Sudáfrica puede ganar la lucha contra
el SIDA/Tochukwu Akunyili is a graduate student at the Willy Brandt School of Public Policy, University of Erfurt.
Traducción: Esteban Flamini
Project Syndicate | 20 de noviembre de 2013
En lo referido a la lucha contra el
VIH/SIDA, Sudáfrica fue por muchos años el ejemplo perfecto de lo que no hay
que hacer. Hasta hace poco, la respuesta del gobierno a la epidemia que amenazó
la vitalidad misma del país fue deslucida y torpe. Pero la presión creciente de
las últimas dos décadas por parte de grupos de la sociedad civil, medios de
prensa y políticos más esclarecidos está por fin dando frutos. La enfermedad,
que provocó serios daños sociales y económicos y redujo drásticamente la
expectativa de vida en el país, parece estar en retirada.
Sin embargo, un nuevo informe de las
Naciones Unidas señala que a Sudáfrica todavía le queda mucho camino por
recorrer en su lucha contra el virus. La situación del país en relación con el
VIH es la más grave de todo el mundo: en la actualidad, viven con el virus unos
5,6 millones de ciudadanos, esto es, más del 10% de la población. Cada año, se
registran unas 300.000 infecciones nuevas y 270.000 muertes relacionadas con el
SIDA. Los pacientes con VIH/SIDA también son propensos a desarrollar otras
infecciones: se estima que un 70% de los sudafricanos con SIDA también contraen
tuberculosis, y se prevé que a la mitad de los portadores de VIH les ocurra lo
mismo en algún momento de sus vidas. Para peor, una de cada tres mujeres
embarazadas (un sector de la población muy propenso al SIDA) es portadora
diagnosticada del virus y puede transmitirlo al recién nacido durante el parto.
La severidad de la enfermedad y la
velocidad con que se extendió tomaron por sorpresa a muchos sudafricanos. Lo
mismo que en los países desarrollados, al principio las infecciones por VIH se
registraban sobre todo en hemofílicos, varones homosexuales sexualmente activos
y usuarios de drogas intravenosas. Pero durante los noventa y por razones que
todavía no se comprenden del todo, el virus se extendió entre la población
general. La cantidad de sudafricanos infectados (equivalente a la población de
Dinamarca) es superior al total combinado de los vecinos Mozambique, Lesoto,
Botsuana, Namibia, Suazilandia y Zimbabue.
Pero por increíble que parezca, la
rápida difusión del VIH y la creciente mortalidad debida al SIDA no suscitaron
una respuesta significativa de la dirigencia post-apartheid del país,
especialmente el ex presidente Thabo Mbeki. Las altas jerarquías del gobernante
Congreso Nacional Africano se pasaron años en una aparente negación a ver la
extensión de la epidemia de VIH/SIDA y buscar el mejor modo de combatirla.
Ante esto, las organizaciones de la sociedad
civil no se quedaron de brazos cruzados, sino que apelaron a los tribunales, a
los medios de comunicación y a la desobediencia civil para presionar por
cambios. A pesar de que han persistido ideas contradictorias respecto de cómo
tratar el VIH, al menos se logró que a lo largo de la última década en algunos
hospitales públicos se ofrecieran terapias antirretrovirales. Y a partir de la
designación de Aaron Motsoaledi como ministro de salud en 2009, comenzó a tomar
forma un enfoque más coherente.
Según información actual provista por
el Departamento Nacional de Salud de Sudáfrica y organismos médicos privados,
la situación ya no es tan desesperante. Tres factores han contribuido a
contener la difusión del virus: la provisión de terapia antirretroviral por
parte del gobierno y de organizaciones de donantes; la mejora del tratamiento
de los pacientes de tuberculosis, que tienden a contraer también VIH/SIDA; y un
programa mucho más amplio de prevención de la transmisión de madre a hijo.
Estas medidas han reducido la tasa de
infecciones nuevas, aunque la cantidad total de personas que viven con VIH,
especialmente en la franja etaria de 15 a 49 años, sigue en aumento. Con casi
dos millones de pacientes que reciben tratamiento antirretroviral, la
mortalidad anual relacionada con el SIDA se redujo en alrededor de 100.000
casos desde 2005. Los contagios en recién nacidos, que en otro tiempo
alcanzaron cerca de 70.000 casos por año, se han reducido en un 63%, y se han
prolongado las vidas de millones de pacientes con VIH/SIDA.
Otro factor importante ha sido una
mejor integración de los planes de tratamiento. El gobierno coordinó sus
programas de tratamiento antirretroviral temprano para personas ya infectadas,
iniciados en 2008, con programas de detección temprana para mujeres
embarazadas. También ha sido útil la aplicación de nuevos tratamientos más
eficaces para la prevención de la tuberculosis, especialmente en el caso de
cepas multirresistentes a fármacos.
Todavía se puede y se debe hacer más.
Por ejemplo, reducir las infecciones en recién nacidos promoviendo que más
mujeres embarazadas acudan a clínicas para hacer controles de detección
temprana y seguimiento antes y después del parto.
Los avances logrados hasta la fecha,
aunque insuficientes, merecen reconocimiento. Demuestran que con voluntad
política y disponibilidad de recursos suficientes, es posible vencer hasta los
peores flagelos; una lección no sólo para Sudáfrica sino también para otros
países de África y del mundo en desarrollo.
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