La esencia del Hispanismo/Fernando R. Lafuente, director de ABC Cultural.
Publicado en ABC | 20 de noviembre de 2013
Desde hace cerca de medio siglo (43
cursos académicos), el profesor Jacques de Bruyne, director del Instituto de
Estudios Hispánicos en la ciudad flamenca de Amberes, cuna de la primera
impresión del Lazarillo, continúa una labor extraordinaria dedicada a la
difusión de la lengua y la literatura en español. Es hora de que la autoridades
políticas españolas le reconozcan tal labor encomiable, desinteresada y
entregada a la causa de la cultura en español en tierras de Bélgica. Todavía
espera no solo el reconocimiento, sino también algún gesto relevante que le
permita cumplir ese medio siglo de existencia a un Instituto ejemplar, por lo
que tiene de espacio mágico, de territorio para la proyección de la lengua de
Cervantes.
En una Tercera de ABC, publicada el 9
de febrero de 1987, Fernando Lázaro Carreter escribió: «durante tres horas de
hablar de nuestra literatura y de nuestra lengua a varias docenas de flamencos
(¡qué lejos estamos de los tres cuasi eremitas citados antes!) que, por amor a
lo español sacrifican su fin desemana, durante todo el invierno, para escuchar,
sábado tras sábado, a españoles o hispanistas que les hablamos de lo que aman
(…)constituye un milagro este instituto que se mantiene con heroísmo des de
hace diecisiete años» y el premio Nobel Mario Vargas Llosa, que también pasó
por las esplendorosas aulas del Instituto en la Universidad de Amberes,
escribiría el 4 de noviembre de ese mismo año en «El País» un divertidísimo
artículo bajo el título de «El hispanista» (no era otro que de Bruyne) en el
que aludía al Instituto como «un apostolado frenético» para concluir que «no me
extrañaría que (…) todos los flamencos terminen hablando español». Todo ha sido
labor de una voluntad sin límites, de un fervor emocionado, de una sabiduría
sin mácula. Por la entrañable aula del Instituto cada sábado de octubre a mayo
de cada curso han impartido su experiencia literaria directores de la Real
Academia, del Instituto Cervantes, premios Príncipe de Asturias, presidentes de
la Asociación Internacional de Hispanistas, premios Nebrija, responsables de
las más prestigiosas publicaciones enfocadas en el estudio de la literatura en
español, como Bulletin of Hispanic Studies, Romanistiches Jahrbuch, Romanische
Forsschungen, Revistade Filología E spañola, con los citados Lázaro Carreter y
Vargas Llosa, varios premios Cervantes, Augusto Roa Bastos, Guillermo Cabrera
Infante, Jorge Edwards, Francisco Umbral; académicos como el reciente Premio
Nacional de Narrativa, José María Merino, además de Luis Mateo Díez, Carme
Riera, Jaime Siles, Manuel Vázquez Montalbán, Abel Posse, Luis Alberto de
Cuenca, Carmen Martín Gaite, Alfredo Bryce Echenique, el actual secretario de
la Academia, Darío Villanueva, Fernando Arrabal… una nómina extraordinaria que
permitía, cada sábado, como bien comentó Lázaro Carreter, a los alumnos, de
distintas edades, condición y formación, escuchar de primera mano los
testimonios y los intereses de lo más granado de toda esa inmensa geografía que
hoy escribe en español.
Fue, es y será una labor admirable,
llevada a cabo sólo con el esfuerzo, el ímpetu y el trabajo del profesor
Jacques de Bruyne, que representa la esencia del hispanismo. Más de 40
matrículas anuales se dan cita para seguir, con una atención que para sí
quisieran muchas de las aulas de las facultades de filología en España, las
explicaciones, los análisis, las confesiones y los conocimientos de cuantos
participan los sábados en tan emocionada ceremonia. El profesor Jacques de
Bruyne, catedrático de la Universidad de Amberes, es el alma Mater del curso.
Idea el programa, contacta con los invitados, sugiere fechas y, en el colmo de
la añorada hospitalidad académica, invita a cada participante a una entrañable
cena en la que se repasa el estado de la cuestión entre la exquisita
gastronomía amberina. De Bruyne se ha multiplicado en las últimas décadas para
encontrar patrocinadores, ya fueran públicos o privados, se ha entrevistado,
aquí y allí, con decenas de instituciones, empresas y comercios, y en su
maravilloso empeño por lo español se ha dejado buena parte de su vida. Unas
veces ha obtenido respuesta, tibia siempre desde los organismos oficiales
españoles, mejor, curioso, entre los privados. En el Instituto han colaborado
desde restauradores de Amberes a Telefónica o Iberia, pero siempre latía en de
Bruyne la desazón de si ese apoyo continuaría al curso siguiente. Y así 43
años. No son pocos. Como pocos deben ser los ejemplos en el luengo ámbito del
hispanismo semejantes. mberes, en la que la huella española permanece en el
escudo de la ciudad que brilla en la Grotte Markt, frente a la estatua del
centurión romano Silvio Brabo, héroe amberino que cortó la mano al gigante
Druoon Antigoon y la arrojó al río Escalda. Por sus calles uno se encuentra con
el Museo del gran impresor renacentista Plantino, y el palazzo Rubens, uno de
los más visitados de Bélgica, junto a las tiendas de antigüedades, las
librerías de viejo, los sofisticados comercios de diamantes y los bares y las
viejas tabernas como Der Engel en Grotte Markt. El hispanismo de los Marcel
Bataillon, Roger Callois, Raymond Carr, John H. Elliot, Geoffrey Parker,
Stanley Paine, Jean Caravaggio y tantos otros, ha tenido en profesores como
Jacques de Bruyne una baza decisiva. La de quienes, como el amberino, han
compaginado sus estudios, en su caso sobre Baroja, Cela, la gramática española,
con una exhaustiva labor docente, callada, sin estrépito, serena y eficaz. Y he
ahí la esencia del hispanismo, algo que debería, insisto, ser reconocido y
laureado. Esa pasión por las letras en español, esa dedicación, año tras año,
por llevar a las brumosas tierras de Flandes la floreciente literatura en
español, empezó en 1971, debe encontrar también el abrazo desde España. Se lo
debemos. Uno llegó al Instituto mediante un aviso de Rafael Spottorno y Joaquín
Puig de la Bellacasa y desde aquél año de 1996 no ha pasado un curso en el que
no me encontrara con los alumnos cada sábado entre la niebla y el frío de los
primeros días de diciembre. Pero allí, a las nueve en punto de la mañana,
esperaban que la literatura que aman, la escrita en español, desvelara para
cada uno de ellos una pasión escondida, un secreto compartido, una ilusión sin
más límite que la imaginación.
Gracias, Jacques de Bruyne.
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