El mal sueño de una idiota/Gloria Lomana es periodista, analista política y premio Fedepe 2016 (Federación de Mujeres Directivas y Ejecutivas).
El País, 30 de enero de 2017.
Cuando los chinos elaboraron y revelaron sin rubor en 1990 su “Doctrina del uso del Ciberespacio” para fijar sus objetivos de espionaje, que no eran otros que crear armas tecnológicas para captar información, Vladimir Putin, que había sido pertenecido al KGB soviético, ya conocía a la perfección las mismas técnicas. Pero, la diferencia es que, como los norteamericanos y sus aliados, espiaban con extraordinaria cautela.
Entre el mundo del espionaje no sorprende que a los chinos se les descubra pronto, porque sus técnicas son muy ruidosas; incluso una vez detectado un ciberataque, vuelven sobre los mismos pasos y de manera masiva. Sí ha sorprendido, entre ese mundo, que esta vez los rusos hayan actuado sin temer ser descubiertos, víctimas de su propio ansia por atacar al partido Demócrata, incluso utilizando las mismas unidades de guerra cibernética o exploits , el APT 28 y el APT 29, con los que habían atacado anteriormente centros decisivos de poder de otras potencias, como las Presidencias de Gobierno y los Ministerios de Exteriores y Defensa de España, Francia, Alemania e Italia. Lo que significa que no solo los americanos han señalado a Putin como el autor del espionaje, que finalmente Trump tuvo que admitir. Lo había pillado toda la Inteligencia occidental.
Hasta ahora los rusos, como los americanos, y los israelíes – las cuatro potencias mundiales en ciberataques junto a los chinos- han sido extraordinariamente silenciosos, muy sofisticados y más complejos. A los americanos y a otros de sus países aliados, se les descubrió hace cuatro años su actividad de vigilancia globalizada, pero no por su avaricia, sino por las filtraciones de Snowden y su acceso a la exclusiva red Five Eyes. La prensa internacional jugó un papel decisivo al publicar y evidenciar la vigilancia mundial.
¿Cuál es la diferencia ahora? El papel de la prensa ha sido igualmente decisivo a la hora de denunciar, pero nunca antes se había descubierto el abusivo atropello de interferir en unas elecciones, con el único propósito de arrumbar a un candidato nada menos que a presidencia de Estados Unidos. En este caso a la presidenciable que iba en cabeza, según todas las encuestas, no era del gusto de los rusos porque era progresista. Lo que demuestra que en la cabeza de Putin había un Plan. Y surgen muchas preguntas:
– ¿Y si Putin quiere revertir el Fin de la Historia que dibujó Fukuyama con EEUU como única superpotencia?
– ¿Y si proyecta reescribir su particular Fin de la Historia, con una Rusia con poder absoluto?
– ¿Y si ha utilizado la guerra de Siria para desestabilizar Europa con la invasión de refugiados?
– ¿Y si impulsa muros antiinmigración para debilitar las relaciones internacionales de Occidente?
– ¿Y si financia los partidos populistas de Europa para debilitar nuestras democracias y partir las sociedades?
– ¿Y si ha impulsado el Brexit, y está alentando iguales rupturas en las inminentes elecciones de Holanda, Francia, o Alemania?
– ¿Y si ha colocado a un peón, que le imita malamente, en la Presidencia de los Estados Unidos de América?
– ¿Y si Trump hubiera elegido como Secretario de Estado a Rex Tillerson, a propuesta de Putin, al que Putin condecoró hace 4 años?
– ¿Y si aspira a romper Europa este mismo año, con el triunfo electoral de otros Brexits, como ha pronosticado su amigo Trump?
– ¿Y si pretende acabar con la “obsoleta” OTAN, como la ha definido también el nuevo presidente americano?
– ¿Y si la ambición de Putin es disolver Europa y servirse sus migas en un plato frio?
Que las coincidencias entre Putin y Trump van más allá del gusto por el bronceado y la peluquería de frasco, es un hecho: parece como si el discurso de Trump fuera una mala copia del ruso: habla de hacer América grande, con la misma concepción totalitaria del lenguaje que Farage, Orbán o Le Pen. Ultranacionalista, mesiánico, populista, totalitario y controlador de los medios de comunicación. Y sin periodismo libre no hay democracia.
Pero hay una primera diferencia: la grandeza que promete Trump es pequeñez. La que podría estar ejerciendo Putin es amenazadoramente expansiva para Rusia y de ajusticiamiento para Europa y el resto del mundo. La guerra de nuestro tiempo se libra con una nueva arma de destrucción masiva: la información. Y Putin ha demostrado que Rusia sabe robarla, manipularla y usarla a su conveniencia para crear desequilibrios. Obama le descubrió, pero eso ya es Historia. La segunda diferencia entre ambos es que Putin parece el ideólogo y Trump su vocero.
Transcurrida una semana desde la toma de posesión de Trump cuesta distinguir qué es sueño, qué es pesadilla y qué es realidad. Digamos que ha sido un mal sueño. Peor aún, un sueño angustioso, opresivo y tenaz. ¡Qué alivio, despertar por fin! Me asomo a la ventana y canturreo “gira, el mundo gira en las calles, en la gente, corazones que se encuentran, corazones que se pierden, alegrías y dolores de la gente como yo…” Tranquilos todos. Gira el mundo
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