“Octavo Foro Nacional sobre Seguridad y Justicia, La Justicia
que merecemos: de la implementación a la consolidación”
El próximo 18 de junio entrará en
plena vigencia en todo el país el nuevo Sistema de Justicia Penal.
Por
ejemplo, en cuestiones tan sensibles como la justicia pronta y completa, así
como lograr el equilibrio de derechos y potestades de la víctima y el acusado,
dentro del proceso o la restricción máxima de la prisión preventiva.
Con
ello, hemos querido extender la mano de colaboración a los Tribunales
Superiores de Justicia de los estados para lo que ha habido, y lo reconozco,
una respuesta extraordinaria.
Segundo.
La respuesta de los juzgadores Federales en el trámite de las causas que se
someten a su decisión, hasta ahora ha sido adecuada, en un contexto en que
prácticamente la totalidad de los casos han involucrado flagrancia.
El
desafío está en mantener constante el flujo de solución de conflictos de índole
penal, una vez que se incrementen los procedimientos, como resultado de las
labores de investigación de la policía y del Ministerio Público, labor que,
desde luego, los jueces sólo atendemos, pero no realizamos.
Tercera.
Hasta ahora, los delitos de las causas judicializadas son, diríamos, de menor
entidad, pues casi el 60 por ciento corresponde a delitos relacionados con
portación de arma de fuego, mientras que otro 30 se compone de delitos de
narcomenudeo federal, narcotráfico, aunque por cantidades de narcóticos bajas
y, especialmente, robo de hidrocarburos.
Aquí,
quiero hace notar, por ejemplo, que, en las dos salas o centros de justicia,
uno en Puebla y otro en Guanajuato, es donde el número de causas es mayor,
precisamente, por el robo de hidrocarburos.
Esto
tiene notables implicaciones en dos aspectos. Por un lado, que fluyan de manera
adecuada los diversos mecanismos alternativos, ya que el procedimiento
abreviado y la suspensión condicional del proceso están cumpliendo su misión,
tanto de solución, como a la vez de descongestión del sistema a fin de que el
juicio como tal se reserve para un número reducido de casos, como ha sucedido
ya.
Por
otro lado, la prisión preventiva se ha disminuido hasta poco menos del 20 por
ciento en materia federal, y hoy, en el nuevo sistema, menos de uno de cada
cinco imputados enfrenta el proceso en libertad, sujeto a medidas cautelares.
Tema
de análisis, es que si ese porcentaje se podrá reducir todavía una vez que
empiece a funcionar la Unidad de Medidas Cautelares para el ámbito federal,
para que correlativamente el reto sea conservarlo en bajos niveles de prisión
preventiva cuando se judicialicen causas con delitos de mayor relevancia, entre
ellos los de prisión preventiva, oficiosa, como establece la Constitución y el
Código Nacional.
Cuarta.
Desde el comienzo nuestros Centros de Justicia Penal Federal y nuestros jueces
de Distrito, quiero subrayarlo, están preparados para conocer de todos los
delitos del orden federal, incluidos los de delincuencia organizada, que hasta
ahora no se han judicializado, ya que tenemos sólo tres causas por delitos de
este tipo, uno en Guanajuato, uno en la Ciudad de México y uno en el Estado de
México, de más de cuatro mil causas que ya conocen los jueces especializados,
lo que impide hasta ahora hacer cualquier evaluación de cómo está reaccionando
el nuevo sistema, ya que en sede judicial estos delitos no han sido promovidos.
Quinta.
Es indudable que, en esta renovada esfera jurisdiccional, como acto de
autoridad, como cualquier otra, las decisiones de los jueces de proceso son un
acto de autoridad, la última palabra estará en manos de los jueces de amparo,
quienes tienen la alta misión de velar porque todos los postulados
constitucionales se cumplan absolutamente con rigor. Así lo ha señalado ahorita
don Miguel Carbonell y Alejandro Martí; que los derechos humanos deben
respetarse absolutamente. Esa es la labor de los jueces de Amparo.
En
sus distintas competencias los jueces de amparo son garantes de que se respeten
los derechos reconocidos por nuestra Constitución y, con ello, realmente, se
castigue al culpable, mediante el respeto a la presunción de inocencia y que si
bien los mecanismos de solución de controversias hagan fluir el sistema, a la
vez, no deje de repararse el año, de que cuando se opte por el juicio se busque
la verdad mediante el esclarecimiento de los hechos, pero sin ceder un solo
espacio a pruebas ilícitas.
En
suma, están llamados a velar por los intereses de todos los involucrados,
destacadamente del imputado y especialmente, creo yo, de la víctima, pero
también de los fines de una sociedad que ha apostado por un Estado de derecho y
ha depositado esta delicada tarea en los jueces, quienes ahora claramente
deciden, de cara a la sociedad, y deben ser evaluados por virtud de las razones
y de sus decisiones.
El
debido proceso legal no es un obstáculo ni un pretexto. Es una garantía para
todos y cada uno de los habitantes de este país.
El
debido proceso hace que las cosas se hagan bien, no por presunciones, por
inferencias mediáticas o porque se cree que alguien es culpable. Mientras no
existan pruebas licitas que así lo demuestren, los jueces no podrán seguir un
camino fácil de condenar a alguien por su propia apariencia.
Es
y ha sido una mala práctica descalificar a los jueces fuera del contexto en el
que han juzgado, lo que no contribuye al interés de lograr un mejor Sistema de
Justicia Penal, y haciéndolo, ese juzgamiento de los jueces, sin conocimiento
muchas veces directo de los hechos y derechos que han estado en juego en cada
caso concreto, y sin percatarse de las reglas constitucionales, legales y
jurisprudenciales que los rigen obligatoriamente.
Reglas
construidas sobre las disposiciones de la ley y de la Constitución, y tras
largos debates de interpretación, favoreciendo, como lo dice el Artículo
Primero, la interpretación más favorable a la persona humana, sustentadas todo,
en los principios y derechos reconocidos por nuestra Carta Suprema.
Por
supuesto que los jueces no son infalibles. Cuando se ha demostrado que han
fallado, se les ha sancionado con rigor, porque no aceptamos jueces corruptos o
torpes, que indebidamente aplican mal la ley, o que lo hacen en un sentido
doloso.
En
el tiempo en el que he estado yo al frente del Poder Judicial de la Federación,
se han sancionado a tres Magistrados, a tres jueces y a diversos funcionarios
con destitución del cargo por su mala conducta.
Son
pocos los casos, afortunadamente, porque creo que merecen dichos castigos. No
se puede, de esta manera, hacer una descalificación generalizada de los jueces,
porque, además, la calificación, la confianza en los jueces es la que le da
legitimación a este nuevo sistema, en el que todos ustedes y yo creemos, y se
ha construido para ello.
Si
el camino se pavimenta de acusaciones de corrupción por sólo disentir de sus
decisiones, pero sin razones y pruebas fundadas, lo que nos serviría, inclusive
para imponer las sanciones, en nada contribuirá a la legitimidad de los
operadores, que al menos en el ámbito Federal constituyen el eslabón más fuerte
de esta cadena que soporta lo que ustedes mismos, todos, destacados
representantes de diversos sectores, confluyeron para idear, diseñar, impulsar
y hacer una realidad este nuevo Sistema de Justicia Penal.
Estamos
por concluir la etapa de implementación con éxito, gracias a la labor
coordinada de todos los involucrados.
Debemos
seguir, y estoy seguro, continuaremos por una senda de profunda responsabilidad
en la que estamos inmersos.
El
Poder Judicial de la Federación tiene, además, a su cargo, la Defensoría
Pública y, en esto, se ha especializado un esfuerzo real de darles una
capacitación continua en todos los nuevos aspectos del nuevo Proceso Penal
Acusatorio.
Además,
los defensores en materia Federal sólo pueden ejercer su función dentro de este
sistema. No pueden ejercer la profesión libremente. Tienen buena remuneración y
una vigilancia que hace que se les avalúe periódicamente cada tres meses para
saber su desempeño.
México,
que no es otro, sino su pueblo, su gente, hombres, mujeres, niñas, niños y
adolescentes, exige y merece una justicia penal madura, protectora, sí, pero no
solapadora.
La
sanción que nuestras leyes determinan para quienes dañan, agravian a la
sociedad, deben ser impuestas no sólo como un castigo al responsable, sino
especialmente como una forma de equilibrar el orden social y restaurar la paz que
se pierde por la comisión del delito, por el agravio a las personas, por el
peligro que implica la conducta antisocial, buscando el equilibrio de los
derechos de todos los involucrados, de todos los afectados, reconociendo que
todos son igualmente importantes, que todos deben ser respetados.
No
tenemos duda en la justicia Federal que los derechos de los acusados de un
delito son fundamentales, pero no es menos cierto e incontrovertible que los de
las víctimas tienen la misma importancia, trascendencia y altura humana, y
deben ser respetados con la misma aplicación y cuidado, responsabilidad e
intensidad. De lo contrario, la decisión perdería su cualidad de verdadera
justicia.
Con
la implementación del Nuevo Sistema Penal, estamos en la realidad concreta, en
el camino correcto para cambiar la inercia histórica que nos llega de hace
siglos, que no por eso es mala, sino porque el desarrollo del reconocimiento y
avance en el respeto a todos los derechos obligó a repensar y orientar un
camino diferente, que permita satisfacer los anhelos de una sociedad
participativa cada vez más, más informada y más exigente.
El
Poder Judicial de la Federación asume, y ha asumido cumpliendo, el compromiso.
Lo estamos haciendo, y no cejaremos en nuestro propósito de cumplir con el
pueblo de México.
Muchas
gracias.
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