Inauguración
del Foro Internacional: Equidad para las víctimas en el debido proceso
Hotel
Camino Real, a 19 de julio de 2016..
Palabas
de la Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Margarita Beatriz
Luna Ramos.
Señor
Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos:
Distinguidos
miembros del presídium; apreciable auditorio, señoras y señores de los medios
de comunicación:
Qué esperan las
víctimas de un delito, qué espera la sociedad de sus autoridades.
Esa
es la pregunta que orienta a este Foro Internacional al que convoca la
Asociación Alto al Secuestro, que preside la señora Isabel Miranda de Wallace,
a quien agradezco la amable invitación a participar en esta inauguración, y a
la que acudo con la honrosa representación del señor Ministro Luis María
Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y del
Consejo de la Judicatura Federal.
Es
un honor también para mí estar al lado de las más altas autoridades del país,
en un necesario debate entre la sociedad civil y las instancias gubernamentales
que propicia el diálogo y la colaboración de una sociedad que anhela vivir en
paz.
Todos
estamos conscientes de que en el transitar de los tiempos el mundo ha cambiado
de signo, bajo la influencia de profundas conmociones sociales.
Nos
despertamos diariamente con noticias nacionales y del extranjero que desdibujan
nuestras esperanzas.
La
creciente inseguridad y violencia deterioran y amenazan la sana convivencia.
Por
esto, encomiable es el esfuerzo de todos los que desde su personal ámbito de
actuación luchan para dar voz a los reclamos de mayor seguridad y justicia, en
la búsqueda de una sociedad que nos une en un solo compromiso: el reto de
alcanzar el cambio con el rumbo trazado en múltiples reformas constitucionales
y legales hacia un país en el que prevalezca el respeto irrestricto a los
derechos humanos de víctimas y victimarios en plena armonía con el orden
público y la seguridad jurídica.
Desde
la Promulgación de la Constitución de 1917, que se ocupaba tan solo de los
derechos de los inculpados, hemos transitado por una serie de reformas
constitucionales y legales que hoy reconocen plenamente los derechos de las
víctimas, en el mismo grado que los de los inculpados, además de fortalecer su
participación activa en el proceso, mediante nuevas garantías.
Muestra
patente de ello, las reformas a los Artículos 16, 19 y 20 de la Ley
fundamental; la Ley General de Víctimas de enero de 2013 y su reglamento, que
condensan la amplia tutela a sus derechos que hoy consagra el orden jurídico
mexicano.
Las
bases constitucionales están dadas, las leyes reglamentarias, también. Es
mediante su implementación, eficiente y eficaz, donde la gélida norma cobra
vida y sus mandatos se hacen realidad.
La
Reforma Constitucional de 2011, en Materia de Derechos Humanos, marcó un cambio
importante en la concepción de estos derechos fundamentales, confiriendo una
nueva dimensión a su tutela en todos los ámbitos del quehacer gubernamental.
Sin
embargo, por qué estamos reunidos hoy aquí. Qué es lo que escapa a esas leyes y
aún hace necesario tratar el tema de los derechos de las víctimas. Por qué
hablar de equidad en el debido proceso.
Porque
todo cambio supone una etapa de transición, de acomodo.
La
Reforma en Materia de Derechos Humanos trajo consigo una serie de criterios que
enfocaron su mayor atención en la tutela de los derechos de los inculpados.
El
tiempo nos permite aquilatar en todos sus alcances el espíritu de la reforma al
Artículo 1º de nuestra ley fundamental, al señalar que en nuestro país todas
las personas gozan de los derechos humanos que les reconoce la Constitución y
los tratados internacionales de los que el Estado mexicano es parte; así como
de las garantías para su protección.
Mandato
que no permite ignorar que el debido proceso es tanto para los inculpados por
la comisión de un delito, como para las víctimas.
La
moderación es producto de la maduración. En esta ruta estamos caminando en un
sendero que nos debe llevar a una tutela en plena equidad de los derechos de
víctimas y victimarios.
Hoy
estamos dando un paso decisivo para el resarcimiento de dichas fallas.
Comenzamos
a mermar ya la desconsideración histórica de la norma frente a los derechos de
las víctimas.
No
existe justificación para que los derechos, ni del agresor, ni del agraviado
sean omitidos. La tutela diferenciada en un proceso es inadmisible, atenta
contra la esencia misma de los principios que lo rigen. Donde no hay equidad,
no hay justicia.
La
eficaz aplicación de las reformas constitucionales requieren de conjunción de
esfuerzos de toda la comunidad jurídica, de apertura en la discusión en la que
se privilegie la evolución del derecho, sin desechar aquellos criterios que,
por constituir la base de nuestro sistema, el Constituyente considera
inmutables; de propuestas serias y responsables, que tengan como único objetivo
el desarrollo de un sistema jurídico eficiente y confiable, con reglas claras y
universales, de ejecución no ilusoria, sino real.
Estos
ajustes requieren de profundas reflexiones en las que impere la prudencia y el
sentido común. De ahí la enorme responsabilidad del juzgador en su deber de
impartir justicia: actuar con la debida diligencia para atribuir las
consecuencias jurídicas pertinentes a quien vulnere el orden jurídico, en una
adecuada ponderación que mire más allá de la verdad formal, en la búsqueda de
la verdad real, evitando de esta manera la impunidad.
El
nuevo Sistema de Justicia Penal que tiene como principios la publicidad, la
igualdad, entre las partes y ante la ley, la continuidad y la concentración,
entre otros, nos implica un cambio de cultura que debemos asumir con la mayor
responsabilidad para hacerlo viable y dar una respuesta satisfactoria a la
sociedad, a través de órganos jurisdiccionales serios, confiables, predecibles,
que día a día legitimen su actuación.
El
dolor humano, la angustia, la pérdida que sufre el agraviado por la comisión de
un delito es imposible de reparar por mayores que sean los esfuerzos.
No
obstante, frente a las limitadas posibilidades de una reparación total, la ley
nos ofrece medidas alcanzables que toca a nosotros hacer concretas.
Una
realidad para cada víctima, empeñar nuestro mayor esmero para colmar su derecho
de acceso a la justicia en un plano de equilibrio procesal que evite todo
riesgo de impunidad.
Mi
reconocimiento a los integrantes de la Asociación Alto al Secuestro, quienes
como seres que enaltecen la dignidad humana contribuyen con esfuerzos, como el
presente, con la esperanza puesta en la búsqueda responsable de un destino
promisorio para las generaciones venideras.
Juntos
hagamos realidad el México que soñamos: un país en el que impere la igualdad,
la certeza, la justicia y la paz.
Muchísimas
gracias.
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