México, sin política de
prevención/JOSÉ GIL OLMOS
Revista Proceso
No 1925, 21 de septiembre de 2013
Pese a
que el territorio mexicano es altamente vulnerable a los embates de la
naturaleza –como se demostró apenas la semana pasada con los huracanes Ingrid y
Manuel–, el país sigue sin tener una política efectiva de prevención, dicen a
Proceso especialistas del Instituto de Geografía de la UNAM. Y añaden: en esta
materia las autoridades se limitan a reaccionar, tarde y mal, además de haber
dejado prácticamente en el abandono a la instancia oficial dedicada a prevenir
desastres, el Cenapred.
Las
inundaciones causadas en los últimos días por los huracanes que azotaron ambos
litorales mexicanos y afectaron 320 municipios hicieron evidente una vez más la
ausencia de un programa nacional de prevención de desastres.
Hasta el
momento no se cuenta con un atlas completo y confiable de riesgos naturales,
sino con retazos mal hechos en cada estado, lo que aumenta la posibilidad de
que haya más pérdidas humanas y materiales, según coinciden en afirmar dos
investigadoras del Instituto de Geografía de la UNAM.
Tampoco
hay apoyo suficiente, advierten, para el Centro Nacional de Prevención de
Desastres (Cenapred), cuyo presupuesto este año es de 90 millones de pesos, de
los cuales la tercera parte va al pago de la nómina. Ese monto es inferior, por
ejemplo, al que se le da a la Dirección General de Comunicación Social de la
Secretaría de Gobernación: 130 millones de pesos.
Irasema
Alcántara Ayala, de la Comisión Dictaminadora del Cenapred, dice de entrada que
los huracanes Manuel e Ingrid hicieron ver que México sigue siendo un país
reactivo, no preventivo.
“Estamos
insertos en la gestión de emergencias pero no en la gestión integral de riesgos
de desastres. Es decir, podemos organizarnos, gestionar los recursos, asumir la
responsabilidades que se tienen cuando se da una emergencia, pero precisamente
la gestión integral es lo opuesto, es no llegar a estas situaciones y prevenir
de una manera más realista”, dice a Proceso la doctora en geografía con
especialidad en geomorfología por la Universidad de Londres.
La
maestra Oralia Oropeza Orozco, especialista en geografía de riesgos y quien
participó en la elaboración de la cartografía sobre inundaciones para el Nuevo
Atlas Nacional de México 2007, sostiene que mientras se mantenga la política reactiva
y no de prevención, los desastres por inundaciones aumentarán, pues en los
últimos años aumentó la vulnerabilidad de la población a consecuencia de la
falta de planificación territorial, la construcción de vivienda en sitios
peligrosos y por los índices de marginación y pobreza de las comunidades
indígenas y campesinas.
Es un
problema muy complejo “porque también hay intereses políticos, económicos y de
otro tipo, que son causas de desastres a futuro”, señala la investigadora,
cofundadora de la Red Mexicana de Estudios Interdisciplinarios para la
Prevención de Desastres.
Falta de
memoria
Las dos
expertas aseveran que el gobierno y la sociedad no han aprendido de las
experiencias de desastres por huracanes, sismos, volcanes y deslizamientos de
tierra ocurridos en los últimos años, sobre todo después del terremoto de 1985,
el cual dio lugar a la creación del Cenapred con la asistencia de técnicos y
científicos de Japón.
Alcántara,
profesora de posgrado en la UNAM e integrante del Comité Científico Asesor del
Sistema Nacional de Protección Civil, insiste en señalar el perfil reactivo y
no preventivo de las políticas gubernamentales y la falta de memoria para
enfrentar emergencias, como ahora se está viendo en Guerrero.
“El
problema principal es que no nos hemos ocupado de dar un paso hacia esa gestión
integral de riesgos de desastre porque no aprendemos del pasado. La memoria es
muy corta; inclusive el interés de los medios y las autoridades para este tipo
de situaciones es muy puntual. El ejemplo es el que tenemos en estos días. Sin
embargo el resto del año, cuando no ocurren estos problemas, no hay una
atención adecuada para llevar esta gestión del riesgo.”
Destaca
la necesidad de hacer estudios y análisis de las zonas más vulnerables del país
y que son sobre todo las del sur y sureste, donde habita la población más pobre
y marginada.
“Necesitamos
un proceso para organizar y gestionar todas las directrices administrativas y
científicas a fin de tener políticas que nos permitan mejorar las capacidades
de afrontar y reducir la vulnerabilidad de la población. Muchas veces se dice
que si pudiéramos pronosticar con certeza cuál va a ser la trayectoria de un
ciclón o cuál es la ladera que se va a caer podríamos prevenir desastres.
“¡Eso es
imposible! La única manera de prevenir desastres es reduciendo la
vulnerabilidad; es decir mejorando las condiciones de la población,
disminuyendo la exposición de la población a ese tipo de fenómenos, lo que
implica una serie de medidas de diferente índole, pero sobre todo requiere
esfuerzos coordinados, no individuales.”
Alcántara
–con más de 60 artículos publicados en revistas especializadas nacionales y
extranjeras e integrante del Comité Científico de Investigación Integral en
Riesgo de Desastre del Consejo Internacional para la Ciencia– critica la
política institucional en materia de prevención de desastres:
“La
política de gobierno no tiene planeación, no se toman en cuenta las capacidades
locales, no hay un desarrollo, no se piensa en la conformación del territorio y
su desarrollo en su potencial particular. Tampoco se toma en cuenta el
bienestar de esas comunidades, el acceso a los servicios, a la educación, a las
simples condiciones de vivienda.”
Ante un
panorama cada vez más terrible –pues se avizoran nuevos fenómenos
climatológicos– asevera que lo peor es que con todos estos fenómenos la
población se va haciendo más vulnerable, se va mermando su poca capacidad.
“Muchas
veces le damos importancia a los fenómenos como los que ahorita están
ocurriendo, con un impacto extraordinario, pero por ejemplo con la lluvia
estacional también se dan muchas inundaciones y deslizamientos que construyen
la vulnerabilidad. Ese es un problema que no nos permite caminar hacia una
posición de resiliencia.”
–¿Cuáles
serían las deficiencias que deberían subsanarse?
–Deberíamos
hablar de un proceso integral, coordinado y de largo tiempo. Es complejo pero
debemos aceptarlo. Algo fundamental sería revertir el desordenamiento
territorial en el cual estamos inmersos. Necesitamos hablar de una planeación,
de una conformación del territorio acorde con cada espacio.
“Necesitamos
también evaluar, conocer los procesos de degradación ambiental que tenemos en
el territorio, cuáles son las soluciones reales que se pueden ofrecer. Pero
sobre todo coordinación: apoyar el desarrollo de las capacidades locales,
mejorar las condiciones de vida, reducir la vulnerabilidad de las poblaciones y
el grado de exposición.”
Destaca
que otra de las cuestiones dejadas de lado es la definición de responsabilidades
y del marco legal de la gestión de riesgos.
Advierte:
“No tenemos un atlas de riesgos. Los del Cenapred carecen de muchos elementos.
Uno de los problemas principales de los atlas es que se deben hacer a escala
local. En algún momento, en la anterior Coordinación de Protección Civil tenían
la idea de hacer un atlas nacional pegando en computadora los atlas de los
estados, lo cual iba a ser un Frankenstein terrible porque las metodologías son
distintas, están mal hechos y no se puede hablar de algo adecuado”.
Explica
que los atlas se deben hacer a escala local porque se necesita entender la
dinámica de las amenazas y cuáles son las condiciones de vulnerabilidad en la
población.
“Todavía
no hemos llegado a eso. Pero situaciones como la actual deberían representar la
oportunidad que debemos aprovechar. Ojalá se comprenda el territorio y se pueda
utilizar en su función local. Que se tome en serio como política de gobierno.”
Además de
la coordinación, señala la investigadora, lo más importante es la continuidad
en las estrategias y en las políticas de prevención, porque muchas veces en
sitios donde se cambia al presidente municipal, éste se lleva toda la
información y hay que volver a empezar de cero. “Así no se avanza. Los riesgos
y los desastres no deberían tener color y los pintan con un color”, afirma.
Crece la
vulnerabilidad
Oropeza,
cuyas líneas de investigación son la geografía de riesgos, la geografía física
global y el ordenamiento territorial, resalta la necesidad de tomar medidas
urgentes de prevención en cuanto a las inundaciones, porque 60% de los
desastres naturales que anualmente ocurren en México son de origen
hidrometeorológico: huracanes, lluvias torrenciales, inundaciones y sequías.
Señala
que los desastres de este tipo van a aumentar no porque vaya a haber más
fenómenos naturales de este tipo, sino porque de acuerdo con las estadísticas
lo que está incrementándose es la vulnerabilidad de la población.
–Según
sus investigaciones, ¿ esto pasa en todo el país?
–En el
caso de las inundaciones sí tenemos zonas más susceptibles. Por ejemplo, dentro
de las estadísticas de 1970 a 2004 el Estado de México es el que más
inundaciones registra. Le siguen el Distrito Federal y Veracruz. En los
primeros porque la población creció aceleradamente y se instaló en zonas no
aptas para habitar, como Iztapalapa y Ecatepec.
Señala
que en 2007 se elaboró un nuevo atlas donde están las zonas susceptibles de
inundaciones y el registro de poblaciones mayores de 5 mil habitantes que se
han inundado.
“Hay más
de 400 ciudades o localidades con problemas de inundaciones. Son muchísimas.
México es altamente susceptible a este problema. En un año de pocas lluvias
puede ser que 25% de los municipios tengan declaratorias de desastres o de
emergencia por esta causa.”
Dice que
esas 400 localidades se distribuyen sobre todo en el centro, sur y sureste del
país, principalmente en las costas y en los valles y zonas cercanas a los ríos.
Pero
precisa: “No sólo debemos estudiar el fenómeno de la inundación sino otros
asociados, como la inestabilidad de las laderas, que causan muchas pérdidas
humanas y económicas”.
Sobre las
medidas a tomar, Oropeza indica que deben ser particulares para cada lugar. En
el nivel estructural, con obras de regulación, rectificación y protección, como
bordos, diques, muros de contención o canales. En cuanto a medidas no
estructurales o institucionales: planificación y ordenamiento territorial,
cartografía de amenazas y vulnerabilidad, creación de escenarios de riesgo por
inundaciones y de modelos de pronósticos y de alerta temprana.
Para
Alcántara una de las cosas fundamentales es revertir el desordenamiento
territorial y valuar y conocer los procesos de degradación ambiental, pero
sobre todo mejorar las condiciones de vida de las poblaciones para reducir su
vulnerabilidad y grado de exposición.
También
entender los mecanismos de la dinámica de esas amenazas naturales:
inundaciones, lluvias e inestabilidad de las laderas. Indica que es fundamental
elaborar mapas, cartografías y atlas de amenazas, de vulnerabilidad y de
riesgos, que no los hay.
Finalmente
las dos especialistas advierten del abandono en que se dejó al Cenapred, al
cual consideran una institución fundamental para un país con peligros
constantes de desastres climatológicos.
“Me
parece que ha realizado un buen trabajo en la generación de información, de
estudios científicos, pero necesita más apoyo; debe trabajar con otras
instituciones y más científicos, su labor debe ser multidisciplinaria. Tiene un
peso muy grande pero poco personal. Es una institución clave que no dispone de
apoyo suficiente y muchas de sus investigaciones deben estar orientadas a la
prevención y no a la atención de emergencias.
“No sé
cuántos están trabajando, pero difícilmente llegarán a 100 personas. Es muy
poco para un país con tantos riesgos”, dice la maestra Oropeza.
En tanto
la doctora Alcántara indica que hay promesas de aumentar las plazas en dicha
institución, lo cual no ha ocurrido desde su formación, en 1985.
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