El
papa exhortó a los líderes religiosos de
Sri Lanka a “exigir a nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que
vivan plenamente los principios de la paz y la convivencia que se encuentran en
cada religión, y denunciar los actos de violencia que se cometan”.
'Queridos
amigos
He
llegado a Sri Lanka siguiendo las huellas de mis predecesores, los papas Pablo
VI y Juan Pablo II, para manifestar el gran amor y preocupación de la Iglesia
Católica por Sri Lanka. Es una gracia especial para mí visitar esta comunidad
católica, confirmarla en la fe cristiana, orar con ella y compartir sus
alegrías y sufrimientos. Es igualmente una gracia poder estar con todos
ustedes, hombres y mujeres de estas grandes tradiciones religiosas, que
comparten con nosotros un deseo de sabiduría, verdad y santidad.
En
el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica declaro su profundo y permanente
respeto por las demás religiones. Dijo que ella «no rechaza nada de lo que en
estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los
modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas» (Nostra aetate, 2). Por
mi parte, deseo reafirmar el sincero respeto de la Iglesia por ustedes, sus
tradiciones y creencias.
Con
este espíritu de respeto, la Iglesia Católica desea cooperar con ustedes, y con
todos los hombres de buena voluntad, en la búsqueda de la prosperidad de todos
los ciudadanos de Sri Lanka. Espero que mi visita ayude a impulsar y
profundizar en las diversas formas de cooperación interreligiosa y ecuménica
que se han emprendido en los últimos años.
Estas
iniciativas loables han brindado oportunidades para el diálogo, que es esencial
si queremos conocer, comprender y respetar a los demás. Pero, como demuestra la
experiencia, para que este diálogo y encuentro sea eficaz, debe basarse en una
presentación completa y franca de nuestras respectivas convicciones.
Ciertamente,
ese diálogo pondrá de relieve la variedad de nuestras creencias, tradiciones y
prácticas. Pero si somos honestos en la presentación de nuestras convicciones,
seremos capaces de ver con más claridad lo que tenemos en común. Se abrirán
nuevos caminos para el mutuo aprecio, la cooperación y, ciertamente, la
amistad.
Esos
desarrollos positivos en las relaciones interreligiosas y ecuménicas adquieren
un significado particular y urgente en Sri Lanka. Durante muchos años, los
hombres y mujeres de este país han sido víctimas de conflictos civiles y
violencia. Lo que se necesita ahora es la recuperación y la unidad, no nuevos
enfrentamientos y divisiones.
Sin
duda, el fomento de la curación y de la unidad es una noble tarea que incumbe a
todos los que se interesan por el bien de la nación y, en el fondo, por toda la
familia humana. Espero que la cooperación interreligiosa y ecuménica demuestre
que los hombres y las mujeres no tienen que renunciar a su identidad, ya sea
étnica o religiosa, para vivir en armonía con sus hermanos y hermanas.
De
cuántos modos los creyentes de las diferentes religiones pueden llevar a cabo
este servicio. Cuántas son las necesidades que hay que atender con el bálsamo
curativo de la solidaridad fraterna. Pienso particularmente en las necesidades
materiales y espirituales de los pobres, de los indigentes, de cuantos anhelan
una palabra de consuelo y esperanza. Pienso también en tantas familias que
siguen llorando la pérdida de sus seres queridos.
Especialmente
en este momento de la historia de su nación, ¡cuántas personas de buena
voluntad están tratando de reconstruir los fundamentos morales de la sociedad
en su conjunto! Que el creciente espíritu de cooperación entre los líderes de
las diferentes comunidades religiosas se exprese en el compromiso de poner la
reconciliación de todos los habitantes de Sri Lanka en el centro de los
esfuerzos por renovar la sociedad y sus instituciones.
Por
el bien de la paz, nunca se debe permitir que las creencias religiosas sean
utilizadas para justificar la violencia y la guerra. Tenemos que exigir a
nuestras comunidades, con claridad y sin equívocos, que vivan plenamente los
principios de la paz y la convivencia que se encuentran en cada religión, y
denunciar los actos de violencia que se cometan.
Queridos
amigos, les doy las gracias una vez más por su generosa acogida y su atención.
Que este encuentro fraterno nos confirme a todos en nuestro compromiso de vivir
en armonía y difundir la bendición de la paz.
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