Las columnas políticas hoy, a 5 de febrero de 2017
Frentes Políticos/Excelsior
I. Agenda llena. Hay mucho trabajo. El Congreso de la Unión tiene ante sí la ineludible responsabilidad de dar un rumbo fijo al país. No se valen titubeos. El punto número uno entre los cuatro grandes pendientes es la relación bilateral con Estados Unidos, pero lo que atañe en el interior es aún más importante: el alza en el precio de los combustibles debe definirse, pues la molestia social se desbordó; ya es momento de que se tome en serio el combate a la corrupción, y el regreso de los soldados a los cuarteles es más que urgente. Senadores y diputados: Dejen de pensar en bonos extra y prebendas y legislen en beneficio de las mayorías. Aunque se ve difícil.
II. Contradictorios. En el PRD no hay una línea definida. Por un lado tratan de hacer un sólido bloque opositor al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y promueven no consumir productos de su país. Antes, recordemos, “tundieron” a palazos al entonces candidato republicano, pues usaron su imagen en una piñata de su posada navideña. Pero, por el otro, una comitiva, encabezada por Beatriz Mojica, su secretaria general, ahora viajó a EU con el fin de asistir a la Convención Nacional Demócrata para dejar en claro su rechazo a la construcción del muro fronterizo que Trump impulsa. Una pregunta: ¿No es más barato (y apropiado) mandar un correo electrónico con la queja?
III. Preocupante. Un grupo de trabajadores petroleros presentó una denuncia ante las comisiones de Energía y del Trabajo del Senado de la República contra la empresa Tapia Construcciones por bloquear instalaciones de Pemex en Tabasco. Rafael Velázquez Sánchez y Miguel Ángel Gómez Jiménez, dirigentes del Comité de Líderes Sindicales de la CTM en la entidad, presentaron un documento con más de 300 firmas, por medio del cual solicitaron a esa instancia que intervenga, dentro de sus atribuciones, y ponga coto a la empresa, a la que acusan de emplear grupos de choque para generar conflictos y obtener beneficios ilegítimos. En forma totalmente indebida, el consorcio, de acuerdo con el oficio, busca tener el control absoluto de los trabajos que Pemex realiza en el estado. La denuncia está fundamentada en hechos reales.
IV. ¿Mecenas? Sin dar muchos detalles, Manuel de la O Cavazos, secretario de Salud de Nuevo León, aseguró que los gastos médicos de los heridos en el tiroteo del Colegio Americano del Noreste correrán a cargo del gobierno estatal, que encabeza Jaime Rodríguez El Bronco. Recordemos: La mañana del 18 de enero, un estudiante de secundaria ingresó con un arma al plantel y disparó a su maestra y compañeros; actualmente siguen internados tres de los cuatro heridos y la maestra lesionada sólo se comunica por señas. Pero haga lo que haga El Bronco, su popularidad va a la baja. Ni cómo ayudarle.
V. Defensor. El político sensación es Pedro Kumamoto, diputado independiente del Congreso de Jalisco. Sus propuestas llaman la atención. Pugna por una política que no ocupe reflectores, pero que resuelve problemas y se gane el apoyo de la gente. En esta ocasión sugirió modificar la fórmula para calcular el financiamiento a los partidos políticos: Sin voto no hay dinero, así se llama su propuesta. Hoy, para calcular el dinero que reciben las formaciones políticas, se multiplica el total de ciudadanos en el padrón electoral, pero el legislador pretende que, de ser aceptada su iniciativa, se les den recursos por el número de votos adquiridos. Que los partidos ya no sean negocios, dice. No lo pierda de vista. Kumamoto es, sin duda, lo de hoy.
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Templo Mayor de Reforma/
HACE 100 años se definió el rumbo de México con una Constitución que ponía por delante el bienestar de una sociedad que comenzaba a despegar. ¿No será tiempo de trazar una nueva ruta?
LA PREGUNTA viene al caso porque siempre es más fácil repartir culpas que asumir responsabilidades. Y en estos días el villano favorito de los mexicanos es Donald Trump, pero... ¿qué pasaría si Enrique Peña siguiera en cierta forma su ejemplo? Vaya, de una manera menos pendenciera y más educada.
NADA mal les vendría a las empresas que aquí también se decretara un alto al exceso de regulaciones y a la tramititis. ¿Y qué decir de congelar las contrataciones en el gobierno para combatir la obesidad del aparato público?
TRUMP causa revuelo por sus métodos nada ortodoxos para atraer -¿obligar?- a las empresas a crear empleos en su país. ¿Tan malo sería que se instalen más industrias en México en lugar de, por ejemplo, Centroamérica?
EL POTUS le apuesta a mejorar el futuro de EU. De este lado la respuesta es mirar... ¡al glorioso pasado! ¿No valdría la pena intentar ser grandes alguna vez?
Y ES QUE el problema de México no es Donald Trump. ¡Para nada! Lo que nos tiene en crisis es el saqueo permanente de los recursos públicos a manos de funcionarios, legisladores, contratistas y sindicatos charros.
EL PLEITO no es con Trump: hay que enojarse por el cinismo de los vividores de la política; hay que indignarse por la impunidad de los corruptos; hay que señalar a los populistas. Esos son los verdaderos enemigos de México.
AHORA que muchos piden comprar sólo lo "Hecho en México", vale la pena señalar un caso en el que la tramitadera impide a los mexicanos comprar lo mexicano.
SE TRATA de las aeronaves Bearhawk que se fabrican en Atlixco, Puebla, y tienen una gran aceptación entre los entusiastas en EU de las pequeñas avionetas tipo "hágalo usted mismo".
LA EMPRESA no vende aviones armados, sino kits para armar uno de sus tres modelos. La idea es que la construcción sea un largo pasatiempo y, luego, tener un avión propio a muy bajo costo.
EN INTERNET se pueden ver muchas páginas de fanáticos de esas aeronaves, no sólo en Estados Unidos, también en Nueva Zelanda y Sudáfrica.
PERO en México no se venden. Y todo porque, a pesar de que se fabrican en Puebla, la Dirección General de Aeronáutica Civil, además de obstaculizar la operación de aeródromos, increíblemente exige presentar el ¡pedimento de importación! Y nadie entiende cómo se importa algo que se fabricó aquí.
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La estación/GERARDO GALARZA
Excélsior
Atribuida a muchos, como Francis Bacon o al mismo Steve Jobs, la frase “la información es poder” es un apotegma de uso popular, casi verdad de Perogrullo. Sin embargo, los tiempos que corren, los de la era de la tecnología informática, no son buenos, cuando menos para la información. Tampoco lo son para el periodismo ni para el impreso o el digital o el que utiliza la radio y la televisión. Alejado de sus principios básicos, del rigor del oficio, deslumbrado y enamorado de la inmediatez, de los clics y los likes, el periodismo del mundo entero cabalga en el desprestigio. La información ha sido sustituida por la percepción. Algunos creen, no sin razones, que las nuevas plataformas tecnológicas han provocado ese fenómeno y que no habrá vuelta atrás. Como sea, el relato de lo real, de los hechos, de las noticias está de capa caída.
Los propios medios de información, los llamados tradicionales y también los modernos, son los escaparates de ese desastre. Los hechos, lo real, su relato, poco significan y han sido sustituidos por la especulación, la insinuación, la intuición, la suposición, la interpretación, la percepción y, en el mejor de los casos, la opinión y el análisis.
No se trata de dar clases de periodismo, simplemente de ubicar. El oficio periodístico se ejerce a través de dos grandes canales: la información y la opinión, los hechos y su análisis. No es ninguna novedad. Desde los inicios de la prensa industrial, los ingleses acuñaron una sentencia: “Los hechos son sagrados; las opiniones, libres”. Hoy pareciera ser al revés, aunque no exactamente. Noticia y opinión son partes esenciales del periodismo, pero no hay que confundirlas como no se confunden, por ejemplo, valor y precio en la economía.
A diferencia de la información real que propicia certezas, la percepción produce un fenómeno ahora bautizado como “posverdad”, la palabra de 2016, según la Universidad de Oxford. Y no es una moda pasajera. Los hechos han dejado de ser reales, se les adapta a la creencia, ideología, conveniencia, militancia, sospecha, necesidad e interpretación propias de la persona (usuario) y del grupo (chat). Ya había quedado claro que una mentira repetida mil veces nunca será verdad, pero la “posverdad” parece un triunfo póstumo de Goebbels.
Temerosos de que el periodismo y sus oficiantes, fascinados por la inmediatez y la interacción, se equivocan cuando intentan competir con las redes sociales, subiéndose al tren de la modernidad. El periodismo y los periodistas no se han dado cuenta de que el enemigo no son esas plataformas tecnológicas de la nueva comunicación social, vamos, ni siquiera aquellos que creen o juegan a ser periodistas en ellas. No, el enemigo son ellos mismos que han abandonado el rigor del oficio: el viejo e inevitable truco de reportear (investigar), ir a las fuentes de información, a los protagonistas de los hechos, buscar en los documentos, ser testigos de los hechos, contrastar para constar. Siempre, por ejemplo, será mejor la crónica del reportero que asiste a la arena de box a ver en vivo una pelea de campeonato, al estadio de futbol o al partido del día, que la de aquel que los vio por televisión, sentado en el sillón de su casa o de la redacción.
La responsabilidad del desprestigio de la falta de credibilidad del oficio periodístico es, en muy buena parte, de quienes confunden informar con opinar, interpretar o especular. Esta semana hubo tres “interpretaciones”, por llamarlas de alguna manera, de un hecho, en lugar de la información de ese hecho: los reportes de la llamada telefónica entre los presidentes de México y Estados Unidos. No significan lo mismo los verbos “invadir” (militarmente al país) que “ofrecer” (ayuda militar, que ya existe); tampoco significa lo mismo “amenazar” que relatar una situación real (la existencia del crimen organizado y el tráfico de drogas y armas). ¿A quién creerle?
Ahora bien, los autores de esas versiones tienen todo el derecho en propalar éstas basadas en sus especulaciones y no estrictamente en los hechos y serán responsables de sus efectos y consecuencias. Asimismo, los lectores, radioescuchas, televidentes e internautas tienen el irrestricto derecho a creerles o no. Pero, en ambos casos, serán interpretaciones y creencias, casi como dogmas de fe, sin sustento en lo realmente ocurrido.
A los receptores de mensajes periodísticos, que no tienen la obligación de ser expertos en la materia, habrá que aconsejarles que hay que distinguir entre información y opinión; que la primera es el relato de hechos reales y la segunda es una interpretación personal de esos hechos. Las dos valen, pero no hay que confundirlas. ¿Cómo? En primera instancia, la información debe estar sustentada en fuentes. De entrada, desconfíe de las noticias sin fuente informativa y más de aquellas que citan “fuentes bien informadas”, porque las “noticias” provenientes de ellas tienen, con toda seguridad, un interés más allá del periodístico. También contraste para constatar.
En el caso de opiniones, especulaciones, interpretaciones y suposiciones (como ocurre con artículos y columnas, incluida ésta), entienda que son responsabilidad absoluta de quien las firma con su nombre y usted decida la credibilidad que pudieran tener. El periodismo debe regresar a sus orígenes, a lo básico —reportear—, a su rigor informativo. No se trata de nostalgia ni mucho menos de regresar al pasado. Se trata de recuperar la credibilidad. Se trata de que, como canta Joaquín Sabina, “las verdades no tengan complejos, que las mentiras parezcan mentiras…”.
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