El fantasma del
autoritarismo/SABINA BERMAN
Revista
Proceso
No. 1902, 14 de abril de 2013
El
año se estrenó con la buena nueva del Pacto por México. Los tres partidos
grandes firmaron una agenda común. Las fotografías del nuevo presidente
flanqueado por los jefes de los dos partidos opositores, cambiaron la
conversación social y la imbuyeron de optimismo. Por desgracia, también la
cambió el fantasma que aparecía en las fotografías. Corrijo: el fantasma que no
aparecía, pero nadie dejó de presentir.
El
fantasma del autoritarismo. Es decir, la clave con la que un pacto nombrado
explícitamente un acuerdo entre partes semejantes, se leyó como el
encumbramiento de un presidente y la sumisión de los otros firmantes.
Los
opinadores nacionales lo describieron admirativa o críticamente. Llegó quien sí
sabe gobernar. Dioses, cómo extrañábamos el presidencialismo, sin siquiera
saberlo. Qué capacidad operativa, en un mes Peña logró lo que los panistas no
lograron en 12 años. Desbordado, un analista exclamó en el título de su
artículo Habemus Presidente, como si acabásemos de descubrir en Enrique Peña
Nieto a un ungido del Espíritu Santo y con poderes consecuentes.
O
lo describieron críticamente, que era sólo describir los espacios negativos de
la misma imagen autoritaria. Lo que veíamos era la traición de los presidentes
de los partidos de oposición. Se vendieron al jefe mayor, como otrora lo hacían
los falsos partidos en el presidencialismo. Se doblaron. Fueron cooptados.
Desdibujaron las ideologías de sus partidos y los han convertido en sucursales
del PRI.
Todo
por un fantasma que no salía en la fotografía pero nuestra memoria de un siglo
XX autoritario agregaba. Y es que a la sombra de la clave autoritaria, es
impensable un acuerdo entre semejantes. Una alianza temporal para alcanzar
ciertos fines. No: la mente autoritaria descree de la horizontalidad. Quién
está arriba, quién abajo: es lo que quiere discernir. Quién domina, quién se
supedita. Quién se eleva, quién se dobla. Quién gana todo, quién pierde y se
queda con migajas.
Los
fantasmas no existen pero pueden causar estragos tremendos. Es el caso de lo
que ha ido sucediendo en los partidos firmantes.
En
el PRD, el grupo bejaranista acusó a su presidente de no entender que la
oposición consiste en oponerse sistemática y contundentemente al presidente de
la República. Lo acusaron también de tratos oscuros y corruptos. Y últimamente
en Guerrero, los maestros inconformes con la reforma educativa, pintarrajearon
la sede del PRD con el lema “Traidor Zambrano”.
En
el PAN sucedió (sucede) lo equivalente. Los calderonistas acusan al presidente
del partido de venderlos barato al PRI. Figuras emblemáticas se retiran del
partido. No se alcanzan quórums en las asambleas. El Pacto por México le sirve
al país, dice un panista, pero al PAN lo mata. Y en el Senado ya varios
senadores panistas han declarado que harán caso omiso del pacto. Que el Pacto
por México que firmó su presidente de partido a ellos no los compromete.
En
vista de ello, la semana pasada los dos presidentes de los partidos de
oposición contaron su versión del Pacto por México y la verdad es que suena
convincente.
Según
su versión, pasadas las elecciones, los dos se reunieron para charlar.
Descubrieron que cada uno tenía ante sí una y la misma opción. Impugnar una
elección poco limpia y oponerse al gobierno de Enrique Peña Nieto durante un
sexenio. Opción que repetiría la parálisis que padeció México en el sexenio
pasado, cuando el PRD y el PRI no hicieron otra cosa que bloquear en el
Congreso cualquier iniciativa del presidente Calderón.
O
podían preparar una agenda conjunta, formada de los asuntos donde coincidían
sus partidos, y presentársela al nuevo presidente como propuesta de un pacto.
Según Gustavo Madero, del PAN, le entregaron el documento en mano a Luis
Videgaray, mediador de Peña Nieto, y Peña Nieto tuvo la inteligencia de no sólo
asentir, sino de adelantar la presentación del Pacto por México como su primer
acto de gobierno.
La
pregunta que viene a cuento ahora es para el presidente Peña Nieto: ¿por qué
sigue guardando silencio, sin confirmar o desmentir la versión de sus aliados?;
¿por qué con su silencio mengua su credibilidad y su fuerza? Dicen los que
saben que a un fantasma se le puede esfumar con las palabras correctas que le
nieguen la existencia. Vete pa trás, dice el brujo. Regrésate a donde no
estabas, dice el brujo. ¿Por qué el presidente Peña Nieto no nos dice que el
Pacto por México es un pacto honorable y echa pa trás la rebelión que viene
causando el fantasma autoritario?
Acaso
sea muy halagador para el presidente Nieto y para los priistas el prestigio que
la firma del pacto les ha procurado. Pero si sus firmantes siguen
debilitándose, serán destituidos en sus partidos por los intransigentes, el
Pacto por México valdrá menos que el papel donde fue impreso, y la ilusión de
que ha regresado el presidencialismo dará paso a lo que ha sido nuestra
desesperación en la democracia mexicana. El pantano del inmovilismo.
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