Palabras del papa Francisco, en el aeropuerto de Colombo, Sri Lanka, a su
llegada tras el vuelo desde Roma. 13 de enero de 2015.
Distinguidas
Autoridades del Gobierno
Eminencia,
Excelencias
Quiero
agradecerles su cordial recibimiento. He deseado mucho esta visita a Sri Lanka
y pasar estos días junto a ustedes. Sri Lanka es conocida como la Perla del
Océano Índico por su belleza natural. Pero es aún más importante que esta isla
sea célebre por la calidez de su gente y la rica diversidad de sus tradiciones
culturales y religiosas.
su
invitación a visitar Sri Lanka y sus palabras de bienvenida. Saludo a los
distinguidos miembros del Gobierno y autoridades civiles que nos honran con su
presencia. Agradezco especialmente la presencia de los distinguidos líderes
religiosos, que desempeñan un papel tan importante en la vida de este país. Y
naturalmente, quisiera expresar mi agradecimiento a los fieles, al coro, y a
todas las personas que han contribuido a hacer posible esta visita. Agradezco
de corazón a todos su amabilidad y hospitalidad. Mi visita a Sri Lanka es
fundamentalmente pastoral. Como Pastor universal de la Iglesia católica, he
venido para conocer, animar y rezar con los fieles católicos de esta isla. Un
momento culminante de esta visita será la canonización del beato José Vaz, cuyo
ejemplo de caridad cristiana y respeto a todas las personas, independientemente
de su raza o religión, sigue siendo una fuente de inspiración y enseñanza en la
actualidad. Pero mi visita también quiere expresar el amor y preocupación de la
Iglesia por todos los ciudadanos de Sri Lanka, y confirmar el deseo de la
comunidad católica de participar activamente en la vida de esta sociedad.
Una
tragedia constante en nuestro mundo es que tantas comunidades estén en guerra
entre sí. La incapacidad para conciliar diferencias y desacuerdos, ya sean
antiguos o nuevos, ha dado lugar a tensiones étnicas y religiosas, acompañadas
con frecuencia por brotes de violencia.
Durante
muchos años, Sri Lanka ha conocido los horrores de la contienda civil, y ahora
trata de consolidar la paz y curar las heridas de esos años. No es tarea fácil
superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el
conflicto. Esto sólo se puede conseguir venciendo el mal con el bien (cf. Rm
12,21) y mediante el cultivo de las virtudes que favorecen la reconciliación,
la solidaridad y la paz. El proceso de recuperación debe incluir también la
búsqueda de la verdad, no con el fin de abrir viejas heridas, sino más bien
como un medio necesario para promover la justicia, la recuperación y la unidad.
Queridos
amigos, estoy convencido de que los creyentes de las diversas tradiciones
religiosas tienen un papel esencial en el delicado proceso de reconciliación y
reconstrucción que se está llevando a cabo en este país. Para que el proceso
tenga éxito, todos los miembros de la sociedad deben trabajar juntos; todos han
de tener voz. Todos han de sentirse libres de expresar sus inquietudes, sus
necesidades, sus aspiraciones y sus temores. Pero lo más importante es que
todos deben estar dispuestos a aceptarse mutuamente, a respetar las legítimas
diferencias y a aprender a vivir como una única familia. Siempre que las
personas se escuchan unos a otros con humildad y franqueza, sus valores y
aspiraciones comunes se hacen más evidentes. La diversidad ya no se ve como una
amenaza, sino como una fuente de enriquecimiento. El camino hacia la justicia,
la reconciliación y la armonía social se ve con más claridad aún.
En
este sentido, la gran obra de reconstrucción debe abarcar no sólo la mejora de
las infraestructuras y la satisfacción de las necesidades materiales, sino
también, y más importante aún, la promoción de la dignidad humana, el respeto
de los derechos humanos y la plena inclusión de cada miembro de la sociedad.
Tengo la esperanza de que los líderes políticos, religiosos y culturales de Sri
Lanka, considerando el bien y el efecto positivo de cada una de sus palabras y
actuaciones, contribuirán de manera duradera al progreso material y espiritual
del pueblo de Sri Lanka.
Señor
Presidente, queridos amigos, les doy las gracias una vez más por su acogida.
Que estos días que pasaremos juntos sean días de amistad, diálogo y
solidaridad. Invoco la abundancia de las bendiciones de Dios sobre Sri Lanka,
la Perla del Océano Índico, y rezo para que su belleza resplandezca en la
prosperidad y la paz de todos sus habitantes.
Texto
distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano
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