28 ene 2017

José Emilio Pacheco, creador del género “inventario”

José Emilio Pacheco, creador del género “inventario”/
RAFAEL OLEA FRANCO
Revista Proceso # 2100, 28 de enero de 2017
El lunes 30 de junio de 2014, a 75 años de su nacimiento y pocos meses después de su desaparición el 26 de enero de aquel año, la UNAM rindió un homenaje a José Emilio Pacheco, en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario. Ahí el doctor en literatura por la Universidad de Princeton y El Colegio de México, Rafael Olea Franco, participó con la evocación que presentamos, trasmitida entonces en directo por TV UNAM junto con las de otros escritores y críticos como Elena Poniatowska, José Luis Martínez, Hugo J. Verani, Julio Ortega y Luis García Montero. Eduardo Lizalde leyó poemas de JEP, quien el pasado día 26 cumplió tres años de fallecido.
Gracias a la generosidad de Cristina y José Emilio Pacheco, el 14 de enero de 2014 la estudiante francesa Anne Cécile García y yo pudimos pasar unas maravillosas horas con ellos.
En medio de la erudita digresión con que José Emilio solía regalar a quien tuviera la dicha de escucharlo, mencionó un dato esencial para comprender los orígenes de un género que él creó para deleitar y enseñar durante décadas a sus fervientes lectores.

Nos comentó que en los años sesenta, a instancias de Fernando Benítez, se le ocurrió traducir para el suplemento cultural que éste dirigía algunas notas aparecidas en las revistas francesas asequibles en la época, con lo cual se buscaba contrarrestar la casi exclusiva influencia cultural de Estados Unidos. Las notas traducidas, de muy diversa índole, se publicaron sin firma durante un tiempo, hasta que France Press demandó el pago de las regalías correspondientes, las cuales, contaba riendo José Emilio, rebasaban el presupuesto completo de la publicación. Por fortuna así lo entendieron los franceses, por lo que el suplemento cultural continuó sin ningún acoso financiero.
Si no me equivoco, en ese afán de asimilación de la cultura ajena, que al comprenderse para poderla difundir se transforma y se hace propia, residen los orígenes de un género creado por Pacheco: el “inventario”, palabra extraordinaria que conjuga a la vez lo que ahora se denominaría un repositorio de la cultura y la inventiva o imaginación propia de la creación literaria.
Al conmemorar a José Emilio Pacheco, cabe invocar dos nombres que representan parte de la cima del género ensayo en México: Alfonso Reyes y Octavio Paz. En esta apretada síntesis, sólo puedo aludir a una característica básica compartida por ambos: la erudición, transmitida, en el caso de Reyes, con esa prosa de la que el propio Jorge Luis Borges dijo que le había enseñado que el español podía ser un instrumento de precisión y elegancia y, en los ensayos de Paz, con una lengua cuya sonoridad poética embelesa al lector (e incluso puede abismarlo hasta el olvido del significado directo de las palabras).
En 1989, con motivo del centenario del nacimiento de Alfonso Reyes, José Emilio Pacheco escribió uno de sus más largos y unitarios inventarios. Respecto de la función ejercida por su maestro Reyes, escribió: “A sabiendas o no, Reyes intentó reparar lo que perdimos cuando a fines del XVI fue suprimida la enseñanza de la cultura europea a los indios en el colegio de Tlatelolco…”. 1 De forma implícita, Pacheco continuó esa labor mediante su obra, con lo cual demostró a su maestro que los hispanoamericanos no llegamos tarde al banquete de la civilización europea, lo cual preocupaba a don Alfonso.
Estoy seguro de que la mención de estos notables precursores, Reyes y Paz, agradaría a Pacheco, quien desde noviembre de 1965, al leer su texto autobiográfico que al año siguiente formaría parte de la serie Los narradores ante el público, se distanció radicalmente de la típica actitud iconoclasta de los autores incipientes. Pacheco reconoció entonces sin reservas a quienes lo habían antecedido magistralmente en la profesión: “Reyes abrió la posibilidad moderna de escribir en México. Arrojó al surco la semilla para que el campo verdeciera. Todos, hasta quienes no lo leyeron, hemos salido de él…”. 2 Del mismo modo, en su poema titulado “Contra Harold Bloom”, desmiente a este crítico anglosajón, quien habla de la relación conflictiva (y hasta parricida) que suele mantener un escritor notable respecto de sus predecesores:
Al doctor Harold Bloom lamento decirle/ que repudio lo que él llamó “la ansiedad de las influencias”./ Yo no quiero matar a López Velarde ni a Gorostiza ni a Paz ni a Sabines./ Por el contrario,/ no podría escribir ni sabría qué hacer/ en el caso imposible de que no existieran/ Zozobra, Muerte sin fin, Piedra de sol, Recuento de Poemas. 3
[Aunque, para ser justos, debe añadirse que Pacheco confesó su relativo arrepentimiento por haber difundido este poema, ya que Harold Bloom lo elogió cuando vino a México a recibir el Premio Internacional Alfonso Reyes.]
Ahora bien, ¿qué cualidades imprime Pacheco al género ensayo en sus inventarios? Entre muchos rasgos, cabe destacar, en primer lugar, que él exacerbó el tono juguetón de Alfonso Reyes hasta convertirlo en una aguda ironía. En segundo lugar, desplegó una preocupación permanente por la historia (no sólo la de México), tal vez derivada de su temprana percepción de la fugacidad de la vida, como se aprecia en toda su obra. Los inventarios que más me atraen son aquellos donde estos rasgos se combinan, siempre presididos por la erudición y la inventiva. Un rápido ejemplo.
En 1978, cincuentenario de la muerte de Obregón, Pacheco especuló, en un inventario titulado, significativamente, “Un informe y una fantasía”, con lo que habría sucedido si se hubiera frustrado el ataque de José de León Toral que acabó con la vida del caudillo histórico: derrota de los generales callistas (Amaro, Cárdenas y el propio Calles) en 1929; segunda reelección de Obregón en 1932, junto con la extensión del período presidencial a seis años; fundación en 1933 del Partido Revolucionario Obregonista (partido político único, por supuesto); nombramiento de Obregón, en 1935, como secretario general del partido, Jefe Máximo de la Revolución y Protector de la Patria; designación de Obregón como presidente vitalicio en 1945; derrota en 1950 de la conspiración conocida como el “complot de los licenciados” (José Vasconcelos, Miguel Alemán y Adolfo López Mateos) y muerte violenta de sus líderes; fiestas del cincuentenario de la Revolución en 1960, cuando Obregón cumple ochenta años en perfecta salud; y, finalmente, cuarenta años después de su primera reelección, deceso del caudillo en Chapultepec, en 1968. 4
Este campo de lo que se llamaría la historia contra-factual está vedado a los ensayistas solemnes (y no se diga a los historiadores), pero no al novelista que fue Pacheco, quien al final de ese creativo inventario termina burlonamente volviendo a los hechos históricos: en realidad el general Álvaro Obregón, héroe imbatible en los campos de batalla, falleció el 17 de julio de 1928, acribillado por un oscuro hombrecillo, mientras comía un plato de mole.
Un último rasgo deseo añadir en este recuento mínimo: la ética que cruza toda la obra de Pacheco, comenzando por el sentido directo que él imprimió a la palabra: la ética de un escritor consiste en intentar cumplir eficientemente con su profesión. Pero también aludo a la ética en su más profundo sentido filosófico, es decir, como la preocupación por los otros representada en la literatura. Una ética que, por cierto, en su caso se alimenta de diversas raíces familiares, como se aprecia en su ya clásica “Crónica de Huitzilac”, donde José Emilio recuerda que el licenciado José María Pacheco, su padre, se negó a simular un consejo de guerra para justificar legalmente a posteriori el asesinato del general Serrano y sus seguidores el 3 de octubre de 1927, por haber desafiado a Obregón y a Calles.
Sospecho que José Emilio Pacheco y Alfonso Reyes están ahora juntos en el cielo de los escritores, pues ambos eran buenas personas. Del primero lo sé por experiencia propia; del segundo lo deduzco por numerosos testimonios. A semejanza (así sea burda) de la serie de inventarios que Pacheco tituló “Diálogo de muertos”, imagino que Reyes le dirá sosegadamente a Pacheco:
“Por fortuna, con tu obra demostraste que los mexicanos no llegamos tarde al banquete de la civilización.”   
__________
1 Pacheco, José Emilio: “Inventario. Para acercarse a Reyes”, Proceso, 22 mayo de 1989, pp. 46-47.
2 Pacheco, José Emilio (1966): Texto sin título incluido en la colección Los narradores ante el público. Joaquín Mortiz, México, vol. 1, pp. 241-263.
3 Pacheco, José Emilio: Tarde o temprano [Poemas 1958-2000], ed. Ana Clavel. Fondo de Cultura Económica; México, 2000.

4 Pacheco, José Emilio: “Un informe y una fantasía”. Proceso, 14 de agosto de 1978, pp. 54-55.

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