Exilios/Ida Vitale
...tras tanto
acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana
Están
aquí y allá: de paso,
en
ningún lado.
Cada
horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían
ir hacia cualquier fisura.
No
hay brújula ni voces.
Cruzan
desiertos que el bravo sol
o
que la helada queman
y
campos infinitos sin el límite
que
los Vuelve reales,
que
los haría de solidez y pasto.
La
mirada se acuesta como un perro,
sin
siquiera el recurso de mover una cola.
La
mirada se acuesta o retrocede,
se
pulveriza por el aire
si
nadie la devuelve.
No
regresa a la sangre ni alcanza
a
quien debiera.
Se
disuelve, tan solo.
De
"De procura de lo imposible" 1998
Poeta
y crítica uruguaya nacida en Montevideo en 1924.
Estudió
Humanidades en su país, siendo profesora de literatura hasta 1973 cuando la
dictadura la forzó al exilio.
Vivió
en México de 1974 a 1984, radicándose definitivamente en Austin, Texas, desde 1989.
Su
obra lírica, caracterizada por una honda emoción expresada de manera lúcida y
privada de patetismos,
la
convierten en una de las voces principales de la llamada generación del 45, y
en la actualidad, en nombre
insoslayable
del panorama poético hispanoamericano.
Además
de poeta, es autora de artículos periodísticos y de crítica literaria, así como
de numerosas traducciones.
Parte
de su obra está contenida en los siguientes volúmenes: «La luz de esta memoria»
en 1949, «Palabra dada»
en
1953, «Cada uno en su noche» en 1960,«Oidor andante» en 1972, «Jardín de sílice» en 1980, «Parvo reino»
en
1984, «Sueños de la constancia» en 1988, «Procura de lo imposible» en 1998,
«Reducción del infinito» en 2002,
«Plantas
y animales» en 2003, y «El Abc de Byobu» en 2005.
IDA
VITALE / ESCRITORA
“Soy
poeta por pereza e irresponsabilidad”
ELSA
FERNÁNDEZ-SANTOS Madrid
El
País, 21 DIC 2013
El
exilio ha marcado la obra de Ida Vitale (Montevideo, 1923). Aunque no en
sentido negativo. Dejó Uruguay en 1974 rumbo a México y, 10 años después, se
instaló en Austin (Texas), donde vive desde entonces. Profesora de literatura,
ensayista y, sobre todo, poeta, vive embarcada en la búsqueda infinita de la
precisión, esa lucha de gigantes que dota de absoluto misterio su frágil obra.
Ella dice que su poesía despegó gracias a su aterrizaje en México y que luego
encontró la tranquilidad necesaria para seguir madurando en su hogar actual:
“Me basta un buen aeropuerto y una maravillosa biblioteca para estar bien”.
Enmarcada en la llamada generación del 45 —la de Benedetti, Idea Vilariño o
Carlos Maggi, la que miró con fascinación y distancia al pater Onetti—, Vitale,
de nombre familiar para los amantes de las quinielas del Cervantes, pasó por
Madrid hace unas semanas para ofrecer un recital en el festival Poemad.
Desplegó su milagrosa energía, su exquisita educación y su ejemplar fortaleza y
sencillez, siempre riéndose y sin darse importancia.
“Soy
poeta por pereza y por irresponsabilidad”, asegura con elegante coquetería. “La
novela exige una concentración distinta. ¡Yo llevo años con una novela que
nunca acabo! La poesía nace de otra manera, me gusta su inmediatez. Yo no hago
poemas largos y cuando los hago me siento insegura, como si la prolongación
fuese algo indebido. Juan Ramón [Jiménez] me dijo algo que no olvido: lo mejor
que se puede hacer es escribir y guardar. Guardar en un cajón y sacarlo con el
tiempo. Me hablaba de no olvidar nunca la objetividad, la autocrítica. Y yo lo
hago. Lo guardo todo hasta olvidarlo”. Para ella escribir esconde siempre un
gran fracaso, quizá por eso le cuesta hablar de un acto que en el fondo
considera profundamente íntimo. “En el primer plano de la poesía debe estar el
lenguaje, ese es el tema. Lo que me mueve a escribir es él, la búsqueda de lo
que ya no se va a dar”.
Juan
Ramón me aconsejó no olvidar nunca la capacidad autocrítica"
Cuando
salió de Uruguay, empujada por la dictadura, ya era una poeta reconocida y una
mujer “crecida”. “Pero el exilio me puso más en actividad y me ayudó a
despegar. Me amplió el campo”, explica. “El exilio puede ser una experiencia
dramática y terrible o una cosa maravillosa. En mi caso me dolió mucho alejarme
de mi gente, lo pasé muy mal, pero al poco tiempo me sentí mucho más
enriquecida. México me dio no solo la comodidad de un mundo agradable, sino la
oportunidad de sentirme útil con traducciones, con clases… y eso es algo que
jamás dejaré de agradecerle a ese país, su enorme apertura hacia el que venía
de fuera”.
Vitale
se había criado en una familia culta y cosmopolita que forjó, en su pequeño
cuerpo, a una mujer con seguridad y determinación. “Yo me formé en un núcleo de
mujeres que trabajaban y leían, jamás sentí a ningún hombre por encima. Mi
marido, que es uruguayo, dice que yo nunca me he dado cuenta de lo machista que
es Uruguay porque en mi casa no lo eran, muy al contrario. En mi familia los
libros eran importantes y nosotras siempre estuvimos rodeadas de ellos. Adoro a
Virginia Woolf, pero yo tenía un cuarto propio y enorme libertad de lectura. Mi
tarea los sábados era limpiar una biblioteca”.
Cuarta
generación de emigrantes italianos, guarda recuerdos vivos de la casa familiar,
del altillo donde estaban sus libros favoritos, “leía Guerra y paz, libros de
historia, de Napoleón, me gustaban esas cosas”. Dos poetas uruguayas del siglo
XIX, María Eugenia Vaz Ferreira y de Delmira Angustini, determinan su tradición
(“me siento más cerca de María Eugenia, era diferente, despojada. Era la
escéptica, la feminista, la que sintió la necesidad de imponerse”), pero sus
dos grandes referentes fueron españoles: su profesor José Bergamín y Juan Ramón
Jiménez. “Juan Ramón llegó a Montevideo en una gira que hizo por América para
recuperar el español. Aquel viaje suyo fue su resurrección, una gira triunfal.
Recuerdo un recital en el teatro Solís donde la gente se colgaba de los palcos
para escucharlo, no cabía un alfiler. Era una conferencia sobre el Cancionero y
el Romancero, una maravilla… Pero Bergamín fue otra cosa, no puedo explicar su
importancia en mi vida. Nos contagiaba cada día su entusiasmo, siempre con sus
libros, los prestaba, los regalaba para que leyéramos a los románticos
alemanes, a Juan de la Cabada, a Juan Ramón, a ¡todos! Podías estar de acuerdo
o no, pero no te podías resistir a su personalidad”.
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