Un
golpe de Estado del siglo pasado/
Jesús de Andrés, es profesor titular de Ciencia Política en la UNED y autor de El voto de las armas.
El
País, 17 de julio de 2061..
Regidas
por un eslogan de inspiración kemalista, “al servicio del país y no de los
políticos”, las Fuerzas Armadas turcas ejecutaron diferentes golpes de Estado
durante el siglo XX. Los principios de Kemal Atatürk, padre de la patria turca,
fueron la independencia, el laicismo y el nacionalismo, hasta el punto de que
llegó a adoptar, modificándolo, el lema de la revolución francesa: “Libertad,
igualdad y nacionalidad”. Su legado ideológico se convertiría en legitimación
del intervencionismo militar durante décadas y en inspiración de no pocos
movimientos políticos en la zona.
El
27 de mayo de 1960 una junta militar encabezada por el general Gürsel derrocó
al gobierno del primer ministro Adnan Menderes, acusado de incumplir la
Constitución. Fue un golpe rápido, emprendido a las tres de la madrugada y
concluido apenas una hora después, en el que tan sólo hubo una víctima. Su
resultado supuso la caída del gobierno de Menderes, quien sería ahorcado unos
meses después junto a dos de sus ministros, y abrió un período de inestabilidad
política de la que se impregnaron los propios militares. De hecho, la división
abierta en las fuerzas armadas provocó sendas intentonas golpistas del
comandante Talat Aydemir en octubre de 1962 y de nuevo, unos meses después, en
mayo de 1963, tras cuyo fracaso, en prevención de futuras tentativas, fue
fusilado.
El
segundo golpe exitoso fue de tipo blando y acabó con el gobierno de Suleyman
Demirel el 12 de marzo de 1971. Un manifiesto, emitido por la radio nacional y
firmado por el jefe del Estado Mayor y los jefes de los tres ejércitos, fue
suficiente para derrocar a un gobierno acusado de no aplicar la constitución
“con espíritu kemalista”. El golpe radiofónico también dio paso a desavenencias
en las fuerzas armadas, con no pocas amenazas de llevar a cabo un nuevo pronunciamiento.
El
último de los grandes golpes del siglo XX en Turquía tuvo lugar el 12 de
septiembre de 1980, cuando las fuerzas armadas ejecutaron un golpe duro
encabezado por el jefe del Estado Mayor, Kenan Evren. En esta ocasión los
medios empleados fueron de especial dureza, así como la represión posterior,
con cientos de fallecidos y desaparecidos. Los golpistas liquidaron la Asamblea
Nacional, derrocaron al gobierno, prohibieron partidos y sindicatos, cerraron
medios de comunicación y aplicaron la ley marcial. Su referente, de nuevo, las
esencias kemalistas.
Todos
estos casos se inscribieron en un contexto muy particular del desarrollo
político e institucional turco, pero sólo se explican como parte del escenario
definido por la guerra fría. En él, los actores políticos recurrían a una
técnica como la del golpe de Estado para imponer su criterio o alcanzar el
poder, cuestión que se trataba como asunto interno siempre y cuando no
amenazara la estabilidad sistémica de las superpotencias. De ahí que, una vez
desaparecida aquella, las nuevas intentonas hayan estado condenadas al fracaso.
Ni los actores en ocasiones han comprendido el escenario actual, ni las reglas
del juego son las mismas, ni las técnicas aplicadas se corresponden al momento
histórico presente.
En
febrero de 1997, bajo la fórmula del ultimátum, sin mediar movimiento de tropas
alguno, el Consejo de Seguridad Nacional consiguió que el presidente Erbakan
aprobara una serie de disposiciones dirigidas a frenar la creciente
islamización del país, evitando “apartarse del camino de la democracia y del
secularismo oficial”, lo cual provocó su dimisión unos meses después. Sin
embargo, diez años después, en 2007, la publicación de una advertencia al
gobierno en la página web de las fuerzas armadas (un ciber-pronunciamiento),
lejos de conseguir su objetivo, acabó movilizando electoralmente al islamismo.
Los
pronunciamientos de 1997 y 2007 se inscribieron en un contexto cada vez más
lejano de la guerra fría, usaron técnicas poco apropiadas al momento (a pesar del
éxito relativo del primero) y contaron con el rechazo de la comunidad
internacional, en particular de la UE, consiguiendo finalmente lo contrario de
lo que se proponían. De ahí que las conspiraciones descubiertas en 2003, la
operación Mazo, por la que fueron procesadas 236 personas, o en 2008, que acabó
con 265 personas presas, no tuvieran mayor recorrido, siendo abortadas
prematuramente.
Lo
ocurrido ahora en Turquía responde a una lectura errónea de sus protagonistas.
Ni el momento, ni los objetivos ni los medios empleados son los adecuados.
Independientemente de que sus protagonistas sean oficiales nostálgicos del
kemalismo o alguna facción del islamismo más o menos moderado, se trata de un
golpe de Estado del siglo XX que no ha sabido leer las claves del momento
actual.
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