El Cártel de
Sinaloa se reacomoda en Medellín/RAFAEL CRODA
Revista
Proceso
# 1938, 21 de diciembre de 2013
Mientras
grupos criminales rivales se disputan en México plazas y regiones, el Cártel de
Sinaloa hace lo propio pero a escala internacional. Como un fantasma, a su
líder Joaquín El Chapo Guzmán se le ve o se le cree ver lo mismo en Colombia
que en Centroamérica o en España, moviendo sus piezas, defendiendo, capturando
o recuperando rutas de narcotráfico. A Medellín, donde perdió su principal
fuente de abastecimiento de cocaína, ya envió representantes para establecer
contactos con grupos emergentes, a los cuales entrega armas y dinero a cambio
de droga.
MEDELLÍN,
COLOMBIA.- Los vínculos históricos entre los cárteles mexicanos y las
organizaciones criminales de Medellín viven tiempos de recomposición. La
embestida de las autoridades colombianas contra las grandes estructuras
mafiosas de la segunda ciudad más importante de Colombia –cuna del desaparecido
Cártel de Medellín, de Pablo Escobar Gaviria– ha mermado el abastecimiento de
cocaína a sus socios mexicanos. Éstos buscan reactivar la producción y
garantizar sus fuentes de suministro; para ello han decidido fortalecer a
bandas emergentes locales.
“Los
cárteles mexicanos ya no tienen, como hasta hace poco, una cabeza con la que
negociar en Medellín. Hay una pérdida de cohesión del crimen organizado en la
ciudad por los golpes que hemos dado y por la captura de los capos que
controlaban el negocio. Creemos que el Cártel de Sinaloa está buscando
contactos y relaciones de negocios que le permitan aumentar los cargamentos”,
explica a Proceso el jefe del subcomando operacional de la Policía
Metropolitana de Medellín, José David Garzón.
La
captura en agosto de 2012 de Ericson Vargas Cardona, Sebastián, jefe de La
Oficina de Envigado, provocó que los cárteles mexicanos perdieran a su
principal contacto en Medellín, un centro de negocios estratégico para el narco
internacional por su pujante economía y por ser el epicentro de una amplia
región rural en la que confluyen los cultivos ilícitos de hoja de coca, los
laboratorios para procesar la droga y las vías de salida hacia el Golfo de
Urabá, en el Caribe.
Fuentes
de inteligencia de la Policía Nacional de Colombia (PNC) señalan que el Cártel
de Sinaloa ha establecido relaciones de negocios con bandas emergentes de
Medellín, a las cuales financia y arma a cambio de cocaína.
Las
fuentes indican que se han encontrado en Medellín más de 100 fusiles de alto
poder, que forman parte de la fallida operación Rápido y Furioso, organizada
por la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF). Se trata de rifles
que Estados Unidos filtró al Cártel de Sinaloa con el objetivo de rastrearlos.
Rápido y Furioso fracasó y las bandas mexicanas transfirieron una pequeña parte
del arsenal a sus socios colombianos.
El
año anterior, durante la captura de Sebastián en una finca cercana a Medellín,
la policía encontró 56 fusiles, nueve subametralladoras y 13 pistolas, que en
su mayoría pertenecían a Rápido y Furioso, según certificaron peritos de la
ATF.
El
general de la policía colombiana Luis Eduardo Martínez, actual director
administrativo de la institución y quien fue comandante de la policía de
Medellín entre 2009 y 2011, recuerda: “En Medellín encontramos muchas pistolas
five-seven que provenían del Cártel de Sinaloa y eran usadas por los sicarios
de La Oficina de Envigado y los jefes de los principales combos (pandillas) de
la ciudad”.
Esas
escuadras de fabricación belga –calibre 5.7 milímetros– son ligeras, de gran
precisión por su bajo retroceso y de alto poder. Son capaces de traspasar
chalecos antibalas de clase III, los usados por la policía. En México y en
Colombia las llaman “matapolicías”.
Con
la caída de Sebastián –quien según informes de la policía colombiana mantenía
más vínculos con Los Zetas que con el Cártel de Sinaloa– se formó una
confederación de estructuras criminales que las autoridades denominan
organizaciones delincuenciales integradas al narcotráfico (odin). Este grupo
lanzó una guerra contra Los Urabeños, la ahora principal mafia trasnacional del
narcotráfico en Colombia, que ante la ausencia de un liderazgo consolidado
intentó controlar la plaza. Desde julio pasado está vigente una tregua.
En
medio de ese proceso de reconfiguración criminal la policía detectó que las
estructuras locales que operan en las zonas populares de Medellín obtuvieron
independencia y una mayor participación en la extorsión, el comercio de
mercancías bajo coerción, el microtráfico y el tráfico internacional de drogas.
“Con
las organizaciones criminales emergentes, el Cártel de Sinaloa busca asegurar
los suministros de cocaína que se han venido a pique, sobre todo en Medellín y
en la región de Antioquia (departamento del que aquella ciudad es capital), por
la atomización de La Oficina (de Envigado)”, indica a Proceso un analista de
inteligencia de la PNC quien pide el anonimato.
Fiesta
en el barrio
En
la zona La Mansión de la Comuna 8 de Medellín opera un grupo de combos llamado
El Morro de Chispas. Hace unos meses los habitantes de ese barrio comenzaron a
hablar de la presencia de “dos mexicanos de Sinaloa”. Las organizaciones
comunitarias tomaron nota. Un integrante de El Morro les confirmó que los
forasteros “eran del Cártel de Sinaloa”.
“Eso
fue a principios de año. Los mexicanos estuvieron varios días por aquí, casi
dos semanas. Cuando se fueron hicieron una rumba grande para todo el barrio.
Contrataron artistas de reguetón, cerraron calles, pusieron tarima, compraron
licor, comida y los repartieron entre la gente. Todo el barrio comenta todavía
esa rumba”, dice Luis, un habitante del sector.
Poco
después de la partida de los mexicanos, la organización El Morro de Chispas
comenzó a exhibir más poder. De las pistolas pasaron a los fusiles, adquirieron
vehículos “de alta gama” y camionetas cuatro por cuatro, y consolidaron su
poder territorial. “En el barrio, el que tenga fusiles va por el poder o tiene
el poder”, resume Luis.
El
Morro de Chispas comenzó a ampliar sus actividades de microtráfico de drogas y
extorsión, lo que generó un enfrentamiento con el combo La Roja, que opera en
el vecino barrio Villahermosa. El Morro, con sus nuevos pertrechos de guerra,
ganó la partida. Luis dice que ahora se sabe que están transportando pasta de
coca de Perú y Bolivia para procesarla en el oriente antioqueño y abastecer a
sus socios mexicanos.
Para
la policía ese episodio puede ser un indicativo de las nuevas relaciones entre
las organizaciones delictivas de Medellín y los cárteles mexicanos de la droga.
“Es lógico que busquen financiar a estas bandas emergentes. Tienen que venir
hasta acá para hacer sus contactos y garantizar sus cargamentos”, indica el
analista de inteligencia consultado.
La
atomización de las organizaciones delictivas de Medellín provoca también la
disgregación del negocio. “Ya no hay una sola transacción para asegurar los embarques,
sino varias en forma simultánea. El negocio es más complicado. Tiene que venir
más gente de México, por eso puede estar habiendo más reuniones para buscar
nuevos socios y suplir a los que tenían y han ido cayendo. Eso es algo de lo
que estamos pendientes”, detalla.
A
finales del año anterior, un grupo de organizaciones no gubernamentales
mexicanas debió aplazar un viaje a Medellín (para conocer experiencias exitosas
de prevención del delito) debido a que los organizadores de la visita les
advirtieron que integrantes del Cártel de Sinaloa se encontraban en la ciudad y
podía ser riesgosa su asistencia. La visita se realizó después, pero sólo duró
un día y se llevó a cabo con extremas medidas de seguridad.
Hermanos
de sangre
Desde
el surgimiento del Cártel de Medellín a finales de los setenta, las
organizaciones delictivas de esa ciudad han tenido una estrecha relación con
los cárteles mexicanos.
Pablo
Escobar Gaviria, quien llegó a manejar más de la mitad de los embarques de
cocaína a Estados Unidos, estableció alianzas con el Cártel de Guadalajara y el
Cártel de Juárez cuando las autoridades de Estados Unidos comenzaron a cerrar
las rutas del Caribe.
El
general retirado de la policía colombiana Luis Enrique Montenegro, quien
asesoró el sexenio pasado a la desaparecida Secretaría de Seguridad Pública
mexicana, señala que el Cártel de Medellín –en cuyo desmantelamiento participó–
tuvo como socios a Miguel Ángel Félix Gallardo, detenido en 1989, y a Amado
Carrillo Fuentes El Señor de los Cielos, quien murió durante una cirugía
plástica en 1997.
“Lo
que ocurre es que en la medida en que en Colombia se han ido desmantelando
todos los cárteles, los narcotraficantes mexicanos han buscado alianzas con
organizaciones cada vez más pequeñas. El crimen es dinámico y ha tenido una
evolución. Desde que dimos de baja a Escobar (hace dos décadas) las
organizaciones colombianas se han fragmentado. El Cártel de Medellín dio paso a
una organización más pequeña, como La Oficina de Envigado, y los cárteles mexicanos
se han ido adaptando a esta situación.”
Garzón
considera que La Oficina, cuyos jefes figuraron entre los principales socios de
los cárteles mexicanos la última década, “es hoy casi inexistente porque perdió
cohesión estructural y línea de mando”. Explica que el gran capo de ese cártel,
Diego Murillo, Don Berna, dominó esa estructura la década pasada, hasta 2008,
cuando fue extraditado a Estados Unidos.
Don
Berna forjó vínculos con Los Zetas y los cárteles del Golfo y Sinaloa, según la
PNC. Sus sucesores, Maximiliano Bonilla Valenciano y Sebastián, fueron
capturados en noviembre de 2011 y en agosto de 2012, respectivamente, y La
Oficina quedó acéfala. Ambos fueron extraditados a Estados Unidos.
Durante
los reinados de Valenciano y de Sebastián, la Policía Metropolitana de Medellín
recopiló informes de inteligencia que daban cuenta de varias reuniones de
negocios entre narcotraficantes mexicanos y colombianos en lujosas fincas de
los alrededores de la ciudad, todas con gran despliegue de seguridad. Algunas
terminaban en fiestas con alcohol, drogas y prostitutas.
Un
reporte indica que un traficante de nivel medio señaló que el hijo de un
narcotraficante mexicano “de Sinaloa” pasó en 2011 unos días de vacaciones en
la ciudad rodeado de escoltas de La Oficina, aunque no lo identificó por su
nombre. Dijo que varias noches acudió en compañía de hermosas jóvenes paisas
(antioqueñas) a las discotecas de moda en la ciudad, donde “se amanecía”.
El
año anterior la Dirección de Investigación Criminal confiscó 116 bienes, entre
inmuebles, vehículos y títulos accionarios de los hermanos Cifuentes Villa,
vinculados con La Oficina y –según la policía– con testaferros en Colombia del
Chapo Guzmán.
Las
propiedades pertenecían a Alexander, Jorge Milton y Dolly Cifuentes Villa,
herederos del imperio de su hermano Francisco, a quien las autoridades
colombianas identifican como “expiloto y hombre de confianza” de Escobar
Gaviria. “Ellos se ocuparon del lavado de activos para el Cártel de Sinaloa,
con el cual hicieron alianza”, señaló la PNC.
Garzón
sostiene que Medellín “ya no es segura para que los narcotraficantes mexicanos
tengan presencia. Es muy difícil que vengan a hacer presencia aquí grupos de delincuentes
extranjeros. Tenemos una policía muy efectiva en el área metropolitana. No creo
que un capo mexicano tenga interés en venir cuando se sabe lo que estamos
haciendo para contrarrestar la criminalidad.
“Lo
que sí creo que es que se están haciendo reuniones a otro nivel, más bajo, para
buscar socios y suplir esa falta de abastecimiento que ya estamos viendo. Con
decirle que muchos narcotraficantes mexicanos que han venido ni siquiera están
asistiendo personalmente a muchas reuniones, sino que buscan a un
intermediario, con el que se entienden.”
La
presencia periódica de enviados de los cárteles mexicanos de la droga en
Medellín para hacer negocios con grupos delictivos locales “es un fenómeno
bastante preocupante” para las autoridades de la ciudad, dice a Proceso el
secretario de Seguridad del municipio, Iván Darío Sánchez Hoyos. “Éste es un
tema que debe preocupar a toda Colombia”.
Existe
además “una gran relación de las FARC (las guerrilleras Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia) con los cárteles mexicanos y, claro, nosotros
estamos inmersos en un proceso de paz (con ese grupo rebelde) pero sin tregua,
sin cese de actividades ilícitas, y Antioquia en general es un departamento que
ha tenido una presencia muy importante de grupos guerrilleros”.
Suministro
a cualquier costo
El
politólogo colombiano Gustavo Duncan, investigador de temas de narcotráfico y
seguridad en la Escuela de Administración, Finanzas y Tecnología de Medellín,
considera que los cárteles mexicanos de la droga sí han visto afectado el
suministro de cocaína colombiana y el nivel de pureza de la droga por la
presión policiaca contra las organizaciones locales, por lo cual “tienen que
mandar a supervisores y tienen, definitivamente, que pelear por el
abastecimiento y por la pureza de la droga.
“Para
Los Zetas y el Cártel de Sinaloa lo importante es que el abastecimiento esté
garantizado y eso lo aseguran con sus socios colombianos; pero eso no es
producto de una imposición violenta de los mexicanos en territorio colombiano,
sino parte de una transacción, de una negociación. Los grandes capos mexicanos
mandan intermediarios acá para buscar abastecimiento, no pistoleros a hacer la
guerra.”
Según
el también maestro en defensa y seguridad por la Universidad de Cranfield en el
Reino Unido, “no es que los mexicanos les ganaran a las mafias colombianas un
combate; fue simplemente que a éstos les cerraron la ruta por el Caribe, y si
tú eres narcotraficante colombiano el mejor negocio es colocar la droga en
México. Esto es lo que propicia más acercamientos entre las organizaciones
mexicanas y colombianas, y el Cártel de Sinaloa es el que ha sido
históricamente más fuerte en esas transacciones”.
Para
los analistas de la PNC, Medellín ha perdido peso como ruta estratégica de la
droga por la caída de los grandes capos de La Oficina, mientras que el sur –los
departamentos de Nariño, Cauca y Putumayo– y el nororiente han ganado
relevancia.
En
general, Colombia ha sufrido una drástica reducción de cultivos de hoja de
coca, que pasaron de 99 mil hectáreas en 2007 a 48 mil en 2012, de acuerdo con
la ONU.
En
Antioquia los cultivos pasaron en ese mismo lapso de 9 mil 926 a 2 mil 725. Las
organizaciones colombianas, sin embargo, son las que históricamente han
manejado esta industria en Sudamérica y parece difícil que sean desplazadas por
mafias de la droga de países vecinos. Sus relaciones con los cárteles mexicanos
son complementarias: unos abastecen, los otros distribuyen, y nada indica que
esa complementariedad económica vaya a variar en el corto plazo, en especial
por la capacidad financiera de los cárteles mexicanos.
Garzón
plantea: “¿Qué es lo que tiene el Cártel de Sinaloa en este momento? Lo que
tuvo Pablo Escobar en los noventa: el poder económico. Aunque no tiene el poder
territorial en Colombia, su capacidad financiera le permite hacer alianzas con
todos aquellos que tienen poder territorial aquí y que le garanticen el
abastecimiento de droga”. lT
No hay comentarios.:
Publicar un comentario