Cuba,
EEUU y algo más/José Luis Rodríguez Zapatero es ex presidente del Gobierno.
Publicado en El
Mundo | 22 de diciembre de 2014
El
acuerdo de Barack Obama y Raúl Castro supone, antes que nada, un trascendental
giro en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba tras más de medio siglo de
confrontación. Y lo primero que cabe destacar es la buena acogida general que
en la comunidad internacional ha encontrado la noticia. Incluso algunos de los
que tozudamente habían venido defendiendo una política de aislamiento y de no
diálogo con Cuba han reaccionado con satisfacción ante este paso histórico para
la sociedad cubana, para las relaciones en las Américas y para la perspectiva
de las ideas que han de presidir una visión abierta, constructiva y
civilizatoria de la comunidad política global en este siglo XXI.
Porque,
en efecto, este acuerdo supone un hito en el terreno de las ideas, de los
valores y de los principios que al final deben inspirar las políticas más
eficaces. Es un triunfo indiscutible del diálogo, ese principio a veces
denostado por los guardianes de los esquemas deterministas y dogmáticos. Es
también un triunfo de los que no consideran el nacionalismo y la patria como
una trinchera. Supone, asimismo, un reconocimiento de la contingencia
histórica, de la necesidad de entender, aunque no sea fácil, los procesos
históricos de países que, como Cuba, han transitado durante mucho tiempo por
una vía política ciertamente excepcional.
Habrá
quienes sigan pensando que la aproximación relativista o posibilista a
determinados problemas o contenciosos -lo que convencionalmente algunos tachan
de buenismo- comporta una suerte de renuncia a los valores de la libertad, de
la democracia y de los derechos humanos. Son aquellos que olvidan que las
democracias difícilmente arraigan como fruto de presiones o de imposiciones o,
menos aún, del uso de la fuerza. Son los mismos a los que les cuesta comprender
que el acercamiento, el diálogo, la persuasión de la palabra, suelen ser más
transformadores que los embargos y los aislamientos. Sé que no siempre el
diálogo da sus frutos en un corto plazo de tiempo, pero eso no es excusa para
no perseverar. Eldiálogo, la búsqueda del entendimiento, la consecución de la
paz, no admiten ni la fatiga ni eldesistimiento.
Cuba
está llamada a un proceso de cambios y de progreso, pero este horizonte sólo se
puede abrir con Cuba y no contra Cuba, sólo se descubrirá con el diálogo y el
respeto, no con la condena y el aislamiento. Ésa es la lección de este acuerdo.
Obama
ha demostrado que muchas de las esperanzas depositadas en él estaban fundadas.
La señal que ha emitido al mundo tiene un alto valor para la confianza en la
política.
Raúl
Castro ha dado un paso que merece el reconocimiento y el apoyo. El impacto tan
positivo que ha tenido debe representar a la vez una exigencia y un incentivo
para emprender decididamente el camino de las reformas.
Sin
duda que ese camino no estará exento de dificultades y de contratiempos, pero
todo apunta a que va a ser irreversible y positivo tanto para el pueblo cubano
como para Estados Unidos.
Las
consecuencias del anuncio del 17 de diciembre trascienden al eje Washington-La
Habana. Para América, la del norte y la del sur, supone alentar un nuevo clima
político, una nueva mirada de los países latinoamericanos hacia la gran
potencia vecina. En mi experiencia política he podido constatar cómo no pocos
países de Latinoamérica, sin aplaudir al Gobierno cubano, no podían dejar de
sentir y expresar su solidaridad y compresión hacia Cuba en su confrontación
con los Estados Unidos. Por ello es posible que las difíciles relaciones que
mantiene Estados Unidos con algunos países latinoamericanos puedan ahora
comenzar a reconducirse.
Y
los efectos de este histórico deshielo no se agotan en la dimensión americana.
Para
España es una excelente noticia, desde todos los puntos de vista. Nuestra
posición, si sabemos hacerla valer, puede adquirir una relevancia notable,
tanto ante Cuba y toda América Latina como en la Unión Europea. Este es un
momento y un lugar oportuno para recordar los intensos esfuerzos del ministro
Miguel Ángel Moratinos por reconducir la relación UE-Cuba y cómo, a pesar de
tantas resistencias, logró que la UE fuera dando un giro desde la llamada
«posición común» de 1996, consistente en levantar un muro entre la UE y Cuba,
hasta promover una nueva política hacia la isla del Caribe.
En
2005, la UE, a propuesta de España, decidió la suspensión temporal de todas las
sanciones diplomáticas contra Cuba, vigentes desde junio de 2003, y apostó por
una apertura del diálogo con aquel país. En junio de 2008, de nuevo a
iniciativa del Gobierno español, se logró que el Consejo de la UE acordara el
levantamiento íntegro de las sanciones. Es cierto que la posición común no fue
expresamente derogada, pero en buena medida quedó ya en papel mojado. Y los
esfuerzos del ministro Moratinos también fueron determinantes para que en 2012
la Unión Europea decidiera buscar un acuerdo de diálogo político y cooperación
para la normalización de las relaciones bilaterales, que se están negociando en
estos momentos. No recordaré aquí los epítetos que el ministro recibió por su
orientación hacia Cuba y por los tres viajes que realizó a la isla como miembro
del Gobierno de España. Lo importante es que, en España y en la UE y con
consenso, pasemos definitivamente de la posición común al diálogo y al acuerdo
para apoyar el proceso de reformas en Cuba.
Para
un futuro de progreso y cambio en Cuba nada se puede hacer sin Estados Unidos,
pero quien más puede consolidar hoy este nuevo tiempo es la Unión Europea.
Sería injusto, por último, no referir en estas líneas el papel jugado por El
Vaticano y, en especial, por el cardenal Ortega. Su tarea merece un alto reconocimiento.
Es un buen ejemplo de cómo las confesiones religiosas pueden, con su compromiso
activo, contribuir eficazmente al entendimiento, la convivencia y la paz.
En
octubre de 2009, en la reunión que celebré con Obama en la Casa Blanca, me
planteó su disposición a dar pasos de acercamiento a Cuba si a su vez se hacía
llegar a sus líderes la necesidad de que La Habana diera los suyos. El tiempo
ha demostrado que la voluntad del presidente de Estados Unidos era sincera y su
actitud, valiente.
El
día 17, al mismo tiempo que se anunciaba el histórico acuerdo entre Estados
Unidos y Cuba, las FARC anunciaban un alto el fuego indefinido en Colombia. No
cabe duda de que fue un buen día para renovar la confianza en la política, en
la política que transforma la realidad impulsada por el diálogo y la voluntad
de mejor convivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario