La fallida
estrategia/ALEJANDRO GUTIÉRREZ
Revista
Proceso No. 1898, 17 de marzo de 2013
Durante
el cónclave los cardenales italianos –opuestos a los “extraeuropeos”– querían
recuperar para su país el papado. Y aparentemente tenían todo amarrado para que
así fuera: Hasta se emitió por error un comunicado de la Conferencia Episcopal
Italiana que celebraba la elección del cardenal milanés Angelo Scola, su
candidato. Pero lo que algunos medios han llamado “una traición” entre
italianos inclinó la balanza en favor del argentino Bergoglio, a quien se
considera un “pastor”, un “hombre de gobierno” que dirigirá la Iglesia de modo
distinto a Benedicto XVI, el teólogo que sucumbió a los escándalos vaticanos.
CIUDAD
DEL VATICANO.- Los gritos eufóricos de los miles de fieles reunidos en la
Plaza de San Pedro y el repiqueteo de las campanas, la tarde del miércoles 13,
que se desataron al surgir la fumata blanca, sólo se interrumpieron cuando el
protodiácono francés Jean Louis Tauran proclamó el habemus papam y pronunció el
nombre del sucesor de Benedicto XVI: “El eminentísimo y reverendísimo señor
Jorge Mario Bergoglio, el cardenal de la santa iglesia romana, que ha tomado
como nombre Francisco”.
La
certeza que el anuncio daba de tener un nuevo pontífice se tradujo en más
gritos de júbilo que invadieron la plaza, pero también de miradas cruzadas de
muchos fieles que se preguntaban quién es Bergoglio.
Internet
y las redes sociales tuvieron sentido cuando al momento de conocerse el nombre
muchos fieles recurrieron a sus teléfonos y tabletas para consultar en el
ciberespacio y enterarse de que se trataba del arzobispo de Buenos Aires.
“¡Argentina!
¡Argentina!”, gritaba, smart- phone en mano, un italiano subido en una valla
del obelisco central de la plaza. “¡Es el cardenal de Buenos Aires!”, insistía.
“¡Latinoamericano!”, terciaba una mujer.
“Preferible
un Papa latinoamericano que uno de la curia (vaticana)”, sentenció Luigi, un
italiano que dice haber estado presente en la misma plaza en 1979, cuando se
anunció el pontificado de Karol Wojtyla y en 2005, con Joseph Ratzinger, y que
se queja de los recientes escándalos en la Iglesia.
Precisamente
esos son los problemas con los que tendrá que lidiar el nuevo Papa, el sucesor
266 de Pedro: Los escándalos de pederastia en distintas partes del mundo, las
guerras por espacios de poder entre los sectores de la Santa Sede, incluidos
presuntos casos de corrupción, mucho de ello contenido en los Vatileaks, la
masiva filtración de informes privados del Vaticano.
Tras
saberse su nombre en la plaza y en el ciberespacio, se destacaban las
situaciones inéditas de este nuevo pontificado: Es el primer Papa que convive
con su antecesor, el primer latinoamericano, el primero que surge de las filas
de la Compañía de Jesús y el que por primera vez usa el nombre de Francisco.
Había
una suerte de sorpresa por este tercer pontífice no italiano: Luego del polaco
y el alemán llega este argentino de 76 años. De la multitud surgían comentarios
sobre los papables que se quedaron en el camino, del cardenal de la arquidiócesis
de Milán, Angelo Scola, y del arzobispo de Río de Janeiro, Odilo Scherer,
quienes encabezaban los vaticinios hasta antes del encierro de los cardenales
bajo los frescos de Miguel Ángel, el martes 12.
Por
lo menos el festejo en la plaza era una cara muy opuesta a lo que, un día
después, publicó Vatican Insider, sitio web del diario La Stampa, en el sentido
de que el “superfavorito Scola” no sólo tuvo en contra una fuerte corriente
“extraeuropea” que optaba por un papado fuera del viejo continente, sino que
fue “traicionado” por los cardenales italianos que no votaron por él,
“corriente curial” encabezada por “los enemigos-aliados Bertone y Sodano
irreductiblemente hostiles a Scola por antiguas envidias y rivalidades”,
aseguraba.
Incluso
la misma noche del anuncio del nuevo Papa –cita el medio– “un desafortunado
comunicado de la Conferencia Episcopal Italiana expresaba ‘el sentimiento de
toda la Iglesia italiana al conocer la noticia de la elección del cardenal
Angelo Scola como sucesor de Pedro’”.
Bergoglio
tuvo al menos 77 de los 115 votos del Colegio Cardenalicio, que representaban
las dos terceras partes exigidas. El primer día hubo una primera fumata negra
casi a las 20:00 horas, lo que el mismo Federico Lombardi, portavoz vaticano,
daba por sentado.
El
segundo día, tras dos votaciones matutinas, hubo una fumata negra a mediodía.
Por la tarde hubo dos votaciones más, cuando la plaza se empezó a atestar de
gente venida de prácticamente todas las partes del mundo.
A
las 19:08 surgió el humo blanco, provocando una sorpresa en la plaza porque
mucha gente daba por hecho que la elección podría no definirse sino hasta el
jueves. Un fotógrafo que cubrió el cónclave confesó: “Creo que a todos nos
cogió desprevenidos, casi dábamos por hecho que habría fumata negra”.
Con
una túnica blanca Francisco salió al balcón central de la Basílica de San
Pedro, en su presentación pública, y rompió la acartonada liturgia vaticana con
una dosis de humor: “Saben que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma.
Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo. Pero
aquí estamos”.
Recordó
a su antecesor al pedir “una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI.
Recemos todos juntos por él, recemos por él para que el Señor lo bendiga y la
Virgen lo proteja”.
Y
pidió comenzar “este viaje, el obispo y el pueblo. Este viaje de la Iglesia de
Roma, que guía a todas las iglesias, un viaje de hermandad, de amor, de
confianza entre nosotros”. Y que el viaje sea “fructífero para la
evangelización de esta hermosa ciudad”.
Al
día siguiente, en la primera homilía con los cardenales que lo eligieron, les
pidió volver a la esencia del cristianismo y llevar una vida “irreprochable”,
dar la espalda a la “mundanidad y a la frivolidad”.
Improvisando
y en italiano el pontífice les dijo: “Podemos caminar como queramos, pero si no
confesamos a Jesucristo la cosa no funciona. Nos convertiremos en una ONG
piadosa, pero no seremos Iglesia”.
Por
la mañana, luego de rezar en privado acudió al sitio donde se hospedaba, pagó
personalmente la cuenta y recogió su maleta.
A
su regreso al Vaticano, Bergoglio escribió su primera carta dirigida al doctor
Ricardo di Segni, rabino jefe de Roma, en la que decía: “Espero intensamente
poder contribuir al progreso de las relaciones entre judíos y católicos
conocidas a partir del Concilio Vaticano II, en un espíritu de colaboración
renovada”, según publicó la página de la comunidad hebrea citada por el diario
El País, el que aseguró que la respuesta fue la invitación del presidente israelí
Simón Peres a que visitara el país: “Será bienvenido como un hombre de
inspiración que puede ayudar a traer la paz a una zona tormentosa…”.
“Segundo
tiempo” del cónclave
El
19 de abril de 2005, cuando Joseph Ratzinger fue elegido para suceder a Juan
Pablo II, el nombre de Jorge Mario Bergoglio adquiría peso entre quienes se
animaban a hacer pronósticos sobre el resultado final de la elección del
cónclave, señala el diario argentino La Nación citando a la revista italiana
Limes.
Añade:
“Ratzinger fue escogido tras cuatro votaciones con 84 votos de los 115
cardenales presentes, y su contrincante no fue el cardenal aperturista Carlos
Maria Martín, como se decía, sino el arzobispo de Buenos Aires. Llegó a recibir
en el tercer escrutinio 40 votos. Martín sólo alcanzó nueve sufragios en la
primera votación. El más votado, tras Ratzinger, fue finalmente Bergoglio. El
arzobispo de Buenos Aires, el argentino nacido en el barrio de Flores, en 1936,
se quedó con 26 votos en la cuarta ronda”.
Por
ello el vaticanista Andrés Beltramo, corresponsal de la agencia Notimex,
considera que este cónclave es una suerte de “segundo tiempo del de 2005, en el
que Bergoglio obtuvo 40 votos y era un fuerte candidato; pero de manera
emocionada pidió a sus compañeros cardenales que no votaran por él porque no
era su intención obstaculizar la elección de Ratzinger”.
Entrevistado
un día después de la elección de Bergoglio, el periodista explicó que para
muchos cardenales era el primer cónclave. Sin embargo un buen número (68) ya
habían participado en el de 2005, “con lo cual tenían la experiencia, las
claves y el conocimiento”, pero sobre todo “una idea clara de hacia dónde
querían que las cosas caminaran en la Iglesia católica”.
Beltramo,
uno de los pocos periodistas latinoamericanos que cubren la información
cotidiana del Vaticano, recuerda que en esos días previos al cónclave logró
entrevistar a siete cardenales de América Latina, quienes le dieron una serie
de “claves”, de “señales con mucha claridad y muy significativas” que en una
lectura actual adquieren mayor importancia. “Por ejemplo, el cardenal de
Venezuela me dijo con demasiada certeza que él sí veía un Papa
latinoamericano”.
Pero
por qué se llega a Bergoglio, se pregunta Beltramo. Y dice que es debido a que
el nuevo pontífice tiene 76 años, la misma edad de Ratzinger cuando fue
elegido. Eso, agrega, “le funcionó como pararrayos de la atención mediática en
los vaticinios”.
Sin
embargo en su opinión eso “no fue obstáculo para granjearse a los cardenales,
sino que el consenso era que se trataba de un cardenal extraeuropeo y con
claras señales de ser un reformador”.
Prosigue:
“Esa es la indicación más clara que mandan los cardenales con esta elección,
sobre todo por la dirección que se empezó a delinear en las reuniones previas
al cónclave, donde también participaron los cardenales no electores (los que
sobrepasan los 80 años), que fue elegir a un reformador.
Para
este periodista argentino muy vinculado con México, la decisión de los
cardenales no sólo es “sorprendente” sino “valiente”, por elegir a un Papa con
sus características.
Reconoce
que los periodistas que siguen las actividades vaticanas no fueron capaces de
leer que Bergoglio podía ser, porque se pensó que no tenía coincidencias ni
perfil; pero hoy le queda claro que en “este segundo tiempo del otro cónclave,
es claro que sí tiene sintonía con las reformas que Benedicto XVI no alcanzó a
concretar. Primero fue la labor del teólogo (Ratzinger), pero ahora es el
pontificado de un pastor (Bergoglio) que dará continuidad a muchas de las
acciones del primero”.
Las
señales internas
El
día después de la elección, el cardenal francés Jean-Pierre Ricard resaltó ante
periodistas: “Estábamos buscando un Papa que fuese espiritual, un pastor. Creo
que con el cardenal Bergoglio tenemos a este tipo de persona. Es un hombre con
un gran intelecto, pero también un hombre de gobierno”.
Reconoció
que en las congregaciones generales, que incluyen a cardenales electores y no
electores, Francisco causó muy buena impresión. “Dijo que la Iglesia no podía
ser la Iglesia de Cristo si solamente se centraba en sus problemas interiores y
que debía alcanzar también a los hombres y mujeres de la periferia, que se
sienten distantes de ella”.
Precisamente
fue durante las congregaciones generales y luego en el cónclave que medios como
La Stampa aseguraron que por todos los rincones donde se movían los cardenales
había inhibidores de frecuencia para impedir las comunicaciones y que ningún
elector o personal del Vaticano pudiera emitir al ciberespacio los pormenores
de las sesiones.
No
obstante prácticamente toda la semana de las congregaciones el diario italiano
La Repubblica y otros difundieron filtraciones de los detalles de esas
sesiones, como el tiempo que los “extraeuropeos” se tomaron para exigir
información sobre el estado de cosas en la Santa Sede, incluidas las finanzas
del Banco Vaticano, datos de los Vatileaks y configurar un perfil del nuevo
Papa, frente a la presión de los cardenales de la curia vaticana para acelerar
las sesiones.
La
Repubblica dio a conocer que el cardenal brasileño Joao Braz de Aviz criticó la
dirección que seguía el gobierno vaticano del secretario de Estado, Tarcisio
Bertone. El bloque de cardenales estadunidenses fue crítico por considerar que
en buena medida los problemas reflejados en los Vatileaks se deben a la
“italianización” de la curia romana.
Otro
de los detalles que reflejó las distintas y confrontadas posiciones dentro de
los muros vaticanos fue la irritación pública del portavoz vaticano, Federico
Lombardi, que pidió parar los encuentros cotidianos de los cardenales
estadunidenses con la prensa en el North American College.
Según
cita Vatican Insider, “la prohibición para que dieran esas conferencias
paralelas provocó sorpresa en muchos de los 5 mil periodistas acreditados” para
seguir el cónclave, porque “parecía indicar una nueva manera de apertura y de
confianza, para establecer con la prensa una relación más transparente, sin
recurrir al tradicional artificio de las fuentes anónimas que domina en el
aire”, apunta el portal.
“El
jesuita Thomas Reese, exdirector de la revista America, quien llegó a Roma para
seguir el cónclave para el Nacional Catholic Reporter, dijo que se trataba de
una ‘bofetada’ a los purpurados estadunidenses. ‘No diría que se trata de
censura’, pero sí que los cardenales estadunidenses se han convertido en una
especie de chivos expiatorios con su transparencia, aunque los verdaderos
responsables de las fugas de noticias son los cardenales italianos que hablan
con los periodistas anónimamente.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario