Inauguración
del Foro Internacional: Equidad para las víctimas en el debido proceso
Hotel
Camino Real, a 19 de julio de 2016..
Palabas
del Senador Roberto Gil Zuarth, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de
Senadores.
Señor
Presidente de la República, licenciado Enrique Peña Nieto.
Diputado
Jesús Zambrano Grijalva, Presidente de la Cámara de los Diputados; señora
Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Margarita Luna Ramos;
señora Procuradora.
Señora
Isabel Miranda de Wallace, Presidenta de Alto al Secuestro.
Señor
Jefe de Gobierno.
Servidores
públicos del Gobierno Federal y los gobiernos locales.
Distinguidos
representantes de la sociedad civil, académicos e invitados especiales.
Por
mucho tiempo el debate sobre nuestro modelo de justicia penal se articuló desde
la perspectiva de los acusados.
Y
con justa razón. Bajo el modelo inquisitivo, la policía torturaba para probar
la autoría que el Ministerio Público aprehendía para investigar y la defensa se
desplegaba en franca inequidad procesal.
La
justicia penal era, en la gran mayoría de las veces, resultado de una suma de
injusticias procesales.
Surgió
entonces, en buena hora, una larga lucha doctrinal, jurisprudencial y
legislativa por el debido proceso, por el respeto irrestricto a todos los
derechos de las personas que se someten a la función punitiva del Estado, por
la igualdad de armas en el debate penal, entre acusadores y acusado, por el
trato imparcial y cierto a quienes se apartaron de la ley y enfrentan sus
consecuencias.
Por
alguna extraña razón, en esos debates no incluimos a las víctimas en la
ecuación del debido proceso.
Es
como si hubiéramos dado por descontado que el Ministerio Público se encargaría
de garantizar siempre sus derechos e intereses.
Que
para restablecer a las víctimas en la posición que tenían antes del hecho
ilícito, bastaba simplemente con fortalecer las capacidades del Estado para
procurar y administrar justicia; que, si el Estado era eficaz para aplicar la
sanción penal, las víctimas tendrían, por ese solo hecho, resueltas sus
pretensiones y sus expectativas; que ver tras las rejas a los culpables era la
única necesidad valiosa de una víctima.
Sin
embargo, la realidad nos ha ido demostrando que la revictimización es el gran
desafío de la política institucional de nuestro país; que el abandono de las
víctimas es el primer derecho que se les viola, la primera causa de
revictimización.
La
falta de acceso a un abogado que los oriente, de un médico que los atienda, de
una autoridad que busque a la víctima, de una respuesta oportuna e idónea a su
condición justamente de víctima.
La
ausencia de una policía que la defienda, de un Ministerio que muestre interés y
esfuerzo en su caso; de un Juez que vele, efectivamente por sus derechos.
A
partir de causas personales, que se convirtieron en aspiraciones de justicia,
empezó un movimiento para equilibrar el péndulo.
E
inició un trayecto, una trayectoria para construir una auténtica política de
Estado, que no solamente reconozca y garantice los derechos y pretensiones, sus
prestaciones básicas de las víctimas, sino que también establezca las
facultades y las obligaciones mínimas de cada una de las instituciones que
tienen alguna intervención en la defensa y promoción de los derechos de los
sujetos procesales del debate penal y, especialmente, de las víctimas.
Una
Política de Estado que inició con la creación en la esfera administrativa de
una Procuraduría Social de Atención a las Víctimas, que evolucionó después con
la creación de una ley o un órgano colegiado, una ley que pretendía establecer
claramente los tramos de responsabilidad de las distintas esferas y los órdenes
de Gobierno; que trataba de conectar los servicios sociales básicos a la
atención de las víctimas.
Y,
por supuesto, una Reforma Constitucional, que como ya bien mencionaba el
Diputado Jesús Zambrano, está en la lógica de garantizar los mismos estándares
de atención a las víctimas, con independencia del lugar en el que se ubiquen,
en el lugar donde hubiesen sido víctimas de algún ilícito.
La
realidad de la construcción de esa Política de Estado es que no todas las
entidades federativas han hecho su trabajo.
Ya
lo decía bien el Diputado Jesús Zambrano, no todas las entidades federativas
han emitido la ley a la que están obligados, y no todas las entidades
federativas han constituido a las autoridades básicas para la defensa de los
derechos de las víctimas.
Y,
por supuesto, las indemnizaciones restitutorias que establece la ley no se han
focalizado en función de las realidades victimales que la sociedad mexicana
debe inevitablemente de atender, precisamente, para volver a construir la
justicia.
La
Reforma Constitucional que le da facultad al Congreso General para legislar en
materia de víctimas es una nueva oportunidad para dar un paso adicional en la
construcción de esa política de Estado.
Tenemos
que empezar a hablar en este país del garantismo de las víctimas, la defensa
promoción de sus derechos, de sus necesidades, de la atención y de su
condición, precisamente, por la calidad que tienen frente al Estado.
Y
en la construcción del garantismo de las víctimas tenemos que recoger los
aprendizajes de estas primeras etapas, de lo que no ha funcionado en la
construcción de esas instituciones.
Corregir
lo que funciona mal, fortalecer la respuesta del Estado en la protección
efectiva de las víctimas. Distribuir claramente las competencias. Establecer
cuáles son las soluciones cuando una autoridad local no atienda o no quiera
atender a una víctima.
Qué
autoridad estará allí, precisamente, para responder frente a una víctima que
está requiriendo y necesitando la atención solidaria del Estado, precisamente,
porque es su derecho.
Esta
reforma constitucional, como ya decía nuestra querida Isabel, es esta
oportunidad.
El
Senado de la República estará atento a la construcción de esa nueva etapa en la
defensa del derecho de las víctimas.
Una
nueva ley que establezca y que renueve el compromiso de las instituciones del
Estado mexicano para con las víctimas.
Una
nueva ley que las ponga en el centro de la atención del Estado mexicano, no por
una concesión graciosa, sino porque es su derecho como ciudadanos de este país.
Por
su atención, muchísimas gracias.
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