23 jun 2015

Miopía de la Corte, editorial semanario Desde la Fe..,

 Miopía de la Corte, editorial semanario Desde la Fe..
Domingo, 21 de junio de 2015
Es una victoria pírrica, pero que nos debe poner alerta, pues como dijo el ahora Papa Francisco cuando estaba a punto de aprobarse el “matrimonio entre personas del mismo sexo” en Buenos Aires:
La decisión de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación abrió nuevamente el debate en torno al matrimonio y la familia, de la cual depende, en gran medida, el futuro de nuestro país. Para las minorías homosexuales esta decisión es vista como un triunfo, pero para la gran mayoría viene a plantear más preguntas que respuestas sobre la auténtica tutela de la familia, cuyo significado comienza a entrar en terreno pantanoso del cual podrían venir consecuencias aún insospechadas.
Si bien la tesis jurisprudencial de la Primera Sala, emitida el 12 de junio, no es ley general de observancia obligatoria, sí trae aparejada la aplicación para los distintos niveles del Poder Judicial de la Federación. En su parte medular, la tesis de la Sala presidida por el ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, afirma como inconstitucionales todos los Códigos Civiles de las entidades federativas donde se define al matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Un argumento reduccionista que raya en el absurdo jurídico sirve de  falso puntal en este criterio de los ministros: “La finalidad del matrimonio no es la procreación, no tiene razón justificada que la unión matrimonial sea heterosexual ni que se enuncie como “entre un solo hombre y una sola mujer”.
 Es indudable el avance en materia de derechos humanos logrado en los últimos años, incorporándolo a nuestro régimen constitucional. Ninguna persona puede ser discriminada ni privada o restringida de sus derechos por orientaciones sexuales, y esto es un gran logro en el sistema jurídico mexicano; sin embargo, el planteamiento jurisprudencial conlleva un serio peligro relativista, de carácter antropológico, que disuelve el sentido del matrimonio como el origen de una comunidad esencial para la sobrevivencia social: la familia.
 En primer término, acabar con el concepto del matrimonio para satisfacer la avidez de poder de un grupo minoritario tiene en sí un profundo efecto de discriminación hacia los hombres y mujeres unidos en verdadero matrimonio; en segundo lugar, el reduccionismo jurídico levanta una cortina de humo al decir que el único fin del matrimonio es la procreación, pues evidentemente, los fines son más amplios a los de la limitada interpretación del máximo tribunal.
 Matrimonio y familia están bajo amenazas y dificultades, y esto no es una cuestión religiosa simplemente. Matrimonio y familia no son producto de eventos sociológicos, del consenso o de situaciones económicas. Se pierde de vista la teleología del matrimonio cuando, en la unión de un hombre y de una mujer, se comprende el significado de humanidad. El sí matrimonial del hombre y la mujer abre la posibilidad del futuro que implica la ayuda mutua y de apertura a la vida como genuino sentido de la trascendencia; en el fondo, y es lo que, por su miope visión, los ministros de la Corte se niegan a reconocer, el contrato matrimonial rebasa al simple consentimiento del “sí” para que, desde la complementariedad hombre-mujer se adquiera el sentido de responsabilidad social que sólo esta institución puede generar contra el anarquismo de las uniones entre las personas del mismo sexo a las que, neciamente, se quiere equiparar como de verdadero matrimonio bajo el sentido relativista y de degradación de la libertad.
 Es una victoria pírrica, pero que nos debe poner alerta, pues como dijo el ahora Papa Francisco cuando estaba a punto de aprobarse el “matrimonio entre personas del mismo sexo” en Buenos Aires, de donde fue Arzobispo: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo –éste es sólo el instrumento– sino de una movida del Padre de la Mentira (Satanás), que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”.


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