1994: Los
terrores de Salinas/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista
Proceso # 1939, 28 de diciembre de 2013
Enero
1 de 1994. Arranca la insurrección del EZLN, que coloca a Carlos Salinas frente
a sus peores temores: el fin de su proyecto económico y el quiebre de su
legado. A partir del levantamiento encabezado por el subcomandante Marcos, el
organismo de inteligencia del gobierno mexicano, el Cisen, preveía, según
documentos obtenidos por Proceso, la multiplicación de guerrillas en varios
estados, huelgas masivas, fuga de inversiones y contragolpes armados de la
ultraderecha. Ante un escenario de esta magnitud, “Estados Unidos querrá
intervenir abiertamente”.
El
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo temer
al gobierno de Carlos Salinas de Gortari lo peor: la movilización de otros
grupos guerrilleros en varias partes del país, una respuesta terrorista de la
ultraderecha y la intervención abierta de Estados Unidos. Ante ese escenario,
no le quedó más que buscar una solución pacífica, mantener el cese unilateral
del fuego y negar en todo momento que el de Chiapas fuera un problema militar.
Después
de soslayar por meses los informes de inteligencia civil y militar sobre la
gestación del EZLN, Salinas se empeñó en acotar el movimiento armado que se
hizo visible el 1 de enero de 1994.
Su
inmediata respuesta militar sólo duró 12 días y la reemplazó por una fórmula de
negociación porque su gobierno llegaba a su último año en medio de una
complicada sucesión presidencial, que se agravaría tres meses más tarde con el
asesinato de su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio.
La
gran apuesta de Salinas fue la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN), pero el día que estalló la rebelión zapatista, el
mandatario supo que la guerrilla no era cosa del pasado en México, a pesar de
la represión militar y paramilitar desplegada en las décadas de los sesenta y
setenta.
Los
servicios de inteligencia del Estado mexicano conocían la evolución de los
movimientos armados hasta llegar al surgimiento del EZLN. Sabían que era un
ejército muy organizado, con una estructura amplia, relaciones intensas con
organizaciones populares y preparación militar a partir de experiencias
internacionales. Incluso llegaron a aceptar que había unos 35 mil hombres
alzados en las montañas del sureste mexicano. La mayoría de ellos, armados con
el apoyo de grupos de chicanos y puertorriqueños desde Estados Unidos.
Estaban
también informados de que Chiapas era sólo una de las entidades de la
federación propicias para la guerrilla. Buena parte del país había mantenido
durante años la formación clandestina de grupos armados, sobre todo en el
centro y el sur. Una respuesta castrense exacerbaría más el ánimo en territorio
nacional.
Tal
era la lectura que Salinas hacía de los hechos en los primeros días del
levantamiento zapatista, de acuerdo con dos documentos del Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) entregados a Proceso a través de la
Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.
El
primero es un reporte que tiene clasificación triple A y que está fechado el 13
de enero de 1994, en plena crisis. Horas antes, Salinas había ordenado al
Ejército cesar sus operaciones castrenses contra el EZLN, y previamente había
aceptado la renuncia del secretario de Gobernación, Patrocinio González Blanco
Garrido, quien se desempeñó como gobernador de Chiapas en plena gestación del
EZLN en la Selva Lacandona.
Su
lugar lo ocupó Jorge Carpizo, mientras que el frustrado candidato presidencial
del PRI y actual senador por el PRD Manuel Camacho Solís fue designado por Salinas
comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas. Además, después de
haber dejado el Cisen casi todo el sexenio en manos del jefe de la Oficina de
la Presidencia, José María Córdoba Montoya, para el seguimiento de sus
opositores, Salinas cambió al director del aparato de inteligencia, dependiente
de la Secretaría de Gobernación, y lo orientó a afrontar la subversión de los
neozapatistas.
El
primero de los reportes, con la clave DMJ-094-0002, se titula Evaluación de
estrategia general para la atención del conflicto en Chiapas. De apenas 10
páginas, enuncia los “principios básicos” de la estrategia del salinismo ante
el conflicto: solución pacífica a través del diálogo, con el mantenimiento
unilateral del cese al fuego por parte del gobierno, pero sin reconocer al EZLN
como una fuerza beligerante.
Por
“solución del conflicto”, el Cisen entendía la deposición de las armas y/o la
renuncia del ELZN a la violencia como vía para alcanzar sus objetivos, dejando
en claro que la búsqueda del diálogo por parte del gobierno era para recuperar
la iniciativa y controlar los tiempos. Su propósito lo definió como
“acotamiento regional” del problema.
Era
claro el tratamiento que se daría a los insurgentes: “El conflicto en Chiapas
no debe ser visto como un problema militar, sino jurídico, ya que no existen
elementos para considerar necesaria una solución armada. Admitir una lógica de
guerra sería aceptar la beligerancia del EZLN y caer en un juego
‘escenográfico’”.
El
Cisen reconoció que las “difíciles condiciones del contexto nacional” exigían
claridad y firmeza del gobierno, algo que “actualmente no es registrado por la
opinión pública”, y evaluó que la iniciativa gubernamental acotaría los
espacios de maniobra de los “inconformes”.
Después
de las hostilidades militares, la urgencia era detener la aceptación política y
social que iban cobrando los zapatistas. A casi dos semanas del alzamiento, la
dependencia precisó que los “inconformes” habían mantenido avances en los
diferentes frentes, que identificó como el propio EZLN, el PRD local, las
organizaciones sociales radicales, el “gobierno de transición” de Chiapas, la
Diócesis de San Cristóbal de las Casas y varias ONG, “aparentemente todos
articulados en una estrategia global”.
Según
el Cisen, había indicios de que, en esa estrategia para ganar espacios a favor
del EZLN, el movimiento de Chiapas estaba articulado con otras partes de la
República. En especial, la evaluación calificó como “preocupante” la
participación activa de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo
(COCEI) de Oaxaca, que en 1981 le arrancó al PRI, en Juchitán, la primera
presidencia municipal del país.
Como
de “especial relevancia” calificó el deterioro que se observaba en el ambiente
local (población en general, ganaderos, pequeños propietarios y fuerzas
políticas institucionales), así como en el ánimo y las condiciones de las
fuerzas de seguridad pública ante la falta de claridad respecto del papel que
desempeñaban, al igual que de cara a la inexistencia de una logística adecuada
para periodos prolongados.
De
acuerdo con el Cisen, el plan general para hacer frente al fenómeno pasó por
dos definiciones: la estrategia A, que tenía el diálogo como premisa; y la B,
llamada “claridad de rumbo y firmeza como principio”, que no era otra cosa que
la mano dura.
Ante
el temor de que el conflicto saliera de Chiapas, insistió en una “solución
negociada”, por lo que aceptó como condición para el diálogo la participación
de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), propuesta por el EZLN; el
retiro militar de San Quintín, Monte Líbano y Sabanilla, y la suspensión de
vuelos de aeronaves militares.
En
esa parte, el Cisen dice que con la prolongación de la tregua el EZLN mantenía
la iniciativa de los tiempos, aunque había “evidencia de voluntad política” del
gobierno de la República para llegar a la paz. En medio de una atmósfera de
mano dura, insistió en darle “la justa dimensión al conflicto (no militar, sino
jurídico, local)”.
En
esa circunstancia, determinó que fuera el gobierno el que estableciera las
condiciones para el diálogo, lo que derivó en el rechazo de éste por parte del
EZLN y en el retiro del gobierno de las negociaciones.
En
lo que definió como “restablecimiento gradual del Estado de derecho”, previó el
fortalecimiento del despliegue de fuerzas militares, de seguridad pública y de
procuración de justicia, así como la expulsión de extranjeros que incurrieran
en actividades ilegales, la detención de “infractores de la ley” y hasta
auditorías fiscales a las ONG, para “revalorar la firmeza del gobierno ante la
opinión pública”.
Propuesta
final
La
propuesta final del Cisen al gobierno de Salinas fue una integración de ambas
estrategias: “Dar 72 horas de plazo para iniciar el diálogo en las condiciones
de ‘concesión’ dadas hasta la fecha, sin hacerlo explícito ni a la Conai ni a
la opinión pública. Informando sólo sobre los esfuerzos del gobierno de la
República para alcanzar la solución del conflicto a través del diálogo”.
Al
optar por una solución negociada, aceptó incluir los temas de la autonomía
indígena, cauces de participación política, medidas de desarrollo social,
solución a problemas agrarios y desarticulación del grupo armado.
Pero
pidió claridad en los límites temporales y en los términos de la negociación, y
en ningún momento retiró la idea de la “firmeza del gobierno”. Si no se llegaba
a una solución negociada, propuso “definir el restablecimiento gradual del
Estado de derecho, de acuerdo con lo señalado en la segunda estrategia”; es
decir, con la fuerza gubernamental.
Advirtió
que la prolongación indefinida de los tiempos, “en aras de una negociación que
se percibe inviable, sólo dará espacios para que la estrategia global de los
‘inconformes’ siga avanzando y lleve a condiciones aún más complejas que las
actuales”.
Las
complicaciones están contenidas en el documento identificado con la clave
DMJ-094-0006, titulado EZLN, algunas hipótesis respecto a su conformación y
actividades. Está fechado el 15 de marzo de 1994, cuando el director del Cisen
ya era Jorge Tello Peón, quien en enero de ese año había sustituido a Eduardo
Pontones Chico. A éste, el levantamiento zapatista lo tomó de vacaciones.
El
documento, de 69 páginas, fue terminado una semana antes del asesinato de
Colosio. Se divide en cinco apartados: una reseña histórica del movimiento
armado en México desde finales de la década de los sesenta; el surgimiento del
EZLN, las negociaciones con el gobierno de Salinas, sugerencias de medidas a
nivel nacional y una propuesta general.
Después
de referir la evolución de la guerrilla hasta llegar al Partido Revolucionario
Obrero Campesino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-Pdlp), asentó
que dicha organización recurrió a “la instrumentación de escuelas de
conformación de frentes guerrilleros”, teniendo como base la experiencia de
Vietnam de guerra popular prolongada.
Para
esos momentos, ubicó a tales “escuelas guerrilleras” en Guerrero, Oaxaca,
Chiapas, Veracruz, Puebla, Hidalgo y el DF. “Sin embargo, se duda que
pertenezcan al EZLN, pero sí tienen compromisos y relaciones con ellos, y ante
los últimos acontecimientos armados lo más probable es que se unan”.
Definió
al Ejército Zapatista como el brazo armado del Partido Clandestino, integrado
por un Frente Único de varias organizaciones clandestinas y de masas, que
“cambian de nombre según sea la necesidad y las tareas a realizar”.
Resumió:
Las organizaciones de masas hacen la lucha, el EZLN la lucha militar, y el
Partido Clandestino dirige las acciones y las alianzas indígena, campesina,
obrera y magisterial, mientras que el Frente Único tiene objetivos, funciones,
organización, composición, dirección y actividades propias a realizar, con el
propósito de unir a todas las fuerzas del país en torno a un programa,
aprovechando los impactos del EZLN. Indicó que su responsabilidad era la
solidaridad amplia a nivel internacional y combatir la imagen negativa de los
rebeldes en los medios de comunicación.
Conforme
al reporte, los integrantes de las organizaciones de masas fueron instruidos en
las experiencias de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, así como en la
concepción vietnamita de la guerra popular prolongada, por lo que aprendieron
estrategia, táctica y métodos, además de perder el miedo y eliminar el “efecto
de alarde” del Ejército.
En
su táctica, “lo primordial es obligar al Ejército Mexicano a diseminar sus
fuerzas para aniquilarlas en grupos pequeños. Pero evitan caer en el error de
depender de las armas. (…) Por esta razón, tan arma es un palo con punta, que
un (rifle) R-15 o una ametralladora”, como en realidad ocurrió durante el
alzamiento.
En
la estructura del Partido Clandestino, aseguró el Cisen, había simpatizantes,
colaboradores, militantes, responsables o comisarios de zona, un Consejo
Revolucionario y un Consejo Supremo. En el caso de los integrantes del EZLN,
encontró que recibieron preparación física, de armamento y tiro, en explosivos,
voladuras, sanidad militar, conocimiento de fuerzas militares y paramilitares y
de organismos de seguridad como la CIA, e información operativa, entre ella
medios y redes de información.
Oferta
de 35 mil efectivos
El
Cisen se hizo eco de “un documento que les ha hecho llegar el EZLN” a las
organizaciones clandestinas, mediante el cual se ponían “a disposición del
movimiento revolucionario 35 mil efectivos debidamente preparados y en su
mayoría armados”, organizados por combatientes, grupos, escuadras, pelotones,
con sus respectivos jefes y subjefes, identificados como comisarios y
subcomandantes.
Se
había creado un corredor para la transportación de armas y parque “desde la
frontera hasta los estados de Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Puebla”. Para
adquirirlas, “se está solicitando la aportación de cada persona (…),
principalmente en objetos de oro (pulseras, anillos, cadenas, relojes, dientes,
etcétera). Cuando se coopera con dinero, se compra pedacería de oro en Taxco y
Puebla”, detalló.
El
oro se entregaba a las organizaciones de mexicanos chicanos y puertorriqueños
que se encargaban de cambiarlo por armas y parque de distinto calibre en el
mercado negro de Estados Unidos. Estos grupos de latinoamericanos normalmente
estaban organizados en bandas y transportaban los arsenales hasta los estados
fronterizos, apoyados “en ocasiones por narcotraficantes”, haciéndose
responsables de pasar todas las garitas aduanales.
El
Cisen incluso situó rutas que coincidieron con las del narcotráfico, como la de
Tamaulipas hacia Nuevo León, San Luis Potosí, Hidalgo, DF, Puebla, Oaxaca y
Guerrero. Otra ruta que localizó fue la de Ciudad Juárez, Torreón, Zacatecas y
San Luis Potosí. Una más: Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco y
México.
Previsiones
catastrofistas
Según
el documento, 10 organizaciones de masas estaban relacionadas con el EZLN como
supuestas aportadoras de militantes: la Coordinadora Nacional de Trabajadores
de la Educación (CNTE), la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, el Congreso
Estatal de Organizaciones Indígenas, Comunidades Eclesiales de Base, Comisiones
Estatales de Derechos Humanos, Instituto Nacional Indigenista, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, Consejo Estudiantil Universitario de la UNAM,
Confederación Nacional Campesina y Central Independiente de Obreros Agrícolas y
Campesinos.
Como
entidades de influencia del EZLN mencionó a Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Hidalgo,
Veracruz, DF, Puebla, San Luis Potosí, Chihuahua y Guerrero. En especial,
advirtió que podrían brotar “nuevos focos de lucha armada” en Guerrero, Oaxaca,
Hidalgo, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí y Chihuahua. También, que existía el
riesgo de que cayeran gobernadores como los de Guerrero, Hidalgo, Tamaulipas,
Durango, San Luis Potosí y Chihuahua.
“En
el país existen proyectos políticos militares de diferentes grupos con arraigo,
presencia y penetración con la sociedad civil, que pueden desestabilizar al
país con banderas de lucha, aprovechando la coyuntura actual”, planteó.
En
ese escenario de rebelión extendida podían darse enfrentamientos callejeros
entre la policía y la población civil, choques de las diferentes corrientes
políticas “del sistema”, la división del PRI, huelgas magisteriales y
estudiantiles y el surgimiento de grupos armados contra los zapatistas. Además,
“Estados Unidos querrá intervenir abiertamente”, los inversionistas extranjeros
se retirarían y habría despidos masivos, huelgas y más desempleo.
En
particular, al Estado mexicano le preocupaba que la rebelión zapatista hiciera
resurgir a la derecha extrema, sobre todo en el norte y el occidente del país:
Chihuahua y Coahuila, en particular la región de La Laguna, y Guadalajara, con
la reaparición de los grupos de ultraderecha El Muro y Los Tecos.
El
aparato civil de seguridad del Estado reconoció que las acciones
político-militares del EZLN de enero de 1994 recrudecieron las posiciones
radicales en México, por lo que las negociaciones eran clave para evitar que el
conflicto se desbordara. Expuso: “Los acuerdos concretos entre las
organizaciones clandestinas para realizar acciones militares conjuntas se
entablarán después de los resultados que arrojen las negociaciones del EZLN con
el gobierno mexicano. Por el momento, se otorgará todo el apoyo político a las
acciones políticas militares (del) EZLN.
“Después
del diálogo con Camacho Solís o acuerdos con el gobierno, se analizarán y
evaluarán los mismos, para determinar si (los grupos clandestinos) siguen en la
lucha juntos en forma coordinada o cada quien por su rumbo.”
Por
lo pronto, “enviados de organizaciones clandestinas, revolucionarias y
terroristas del mundo (…) tratan de influir en las organizaciones clandestinas
nacionales para crear una coordinadora nacional a partir de lo realizado por el
EZLN”.
Para
las negociaciones con el gobierno, estimó que el EZLN no depondría las armas,
no identificaría a sus verdaderos dirigentes (del consejo clandestino) y
exigiría ser reconocido como fuerza beligerante, entre otros aspectos. En el
caso de las propuestas del gobierno, destacó que el Ejército se replegaría y se
quedaría sólo con sus fuerzas normales en los cuarteles, y pidió que el
subcomandante Marcos quedara como el único vocero del EZLN.
El
Cisen también sugirió al gobierno de Salinas dialogar simultáneamente con el
EZLN y las demás organizaciones clandestinas, reconociendo públicamente su
existencia, como el PROCUP-Pdlp, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR),
la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), iniciada por Genaro
Vázquez, y el Grupo Revolucionario 8 de Octubre (GR-8), formado en la
Universidad Autónoma de Guerrero.
Después
de tres meses de iniciado el conflicto en Chiapas, y administrando la propuesta
de diálogo, el Cisen se encontró con “nuevas actitudes” de los rebeldes:
“Indudablemente, el EZLN ha cambiado su actitud del 1 de enero a la fecha, que
si bien al principio era radical y cerrada, ahora muestra una posición más
flexible; del socialismo, el desconocer a Carlos Salinas como presidente, echar
abajo el TLC y avanzar militarmente sobre la capital del país liberando
pueblos, regiones, estados, han pasado a luchar por justicia, democracia y
libertad, hasta el congelamiento de las carteras vencidas.
“No
atacarán militarmente la infraestructura de las trasnacionales ni propiedades
manejadas por el Estado. Actualmente están en pláticas con otras organizaciones
clandestinas para consolidar sus relaciones a nivel nacional”, pero también, a
través del Frente Único, el EZLN busca relacionarse con organizaciones y
partidos con los cuales tenga algo en común, incluyendo grupos afiliados al PRI
y empresarios progresistas.
Más
aún, los integrantes del EZLN “pueden dejar la solución de los problemas en
manos de las organizaciones que integran el Frente Único y desaparecer así como
aparecieron, sin deponer las armas y convirtiéndose en un fantasma armado que
siempre estará presente”.
Dejó
en claro que el diálogo entre el EZLN y Camacho Solís “no resolverá en sí los
problemas económicos, sociales y políticos de Chiapas ni del país, aunque se
hablará de temas que interesan a las partes, pero no habrá acuerdos concretos”.
El
diálogo sin solución fue la divisa para que Salinas administrara el conflicto
en el último año de su gobierno, según anticipó el Cisen: “Los zapatistas
expondrán su problemática y posible solución; en tanto que Camacho los
escuchará sin dar una respuesta, les expondrá las preocupaciones del gobierno
y del sistema; los zapatistas le escucharán y dirán resolverle (sic) después de
consultarlo con las bases.
“(El
obispo de San Cristóbal) Samuel Ruiz llamará a seguir con el diálogo sin romper
la tregua del cese al fuego y reunirse posteriormente para que las partes
traigan las respuestas. Marcos no hará ninguna arenga política ni blasfemará
contra nadie; después lanzará un comunicado a la nación, exponiendo sus puntos
de vista sobre el diálogo, retará al presidente Salinas a dialogar sin
intermediarios. Invitará a dialogar, no a debatir, a (Cuauhtémoc) Cárdenas
(entonces candidato presidencial del PRD), Colosio y demás candidatos
presidenciales”. De ahí no pasará, estimó el Cisen para heredar el conflicto al
gobierno de Ernesto Zedillo, el sustituto de Colosio.
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