Protestas contra el Papa en Chile, ocupada la nunciatura
VATICAN INSIDER Pubblicato il 12/01/2018;
SALVATORE CERNUZIO
CIUDAD DEL VATICANO
Los carteles de “Bienvenido” han dejado sitio a los manifestantes que han ocupado la nunciatura y lanzado bombas artesanales contra las iglesias de Santiago de Chile, donde en estas últimas horas, a dos días de distancia de la llegada del Papa Francisco, han estallado violentas protestas contra la visita del Pontífice. Las últimas noticias de la prensa chilena aseguran que la nunciatura apostólica de la capital –que será la residencia del Papa en los tres días que durará su viaje, del 15 al 18 de enero-- ha sido ocupada durante media hora (y más tarde liberada por la policía) por un grupo de manifestantes reunidos bajo la asociación del pueblo Andha Chile, encabezada por la ex candidata presidencial Roxana Miranda. Un gesto que se produce tras los ataques ocurridos anoche a cuatro parroquias de distintas partes de la ciudad.
Detrás de la revuelta de este grupo –una organización popular formada también por algunos desempleados y sin hogar-- no existen razones políticas ni religiosas “más bien los millones que están gastando” para la acogida del Papa, explica Roxana Miranda en su perfil de Twitter, anunciando el inicio de una “agenda de lucha”. Se habla de cerca de 10 millones de pesos empleados para la visita del Papa, el 70% de los cuales han sido puestos a disposición por el Estado, y el 30% corren a cargo de la Iglesia.
Una afrenta, según los manifestantes, cuyo lema es “el dinero de los impuestos se lo lleva Francisco”. “Aquí en Chile” --se lee en el perfil de Andha Chile-- hay miseria, pedofilia, asesinatos y nadie hace nada, pero se gastan millones para un personaje religioso”. Siempre a través de Twitter, Miranda ha publicado un vídeo en el que se ve a oficiales de las fuerzas de seguridad chilenas entrar en la sede de la nunciatura, a pesar de que los manifestantes intentaron impedir el acceso. Treinta minutos más tarde, un nuevo mensaje informó que los autores de las protestas y la ocupación se encuentran en una oficina de los carabineros chilenos en el distrito de Providencia.
Las fuerzas de seguridad han frustrado un cuarto ataque organizado en el santuario de Cristo Pobre, situado cerca de la estación de metro Quinta Normal, donde se había llenado un contenedor con combustible. En cambio, otras tres iglesias han sido dañadas gravemente, especialmente en sus puertas y fachadas. Como la de Santa Isabel de Hungría, en la zona de la estación central, donde los manifestantes arrojaron un trapo impregnado de combustible a la entrada y prendieron fuego, causando un incendio que más tarde fue apagado por los bomberos. Un sacerdote, residente en la casa pastoral, el padre Fernando Ibáñez, ha dicho a una radio local que unas horas antes algunos jóvenes habían pasado frente a la iglesia gritando insultos. Poco después, dijo, “he oído un perro ladrar y desde mi ventana he visto la luz de una llama, me he levantado y he llamado al párroco, el padre Cristian, mientras los vecinos gritaban, nos llamaban”, de tal forma que “he cogido un extintor y he empezado a apagar el fuego”.
En esos mismos momentos, en la capilla del Cristo Vencedor, algunos desconocidos hicieron explotar una bomba que provocó daños leves, y en Recoleta fue atacada la capilla del Emmanuel sobre las tres de la madrugada (hora local) con un dispositivo que, explotando, ha arrancado una puerta y roto algunas ventanas. Lo denuncia la policía que explica que ha encontrado “objetos que se han archivado para enviarlos a la fiscalía”. Sobre el lugar del ataque llegó a primera hora de la mañana el ministro de Interior chileno, Mahmud Aleuy, quien denunció el uso de la violencia en un país caracterizado por la libertad de opinión y anunció que el gobierno demandará a todos los responsables.
Por su parte la “presidenta” saliente de Chile, Michelle Bachelet, ha condenado duramente las protestas: “Lo que ha pasado es muy extraño porque no es algo que se pueda atribuir a un grupo específico”, ha dicho. Más tarde ha confirmado que, en vista de la llegada del Papa Francisco, el gobierno chileno ha hecho todo lo que estaba en su mano para ayudar en la organización del viaje apostólico. En especial, los esfuerzos del ejecutivo se han concentrado en la seguridad, el apoyo para facilitar el acceso a los lugares de los eventos así como al movimiento de los feligreses. Bachelet ha pedido acoger al Papa “en un clima de respeto” y “vivir esta visita en un clima de solidaridad y de alegría entre nosotros”.
No es la primera vez que las Iglesias en Chile son asaltadas o quemadas: se calcula que cerca de 36 lugares de culto, incluidas pequeñas capillas, han sido atacadas a lo largo de los últimos 25 años. Hasta ahora no había habido reivindicaciones oficiales de los cuatro ataques de esta noche pero parece que éstos tienen la firma de los representantes de los Mapuches, minoría –una de las más numerosas de toda América Latina, donde los grupos étnicos están poco a poco desapareciendo (actualmente son más de un millón y medio sobre 15 millones de habitantes, es decir, cerca del 10% de la población)-- que desde hace años pide al gobierno el reconocimiento de sus derechos y de un Estado binacional además de la restitución de las tierras sustraídas a lo largo de cinco siglos que ahora están en manos de multinacionales o propietarios extranjeros.
No especialmente hostiles a la ya frágil Iglesia chilena -que, es más, se ha declarado a menudo a su favor-- los Mapuches han elegido en cualquier caso la vía de la violencia para dar visibilidad internacional a su protesta, especialmente en estos días en los que, con el Papa, los ojos del mundo están puestos en Chile. Lo observan distintos analistas que explican como la misma decisión de la nunciatura es una hábil maniobra para amplificar el movimiento de oposición que desde hace distintas semanas ha ido expandiéndose en diversas ciudades chilenas y que ahora está viviendo un “salto importante” asumiendo los rasgos de un proyecto político con su propio sistema ideológico.
También el padre Felipe Herrera, portavoz de la Comisión nacional de la visita de Francisco en Chile, ha hablado de “actos de vandalismo llevados a cabo para llamar la atención”; no existe “ningún ataque de terrorismo”, ha asegurado el sacerdote, más bien manifestaciones de “un descontento social altísimo”. En cualquier caso “estamos acostumbrados”, dice Herrera, “y la gente está esperando con alegría al Papa”. “La Iglesia local no está preocupada por el éxito de la visita del Papa en Chile. Lo que queremos es dar un mensaje de calma, de tranquilidad”.
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