La Casa Blanca defiende que hay “datos alternativos” para analizar la realidad
El mandatario estadounidense falsea los datos de asistencia a su inauguración y acusa a la prensa de inventarse su disputa con la CIA
AMANDA MARS
El País, Nueva York 22 ENE 2017
Miles de personas protestan el sábado contra Trump en Washington. JOSH EDELSON AFP
Las primeras 48 horas del Donald Trump presidente han sido en muchos aspectos una proyección del Donald Trump candidato. El giro presidencial que muchos esperaban tras ganar las elecciones el 8 de noviembre no se dio durante su periodo de presidente electo ni tampoco ahora, tras la jura del cargo. El nuevo comandante jefe de Estados Unidos y su equipo lanzaron falsedades a lo largo de su primer día completo en el cargo, tanto referidas al número de asistentes al acto inaugural de su mandato como a los medios de comunicación, a los que acusó de haber fabricado su polémica con la CIA. También insistió en que fue contrario a la guerra de Irak desde el principio, cuando las declaraciones de la época muestran que no tomó una posición hasta mucho después.
La mayor parte de estas cuestiones son muy fáciles de comprobar y rebatir, pero eso no arredra a Trump. Esa osadía es, y fue durante la campaña electoral, una seña de identidad trumpiana de la batalla de la comunicación. El domingo tomó una nueva dimensión. Cuestionada por las cifras de asistentes, la asesora presidencial Kellyanne Conway respondió a un periodista: “No seas tan exagerado, Chuck. Estás diciendo que es una mentira, y ellos están dando… Nuestro jefe de prensa, Sean Spicer, dio hechos alternativos a eso”.
Una cata de la era del relato alternativo tuvo que ver con el caso del espionaje. Desde que los servicios de Inteligencia estadounidenses empezaron a acusar a Rusia de estar detrás de los ciberataques durante las elecciones, y especialmente desde que determinaron que el objetivo del Kremlin era favorecer a Trump, el presidente estadounidense no dejó de poner en duda su fiabilidad, acusarles de estar politizados y, en ocasiones, burlarse de ellos. No lo hizo en reuniones privadas ni conversaciones robadas por un micrófono indiscreto, sino en su propia cuenta de la red social Twitter o en declaraciones a medios.
Pero el pasado sábado, en su visita a la CIA, culpó a esos mismo medios de haber creado la polémica, pese a todas las pruebas documentales en contra. “Julian Assange dice que ‘un chaval de 14 años podría haber hackeado a Podesta’. ¿Por qué tuvo tan poco cuidado el Partido Demócrata? ¡Además dijo que los rusos no le dieron la información!”, tuiteó Trump el pasado 4 de enero, confiriéndole más credibilidad al fundador de Wikileaks, que publicó las informaciones negativas para la campaña de Clinton.
El día anterior ya les había acusado de mentir. “El briefing de ‘inteligencia’ sobre el llamado ‘hackeo ruso’ ha sido retrasado hasta el viernes, quizás necesiten más tiempo para construir su caso. ¡Muy extraño!”, escribió Trump en Twitter, cargando intención en el entrecomillado “inteligencia” y “hackeo ruso”. El 11 de enero, cuando varios medios publicaron informaciones acerca de un informe que sostiene que Moscú podría tener informaciones comprometedoras contra él, Trump estalló en la misma red social: “Las agencias de inteligencia no deberían haber permitido que estas ‘noticias falsas’ se filtraran al público. ¿Vivimos en la Alemania nazi?”.
Pero este sábado, ante el personal de la CIA, dijo que lo primero que hacía era visitarles porque los periodistas se encontraban “entre la gente más deshonesta de la tierra y han hecho creer que yo estoy enfadado con el personal de Inteligencia”.
También arrojó, al igual que el nuevo jefe de comunicación de la Casa Blanca, Sean Spicer, una batería de datos que no se ajustan a la realidad sobre su toma de posesión. Trump ha ganado las elecciones presidenciales del país más poderoso del planeta, podría darle igual que su acto de investidura hubiese resultado más o menos multitudinario que el de su predecesor, pero al empresario neoyorquino le gusta ganar en todo.
Así se entiende que Spicer asegurara que se reunió “al mayor público en cualquier inauguración, punto, tanto en persona como alrededor del mundo”. Pero no es así ni lo uno ni lo otro: dijo que 420.000 personas tomaron el metro de la ciudad ese día, frente a 317.000 en la inauguración de Barack Obama, pero las cifras de la red transportes, citadas por The Washington Post, hablan de 570.557 viajes del pasado viernes, frente a los 1,1 millones con Obama en 2009 y los 782.000 de su segundo mandato, en 2013. Tampoco son ciertos los datos de espectadores por televisión: según datos de Nielsen, lo siguieron 30,6 millones de personas, siete millones menos que con Obama.
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Trump ridiculiza las manifestaciones masivas contra él y luego dice respetarlas
“¿Por qué esta gente no votó?”, escribe en Twitter, su plataforma favorita para lanzar ataques
Nota de JOAN FAUS/ El País
Corresponsal en Estados Unidos
Washington 22 ENE 2017
Donald Trump demostró este domingo que, como presidente estadounidense, no se sosegará. El republicano utilizó la táctica del palo y la zanahoria en su primera valoración pública de la marchas masivas contra él en Washington y otras ciudades. El mandatario ridiculizó a los manifestantes del sábado. Luego dijo respetar el derecho a la protesta. Lo hizo en su cuenta personal en Twitter, que se mantiene, tras su toma de posesión, como su plataforma favorita para lanzar ataques y electrizar a sus fieles.
Si alguien confiaba en que, una vez asumiera la presidencia de la primera potencia mundial, Trump dejaría atrás su retórica chulesca y descalificadora, las 7:47 de la mañana de este domingo en la Costa Este estadounidense le sirvieron para comprobar que ese deseo de moderación se esfumaba. También cómo el republicano no renunciará a utilizar su cuenta personal de Twitter para intimidar a sus detractores.
A esa hora publicó un mensaje en la red social en que minimizaba las manifestaciones en su contra: “¡Miré las protestas ayer pero tuve la impresión de que acabamos de tener una elección! ¿Por qué esta gente no votó? Las celebridades dañaron mucho la causa”.
Trump no entró en detalles, pero soslayó que probablemente la mayoría de esos manifestantes votaron a la demócrata Hillary Clinton, su rival en las elecciones presidenciales del pasado 8 de noviembre. Uno de los carteles que más se veía en la Marcha de Mujeres, en Washington, era "Estoy con ella", uno de los lemas electorales de Clinton. El republicano logró la presidencia al imponerse en el recuento del colegio electoral -la traslación del voto de cada Estado según su población- pero la demócrata sacó unos tres millones más de votos que él en el recuento del voto popular.
Algunas celebridades cercanas al Partido Demócrata, como Scarlett Johanson o Madonna, participaron en la manifestación de Washington, que llenó la explanada del National Mall con un nivel de asistencia similar o superior al de la investidura de Trump. Es frecuente que el republicano arremeta contra esas personalidades, como hizo con la actriz Meryl Streep tras repudiar al magnate en la gala de los Globos de Oro. El republicano apenas logró que alguna estrella participara en su ceremonia de investidura del viernes ni en el concierto de celebración de la víspera.
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Donald J. Trump
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Peaceful protests are a hallmark of our democracy. Even if I don't always agree, I recognize the rights of people to express their views.
8:23 AM - 22 Jan 2017
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Donald J. Trump
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Watched protests yesterday but was under the impression that we just had an election! Why didn't these people vote? Celebs hurt cause badly.
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Una hora y media después de ese mensaje en Twitter, el nuevo mandatario publicó otro más conciliador: “Las protestas pacíficas son un sello distintivo de nuestra democracia. Incluso si no siempre estoy de acuerdo, reconozco los derechos de la gente a expresar sus visiones”.
Ese tono conciliador se acercó más a la ortodoxia política, al manual clásico de comunicación para un presidente que afronta, en sus primeros días en el cargo, una sociedad polarizada por su elección. Recordó al Trump de los días posteriores a los comicios de noviembre cuando tendió la mano a los manifestantes que protestaban contra su victoria: “No tengáis miedo. Vamos a recuperar nuestro país”, les dijo entonces. Pero esa aproximación fue efímera. El multimillonario neoyorquino, cuya anticorrección política encandila a sus seguidores, mantuvo el tono confrontador durante buena parte de la transición presidencial.
Trump evitó entrar este domingo en el debate sobre si la manifestación de Washington fue más multitudinaria que su toma de posesión. El sábado acusó falsamente y sin ofrecer pruebas a los medios de comunicación de querer minimizar la asistencia a su investidura. Pero este domingo destacó, en otro mensaje en Twitter, que más gente siguió por televisión su toma de posesión que la de Barack Obama en 2013. “Wow, 31 millones de personas miraron la investidura, 11 millones más que los muy buenos datos de hace cuatro años”, escribió.
Trump, un exshowman televisivo obsesionado con la imagen pública, declinó revelar que su audiencia fue inferior a la investidura de Obama en 2009. También a la de Jimmy Carter (1977), la segunda de Richard Nixon (1973) y la primera de Ronald Reagan (1981), que tiene el récord histórico con 41,8 millones de telespectadores.
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