PERFIL
ubicó a Raquel Díaz de León, ex actriz mexicana de 85 años que apoya el reclamo
de su hijo para que la ley argentina reconozca su lazo filial con el poeta.
Ella fue su amante.
Por Martín Artigas |
Perfil, 15/01/2012 |
“Para
Raquel, es decir para mí.” Debajo de la sentida dedicatoria fechada en 1946, un
pentagrama ilustra los compases y la letra de una de las composiciones más
célebres de Enrique Santos Discépolo, Canción desesperada.
Raquel
Díaz de León, la musa de ese desgarrador tango que habla de dolores y
traiciones, tiene hoy 85 años, vive en México y, a seis décadas de la muerte
del genial artista, sigue esperando que la Justicia argentina reconozca a su
hijo como fruto del romance de tres años que los unió. No oficializado porque,
por entonces, él estaba en pareja con la cantante Tania, fallecida en 1999.
“Para
mí, sería una gran satisfacción, porque ya no soy ninguna jovencita y necesito
irme tranquila”, le aseguró a PERFIL la mujer que supo conquistar el corazón de
Discepolín durante su paso por tierras aztecas. “No se trata de un interés
económico. Lo que quiero es que mi hijo, Enrique Luis, obtenga un
reconocimiento legal en el país en el que su padre es una leyenda.”
—¿Cuándo
conoció a Discépolo?
—Lo
conocí en 1945, en Cuernavaca. Yo tenía 18 años y me habían dicho que él había
sido invitado por otros compositores mexicanos para darle una comida en un
hotel. Al llegar a aquella comida vi a un hombre flaquito, alegre, muy
entusiasta... Entonces le pregunté al mesero quién era y me respondió que era
Santos Discépolo.
—¿Cómo
se produjo el encuentro?
—El
también preguntó por mí y me invitó a su mesa. Me senté y nos agarró un amor a
primera vista. Yo lo miraba con una locura tremenda porque era un hombre muy
gracioso, alguien que siempre tenía algo para decir. Me conquistó
inmediatamente.
—¿Y
quién dio el primer paso?
—¡El,
claro! En un momento, tiró su servilleta al piso, la levantó y aprovechó para
decirme: “Me voy para México porque mañana salgo para Cuba”. Se iba a La Habana
porque allí lo esperaba Tania. “¿Y si nos vamos juntos?”, me preguntó. Ya
estábamos enamorados.
—¿Conocía
sus tangos?
—Sí,
estaba enamoradísima de sus composiciones... Ya en México, me dijo que al otro
día se iba muy temprano, pero que volvería en 15 días a buscarme. ¡Estaba
enloquecida de emoción que Discépolo se
fijara en mi!
—¿Y
volvió?
—Sí,
antes del tiempo anunciado. Me llamó y empecé a gritar como una loca. Iba a
quedarse por tres meses en México porque él y Tania habían firmado contrato con
un club para presentarse. En ese tiempo, nuestro amor fue creciendo cada día.
—¿Tania
estaba al tanto de la relación?
—Entiendo
que ellos tenían una relación abierta, o al menos esa señora tenía fama de que
andaba con quien le deba la gana sin importarle poner en ridículo a su marido.
Por esa época, de hecho, mantenía una relación con un futbolista muy famoso, y
se sabía que le gustaban los hombres grandotes... Todo lo contrario a lo que
era Discépolo.
—Pero
él la seguía considerando su esposa...
—El
decía que ella era su representante, pero la verdad es que le despertaban mucho
temor sus reacciones. De hecho, ella estaba en Buenos Aires cuando se enteró de
que Discépolo y yo esperábamos un hijo. Vino hasta México y lo obligó a volver
con ella a la Argentina.
—¿Cuántos
meses llevaba de embarazo?
—Seis.
El estaba muy triste, me besaba, me hizo muchas promesas que no pudo cumplir...
Pero antes de irse le pidió a su amigo, Jorge Reyes que me consiguiera un
departamento. Estaba permanentemente en contacto para saber cómo estaba, y
siempre se las ingeniaba para que nada me faltara.
—¿Llegó
a conocer a su hijo?
—No,
pero llegó a designar a Tita Merello y a Luis Sandrini como sus padrinos,
porque ellos vivían en México por entonces. Tita, de hecho, declaró a favor de
mi hijo en uno de los juicios por filiación, algo que Tania nunca le perdonó.
—¿Cómo
se enteró de la muerte de Discépolo?
—Estaba
trabajando como periodista en el Excélsior de México. Llegué a la redacción y
vi la noticia. No podía parar de llorar; nuestro hijo tenía apenas 4 años.
—¿Qué
recuerdos le quedan de él?
—Sesenta
años después de su muerte, lo sigo amando. Y lo sigo esperando, porque sé que
va a venir por mí y nos vamos a ir al mar de la mano.
En
busca de la prueba de ADN
“Tengo
un compromiso emocional con mi madre de tratar de obtener este reconocimiento,
porque para ella es muy importante”, asegura Enrique Luis Discépolo Díaz de
León, el hijo que Raquél Díaz de León tuvo con el autor de Cambalache hace ya
64 años.
Esa
necesidad de obtener una prueba de filiación lo motivó a embarcarse en una
nueva presentación judicial en el país, como ya lo hizo en 1966, 1968 y 1999.
Según
explicó a PERFIL, los fallos desfavorables obtenidos en las dos primeras
oportunidades tuvieron que ver con la “influencia” que la cantante y esposa de
Discepolín tenía en ciertos círculos sociales, mientras que en el último caso
se trató de un ineficiente trabajo realizado por su abogado.
“Nunca
llegué a la instancia de someterme a una prueba de ADN, y eso es a lo que
aspiro”, aseveró.
Enrique
Luis está divorciado y es padre de dos hijas. Trabajó como profesor
universitario, y aunque ama la música dice que jamás podría estar a la altura
de su padre: “El fue un artista único. Lo sé porque viví muchos años en
Argentina tratando de conocer un poco más sobre su persona”.
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