Las columnas políticas hoy, martes 11 de octubre de 2016
Hillary, inteligencia, emoción, cálculo/Jorge Fernández Menendez
Excélsior
La candidata demócrata exuda inteligencia. Sus ojos fríos e intensos hacen recordar que sabe pero, sobre todo, puede.
Quedan pocas dudas de que Hillary Clinton ganó el debate del domingo pasado ante Donald Trump, pero lo que nos seguimos preguntando muchos fue por qué, teniendo la oportunidad, no terminó de liquidar al candidato republicano azotado por el video sexual divulgado por The Washington Post y la dispersión de sus apoyos: más de 40 líderes republicanos anunciaron el fin de semana que no apoyarían a Trump.
Hay dos razones centrales. La primera es que Clinton no quiso hacerlo. A Hillary le conviene tener a Trump de rival y no le conviene un cambio de candidato. Hoy, literalmente, cualquier republicano puede ser mejor candidato a la Presidencia que Trump y eso lo vimos en el debate entre los aspirantes a vicepresidentes: el republicano Mike Pence se vio bien y gustó porque en el debate contra Tim Kaine, sencillamente, se dedicó a no defender a Trump.
Clinton podría haber tratado de ir por el KO contra Trump el domingo, pero, en un cálculo que puede ser arriesgado, probablemente decidió, asumiendo que sus índices de popularidad tampoco están por las nubes, no profundizar en las acusaciones contra Trump para que éste se mantenga en la carrera en un momento en el cual entre los líderes republicanos crecía la idea de que cambiar de aspirante no era tan descabellado.
El otro punto es que Hillary, una mujer brillante y con profundo conocimiento de la política estadunidense, es tan cerebral que le resulta muy difícil recurrir a la emotividad. Decía Gandhi que “es mejor tener un corazón sin palabras, que palabras sin corazón”. Y cuando le tiene que poner el corazón a las palabras, Hillary no muestra esa emotividad que es tan necesaria en una campaña.
La distancia con Bill Clinton o con Barack Obama, dos hombres que tienen una capacidad increíble para comunicarse con la gente, es notable en ese sentido. He tenido la oportunidad de estar con Bill Clinton y con Obama, y los dos imponen con su sola presencia, tienen esa cualidad tan difícil de encontrar, y valiosísima en un político, de simplemente con un apretón de manos hacer sentir a su interlocutor como una amistosa calidez. Llenan con su personalidad y carisma las habitaciones donde se encuentran.
Cuando uno se encuentra con Hillary, lo que exuda es inteligencia. Unos ojos fríos e intensos que te hacen recordar que esa mujer sabe pero, sobre todo, puede. Más que simpatía te genera respeto. De Bill y de Obama uno quisiera ser su amigo, de Hillary uno no quisiera ser su enemigo.
Nada de esto es peyorativo, al contrario. La maquinaria política tan formidable que forman Bill y Hillary Clinton se explica por esa complementariedad inédita en la política internacional. No creo que Hillary quiera romper o sacrificar esa maquinaria que tan útil le va a ser cuando esté en la Casa Blanca. Y profundizar en el video sexual de Trump y en su desprecio a las mujeres hubiera terminado provocando que éste se lanzara, como lo hizo durante todo el domingo, antes del debate, con todo, con medias verdades y espectaculares mentiras, contra Bill.
Creo que Hillary podía haber ganado por KO el domingo, pero creo que ha pensado que era mejor ganar por puntos y mantener a Trump en una pelea en la que puede estar ya herido de muerte. Asumiendo, o confirmando, que lo suyo no es la emotividad, sino la inteligencia.
**
Hillary mal, pero el otro peor/Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero,
El panorama comienza a despejarse para Estados Unidos y para México: Donald Trump parece caminar hacia la derrota el 8 de noviembre, según apuntan las encuestas levantadas después del debate.
De acuerdo con la que presentó ayer NBC-WSJ, Clinton aventaja al republicano por once puntos, y según Rasmussen Report la demócrata le saca siete puntos a Donald Trump.
Como nota disruptiva, pero imposible de soslayar, está la encuesta diaria de LA Times, que da la delantera al republicano por tres puntos sobre Hillary.
A estas alturas no hay que creer a pie juntillas en ninguna encuesta, ni tampoco descartar a las más disparatadas.
Dicen que la 'cifra clave' es siete. Cuando Hillary le saque siete puntos de ventaja a Trump en todas las encuestas, entonces su triunfo es irreversible. Estamos a un tris de que ello suceda, pero aún no se puede cantar victoria.
Y cuando decimos cantar victoria nos referimos a que pierda Donald Trump, el candidato más antimexicano desde que hay debates televisados en Estados Unidos.
Hasta ayer, 43 líderes republicanos, entre gobernadores, legisladores y personalidades importantes dentro del partido, le habían retirado su apoyo a Trump.
Lo que parece inexplicable es cómo un estafador del fisco, abusador de mujeres, racista e ignorante, no haya podido ser derrotado con holgura por Hillary Clinton en el debate del domingo.
Hillary no pudo con un bulto que representa lo peor de Estados Unidos, porque ella es muy mala candidata. Tal vez será buena presidenta de Estados Unidos, pero como candidata sólo podía a ganarle a Trump y a nadie más.
La noche del domingo el mundo pudo haberse ido a dormir tranquilo con el fantasma de Trump exorcizado, y no fue así porque Hillary realizó un muy mal debate.
Ta vez fue estrategia eso de 'administrar la ventaja' que tenía sobre Trump en las encuestas, pero en el debate ella tenía la mesa puesta para acabar con su adversario y que todos respiráramos aliviados. No lo hizo, por cálculo o por incapacidad.
Hasta ahora Trump se ha desinflado por sus propios errores, su biografía, su talante de patán adinerado, pero por ningún acierto de la candidata demócrata.
La señora Clinton no ha hecho absolutamente nada para entusiasmar al electorado de su país, más que recibir los beneficios de los tropiezos de Trump.
Cuando Trump atacó a Hillary por los presuntos o reales dislates del expresidente Clinton en sus épocas de juventud, Hillary no tuvo la inteligencia para decirle que no se escudara en los errores de terceros para justificar los suyos, como apuntó Leonardo Kourchenko en la excelente transmisión del debate que hizo EL FINANCIERO-Bloomberg.
Y así como esa hubo muchas oportunidades para que Hillary acabara con Trump la noche del domingo. No quiso, o no pudo.
No esperemos grandes cosas de la señora Clinton en el futuro. Nos basta una sola, y la tiene en bandeja de plata: que derrote a Trump, la mayor amenaza que haya tenido México en las últimas décadas.
Twitter: @PabloHiriart
**
Columna Alhajero/Martha Anaya
El silencio de Hillary
Creo que nunca había visto un debate con la angustia que sentí esta vez.
Y no me había preparado para eso.
De hecho, estaba más que despreocupada siguiendo las escenas previas al segundo encuentro presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump –vía CNN internacional– cuando de pronto escuché que en el salón de debates estaban las “acusadoras” de Bill Clinton por acoso sexual, tocamientos y lindezas semejantes.
La imagen se detuvo en el rostro de tres mujeres que ocupaban la primera fila en una de las alas donde se encontraban los invitados del candidato republicano.
Su sola presencia no sólo resultaba intimidatoria (para Hillary particularmente), sino que anunciaba claramente que Trump atacaría a su contrincante demócrata precisamente por ese flanco: el sexual. El que por poco le cuesta a su esposo la Presidencia de los Estados Unidos.
La expresión del ex Presidente ya podrán imaginarla: pétrea. Su natural sonrisa se desdibujó desde su arribo a la Universidad de Washington.
Hillary tendría que aguantar la mirada burlona de aquellas mujeres, y habría de soportar que Trump, el candidato republicano –todo un macho alfa con intención de humillar– le restregara en la cara aquellas actitudes de su esposo y la hiciera ver prácticamente como cómplice.
Ella –la esposa, la senadora, la ex secretaria de Estado, la candidata presidencial demócrata– se contenía. Soltó aire largamente; sus facciones se endurecieron, sus ojos lanzaron fuego. Pero de su boca algo muy distinto salió.
Recordó un consejo de Michelle Obama –es el lema de los Obama, de hecho–: “Entre más bajo caigan ellos, tú debes subir más alto”.
Y no dijo más.
Mucho le han criticado a Hillary ese silencio. El no haberse defendido. Y sobre todo, el no haberse ido sobre la yugular de Trump para acabarlo con el tema del video en que aparece hablando porquería y media sobre las mujeres.
Discrepo.
A riesgo de que, efectivamente, Hillary haya perdido puntos por no haber destrozado a Trump y se hubiera dado el gusto de patearlo en el piso, me quedo con la elegancia de su actitud.
¿Qué así no se gana en política? ¿Qué hay que llenarse de mierda para alcanzar lo que se quiere?
Tal vez. Aun así prefiero, reconozco y me quedo con la actitud de Hillary Clinton frente al miserable golpe bajo de Donald Trump.
Entre el amor y la guerra.- Fue la última pregunta del debate la que se llevó una ovación. Y la verdad, fue como una bocanada de aire puro después de tanta suciedad y rispidez:
-¿Podrían mencionar algo positivo que respetaran del otro?
-Ciertamente lo voy a hacer. Respeto a sus hijos, son muy capaces y eso dice mucho de Donald –apuntó Hillary, echando mano de una observación muy femenina.
-(Ella) no se da por vencida. Es una combatiente–, reconoció Trump a su vez desde una clásica perspectiva masculina.
Ambas respuestas, elocuentes. La de ella, más cercana al amor; la de él, a la guerra.
GEMAS: el Instituto Nacional de Migración y el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información se negaron a dar a conocer la calidad migratoria con que ingresó Donald Trump a México el 31 de agosto pasado.
**
Columna
EN PRIVADO | Joaquín López-Dóriga
Milenio
Ella no gana, él pierde
Activado el cronómetro de su fracaso. Florestán
Casi todos han opinado ya del segundo debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, en el que la voz generalizada es que la demócrata lo tuvo, fue de ella ¡y lo dejó ir…!
Si nos vamos a los antecedentes, el equipo Clinton suplió su medianía con una ofensiva posdebate en el primero, que no lo dejó respirar. Fue una tras otra: la respuesta del personaje insospechado de esta campaña, la ex Miss Universo Alicia Machado; la filtración al New York Times de cómo lleva 19 años sin pagar impuestos; el lugar de nacimiento de Obama, y la más reciente y devastadora que le reventaron en (The) Washington Post, la víspera del segundo debate: una conversación grabada en la que se deja ver el auténtico Trump, donde presume que él, como “estrella”le puede tocar la vagina a todas las mujeres y se regodea de que correteó a una mujer casada como a una perra, lo que llevó a los más destacados republicanos a retirarle voto y apoyo, siendo el caso más emblemático el del líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, quien reacio desde hace tiempo a darle su apoyo, ayer se lo canceló diciendo que no tendría su respaldo ni su voto, centrándose en lo que le habían recomendado al ver perdida esa carta: mantener su mayoría legislativa.
Lo de Trump ha sido un desastre para los republicanos y será peor. Faltan 26 días para las elecciones del martes 8 de noviembre, lo que le da más tiempo para sus incoherencias y estupideces, y un debate que ya será letal si es que Clinton decide tirarse a ganar o hace lo que el domingo por la noche: darle vida artificial para evitar que los republicanos, que aún pueden, le cambien de candidato por uno de verdad competitivo.
Ante este riesgo real, ella puede preferir sostenerlo con respiración boca a boca, sabiendo que es un candidato derrotado desde un mes antes de las elecciones, lo que no hubiera sucedido con un contendiente competitivo.
Por eso se lo va a llevar así, toreándolo por alto, para que no se caiga, para que no se lo regresen a toriles por manso y débil, y le salga uno de verdad que embista y deje ver todas sus limitaciones y debilidades.
Y habrá que decir que Hillary no ganó la presidencia, Trump la perdió.
RETALES
1. MANIOBRAS. No se atreve el PAN a nominar para la medalla Belisario Domínguez al héroe de la gasolinera de Chilpancingo, Gonzalo Rivas. Quiere que sea un panista, a pesar del clamor;
2. IGUALITOS. Así como Morena negó un minuto de silencio a los soldados caídos en Culiacán, Vidulfo Rosales se opone a que Rivas reciba la Belisario Domínguez porque sería, dice, criminalizar a los normalistas. Con esos defensores…; y
3. SILENCIO. Después de filtrar que la cena del secretario Luis Miranda con los senadores del PRI terminó abruptamente y de malos modos, ningún priista ha vuelto a tocar el tema. No vaya a ser que se las partan.
Nos vemos mañana, pero en privado
lopezdoriga@milenio.com
***
¿DEBATE O COMBATE? | José Cárdenas
El Universal
Hillary venció, pero no convenció; Trump, tenso y crispado, resistió sin gran elocuencia y mejoró sus expectativas.
Desesperado, inquieto como león enjaulado, el candidato republicano enseñó las llaves de la cárcel y amenazó con cerrar las rejas de una celda de castigo con Hillary Clinton adentro, por haber usado su correo privado para transmitir miles de mensajes de Estado. Fue el momento culminante y más vergonzoso del segundo debate de los candidatos a la Casa Blanca.
Si no fuera porque Trump ha acostumbrado a su país y al mundo a ofensas y desentonos insólitos, la amenaza de investigar y encarcelar a su rival demócrata merecería entrar en los anales de la historia electoral estadounidense.
La reacción virulenta del patético Trump fue planeada para desviar cualquier golpe merecido por sus arrebatos machistas, con el alegato de llamar a sus juicios sexistas “charlas de vestidor”, como si el hombre no fuera esclavo de sus dichos.
En cambio, la señora Clinton fue firme, juiciosa, prudente, serena, atenta y consciente, quizá demasiado, no corrió riegos. Estuvo menos sonriente que en el primer debate, con una estrategia centrada en permitir que Trump se echara la soga al cuello con argumentos deshilvanados y proclamas que puedan revertir en su contra.
Hillary venció, pero no convenció; tibia, no lució ni calentó, no fue ágil y agresiva; dejó pasar una gran oportunidad. La ventaja de la demócrata no es inmensa como debiera, al tiempo que Trump, con arranques pasionales, tenso y crispado, incontenible, resistió sin gran elocuencia y mejoró sus expectativas, según encuesta de CNN.
Trump estará herido, pero no muerto, al menos para aquella mitad de los electores que no lo ven como el desquiciado, radical, racista, desgraciado e incapacitado para ser presidente de los Estados Unidos de América.
Por la sala de la Universidad Washington, en San Luis Missouri, pasearon la retórica populista y las ideas más extremas y agresivas junto con filosas preguntas del público y dos excelentes moderadores. Pocas veces se habían oído tales descalificaciones personales.
Quizá hubo demasiado de sexualidad viciada, pero en cuanto al contenido político, el segundo debate repitió la historia del anterior.
Afuera, las aguas republicanas hierven. De acuerdo con Politico/Morning Consult, el fin de semana pasado Trump vio disminuir en 60 por ciento el apoyo de los republicanos y hubo rumores de abandono por parte de su compañero de papeleta, Mike Pence, mejor evaluado que Trump.
Como boxeador vapuleado, Trump podrá tener las cejas cortadas y la visión distorsionada. Quizá llegue mermado al tercer round, en Las Vegas (19 de octubre), pero los golpes de Hillary Clinton aún no lo han noqueado… y si Trump sigue de pie podría dar un golpe de suerte, voltear la tortilla, y remontar la desventaja.
EL MONJE GREMIAL: Memoria para René Avilés Fabila cuya frase, “El gran solitario del Palacio”, usada como título de una novela, se convirtió en referente para describir y explicar los quebrantos del poder. Avilés, murió el domingo; lo partió el rayo fulminante de un infarto.
@JoseCardenas1
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Excélsior
La candidata demócrata exuda inteligencia. Sus ojos fríos e intensos hacen recordar que sabe pero, sobre todo, puede.
Quedan pocas dudas de que Hillary Clinton ganó el debate del domingo pasado ante Donald Trump, pero lo que nos seguimos preguntando muchos fue por qué, teniendo la oportunidad, no terminó de liquidar al candidato republicano azotado por el video sexual divulgado por The Washington Post y la dispersión de sus apoyos: más de 40 líderes republicanos anunciaron el fin de semana que no apoyarían a Trump.
Hay dos razones centrales. La primera es que Clinton no quiso hacerlo. A Hillary le conviene tener a Trump de rival y no le conviene un cambio de candidato. Hoy, literalmente, cualquier republicano puede ser mejor candidato a la Presidencia que Trump y eso lo vimos en el debate entre los aspirantes a vicepresidentes: el republicano Mike Pence se vio bien y gustó porque en el debate contra Tim Kaine, sencillamente, se dedicó a no defender a Trump.
Clinton podría haber tratado de ir por el KO contra Trump el domingo, pero, en un cálculo que puede ser arriesgado, probablemente decidió, asumiendo que sus índices de popularidad tampoco están por las nubes, no profundizar en las acusaciones contra Trump para que éste se mantenga en la carrera en un momento en el cual entre los líderes republicanos crecía la idea de que cambiar de aspirante no era tan descabellado.
El otro punto es que Hillary, una mujer brillante y con profundo conocimiento de la política estadunidense, es tan cerebral que le resulta muy difícil recurrir a la emotividad. Decía Gandhi que “es mejor tener un corazón sin palabras, que palabras sin corazón”. Y cuando le tiene que poner el corazón a las palabras, Hillary no muestra esa emotividad que es tan necesaria en una campaña.
La distancia con Bill Clinton o con Barack Obama, dos hombres que tienen una capacidad increíble para comunicarse con la gente, es notable en ese sentido. He tenido la oportunidad de estar con Bill Clinton y con Obama, y los dos imponen con su sola presencia, tienen esa cualidad tan difícil de encontrar, y valiosísima en un político, de simplemente con un apretón de manos hacer sentir a su interlocutor como una amistosa calidez. Llenan con su personalidad y carisma las habitaciones donde se encuentran.
Cuando uno se encuentra con Hillary, lo que exuda es inteligencia. Unos ojos fríos e intensos que te hacen recordar que esa mujer sabe pero, sobre todo, puede. Más que simpatía te genera respeto. De Bill y de Obama uno quisiera ser su amigo, de Hillary uno no quisiera ser su enemigo.
Nada de esto es peyorativo, al contrario. La maquinaria política tan formidable que forman Bill y Hillary Clinton se explica por esa complementariedad inédita en la política internacional. No creo que Hillary quiera romper o sacrificar esa maquinaria que tan útil le va a ser cuando esté en la Casa Blanca. Y profundizar en el video sexual de Trump y en su desprecio a las mujeres hubiera terminado provocando que éste se lanzara, como lo hizo durante todo el domingo, antes del debate, con todo, con medias verdades y espectaculares mentiras, contra Bill.
Creo que Hillary podía haber ganado por KO el domingo, pero creo que ha pensado que era mejor ganar por puntos y mantener a Trump en una pelea en la que puede estar ya herido de muerte. Asumiendo, o confirmando, que lo suyo no es la emotividad, sino la inteligencia.
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Hillary mal, pero el otro peor/Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero,
El panorama comienza a despejarse para Estados Unidos y para México: Donald Trump parece caminar hacia la derrota el 8 de noviembre, según apuntan las encuestas levantadas después del debate.
De acuerdo con la que presentó ayer NBC-WSJ, Clinton aventaja al republicano por once puntos, y según Rasmussen Report la demócrata le saca siete puntos a Donald Trump.
Como nota disruptiva, pero imposible de soslayar, está la encuesta diaria de LA Times, que da la delantera al republicano por tres puntos sobre Hillary.
A estas alturas no hay que creer a pie juntillas en ninguna encuesta, ni tampoco descartar a las más disparatadas.
Dicen que la 'cifra clave' es siete. Cuando Hillary le saque siete puntos de ventaja a Trump en todas las encuestas, entonces su triunfo es irreversible. Estamos a un tris de que ello suceda, pero aún no se puede cantar victoria.
Y cuando decimos cantar victoria nos referimos a que pierda Donald Trump, el candidato más antimexicano desde que hay debates televisados en Estados Unidos.
Hasta ayer, 43 líderes republicanos, entre gobernadores, legisladores y personalidades importantes dentro del partido, le habían retirado su apoyo a Trump.
Lo que parece inexplicable es cómo un estafador del fisco, abusador de mujeres, racista e ignorante, no haya podido ser derrotado con holgura por Hillary Clinton en el debate del domingo.
Hillary no pudo con un bulto que representa lo peor de Estados Unidos, porque ella es muy mala candidata. Tal vez será buena presidenta de Estados Unidos, pero como candidata sólo podía a ganarle a Trump y a nadie más.
La noche del domingo el mundo pudo haberse ido a dormir tranquilo con el fantasma de Trump exorcizado, y no fue así porque Hillary realizó un muy mal debate.
Ta vez fue estrategia eso de 'administrar la ventaja' que tenía sobre Trump en las encuestas, pero en el debate ella tenía la mesa puesta para acabar con su adversario y que todos respiráramos aliviados. No lo hizo, por cálculo o por incapacidad.
Hasta ahora Trump se ha desinflado por sus propios errores, su biografía, su talante de patán adinerado, pero por ningún acierto de la candidata demócrata.
La señora Clinton no ha hecho absolutamente nada para entusiasmar al electorado de su país, más que recibir los beneficios de los tropiezos de Trump.
Cuando Trump atacó a Hillary por los presuntos o reales dislates del expresidente Clinton en sus épocas de juventud, Hillary no tuvo la inteligencia para decirle que no se escudara en los errores de terceros para justificar los suyos, como apuntó Leonardo Kourchenko en la excelente transmisión del debate que hizo EL FINANCIERO-Bloomberg.
Y así como esa hubo muchas oportunidades para que Hillary acabara con Trump la noche del domingo. No quiso, o no pudo.
No esperemos grandes cosas de la señora Clinton en el futuro. Nos basta una sola, y la tiene en bandeja de plata: que derrote a Trump, la mayor amenaza que haya tenido México en las últimas décadas.
Twitter: @PabloHiriart
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Columna Alhajero/Martha Anaya
El silencio de Hillary
Creo que nunca había visto un debate con la angustia que sentí esta vez.
Y no me había preparado para eso.
De hecho, estaba más que despreocupada siguiendo las escenas previas al segundo encuentro presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump –vía CNN internacional– cuando de pronto escuché que en el salón de debates estaban las “acusadoras” de Bill Clinton por acoso sexual, tocamientos y lindezas semejantes.
La imagen se detuvo en el rostro de tres mujeres que ocupaban la primera fila en una de las alas donde se encontraban los invitados del candidato republicano.
Su sola presencia no sólo resultaba intimidatoria (para Hillary particularmente), sino que anunciaba claramente que Trump atacaría a su contrincante demócrata precisamente por ese flanco: el sexual. El que por poco le cuesta a su esposo la Presidencia de los Estados Unidos.
La expresión del ex Presidente ya podrán imaginarla: pétrea. Su natural sonrisa se desdibujó desde su arribo a la Universidad de Washington.
Hillary tendría que aguantar la mirada burlona de aquellas mujeres, y habría de soportar que Trump, el candidato republicano –todo un macho alfa con intención de humillar– le restregara en la cara aquellas actitudes de su esposo y la hiciera ver prácticamente como cómplice.
Ella –la esposa, la senadora, la ex secretaria de Estado, la candidata presidencial demócrata– se contenía. Soltó aire largamente; sus facciones se endurecieron, sus ojos lanzaron fuego. Pero de su boca algo muy distinto salió.
Recordó un consejo de Michelle Obama –es el lema de los Obama, de hecho–: “Entre más bajo caigan ellos, tú debes subir más alto”.
Y no dijo más.
Mucho le han criticado a Hillary ese silencio. El no haberse defendido. Y sobre todo, el no haberse ido sobre la yugular de Trump para acabarlo con el tema del video en que aparece hablando porquería y media sobre las mujeres.
Discrepo.
A riesgo de que, efectivamente, Hillary haya perdido puntos por no haber destrozado a Trump y se hubiera dado el gusto de patearlo en el piso, me quedo con la elegancia de su actitud.
¿Qué así no se gana en política? ¿Qué hay que llenarse de mierda para alcanzar lo que se quiere?
Tal vez. Aun así prefiero, reconozco y me quedo con la actitud de Hillary Clinton frente al miserable golpe bajo de Donald Trump.
Entre el amor y la guerra.- Fue la última pregunta del debate la que se llevó una ovación. Y la verdad, fue como una bocanada de aire puro después de tanta suciedad y rispidez:
-¿Podrían mencionar algo positivo que respetaran del otro?
-Ciertamente lo voy a hacer. Respeto a sus hijos, son muy capaces y eso dice mucho de Donald –apuntó Hillary, echando mano de una observación muy femenina.
-(Ella) no se da por vencida. Es una combatiente–, reconoció Trump a su vez desde una clásica perspectiva masculina.
Ambas respuestas, elocuentes. La de ella, más cercana al amor; la de él, a la guerra.
GEMAS: el Instituto Nacional de Migración y el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información se negaron a dar a conocer la calidad migratoria con que ingresó Donald Trump a México el 31 de agosto pasado.
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Columna
EN PRIVADO | Joaquín López-Dóriga
Milenio
Ella no gana, él pierde
Activado el cronómetro de su fracaso. Florestán
Casi todos han opinado ya del segundo debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, en el que la voz generalizada es que la demócrata lo tuvo, fue de ella ¡y lo dejó ir…!
Si nos vamos a los antecedentes, el equipo Clinton suplió su medianía con una ofensiva posdebate en el primero, que no lo dejó respirar. Fue una tras otra: la respuesta del personaje insospechado de esta campaña, la ex Miss Universo Alicia Machado; la filtración al New York Times de cómo lleva 19 años sin pagar impuestos; el lugar de nacimiento de Obama, y la más reciente y devastadora que le reventaron en (The) Washington Post, la víspera del segundo debate: una conversación grabada en la que se deja ver el auténtico Trump, donde presume que él, como “estrella”le puede tocar la vagina a todas las mujeres y se regodea de que correteó a una mujer casada como a una perra, lo que llevó a los más destacados republicanos a retirarle voto y apoyo, siendo el caso más emblemático el del líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, quien reacio desde hace tiempo a darle su apoyo, ayer se lo canceló diciendo que no tendría su respaldo ni su voto, centrándose en lo que le habían recomendado al ver perdida esa carta: mantener su mayoría legislativa.
Lo de Trump ha sido un desastre para los republicanos y será peor. Faltan 26 días para las elecciones del martes 8 de noviembre, lo que le da más tiempo para sus incoherencias y estupideces, y un debate que ya será letal si es que Clinton decide tirarse a ganar o hace lo que el domingo por la noche: darle vida artificial para evitar que los republicanos, que aún pueden, le cambien de candidato por uno de verdad competitivo.
Ante este riesgo real, ella puede preferir sostenerlo con respiración boca a boca, sabiendo que es un candidato derrotado desde un mes antes de las elecciones, lo que no hubiera sucedido con un contendiente competitivo.
Por eso se lo va a llevar así, toreándolo por alto, para que no se caiga, para que no se lo regresen a toriles por manso y débil, y le salga uno de verdad que embista y deje ver todas sus limitaciones y debilidades.
Y habrá que decir que Hillary no ganó la presidencia, Trump la perdió.
RETALES
1. MANIOBRAS. No se atreve el PAN a nominar para la medalla Belisario Domínguez al héroe de la gasolinera de Chilpancingo, Gonzalo Rivas. Quiere que sea un panista, a pesar del clamor;
2. IGUALITOS. Así como Morena negó un minuto de silencio a los soldados caídos en Culiacán, Vidulfo Rosales se opone a que Rivas reciba la Belisario Domínguez porque sería, dice, criminalizar a los normalistas. Con esos defensores…; y
3. SILENCIO. Después de filtrar que la cena del secretario Luis Miranda con los senadores del PRI terminó abruptamente y de malos modos, ningún priista ha vuelto a tocar el tema. No vaya a ser que se las partan.
Nos vemos mañana, pero en privado
lopezdoriga@milenio.com
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¿DEBATE O COMBATE? | José Cárdenas
El Universal
Hillary venció, pero no convenció; Trump, tenso y crispado, resistió sin gran elocuencia y mejoró sus expectativas.
Desesperado, inquieto como león enjaulado, el candidato republicano enseñó las llaves de la cárcel y amenazó con cerrar las rejas de una celda de castigo con Hillary Clinton adentro, por haber usado su correo privado para transmitir miles de mensajes de Estado. Fue el momento culminante y más vergonzoso del segundo debate de los candidatos a la Casa Blanca.
Si no fuera porque Trump ha acostumbrado a su país y al mundo a ofensas y desentonos insólitos, la amenaza de investigar y encarcelar a su rival demócrata merecería entrar en los anales de la historia electoral estadounidense.
La reacción virulenta del patético Trump fue planeada para desviar cualquier golpe merecido por sus arrebatos machistas, con el alegato de llamar a sus juicios sexistas “charlas de vestidor”, como si el hombre no fuera esclavo de sus dichos.
En cambio, la señora Clinton fue firme, juiciosa, prudente, serena, atenta y consciente, quizá demasiado, no corrió riegos. Estuvo menos sonriente que en el primer debate, con una estrategia centrada en permitir que Trump se echara la soga al cuello con argumentos deshilvanados y proclamas que puedan revertir en su contra.
Hillary venció, pero no convenció; tibia, no lució ni calentó, no fue ágil y agresiva; dejó pasar una gran oportunidad. La ventaja de la demócrata no es inmensa como debiera, al tiempo que Trump, con arranques pasionales, tenso y crispado, incontenible, resistió sin gran elocuencia y mejoró sus expectativas, según encuesta de CNN.
Trump estará herido, pero no muerto, al menos para aquella mitad de los electores que no lo ven como el desquiciado, radical, racista, desgraciado e incapacitado para ser presidente de los Estados Unidos de América.
Por la sala de la Universidad Washington, en San Luis Missouri, pasearon la retórica populista y las ideas más extremas y agresivas junto con filosas preguntas del público y dos excelentes moderadores. Pocas veces se habían oído tales descalificaciones personales.
Quizá hubo demasiado de sexualidad viciada, pero en cuanto al contenido político, el segundo debate repitió la historia del anterior.
Afuera, las aguas republicanas hierven. De acuerdo con Politico/Morning Consult, el fin de semana pasado Trump vio disminuir en 60 por ciento el apoyo de los republicanos y hubo rumores de abandono por parte de su compañero de papeleta, Mike Pence, mejor evaluado que Trump.
Como boxeador vapuleado, Trump podrá tener las cejas cortadas y la visión distorsionada. Quizá llegue mermado al tercer round, en Las Vegas (19 de octubre), pero los golpes de Hillary Clinton aún no lo han noqueado… y si Trump sigue de pie podría dar un golpe de suerte, voltear la tortilla, y remontar la desventaja.
EL MONJE GREMIAL: Memoria para René Avilés Fabila cuya frase, “El gran solitario del Palacio”, usada como título de una novela, se convirtió en referente para describir y explicar los quebrantos del poder. Avilés, murió el domingo; lo partió el rayo fulminante de un infarto.
@JoseCardenas1
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