Abandono, inseguridad, soberbia/JENARO VILLAMIL
Revista Proceso 1892, a 3 de febrero de 2013
Las
fallas de seguridad que derivaron en la explosión que el 31 de enero mató a más
de 30 personas e hirió a decenas en las instalaciones administrativas de Pemex
están claras. Un informe de la Subdirección de Servicios Corporativos muestra
cómo la prioridad es presumir de grandes logros en tanto se minimizan los
riesgos, las carencias y los muchos incidentes reportados.
Enaltecidos
en su conjunto como una obra “desafiante y emblemática de una generación de
mexicanos que aprendió a pensar en grande”, la Torre Ejecutiva y el complejo de
edificios que configuran el Centro de Administración de Pemex (CAP) constituyen
una trampa –ya fue mortal para muchos– para las casi 10 mil personas que
laboran en ellos.
Así
lo dejan entrever los informes oficiales de la paraestatal. Tan sólo durante
2011, en los edificios del CAP se registraron un total de 2 mil 974 casos de
emergencia, de los cuales uno fue conato de incendio, 15 fugas de agua y 10 de
gas, 10 cortocircuitos, 69 reportes de olor a quemado, dos derrames de agua,
266 alarmas de los sistemas de detección, mil 535 simulacros y mil 63 eventos
de protección contra incendio, según el informe de la Subdirección de Servicios
Corporativos, área responsable de servicios generales, mantenimiento y obra
pública de la petrolera.
En
el apartado de “protección civil” de su informe Logros 2011, la misma
subdirección advierte que “algunas de las tareas de protección civil más
usuales, encaminadas, sobre todo, al resguardo de las personas, son los
servicios de alarma, los sistemas de evacuación, el salvamento, los primeros
auxilios, la lucha contra incendios, el señalamiento de zonas peligrosas y
medidas de urgencia para el restablecimiento de los servicios indispensables.
“Durante
2011 se han atendido 2 mil 974 casos de emergencia. Resalta el trabajo de
prevención de daños mayores ante la posible ocurrencia de un incendio
generalizado.”
En
el edificio B-2, de 13 niveles, donde laboran mil 590 personas, se han
registrado distintos incidentes antes de la tragedia del 31 de enero. En 2012
hubo un incendio en el cuarto piso, sin que se registrara ningún herido. En
septiembre de 1982, a unos días de la nacionalización de la banca, en el sexto
piso del mismo edificio ocurrió un incendio que fue sofocado después de las
nueve de la mañana.
En
aquella ocasión este semanario publicó: “El rumor, que luego se convirtió en
realidad, cundió como reguero de pólvora: los archivos de Pemex fueron los que
se incendiaron. Y fueron los archivos de las áreas de explotación, proveeduría
y almacenes, proyectos y construcción de obras del personal de confianza”
(Proceso 306).
Transcurrieron
32 años y ocurrió otro siniestro en el mismo edificio, provocando 33 muertos y
decenas de heridos, según los últimos balances de la tarde del viernes 2 de febrero.
La
mayoría de las víctimas son miembros del sindicato petrolero y laboraban en la
planta baja; otras estaban en los sótanos. Era el momento más delicado, por el
cambio de turno.
El
siniestro provocó que se perdieran todos los archivos del área de Recursos
Humanos, incluyendo decenas de demandas laborales que tiene Pemex con sus
trabajadores, así como contratos y otros documentos del archivo muerto de la
paraestatal.
Accidentes
y escándalos
Las
dimensiones de la tragedia coinciden con advertencias que se han hecho en los
últimos cuatro años sobre la inseguridad y vulnerabilidad de las instalaciones
del CAP, debido a sus más de 30 años de antigüedad y a las deficiencias de sus
sistemas operativos, entre otras causas.
La
Torre Ejecutiva de Pemex y el complejo de edificios aledaños fueron diseñados
por el arquitecto Pedro Moctezuma Díaz Infante (padre del político Esteban
Moctezuma Barragán, exsecretario de Gobernación en el zedillismo) y fue
presumido como el “primer edificio inteligente” del país.
Tras
cinco años de planeación, se empezó a construir en 1981 y se inauguró en 1982,
el año de la nacionalización de la banca y cuando terminó el “boom petrolero”
generado por el entonces director de la paraestatal, Jorge Díaz Serrano.
El
incendio del 6 de septiembre de 1982 en el edificio B-2 ocurrió cuando se
iniciaban en Estados Unidos juicios contra empresarios que sobornaron a
funcionarios de Pemex en la época de Díaz Serrano. El día 27 del mismo mes, el
actual director de este semanario, Rafael Rodríguez Castañeda, escribió:
“Es
probable que el incendio haya consumido pruebas y constancias del expediente
negro de Jorge Díaz Serrano. Esto tal vez nunca se llegue a saber. Por lo
pronto, empero, el ahora senador por Sonora se ve perseguido por datos implacables
que provienen de allá, de Estados Unidos, el país donde abundan sus amigos y
donde, apoyándose en sus ambiciosos planes, muchas empresas hicieron grandes
negocios al amparo del efímero ensueño de la riqueza petrolera mexicana”
(Proceso 308).
También
el ingeniero Heberto Castillo, colaborador de la revista durante décadas y
crítico severo de la administración de Jorge Díaz Serrano, vinculó el accidente
con el escándalo de las empresas perforadoras donde tenía intereses el entonces
director de Pemex.
“El
incendio de las oficinas administrativas de Pemex y la destrucción de los
archivos que guardaban sus computadoras puede estar relacionado con las
aventuras de Jorge Díaz Serrano en la economía privada nacional. Él desvió
importantes contratos hacia su empresa Permargo y hacia otras que hacían lo que
se llama ingeniería de proyectos. El rumor insistente de que se actuaría contra
él al término del mandato de José López Portillo lo ha hecho, incluso, ponerse
a escribir en un diario de negro desprestigio echeverrista para cubrirse las
espaldas”, escribió Castillo (Fuera máscaras, Proceso 307).
Ahora,
el peor accidente en el complejo de edificios del CAP también ocurre cuando
existen investigaciones sobre corruptelas en la paraestatal.
Tres
días antes de la tragedia del 31 de enero, en Estados Unidos se ventiló la
investigación realizada por la Securities and Exchange Commission (SEC),
organismo regulador bursátil, sobre presuntos sobornos que pagó en 2004 la
empresa alemana Siemens a “asesores y consultores en varios países”, incluyendo
la entrega de 2.6 millones de dólares al empresario mexicano Jaime Federico
Said Camil Garza para sobornar a altos funcionarios de Pemex. Jaime Camil es
identificado como un empresario cercano al gobierno de Vicente Fox y amigo del
actual presidente, Enrique Peña Nieto. Además, es padre del artista de los
mismos nombre y apellido que trabaja para Televisa.
La
investigación de la SEC, de 38 páginas, señala que “a finales de 2004, Siemens
PG y Siemens, S.A. de C.V., una entidad regional, hicieron tres pagos ilícitos
por separado, que sumaron unos 2.6 millones de dólares, a un asesor de negocios
conectado con la política para asistirle en solventar pagos por demandas
relativas al incumplimiento a tiempo de proyectos de modernización de tres
refinerías en México”.
El
dictamen de la SEC se deriva de una demanda civil que Pemex presentó en
diciembre de 2012 ante una Corte de Nueva York por 500 millones de dólares
contra Siemens, por presuntos actos de corrupción en la modernización de la refinería
de Cadereyta, en los que pueden estar involucrados altos funcionarios de Pemex
en las administraciones de sus exdirectores generales Raúl Muñoz Leos
(2000-2004) y Luis Ramírez Corzo (2004-2006), así como la empresa coreana SK
Engineering and Construction.
Evaluación
tramposa
La
detonación del 31 de enero, que provocó el colapso de la planta baja y los
sótanos del edificio B-2, ocurrió hora y media después de que el director
corporativo de Operaciones de Pemex, Carlos Murrieta, presumiera que en la
paraestatal se logró reducir “el índice de accidentabilidad en los últimos
años”.
“Es
un logro para Pemex mantener los indicadores de seguridad por debajo del
estándar internacional”, sintetizó un enigmático mensaje en la cuenta de
Twitter de la paraestatal, a las dos de la tarde.
Dos
horas después, frente a la peor tragedia que haya ocurrido en el complejo de
edificios de la Torre de Pemex, la misma cuenta oficial de Pemex afirmó:
“Estamos
desalojando la Torre de Pemex por una falla en el suministro de energía
eléctrica.
“Lo
que ocurrió fue una explosión en el edificio B-2 del Centro Administrativo. Hay
lesionados. Hubo daños en la PB y mezzanine.”
Hasta
las 20:50 horas de ese viernes, el área de Comunicación Social de Pemex volvió
a emitir otro mensaje para calificar como “infundadas” las versiones sobre las
causas de la explosión, incluyendo aquella que ubicó el sistema de aire
acondicionado como uno de los causantes del siniestro.
En
su documento Logros 2011, la Subdirección de Servicios Corporativos presumía:
“El
sistema integral de aire acondicionado de la Torre Ejecutiva y del Centro
Administrativo Pemex proporciona las condiciones de temperatura y calidad del
aire en el interior de las oficinas, para que el personal desarrolle sus
funciones en condiciones saludables y de confort. Se cuenta con dos plantas
para proporcionar el servicio que, a su vez, tienen equipos secundarios
(unidades manejadoras de aire) que distribuyen el aire acondicionado y/o
calefacción en el interior de las oficinas que tienen el servicio. Se calcula
que alrededor de 6 mil personas son beneficiadas por este sistema.
“En
2011 sobresale la instalación del aire acondicionado en el edificio B-1, el
cual tiene tecnología de punta que utiliza refrigerante ecológico, por lo que
no requiere de una planta de servicios auxiliares y, como opera de manera
seccionada para proporcionar diferentes condiciones de temperatura, permite
obtener considerables ahorros de energía.”
Sin
embargo, el mismo informe reconoce, en su apartado “Puntos críticos”, que en el
área de mantenimiento “varios inmuebles presentaban un notable estado de
deterioro y rezagos de atención, por lo que comenzaron a atenderse los
requerimientos más urgentes, considerando las observaciones de la Comisión
Mixta de Seguridad e Higiene en el Trabajo”.
Otros
aspectos críticos mencionados se refieren a los “tiempos de contratación”, la
obra pública, las consecuencias de la quiebra de Mexicana de Aviación, que
implicó un mayor gasto para Pemex, así como la adaptación de la organización a
los cambios aplicados en la principal empresa paraestatal mexicana:
“Cuando
una organización cambia –se dice en el informe de la mencionada subdirección–
es necesario definir un conjunto de acciones que permita a las personas conocer
qué está cambiando, por qué y para qué va a servir…
“En
consecuencia, la Subdirección de Servicios Corporativos ha trabajado en un
cambio cultural, principalmente en estilos de trabajo y liderazgos,
comunicación, organización del trabajo y valores, que le permita ofrecer a
Pemex un mejor servicio, más comprometido y eficiente, y con una cultura de
servicio al cliente verdaderamente proactiva.”
Para
enfrentar el “notable deterioro” de algunos edificios de la paraestatal,
incluyendo los de la Torre Ejecutiva y del CAP, se creó la Subgerencia de
Obras, “con el fin de rescatar edificios que demandan mantenimiento, de
conservar en buenas condiciones las instalaciones de oficinas, guarderías,
escuelas, deportivos y hospitales, y de generar las obras nuevas que se
requieran en el marco de crecimiento y desarrollo de una industria estratégica
nacional”.
Frente a lo ocurrido en el edificio B-2, ni la
Subdirección de Servicios Corporativos ni la Subgerencia de Obras han hecho
pública ninguna evaluación sobre las posibles fallas en seguridad, en
mantenimiento y en protección civil.
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