La
violencia, también por las minas y la madera/ALEJANDRA
GUILLÉN Y RAÚL TORRES
Revista Proceso # 1946, 15 de febrero de 2014;
No
toda la violencia es por narcotráfico. Entre los puertos de Lázaro Cárdenas,
Michoacán, y de Manzanillo, Colima, se extiende un territorio rico en mineral
ferroso y madera, que la delincuencia organizada saquea y comercializa
ilegalmente. Cansados de denunciar el régimen de terror al que los someten los
cárteles y sus grupos paramilitares, los pobladores de esa región organizaron
sus policías comunitarias. Pronto estuvieron entre dos fuegos: el del gobierno
y el de los sicarios.
AQUILA,
MICH.- Tres años después de haber sido desplazados de su tierra, el sábado 8 de
febrero varios expolicías comunitarios de Santa María Ostula retornaron para
recuperar esta población por segunda vez.
Esa
semana realizaron tres asambleas y pidieron apoyo para tomar el jueves 13 el
lugar conocido como La Placita e identificado como bastión del crimen
organizado. Creen que ahí está Federico González, El Lico, uno de los
principales mafiosos de la región.
A
El Lico se le atribuye la mayoría de los asesinatos y desapariciones forzadas
en la costa michoacana; por eso los desplazados entraron con el respaldo de
alrededor de 50 camionetas de los grupos de autodefensa de Coalcomán,
Chinicuila, de la cabecera municipal de Aquila y de otros pueblos aledaños.
Paralelamente,
en la cabecera de Ostula se realizó una asamblea general en la que se determinó
reorganizar a su Policía Comunitaria.
Ostula
es relevante en la circunstancia actual de Michoacán, ya que el 14 de junio de
2009 el Congreso Nacional Indígena declaró aquí el derecho de los pueblos a la
autodefensa.
Dos
semanas después los nahuas recuperaron sus tierras ancestrales, que les
disputaban pequeños propietarios de La Placita, y para protegerlas crearon su
Policía Comunitaria y su Guardia Tradicional (ésta existía hasta los años
ochenta, pero el gobierno estatal ordenó al municipio que la disolviera). Sin
embargo, en mayo de 2010 el Ejército desarmó a estos grupos y se multiplicaron
los asesinatos y las desapariciones forzadas.
El
domingo 9 casi se repitió el episodio: al día siguiente de que regresaron a
Ostula decenas de indígenas desplazados, los militares entraron al pueblo y
tomaron la casa donde se resguardaban las armas de las autodefensas. Pero esta
vez la población fue a impedir que se las llevaran. Después de meses de miedo y
silencio, exigieron que se mantengan las guardias comunitarias.
Todavía
está muy presente el 6 de diciembre de 2011, cuando cuatro sicarios emboscaron
a un contingente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y separaron
de él a Trinidad de la Cruz, de 73 años, uno de los líderes morales de Santa
María Ostula. “¡Por qué volviste, viejo cabrón! ¡Te dijimos que no volvieras!”,
le gritaba uno de los delincuentes. Algunos activistas escucharon o vieron cómo
golpeaban al anciano. Al día siguiente apareció su cadáver.
Esos
meses fueron de terror. Se reportaba un asesinato o una desaparición forzada
cada 15 días, en promedio. Desde junio de 2009, cuando la comunidad nahua
recuperó parte de su territorio ancestral y renombró Xayakalan a esa zona, 28
personas habían sido asesinadas y cuatro desaparecidas.
Los
sicarios se ensañaron con los líderes viejos, con los más jóvenes, las
autoridades comunales, los feligreses afines a la teología de la liberación,
los integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional y los excomandantes de
la Policía Comunitaria y la Guardia Tradicional. Decenas de familias tuvieron
que huir. Ostula, ubicada entre los puertos de Manzanillo (Colima) y Lázaro
Cárdenas (Michoacán), se había convertido prácticamente en un laboratorio de
contrainsurgencia.
Con
escasa resistencia, empresas mineras comenzaron a presionar a las autoridades
locales para que les dejaran extraer hierro de la sierra a su antojo. Lo que
quedaba de la asamblea de Ostula negó los permisos. Pero la delincuencia
organizada ya saqueaba el bosque y exportaba madera de granadillo o sangualica
(especie en peligro de extinción) a China y Taiwán.
También
durante 2012, en la sierra costera de Nayarit y Jalisco, grupos criminales
comenzaron a robar granadillo y tampicirán (protegidos por la Norma Oficial
Mexicana 059-SEMARNAT-2010).
Además,
el Consorcio Minero Benito Juárez Peña Colorada, asentado en la sierra de
Manantlán, en los límites de Jalisco y Colima, denunció formalmente que esos
grupos han extraído y comercializado ilegalmente desde 2008 1 millón y medio de
toneladas de mineral de hierro.
La
Dirección General de Minas de la Secretaría de Economía tiene registradas en el
municipio de Aquila 102 concesiones mineras; 12 de ellas operan en 7 mil 913
hectáreas de Ostula (41.6% de las 19 mil que constituyen su territorio) y siete
están a nombre de la empresa Encinas. Ésta opera desde hace décadas en la
cabecera municipal y, al igual que Peña Colorada, es propiedad de la
trasnacional Ternium.
La
reorganización
Pedro
y Juan, dos de los habitantes de Ostula que el sábado 8 regresaron con las
autodefensas, fantasearon durante cuatro años qué harían al llegar a su tierra:
beberse un coco frente al mar, visitar las tumbas de don Trinidad de la Cruz y
otros caídos… Hasta que, a principios de enero, comenzó a reagruparse un
comando de la que fuera su Policía Comunitaria.
Semanas
antes, describieron en entrevista cómo se desató la violencia contra su
comunidad, que ha dejado 30 muertos, cinco desaparecidos y decenas de
desplazados, como ellos.
Todo
empezó con un acuerdo para dejar a los partidos fuera de la vida comunal.
Querían recuperar el paraje costero La Canahuancera, en manos de pequeños
propietarios, y comprendieron la necesidad de unirse: siglas y banderas “nos
tienen divididos y esto se trata de la lucha social, aquí somos un solo bloque
y vamos sobre la misma defensa”, comenta Juan.
El
29 de junio de 2009, centenares de comuneros bajaron de Ostula a la costa y
fueron recibidos a balazos. La Policía Comunitaria repelió la agresión.
Finalmente retomaron su tierra y la renombraron Xayakalan.
El
primer año se respetó el pacto de continuar sin partidos, por lo que en la
elección de 2009 no se permitió que se colocaran casillas, pero en 2010 las
cosas cambiaron. Mario Álvarez López (hoy delegado regional de la Secretaría de
Desarrollo Rural del gobierno de Michoacán), originario de Aquila, se lanzó
como candidato del PRI para diputado local del distrito XXI. Juan recuerda que
Álvarez López “se jaló a unos 20 habitantes de Ostula y les pegó una calca que
decía: Yo soy PRI”.
“Tal
vez por temor lo permitieron ellos. Yo lo vi, pero no dije nada, aunque soy de
los que más ladraba en asambleas. Ahora pienso que de ahí vino el descontrol;
vio que no reaccionamos y dijo ‘ah, por aquí es’”.
A
partir de entonces los líderes locales del PRI “agarraron a los adictos,
desempleados y a gente que con mil pesos la traen como quieren. Dicen que al
hambriento dale un taco y ya con eso lo tienes contento, y con la droga ellos están
felices; ahí fue cuando algunos dieron la espalda a la comunidad. En algún
momento les llamaremos la atención, a ver de a cómo les toca”.
De
pronto, el gobierno y la delincuencia organizada se enteraban de los acuerdos
de la asamblea, de lo que decía cada uno.
Juan
y Pedro señalan a Álvarez López como uno de los principales interesados en que
Ostula no recupere su tierra, pues en el conflicto agrario él argumenta que es
propietario de más de 500 hectáreas en Xayakalan.
Después
vinieron las amenazas y los atentados. En mayo de 2010 un convoy de la Armada
desarmó a la Policía Comunitaria (que llegó a tener alrededor de 400
integrantes). Al día siguiente, dicen los entrevistados, entró a la comunidad
el “jefe de la plaza” del narco y repartió volantes donde afirmaba que él era
amigo de Ostula. Ese mismo día intentaron “levantar” a uno de los comandantes
de la recuperación de tierras de 2009.
En
agosto siguiente, un grupo de militares, marinos, policías federales e
individuos que portaban chalecos antibalas que ostentaban las siglas DEA
irrumpió en Ostula a casa de otro comandante que participó en la acción de
2009. Según los entrevistados, los marinos pretextaron que buscaban al presunto
líder de un cártel local, denunciado en una llamada anónima.
El
20 de enero de 2011 Juan y otros comuneros jugaban futbol cuando llegó un
comando y le disparó a su camioneta. Él consiguió escapar por el cerro.
A
Pedro no le fue mejor: “Como había fiesta, primero oímos lo que, pensamos, eran
cohetes. Estábamos bien tranquilos tomando una chela cuando vi que sacaron los
cuernos. Nos tiramos de panza, no sabía uno ni qué”.
Juan
acusa: “Yo le echo la culpa al gobierno. Le interesan las tierras y quiere
intimidar a la gente para que no se siga moviendo”, afirma Juan.
–¿Pero
cuál es el interés del gobierno?
–Los
caciques quieren bajarse a vivir a la costa, nuestras playas son tan hermosas
que todos las quisieran tener. Además está la minería. Cuando el Tribunal
Agrario sacó su resolución sobre Ostula, en 2008, curiosamente le quitaba a la
comunidad toda la franja de tierras que llegaba hasta la mina de Aquila
(operada por Las Encinas). Existe el fuerte rumor de que se pretende hacer un
puerto minero justo donde la comunidad recuperó las tierras, en Xayakalan. En
Ostula hay fierro y otras cosas. También se están llevando la madera.
La
estrategia de desplazamiento y terror funcionó: muchos habitantes se fueron.
Los asesinatos se atribuían a pleitos entre cárteles. La unidad sin partidos
que se consiguió en 2009 se rompió.
Tras
el asesinato de Trinidad de la Cruz, comenzaron las extorsiones. Continuaron
los asesinatos y desplazamientos. A quien se quedaba, si tenía un negocio, los
narcos le cobraban derecho de plaza o se lo quitaban, y cuando mataban a
alguien se repartían sus bienes.
–¿Y
ahora cómo ven el panorama?
–Hace
un año le platiqué a un amigo: “Mejor voy a regresar al rancho, miro que la
gente no se quiere defender”. Y me decía: “Ya apacíguate mejor”. Pero cuando vi
que las guardias comunitarias andaban por otros lados, me convencí. Los que
somos entrones estamos afuera de Ostula y ellos (los delincuentes) tienen miedo
del día que estemos juntos. Yo sé que mi gente me está esperando, oigo rumores
–responde Juan.
El
21 de septiembre de 2010 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
solicitó que el gobierno de México adoptara medidas cautelares e informara
sobre el paradero de Gerardo Vera Orcino, Javier Martínez Robles y Francisco de
Asís Manuel, éste presidente de Bienes Comunales de Ostula. Ya iban 12
asesinatos, incluidos los dos de la comunidad de Coire.
La
medida de seguridad que otorgó el Estado fue brindarles el número telefónico de
la Secretaría de Seguridad Pública estatal y el de la Secretaría de Marina,
como se lee en la solicitud de ampliación de las medidas cautelares a favor de
la comunidad de Ostula que se entregó a la CIDH el 15 de julio de 2011.
En
este documento se detalló la lista de torturas y asesinatos contra los
integrantes y simpatizantes de la resistencia indígena, así como sus familias.
Todo esto a pesar de que el Ejército y la Marina tienen bases muy cercanas.
Madera
y hierro, a China
La
Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), en sus boletines
sobre decomisos correspondientes a 2012 y 2013, describe la de sangualica como
una madera dura y pesada, de color castaño a rojizo y morado, con vetas
negruzcas. Para el entrevistado Juan es “la más hermosa que puede haber. No
ocupan lijarla, al cortarla tiene una transparencia que… ¡ah, chulada!”. Es la
especie que están arrasando los talamontes armados.
Los
pobladores afirman que el despojo comenzó en Pómaro y Coire, comunidades nahuas
más cercanas al puerto de Lázaro Cárdenas. “De ahí se fueron pa’rriba”: hacia
el puerto de Manzanillo, pasando por Ostula.
Pedro
señala que el actual alcalde de Aquila, Juan Hernández Ramírez, prestó
maquinaria para abrirle camino a los talamontes. “Ya lo juzgaremos y le
cobraremos lo que nos robó”, añade.
Un
activista de la sierra de Nayarit, quien pide no publicar su nombre, igual que
casi todas las fuentes locales, relata que un decomiso de la Profepa fue
interceptado por el crimen organizado: “Tú traes algo que me pertenece”, le
advirtió un mafioso al inspector federal.
Y
denuncia: “En la playa Lo de Marcos están los aserraderos clandestinos. Los
ejidos que se habían mantenido al margen de la tala, como Úrsulo Galván, están
aprovechando porque saben que la mafia tiene marginada a la autoridad federal.
Así que están sacando otras especies como el tepemezquite (…) Están descremando
los montes y los riesgos ecológicos son incalculables, no sabemos el impacto de
que desaparezcan todas estas especies. Se están llevando árboles de 200 o 300
años. Ni tú ni yo veremos de esa talla en nuestra vida”.
El
terror se desató también contra el pueblo nahua de Ayotitlán, en la costa sur
de Jalisco, cuando se resistió al saqueo de estas especies: el 23 de octubre de
2012 fue desaparecido Celedonio Monroy, uno de los principales defensores del
territorio.
Igual
que Ostula, Ayotitlán está cerca de Manzanillo y Lázaro Cárdenas. Los decomisos
de la Profepa se registran principalmente en Colima, aunque investigaciones
periodísticas han documentado que por Manzanillo salen hacia China los
minerales y la madera que explota el Cártel de Jalisco Nueva Generación, y por
Lázaro Cárdenas los que saquean Los Caballeros Templarios.
En
2012 la dependencia federal reportó cinco decomisos de estas maderas
tropicales. El siguiente año se hicieron públicos por lo menos 10
aseguramientos en Manzanillo. En todos los casos sus destinos eran China y
Taiwán.
El
saqueo del mineral de hierro ya tiene décadas tanto en Aquila como en
Ayotitlán. Los grupos paramilitares aparecieron en 2010 y desde entonces no hay
día que los pobladores no vean a hombres armados en camiones cargados de
pedacera de cerro con vetas de fierro, oro y otros minerales.
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