LA REDACCIÓN
Revista Proceso No. 1892, 3 de febrero de 2013
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
Por medio del semanario que usted dirige deseo denunciar las
acciones de intimidación en mi contra que realiza el empresario Eduardo
Margolis Sobol, quien estuvo implicado en el caso Florence Cassez, tal como lo informó el semanario que usted
dirige (Proceso 1846).
Conocí a Margolis en 1986 y establecimos una relación
comercial en dos etapas: de 1991 a 1994 y de 2003 a 2012. Mi empresa, Equipos y
Servicios de Propulsión y Generación
(ESPG), operaba en las oficinas de la compañía Epel, propiedad de
Margolis, en Polanco, Ciudad de México. En 2009 Margolis me invitó a participar
en el negocio de comercialización de autos blindados y refacciones industriales
que se vendían tanto a empresas privadas como del sector público, entre éstas
Pemex y la Secretaría de la Defensa Nacional. En noviembre de 2010 acordamos el
pago de 8 mil dólares mensuales por mi trabajo, consistente en conseguir
proveedores y operar las entregas de dichos vehículos y refacciones.
En septiembre de 2011 Margolis había acumulado una deuda 434
mil pesos por concepto de mis honorarios, así como un adeudo de 40 mil dólares
por un bono de desempeño –igualmente acordado por ambos– en virtud del
finiquito de un contrato que amparaba la venta de 170 vehículos blindados y un
lote de refacciones para la Secretaría de la Defensa Nacional. Cuando solicité
el pago de dichos adeudos, Margolis se negó. Argumentó que ese no era el
acuerdo que teníamos. En esa ocasión recurrí a los oficios de una persona que
le es cercana (y cuyo nombre prefiero omitir) y a través de él respondió de
forma amenazadora que me atuviera a las consecuencias.
El 27 de enero de 2012 Ernesto Mizrahi, uno de los socios de
Margolis, me dijo en forma categórica que yo no sabía lo que era tener a
Eduardo Margolis de enemigo. Ese mismo día, el propio Margolis me envió el
contenido de un mensaje electrónico dirigido a otra persona, pero en el que se
refiere a mí como “traicionero, desleal y envidioso” y en el que vuelve a
amenazar: “No creo que me ahuante (sic) mucho. Él sabe perfecto lo que ahora si
va a pasarle”.
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