18 mar 2013

La fallida estrategia/ALEJANDRO GUTIÉRREZ


La fallida estrategia/ALEJANDRO GUTIÉRREZ
Revista Proceso No. 1898, 17 de marzo de 2013
Durante el cónclave los cardenales italianos –opuestos a los “extraeuropeos”– querían recuperar para su país el papado. Y aparentemente tenían todo amarrado para que así fuera: Hasta se emitió por error un comunicado de la Conferencia Episcopal Italiana que celebraba la elección del cardenal milanés Angelo Scola, su candidato. Pero lo que algunos medios han llamado “una traición” entre italianos inclinó la balanza en favor del argentino Bergoglio, a quien se considera un “pastor”, un “hombre de gobierno” que dirigirá la Iglesia de modo distinto a Benedicto XVI, el teólogo que sucumbió a los escándalos vaticanos.
CIUDAD DEL VATICANO.- Los gritos eufóricos de los miles de fieles reu­nidos en la Plaza de San Pedro y el repiqueteo de las campanas, la tarde del miércoles 13, que se desataron al surgir la fumata blanca, sólo se interrumpieron cuando el protodiácono francés Jean Louis Tauran proclamó el habemus papam y pronunció el nombre del sucesor de Benedicto XVI: “El eminentísimo y reverendísimo señor Jorge Mario Bergoglio, el cardenal de la santa iglesia romana, que ha tomado como nombre Francisco”.

La certeza que el anuncio daba de tener un nuevo pontífice se tradujo en más gritos de júbilo que invadieron la plaza, pero también de miradas cruzadas de muchos fieles que se preguntaban quién es Bergoglio.
Internet y las redes sociales tuvieron sentido cuando al momento de conocerse el nombre muchos fieles recurrieron a sus teléfonos y tabletas para consultar en el ciberespacio y enterarse de que se trataba del arzobispo de Buenos Aires.
 “¡Argentina! ¡Argentina!”, gritaba, smart- phone en mano, un italiano subido en una valla del obelisco central de la plaza. “¡Es el cardenal de Buenos Aires!”, insistía. “¡Latinoamericano!”, terciaba una mujer.
“Preferible un Papa latinoamericano que uno de la curia (vaticana)”, sentenció Luigi, un italiano que dice haber estado presente en la misma plaza en 1979, cuando se anunció el pontificado de Karol Wojtyla y en 2005, con Joseph Ratzinger, y que se queja de los recientes escándalos en la Iglesia.
Precisamente esos son los problemas con los que tendrá que lidiar el nuevo Papa, el sucesor 266 de Pedro: Los escándalos de pederastia en distintas partes del mundo, las guerras por espacios de poder entre los sectores de la Santa Sede, incluidos presuntos casos de corrupción, mucho de ello contenido en los Vatileaks, la masiva filtración de informes privados del Vaticano.
Tras saberse su nombre en la plaza y en el ciberespacio, se destacaban las situaciones inéditas de este nuevo pontificado: Es el primer Papa que convive con su antecesor, el primer latinoamericano, el primero que surge de las filas de la Compañía de Jesús y el que por primera vez usa el nombre de Francisco.
Había una suerte de sorpresa por este tercer pontífice no italiano: Luego del polaco y el alemán llega este argentino de 76 años. De la multitud surgían comentarios sobre los papables que se quedaron en el camino, del cardenal de la arquidiócesis de Milán, Angelo Scola, y del arzobispo de Río de Janeiro, Odilo Scherer, quienes encabezaban los vaticinios hasta antes del encierro de los cardenales bajo los frescos de Miguel Ángel, el martes 12.
Por lo menos el festejo en la plaza era una cara muy opuesta a lo que, un día después, publicó Vatican Insider, sitio web del diario La Stampa, en el sentido de que el “superfavorito Scola” no sólo tuvo en contra una fuerte corriente “extraeuropea” que optaba por un papado fuera del viejo continente, sino que fue “traicionado” por los cardenales italianos que no votaron por él, “corriente curial” encabezada por “los enemigos-aliados Bertone y Sodano irreductiblemente hostiles a Scola por antiguas envidias y rivalidades”, aseguraba.
Incluso la misma noche del anuncio del nuevo Papa –cita el medio– “un desafortunado comunicado de la Conferencia Episcopal Italiana expresaba ‘el sentimiento de toda la Iglesia italiana al conocer la noticia de la elección del cardenal Angelo Scola como sucesor de Pedro’”.
Bergoglio tuvo al menos 77 de los 115 votos del Colegio Cardenalicio, que representaban las dos terceras partes exigidas. El primer día hubo una primera fumata negra casi a las 20:00 horas, lo que el mismo Federico Lombardi, portavoz vaticano, daba por sentado.
El segundo día, tras dos votaciones matutinas, hubo una fumata negra a mediodía. Por la tarde hubo dos votaciones más, cuando la plaza se empezó a atestar de gente venida de prácticamente todas las partes del mundo.
A las 19:08 surgió el humo blanco, provocando una sorpresa en la plaza porque mucha gente daba por hecho que la elección podría no definirse sino hasta el jueves. Un fotógrafo que cubrió el cónclave confesó: “Creo que a todos nos cogió desprevenidos, casi dábamos por hecho que habría fumata negra”.
Con una túnica blanca Francisco salió al balcón central de la Basílica de San Pedro, en su presentación pública, y rompió la acartonada liturgia vaticana con una dosis de humor: “Saben que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo. Pero aquí estamos”.
Recordó a su antecesor al pedir “una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, recemos por él para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja”.
Y pidió comenzar “este viaje, el obispo y el pueblo. Este viaje de la Iglesia de Roma, que guía a todas las iglesias, un viaje de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros”. Y que el viaje sea “fructífero para la evangelización de esta hermosa ciudad”.
Al día siguiente, en la primera homilía con los cardenales que lo eligieron, les pidió volver a la esencia del cristianismo y llevar una vida “irreprochable”, dar la espalda a la “mundanidad y a la frivolidad”.
Improvisando y en italiano el pontífice les dijo: “Podemos caminar como queramos, pero si no confesamos a Jesucristo la cosa no funciona. Nos convertiremos en una ONG piadosa, pero no seremos Iglesia”.
Por la mañana, luego de rezar en privado acudió al sitio donde se hospedaba, pagó personalmente la cuenta y recogió su maleta.
A su regreso al Vaticano, Bergoglio escribió su primera carta dirigida al doctor Ricardo di Segni, rabino jefe de Roma, en la que decía: “Espero intensamente poder contribuir al progreso de las relaciones entre judíos y católicos conocidas a partir del Concilio Vaticano II, en un espíritu de colaboración renovada”, según publicó la página de la comunidad hebrea citada por el diario El País, el que aseguró que la respuesta fue la invitación del presidente israelí Simón Peres a que visitara el país: “Será bienvenido como un hombre de inspiración que puede ayudar a traer la paz a una zona tormentosa…”.
 “Segundo tiempo” del cónclave
 El 19 de abril de 2005, cuando Joseph Rat­zinger fue elegido para suceder a Juan Pablo II, el nombre de Jorge Mario Bergoglio adquiría peso entre quienes se animaban a hacer pronósticos sobre el resultado final de la elección del cónclave, señala el diario argentino La Nación citando a la revista italiana Limes.
 Añade: “Ratzinger fue escogido tras cuatro votaciones con 84 votos de los 115 cardenales presentes, y su contrincante no fue el cardenal aperturista Carlos Maria Martín, como se decía, sino el arzobispo de Buenos Aires. Llegó a recibir en el tercer escrutinio 40 votos. Martín sólo alcanzó nueve sufragios en la primera votación. El más votado, tras Ratzinger, fue finalmente Bergoglio. El arzobispo de Buenos Aires, el argentino nacido en el barrio de Flores, en 1936, se quedó con 26 votos en la cuarta ronda”.
Por ello el vaticanista Andrés Beltramo, corresponsal de la agencia Notimex, considera que este cónclave es una suerte de “segundo tiempo del de 2005, en el que Bergoglio obtuvo 40 votos y era un fuerte candidato; pero de manera emocionada pidió a sus compañeros cardenales que no votaran por él porque no era su intención obstaculizar la elección de Ratzinger”.
Entrevistado un día después de la elección de Bergoglio, el periodista explicó que para muchos cardenales era el primer cónclave. Sin embargo un buen número (68) ya habían participado en el de 2005, “con lo cual tenían la experiencia, las claves y el conocimiento”, pero sobre todo “una idea clara de hacia dónde querían que las cosas caminaran en la Iglesia católica”.
Beltramo, uno de los pocos periodistas latinoamericanos que cubren la información cotidiana del Vaticano, recuerda que en esos días previos al cónclave logró entrevistar a siete cardenales de América Latina, quienes le dieron una serie de “claves”, de “señales con mucha claridad y muy significativas” que en una lectura actual adquieren mayor importancia. “Por ejemplo, el cardenal de Venezuela me dijo con demasiada certeza que él sí veía un Papa latinoamericano”.
Pero por qué se llega a Bergoglio, se pregunta Beltramo. Y dice que es debido a que el nuevo pontífice tiene 76 años, la misma edad de Ratzinger cuando fue elegido. Eso, agrega, “le funcionó como pararrayos de la atención mediática en los vaticinios”.
Sin embargo en su opinión eso “no fue obstáculo para granjearse a los cardenales, sino que el consenso era que se trataba de un cardenal extraeuropeo y con claras señales de ser un reformador”.
Prosigue: “Esa es la indicación más clara que mandan los cardenales con esta elección, sobre todo por la dirección que se empezó a delinear en las reuniones previas al cónclave, donde también participaron los cardenales no electores (los que sobrepasan los 80 años), que fue elegir a un reformador.
 Para este periodista argentino muy vinculado con México, la decisión de los cardenales no sólo es “sorprendente” sino “valiente”, por elegir a un Papa con sus características.
Reconoce que los periodistas que siguen las actividades vaticanas no fueron capaces de leer que Bergoglio podía ser, porque se pensó que no tenía coincidencias ni perfil; pero hoy le queda claro que en “este segundo tiempo del otro cónclave, es claro que sí tiene sintonía con las reformas que Benedicto XVI no alcanzó a concretar. Primero fue la labor del teólogo (Ratzinger), pero ahora es el pontificado de un pastor (Bergoglio) que dará continuidad a muchas de las acciones del primero”.
Las señales internas
El día después de la elección, el cardenal francés Jean-Pierre Ricard resaltó ante periodistas: “Estábamos buscando un Papa que fuese espiritual, un pastor. Creo que con el cardenal Bergoglio tenemos a este tipo de persona. Es un hombre con un gran intelecto, pero también un hombre de gobierno”.
 Reconoció que en las congregaciones generales, que incluyen a cardenales electores y no electores, Francisco causó muy buena impresión. “Dijo que la Iglesia no podía ser la Iglesia de Cristo si solamente se centraba en sus problemas interiores y que debía alcanzar también a los hombres y mujeres de la periferia, que se sienten distantes de ella”.
 Precisamente fue durante las congregaciones generales y luego en el cónclave que medios como La Stampa aseguraron que por todos los rincones donde se movían los cardenales había inhibidores de frecuencia para impedir las comunicaciones y que ningún elector o personal del Vaticano pudiera emitir al ciberespacio los pormenores de las sesiones.
 No obstante prácticamente toda la semana de las congregaciones el diario italiano La Repubblica y otros difundieron filtraciones de los detalles de esas sesiones, como el tiempo que los “extraeuropeos” se tomaron para exigir información sobre el estado de cosas en la Santa Sede, incluidas las finanzas del Banco Vaticano, datos de los Vatileaks y configurar un perfil del nuevo Papa, frente a la presión de los cardenales de la curia vaticana para acelerar las sesiones.
La Repubblica dio a conocer que el cardenal brasileño Joao Braz de Aviz criticó la dirección que seguía el gobierno vaticano del secretario de Estado, Tarcisio Bertone. El bloque de cardenales estadunidenses fue crítico por considerar que en buena medida los problemas reflejados en los Vatileaks se deben a la “italianización” de la curia romana.
Otro de los detalles que reflejó las distintas y confrontadas posiciones dentro de los muros vaticanos fue la irritación pública del portavoz vaticano, Federico Lombardi, que pidió parar los encuentros cotidianos de los cardenales estadunidenses con la prensa en el North American College.
Según cita Vatican Insider, “la prohibición para que dieran esas conferencias paralelas provocó sorpresa en muchos de los 5 mil periodistas acreditados” para seguir el cónclave, porque “parecía indicar una nueva manera de apertura y de confianza, para establecer con la prensa una relación más transparente, sin recurrir al tradicional artificio de las fuentes anónimas que domina en el aire”, apunta el portal.
 “El jesuita Thomas Reese, exdirector de la revista America, quien llegó a Roma para seguir el cónclave para el Nacional Catholic Reporter, dijo que se trataba de una ‘bofetada’ a los purpurados estadunidenses. ‘No diría que se trata de censura’, pero sí que los cardenales estadunidenses se han convertido en una especie de chivos expiatorios con su transparencia, aunque los verdaderos responsables de las fugas de noticias son los cardenales italianos que hablan con los periodistas anónimamente.”

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