformación, hasta llegar al encumbramiento de un sanguinario mexicano-estadunidense: El Z-40.
–¿Por qué tú diste la exclusiva? Causa suspicacia que un diario gringo haya dado la noticia de lo ocurrido en México. ¿Qué te diferenció de los demás? –se le pregunta a Corchado un día después de la captura, cuando algunos analistas habían considerado que la publicación era prueba de la intervención estadunidense.
–Me llegó a mí (la información) porque he seguido varios años con fuentes en ambos lados de la frontera, que han visto a este personaje y el potencial que tiene para destruir comunidades o regiones. Y yo, igual que ellos, lo he seguido. Creo que ha habido mucha confianza entre reportero y fuente y llega un momento en que te llega ese tipo de información y entiendes la importancia.
La entrevista es interrumpida en varias ocasiones. Otros periodistas quieren entrevistarlo.
El periodista y sus fuentes
“Empecé a escribir sobre Los Zetas en 2004 por lo que estaba pasando en la frontera. Había desapariciones de gringos de Laredo a Nuevo Laredo, vimos su penetración en el norte de Texas y vimos cómo una persona migrante se transforma en un criminal en Dallas (…)
“Eso me impactó como periodista y como migrante, la transformación en particular de esta persona (Miguel Ángel). Tengo años siguiendo sus pasos, tanto que a veces siento que hay una sombra en ambos lados, y cuando llegó la noticia no me detuve”, relata.
En las llamadas que recibe siempre le preguntan si sus fuentes fueron estadunidenses. Cuando cuelga comenta asombrado: “¿Por qué tienen esa obsesión con la DEA?” Le pregunto lo mismo y dice que sus informantes no son de esa agencia. Confirmó la noticia con gente de ambos lados de la frontera y supo que el gobierno estadunidense participó en la captura “con inteligencia e información sólida, aunque quizás limitada”.
“Después de 10, 12 años de llevar esta relación yo creo que todavía hay personas que se comunican de ambos lados, gente que comparte información, que comparte inteligencia entre ambos países”, dice.
En Midnight in Mexico el periodista expone sus dilemas éticos, los problemas que sus arriesgadas investigaciones le acarrean con sus familiares y su novia, y sus fuentes de información: lo mismo políticos que ciudadanos comunes, embajadores, policías, desertores de cárteles, traficantes de droga, narcoabogados o lavadores de dinero.
Llama la atención uno a quien identifica como el U.S. Investigator, el equivalente a su “garganta profunda”, ubicado en el libro perfila como alguien que tiene como informantes a autoridades mexicanas y traidores de varios cárteles, que usa hasta más de cinco celulares, uno para cada uno de sus contactos clave con las diferentes organizaciones y cuyas llamadas no duran más de 40 segundos.
En cierto momento “su fuente” se nota decepcionada porque en el verano de 2012 funcionarios calderonistas atraparon a Treviño Morales pero lo dejaron ir; pagó una mordida millonaria. “Se hacen pendejos”, le dijo desilusionado.
La obsesión por el sanguinario Z-40 es compartida por fuente y periodista, y en ese juego de espejos no se sabe quién metió en el juego a quién, si hubo una amenaza real contra el reportero o fue una respuesta a ser “mensajero” de una fuente, si uno usa a otro o ambos se necesitan para mantenerse vivos.
–¿Te dio la noticia el investigador que mencionas en el libro? –se le pregunta a Corchado.
–Fuentes de ambos lados de la frontera –responde.
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