Arzobispo
de Monterrey
MENSAJE
A LA COMUNIDAD
5
de junio de 2016
Ante
la preocupación que los fieles me han manifestado, sobre la iniciativa del
Ejecutivo Federal ante la inclusión de la figura del matrimonio entre personas
del mismo sexo, deseo reafirmar la postura que, en comunión con todos los
Obispos de México, hemos hecho pública y en donde manifestamos la obligación de
quienes gobiernan de respetar la identidad del matrimonio, así como el profundo
desacuerdo de los católicos con esta iniciativa.
La
Iglesia católica ha enseñado desde siempre, basada en la ley de la naturaleza y
en la palabra de Dios, que el matrimonio entre un hombre y una mujer responden
a su vocación humana y religiosa. Que el matrimonio se basa en el amor mutuo y
la voluntad de procrear.
Desde
el inicio de las civilizaciones, se ha reconocido el valor innegable del
matrimonio, tanto en lo social como en lo espiritual. Por lo que, en la mayoría
de las sociedades y de las religiones, se celebra el matrimonio como uno de los
acontecimientos más importantes en la vida de una persona.
Como
toda institución humana, el matrimonio no ha estado libre de concepciones a
veces parciales e incluso erróneas. Desde el patriarcado que negaba la dignidad
de la mujer, hasta las recientes concepciones legalistas, que reducen el
matrimonio a un contrato civil.
Por
lo que la legislación civil, debe reconocer al matrimonio en todas sus
dimensiones: la relativa a la procreación y el cuidado de los hijos, y la
relativa al amor conyugal como fundamento de la familia y de la sociedad.
El
llamado “matrimonio igualitario”, olvida que el matrimonio nace de la naturaleza
sexuada del ser humano y lo pretende limitar a una figura legal. Ante esto, el
llamado es a que se respete la institución humana del matrimonio y se resuelvan
las necesidades jurídicas de las personas homosexuales mediante figuras legales
alternativas.
Es
importante que nuestros legisladores, con la prudencia que debe caracterizar su
misión, pongan cuidado en todo lo que se refiere al bien de los matrimonios y
de los niños. El ideal es que siempre los niños gocen del cuidado de un papá y
una mamá, por lo que deben existir códigos que protejan el bien y el futuro de
ellos, exigiendo en toda adopción que se garantice el desarrollo armónico en la
educación que necesitan.
A
lo largo de mi ministerio, especialmente en el trabajo pastoral que realizamos,
he podido constatar las carencias e inclusive el grave daño que sufren los
hijos cuando carecen de una figura, paterna o materna, adecuada.
Finalmente,
quiero hacer notar que los fieles laicos tienen el derecho de manifestar su
opinión públicamente y de exigir su participación en todo lo que concierne a
sus familias y a la educación de sus hijos.
Pido
a todos los fieles católicos que, lejos de enfrascarnos en debates hirientes,
con acusaciones vanas y agresiones homofóbicas, vivamos con una actitud impregnada
del verdadero espíritu cristiano, recordando siempre las enseñanzas de nuestro
Salvador Jesucristo. Hay que comprender que, tanto algunos gobernantes y legisladores que están a favor de la
legalización de las uniones homosexuales, como algunos ciudadanos que propugnan
por su derecho a la unión homosexual, o incluso ya viven de esa manera, son
miembros de la Iglesia católica.
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